El taller de las emociones

Begoña Ibarrola

Fragmento

el_taller_de_las_emociones-3

INTRODUCCIÓN

   

Ya nadie pone en duda que educar no es transmitir conocimientos, ni desarrollar destrezas, sino favorecer la educación integral de la persona.

Este término fue acuñado por las Naciones Unidas en la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos de 1993, en la que se pedía «orientar la educación hacia el pleno florecimiento de la persona y hacia el fortalecimiento de los derechos del hombre y las libertades fundamentales». El propósito que plantea este término es desarrollar todas las áreas de la vida de un niño, de manera que adquiera una gran variedad de habilidades y capacidades que lo conviertan en una persona competente y autónoma, y para ello se precisan estrategias con las que desarrollar todas sus dimensiones: corporal, emocional, relacional, cognitiva y espiritual. Además, la educación integral debe dar respuesta a las necesidades de cada etapa del desarrollo y enseñar al niño a tener un compromiso con su entorno y a convertirse en ciudadano ético, que ponga sus talentos y habilidades al servicio de una sociedad mejor.

Ahora bien, esta educación no empieza en la escuela, sino en la familia, donde se siembran las semillas de la educación emocional y en valores, que van a servir para impulsar el crecimiento sano, equilibrado y feliz de los hijos.

En este libro me voy a centrar en el desarrollo de la dimensión emocional del niño, y para ello vamos a descubrir juntos, en primer lugar, qué son las emociones, cómo se expresan, cómo afectan al cuerpo y qué funciones tiene cada una de ellas. Al final de esta introducción encontrarás una definición breve de las competencias y habilidades emocionales que se desarrollan a través de las ochenta actividades que se describen en el libro.

Cada capítulo irá dedicado a educar una emoción, y verás que cada uno lleva un color de fondo, basado en diferentes estudios sobre psicología del color, aunque no siempre coinciden todos los autores. Esto te facilitará encontrar, en un determinado momento, la actividad que consideres más útil, en función de la emoción que está viviendo el niño. Así, la alegría se asocia al naranja, la tristeza al azul, el gris al miedo, el rojo al enfado, el lila a la curiosidad, el verde a la calma, el rosa a la vergüenza y el amarillo a los celos.

Las actividades que planteo tienen distintos objetivos, que describo en cada una de ellas, y ayudan a desarrollar también habilidades emocionales diferentes, estando más presente, como es lógico, la conciencia emocional, una competencia emocional que sirve de raíz para el desarrollo de las demás.

Para crear un punto de unión entre las actividades y enriquecer las experiencias que propone el libro, he incorporado el personaje de Carolina, una niña que tiene como mascota a un conejito y que participa de alguna manera en el taller de las emociones. Las ilustraciones permiten ampliar el abanico de respuestas del lector, favorecer la identificación con ella y empatizar con las situaciones que nos presentan.

Puedes empezar la lectura del libro por cualquiera de los ocho capítulos, pero te sugiero que comiences por los cuatro primeros, en el orden que quieras, ya que corresponden a las emociones primarias e innatas; luego puedes continuar con la curiosidad, para terminar con las tres emociones secundarias o sociales.

En el Diccionario de la lengua española se define la emoción como «una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática», mientras que el Diccionario de neurociencia, de Francisco Mora y Ana María Sanguinetti, señala que es «una reacción conductual subjetiva producida por la información proveniente del mundo externo o interno (recuerdos) del individuo. Se acompaña de fenómenos neurovegetativos. El sistema límbico es parte importante del cerebro relacionado con la elaboración de las conductas emocionales».

Las emociones, en definitiva, son experiencias muy complejas, y para expresarlas generalmente apelamos a una gran variedad de términos, además de ayudarnos del lenguaje no verbal (gestos, tono de voz y postura corporal) y de las actitudes. Para profundizar en este concepto, debemos tener siempre presente que el ser humano es un animal social por excelencia y que las emociones contribuyen a ello porque tienen una función adaptativa al entorno en que nos desenvolvemos. Se originan en muchas fuentes (neuroquímicas, fisiológicas, cognitivas, etc.) y en su aparición no interviene la parte racional, por eso las emociones no son lógicas.

Resumiendo, las emociones son fenómenos multidimensionales caracterizados por cuatro elementos: cognitivo (cómo se llama y qué significa lo que siento), fisiológico (qué cambios biológicos experimento), conductual (hacia dónde dirige cada emoción mi conducta) y expresivo (a través de qué señales corporales la expreso).

La experiencia de una emoción generalmente involucra un conjunto de conocimientos, actitudes y creencias sobre el mundo, que el ser humano utiliza para valorar una situación concreta y, por tanto, influyen en el modo en el que esta se percibe. Por consiguiente, cada individuo experimenta una emoción de forma particular, dependiendo de su temperamento, sus experiencias anteriores y la situación concreta.

Las emociones indican estados internos personales, motivaciones, deseos, necesidades e incluso objetivos.

Una creencia comúnmente sostenida propuesta por primera vez por Paul Ekman, pero que no todos los investigadores comparten, postula que hay seis emociones básicas que son universalmente reconocidas y fácilmente interpretadas a través de expresiones faciales específicas, independientemente del idioma o cultura. Estas son: la alegría, la tristeza, el miedo, el enfado, la sorpresa y el asco. Para mí su criterio es fiable; además, al investigar sobre el proceso de desarrollo fetal, se ha comprobado que esas emociones las expresa ya el bebé en el útero, por tanto, vienen en nuestro ADN y tienen funciones adaptativas importantes y diferentes.

Las emociones básicas están presentes en todas las personas de todas las culturas. Los seres humanos reaccionamos emocionalmente de la misma manera ante estímulos parecidos, aunque existen diferencias significativas en los «detonantes» de cada emoción. También debemos notar que hay expresiones faciales que son universales y denotan las mismas emociones; en consecuencia, las emociones humanas son transculturales. En cualquier país o cultura, los niños lloran cuando se muere la mamá de un personaje de dibujos animados, y los niños ciegos, cuando experimentan emociones, las demuestran de forma muy parecida a las demás personas, con la misma expresión facial, lo que evidencia que no imitamos los gestos.

Las emociones nos acompañan a lo largo de toda la vida y nos ayudan a diferenciar aquello que es peligroso de lo que es amistoso, lo que nos aburre de lo que nos interesa, lo que preferimos de lo que rechazamos, etc. Pero existen diferencias muy marcadas en cómo se vivencia y se expresa el mun

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos