Índice
Cubierta
Primera Parte
1. El mensaje
2. Las órdenes del Gran Lord
3. Viejos amigos, nuevos aliados
4. El siguiente paso
5. Especulación
6. El espía
7. La historia de Akkarin
8. La posibilidad de un delito
9. El ayudante de Akkarin
10. Un adversario inesperado
11. Conocimiento prohibido
12. El precio de guardar un secreto letal
13. La asesina
14. La testigo
15. Malas noticias
16. La Vista
17. La terrible realidad
18. El veredicto del Gremio
Segunda Parte
19. Una petición
20. El castigo del Gremio
21. Un camino peligroso
22. Un intercambio de opiniones
23. Espías
24. Secretos revelados
25. Un encuentro fortuito
26. El Paso del Sur
27. Un reencuentro imprevisto
28. Comienza la invasión
29. Un legado del pasado
30. Contener al enemigo
31. Preparativos para la guerra
32. Un obsequio
33. Llegan los ichanis
34. Empieza la caza
35. Atrapado
36. Un salvador inesperado
37. Visión fugaz del enemigo
38. Los magos negros
39. Nuevas responsabilidades
Epílogo
Guía de lord Dannyl para el argot de las barriadas
Glosario
Agradecimientos
Créditos
Acerca de Random House Mondadori
Este libro está dedicado a mis amigos Yvonne y Paul.
Gracias por vuestra ayuda, sinceridad y paciencia,
así como por leer esta novela una, y otra, y otra vez...
PRIMERA PARTE
1
El mensaje
En la antigua poesía kyraliana a la luna se la conoce como el Ojo. Cuando el Ojo está completamente abierto, su vigilia ahuyenta el mal, o lleva a la locura a aquellos que no obran bien bajo su mirada. Cuando está cerrado, y solo un fino arco blanco revela su letargo, el Ojo permite que las acciones ocultas, tanto nobles como perversas, pasen inadvertidas.
Cery alzó la vista hacia la luna, y una sonrisa socarrona se dibujó en sus labios. Esa fase del Ojo, en que quedaba reducido a una sutil curva, era la preferida de los amantes secretos, pero él no avanzaba a toda prisa entre las sombras de la ciudad para acudir a un encuentro amoroso. Sus intenciones eran más oscuras.
Sin embargo, no le resultaba fácil determinar si sus acciones serían nobles o perversas. Los hombres a quienes buscaba merecían lo que les iba a ocurrir, pero Cery sospechaba que la misión tenía un propósito más profundo que el de reducir el número de asesinatos que la ciudad estaba sufriendo en los últimos años. No lo sabía todo sobre aquel desagradable asunto —de eso estaba convencido—, pero con toda seguridad sabía más que nadie en la ciudad. Mientras caminaba, repasó mentalmente lo que sí sabía. Había averiguado que aquellos asesinatos no los cometía un solo hombre, sino varios. También había descubierto que todos ellos pertenecían a la misma raza: eran sachakanos. Y se había enterado de algo aún más importante: eran magos.
Hasta donde Cery sabía, no había sachakanos en el Gremio.
Si los ladrones tenían conocimiento de esto, se guardaban mucho de demostrarlo. Pensó en una reunión de ladrones a la que había asistido hacía dos años. Los líderes de las bandas de