Mumin 2 - El sombrero del mago

Tove Jansson

Fragmento

el_sombrero_del_mago-2

INTRODUCCIÓN

Una mañana gris cayó la primera nieve sobre el Valle de los Mumin. Copos espesos y silenciosos que al cabo de pocas horas lo cubrieron todo de blanco.

Mumin contemplaba desde la escalera cómo el valle se iba poniendo el abrigo de invierno y pensaba, con melancolía, que esa noche toda la familia caería en el largo sueño invernal. Eso es lo que hacen los mumin en algún momento del mes de noviembre (y no es un mal plan si a uno no le gustan la oscuridad y el frío). Mumin cerró la puerta y, con pasitos suaves, fue en busca de su madre.

— Ha llegado la nieve — le dijo.

— Lo sé — contestó Mamá Mumin— . Ya os he preparado las camas con las mantas más calentitas. Tú dormirás en la buhardilla oeste con el animalito Sniff.

— Pero si Sniff ronca una barbaridad... — protestó Mumin— . ¿Puedo dormir con Snufkin en vez de con Sniff, por favor?

— Como quieras — dijo Mamá Mumin— . Entonces pondremos a Sniff en la buhardilla este.

Y así, con gran solemnidad y ceremonia, la familia Mumin y todos sus amigos y conocidos se prepararon para el largo invierno. Mamá Mumin puso la mesa para todos en el porche, pero para cenar no había más que hojas de abeto (es muy importante llenarse la barriga de hojas de abeto si se tiene la intención de dormir todos los meses de invierno). Después de la cena, que no les pareció especialmente sabrosa, se dieron las buenas noches con un poco más de ceremonia que de costumbre, y Mamá Mumin les recordó que debían cepillarse los dientes. A continuación, Papá Mumin hizo la ronda para cerrar puertas y ventanas. Y cubrió la araña del comedor con una mosquitera para que no se llenara de polvo.

Luego, cada uno se metió en su cama, se acurrucó, se tapó con las mantas hasta las orejas y pensó en algo agradable. Pero, de repente, Mumin soltó un suave suspiro y dijo:

— ¡A mí me parece que esto va a ser una gran pérdida de tiempo!

— ¡No, hombre, qué va! — le contestó Snufkin— . Soñaremos y cuando nos despertemos será primavera...

— Vale... — murmuró Mumin, que había empezado a deslizarse hacia las lejanas penumbras del sueño.

Fuera, la nieve seguía cayendo, blanca y espesa. Ya cubría la escalera y colgaba pesada de tejados y alféizares. Pronto, la casa de los Mumin se convertiría en una enorme y blanda almohada de nieve. Los relojes, uno tras otro, acallaron su tictac. El invierno había llegado.

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