Nakar y la noche de retos extremos

Nakar

Fragmento

cap-1

CAPÍTULO

1

Setenta metros de altura. Tres loopings completos. Más de 130 km/h de velocidad. Caída libre, zona de agua... Sabéis de lo que estoy hablando, ¿no?

Se llama Furia del jaguar, y está en la zona del parque de atracciones ambientada en la jungla. NECESITABA montarme en esa locura. Todo el mundo hablando de ella ¡y yo sin haberla probado aún!

Así que esta mañana he dicho «BASTA» y he decidido arrastrar a mis colegas: Arta, Franela, Ele y Marcos me han acompañado al parque de atracciones. La idea era pasar un día ÉPICO..., pero al final lo único épico han sido las colas. ¡Llevamos dos horas esperando para subirnos a la Furia del jaguar! Ya incluso creo que estamos haciendo la cola al revés o algo. Y Arta coincide conmigo:

—Tíos, ¡me duele todo de estar de pie! Y el hambre que tengo no es ni medio normal.

—Yo estoy igual, no me importa si tenemos que abrirnos paso a codazos para poder salir de la cola. ¡Es insoportable! —dice Ele.

¡Ahora que estaba tan cerca de conseguirlo!

—Venga, tíos. ¡No os vengáis abajo! —intento convencerlos—. Tampoco puede faltar mucho, ¿no?

Arta me mira con cara de fastidio y señala un cartel que tenemos encima, que dice: SI ESTÁS AQUÍ, TE QUEDA UNA HORA DE COLA, y está decorado con una carita feliz.

—No te engañes, tío. Nos va a tocar estar en la cola hasta que cierren el parque y al final no nos dará tiempo a montar igualmente. ¡Vamos a cenar y ya está!

Vale, está claro que ni Arta ni Ele me van a apoyar, pero puede que entre los demás consiga que alguien se quede conmigo.

—Franela, ¿tú qué piensas?

—Que el día ha sido un rollo, tío. No es por quitarte la ilusión, pero ¡es que solo nos hemos podido montar en una atracción! ¡UNA!

 

 

No hay nada que le pueda decir, porque cuando tiene razón, la tiene. Esta mañana estábamos tan desesperados que hemos acabado en el tiovivo. Que sí, que guay. Que no ha estado nada mal. Bueno, vale, ha sido brutal. Pero claro, el tiovivo no pasa de los 10 km/h. Y yo quiero ir a 130 km/h. Es más, ¡estoy dispuesto a hacer la cola si hace falta!

—Marcos, ¿tú qué opinas? ¿A que no pasa nada por esperar un poco más en la cola?

Él se encoge de hombros. Vamos, lo que viene siendo otro soldado caído.

—Yo es que me muero de sueño —dice—. Llevamos todo el día dando vueltas y no puedo más de cansancio. Podríamos dejar esta atracción para otro día en que haya menos gente.

—¡Eso! Y ahora nos compramos unas pizzas —añade Arta.

¡No me lo puedo creer! ¡He sido traicionado por todos! Empiezo a montarme un discurso épico en la cabeza que podría convencer hasta a una abuelita de noventa años de querer montarse en la atracción. «¿Qué somos?, ¿rajados? ¿Peña aburrida? ¡No! ¡Somos gente dispuesta a vivir al MÁXIMO!».

 

Pero antes de empezar a hablar, me interrumpe la voz de megafonía para poner fin a la discusión.

 

 

—¡¡¡¿¿¿Quééé???!!! ¡No puede ser!

—¿Y quién me devuelve ahora las horas pedidas en la cola?

Todo el mundo empieza a protestar y a gritar. No nos queda otra que irnos. Así que pillamos un poco de todo para cenar: pizzas, hamburguesas, refrescos, algún gofre... ¡Al menos que la cena sea épica! Cuando nos sentamos en un banco, se apagan las luces de todo el parque. Un fogonazo ilumina el cielo, seguido de un fuerte ruido. ¡Son fuegos artificiales! Todo el mundo se pone a aplaudir menos nosotros, que estamos muy ocupados cenando y descansando y cerrando los ojos y durmien...

ZZZZZZ

Sí, ha pasado: nos hemos quedado dormidos.

Y sí, también ha pasado: nos acabamos de despertar y estamos solos en el parque de atracciones. De noche.

 

¡NOS HEMOS QUEDADO

ENCERRADOS!

cap-2

CAPÍTULO

2

¿¿¿Cómo es posible que haya ocurrido esto??? ¿Es que aquí nadie revisa las cosas antes de irse? ¿No hay cámaras? ¿Guardias de seguridad?

¡Que nos hemos DORMIDO encima de una MESA en medio del PARQUE! ¡Alguien ha tenido que vernos!

Bueno, yo ahora estoy muy despierto, no como la panda de vagos que sigue roncando a mi lado... Pero eso lo soluciono yo con cuatro voces.

¡TODOS ARRIBA! —grito, repartiendo codazos como un aspersor.

—¿Mamá? —pregunta Franela, bostezando—. Cinco minutitos más...

—Te voy a dar yo a ti cinco minutos...

Le agarro del cuello de la sudadera y lo sacudo hasta que abre los ojos.

 

 

—Tío, ¿a qué viene tanto grito? —dice Arta, desperezándose—. ¡Me estás dando dolor de cabeza!

—¿Por qué está todo tan oscuro? —murmura Ele.

De verdad, yo flipo, ¿soy el único con un poco de cerebro aquí? ¿Es que no se dan cuenta de que somos los únicos que estamos aquí?

Nadie reacciona y sé que no es porque no me hayan escuchado. La mayoría parecen preocupados (¡normal!, ¿cómo vamos a salir?), pero Franela

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