Meditación

Clara Badino
Margarita Vanoni

Fragmento

Meditación

ESTAR PRESENTE EN EL MUNDO
Clara Badino

Cuando terminé de escribir el libro anterior, puse la intención de no explicar intelectualmente lo que es la práctica, porque no hay manera de penetrar en su misterio. Surgió así la necesidad de un libro de ejercicios, con prácticas en la vida cotidiana y diálogos con personas en diferentes contextos. Se sumaron al proyecto hijas e hijo. Margarita, escribiendo juntas, Loly en un capítulo precioso y Francisco en lo que consideré el infaltable y valioso aporte dentro del deporte. Colaboraron también amigos y personas comprometidas con la práctica. Me emociona mucho la colaboración de Felicitas, nieta.

Por eso en estas páginas encontrarás un intercambio de percepciones con diferentes interlocutores que viven cultivando estar más presentes, conscientes. Personas que van desarrollado y recuperado el poder de percibir y recepcionar las diferencias, sin caer en el instalado condicionamiento de comparar. Y que deciden seguir cultivando el Discernimiento en un marco amplio de diferentes contextos: profesionales de la salud, docentes, personas que trabajan en el ámbito de la política y en el empresarial, practicantes, agentes multiplicadores pero por sobre todo, personas con un corazón abierto al cambio personal y profesional profundo con una disposición determinada a trabajar cavando hondo en nuestro interior.

Desde el principio, la intención de Visión Clara (dedicada a la difusión y la enseñanza de la práctica de mindfulness) fue ofrecer respuestas a las demandas. ¿Qué es lo que necesitan las personas, qué es lo que necesita el mundo? Las personas van cambiando, el mundo va cambiando, los acontecimientos van cambiando. Una asociación que está viva realmente tiene que ir cambiando para seguir ofreciendo, en relación con lo que el otro va necesitando. Estar al servicio.

Cuando empecé a descubrir que la mente podía conocerse experiencialmente quedé sorprendida, sentí una pasión que impulsaba saludablemente a un cambio genuino. Ese descubrimiento llegó a mi vida como llega a la mayoría de la vida de las personas: por enfermedad sostenida, por sufrimiento, por desconocimiento de que hay realmente otra manera de vivir.

No es casualidad que, al estar hospitalizada, se haya abierto ese interrogante: ¿no habrá otra forma de vivir? No solamente una forma diferente de vivir como persona, sino una forma diferente de vivir en la familia de la que formaba parte, porque uno es un agente multiplicador. Así como fui apasionada por crear enfermedad durante muchos años, cuando esa misma pasión pasó al rol activo y de la salud, me quedé sorprendida. Tantas de las sintomatologías que había transitado tenían que ver con una mente que promovía la desregulación.

Cuando comencé, fue como si se hubiera corrido un velo. Empecé a ver como si mirara por primera vez. Empecé a descubrir colores, olores y formas. Mente, cerebro, cuerpo, sensaciones, percepciones y relación conmigo, los otros, la vida, los sucesos y el mundo cambió. Tenía treinta y ocho años y me sentía una adolescente. Convivían en mí la “adulta”, la adolescente y también la niña, con toda su curiosidad por explorar y descubrir.

Esta historia puede ser espejo de la historia de otros. Todos tenemos la posibilidad de tener ese despertar. Es un don gratuito. Se activa en el momento en que hacemos la primera inhalación. Este es el don de la libertad. A veces, no sabemos lo que es la libertad, así como tampoco sabemos lo que es el amor. En nuestra cultura, vivimos más desde el concepto, desde la razón que desde la experiencia. Una de las definiciones de meditación que me conmocionó fue dejar que se manifieste todo aquello que es analógico. Cuando en la práctica meditativa se propone convocar la presencia del corazón, las personas dicen que no entienden. Y no lo van a entender porque no tiene lógica, es analógico. Sentir la presencia del corazón puede crear una nueva organización: mente, cerebro, cuerpo, emociones, percepciones.

Existe el mito de creer que la práctica meditativa consiste en salirse del cuerpo y estar en otra dimensión, levitar o ser alcanzado por un rayo luminoso. Quizás todavía está vigente el riesgo de creer que para liberar el alma o el espíritu hay que flagelar el cuerpo. Son cosas que han quedado muy grabadas en el inconsciente colectivo. Pero podemos descubrir a la corporalidad como un organismo que vive en conexión con la ley natural, que se está organizando momento a momento. El cuerpo es un medio, nos anclamos en él. Crear desde un rol activo una nueva organización corporal es promover la posibilidad —no lineal, lo he vivenciado una y otra vez— de crear una nueva organización mental, cerebral, emocional, sentimental y, lo que es más impresionante, una percepción distinta de vos, del otro, de la vida, de la enfermedad, de la muerte y del mundo. Meditar es cultivar una novedosa y revolucionaria percepción.

Practicar la meditación requiere estar dispuesto a abrir el corazón. Renovar la intención cuando nos damos cuenta de que el corazón se vuelve a cerrar por des-humanización. Pero el corazón es muy determinado, echa por tierra un montón de habilidades que la mente condicionada ha ido cultivando de una manera muy hábil para deshumanizarnos. Cuando el cuerpo se resiste a practicar es porque la mente se está resistiendo. Entonces, desde la corporalidad, que muestra la evidencia de la resistencia, podemos decidir “me voy a sentar ahora, no más tarde”. Más tarde es mañana y mañana es pasado. La energía de la mente tiene mucho poder para impactar en la materia. Y tiene mucho poder para impactar en las decisiones que tomamos, en cómo transitamos los procesos. Nosotros le restamos poder a todo lo que no es evidente. Hoy las neurociencias muestran la evidencia del impacto de la meditación en el cerebro y el cuerpo.

Creer que meditar tiene que ver con acallar la mente o ponerla en blanco es una idea no saludable. Meditar es estar consciente presenciando todo lo que la mente va haciendo, diciendo y el cuerpo va informando. Es presenciar los condicionamientos instalados en la mente y el poder que tiene para, en un instante, impulsarnos, encadenadamente, a repetir acciones. En una práctica meditativa, ya sea de cinco, diez, cuarenta y cinco minutos o tres horas, te das cuenta de que la mente y el cuerpo transitan cambios continuos. Puede suceder que de una experiencia de mente inquieta se transite natural y gradualmente a una experiencia de mente quieta. ¡Esta experiencia puede ser reveladora!

En la confusión de vivir apurados creemos que la aceptación de la que se habla en la meditación tiene que ver con rendirse o ser indiferente. Esta idea es una distorsión que viene asociada al lenguaje. Nosotros no tenemos un lenguaje que nos facilite el poder asir la propuesta de la práctica meditativa que llega de Oriente, porque para nosotros aceptar se puede confundir con rendirse. ¿Y qué es para nosotros rendirnos? Es algo muy diferente a dejar que suceda lo que está sucediendo porque me doy cuenta con claridad de que no lo puedo modif

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