Una meditación

Juan Benet

Fragmento

Nota de los editores

Nota de los editores

Juan Benet empezó a escribir Una meditación en 1965, años antes de ver publicada su primera novela, Volverás a Región (1968). La redacción de la obra, objeto de frecuentes interrupciones, la realizó Benet sobre un rollo de papel continuo acoplado a su máquina de escribir mediante un dispositivo especial.

«Se ha hablado mucho, excesivamente, como si importara eso más que la novela», respondía Juan Benet a la pregunta que sobre ese dispositivo le hacía Antonio Núñez en una entrevista («Encuentro con Juan Benet», Ínsula, n.º 269, Madrid, abril de 1969, p. 4). «Te voy a traer el cacharro para que lo veas… He aquí lo que ha levantado la polvareda. Como ves, no tiene nada del otro mundo. Yo lo dibujé y me lo hizo un carpintero de obra. Consta de dos laterales sobre una base de madera que se asienta sobre la mesa, inmediatamente detrás de la máquina de escribir. En el eje inferior situé la bobina de papel, que fue lo más difícil de encontrar hasta que me la hizo un papelero de Guipúzcoa; y en el eje superior, que es en realidad un torno, vas enrollando la tira de papel escrita. Planteé la cosa así para no dejar de escribir la novela, simplemente eso, además de que resulta más cómodo tener el original en una larga tira que en folios que tienes que numerar, o que puedes extraviar.»

El mismo Benet recordaba cómo «un día de otoño de 1969» se presentaron en su casa, sin previo aviso, Vicente Molina Foix y Pere Gimferrer. Habían leído Volverás a Región «y deseaban comprobar que yo contaba con una existencia de carne y hueso». Poco después haría lo mismo Félix de Azúa, quien durante su visita se interesó por lo que en aquel momento estaba Benet escribiendo. Éste tuvo «la imperdonable flaqueza» de mostrar a Azúa el rollo de papel continuo —de unos ochenta metros de longitud— con la primera versión aún inacabada de Una meditación. Pasadas unas semanas, Félix de Azúa repitió su visita, «en el curso de la cual reconoció (con la misma mezcla de confianza y recelo con que hubiera confesado que trabajaba para la KGB) que era asesor literario de Seix Barral, cuyo director ejecutivo, Carlos Barral, vería con buenos ojos que yo presentara aquella pieza inacabada al premio Biblioteca Breve si me demostraba capaz de hacerla legible en el breve plazo que se me concedía para ello».

Benet se avino a ello, y Una meditación resultó ganadora del certamen en su edición de ese mismo año. Este hecho, sumado a la buena recepción crítica que había tenido Volverás a Región, iba a suponer la definitiva consagración de Benet como novelista de referencia ineludible en el entonces muy cambiante panorama de la narrativa en lengua española.

Las entrevistas que, con motivo de la concesión del premio, le hicieron a Benet llamaron la atención sobre un escritor de opiniones originales, con una amplia cultura literaria, muy bien pertrechado intelectualmente, aficionado a la boutade, nada temeroso de resultar impertinente. Sus contundentes juicios sobre la novela española le granjearon enseguida partidarios y detractores acérrimos, que hubieron de alinearse radicalmente ante las exigencias que planteaba su propia apuesta narrativa. El mismo Benet, por lo demás, no se mostraba indulgente consigo mismo, y a propósito de la novela premiada declaraba, cuando aún no había sido publicada:

La novela se llama Una meditación, es bastante extensa y monótona. Un latazo. No tiene diálogo y aparece como un discurso, un largo discurso. Este discurso es la memoria de un señor, que es un joven antes de la guerra, y vive en un país imaginario que tiene un parentesco geográfico con Región. Es más ambiciosa que la anterior [Volverás a Región] y por lo tanto más frágil. Puede ser un buen libro y puede ser un bodrio. Esto no seré yo quien tenga que decirlo… Ese señor se equivoca, confunde y, sobre todo, como todo narrador de muchas cosas, no dice la verdad y produce en su propio discurso sus insidias y, por tanto, se contradice. No creo que haya acertado en retratar indirectamente, porque a confesión propia no lo ha de decir, que es un bellaco y autor o instigador de algunos de los dramas de que consta el argumento. El discurso está basado en una serie bastante cíclica, porque se va repitiendo en unas anécdotas que este personaje narra. Y tras cada narración, divaga y se mete en consideraciones sobre cada caso, sobre cada sentimiento, sobre cada motivación, muchas de ellas prolijas, pesadas, con grandes pretensiones analíticas, que me parece que hacen que el libro sea un volumen bastante farragoso.

El texto enviado al jurado del premio Biblioteca Breve (integrado aquel año por José María Castellet, José María Valverde, Juan García Hortelano, Salvador Clotas y Carlos Barral) había de ser objeto aún de importantes modificaciones. El propio Benet se apresuró a decir que la novela, concluida con cierta precipitación, necesitaba aún mucha labor:

En realidad, necesito pasarme seis meses trabajando. Tengo casi que volver a escribirla. Lo que ha leído el jurado es muy confuso. Tengo que podarla, ordenarla, quitar las faltas de ortografía… […] Me he pasado cinco años trabajando sin corregir. He escrito una novela en dos fases y por la brevedad del tiempo la he mandado en la primera. Tengo que revisar el montaje, el orden. Mira, aquí hay un diálogo. Este y algún otro tienen que desaparecer. No deben quedar capítulos ni diálogos. La narración será seguida. Sin puntos y apartes. Hay algunos personajes semejantes y cierta semejanza de estilo con Volverás a Región, que tiene un carácter introductorio, más épico, y el tono más vehemente. Una meditación, como su nombre indica, es una reflexión de un narrador. Las dos novelas se centran sobre el mismo escenario significante: el de la ruina, el de la decadencia. Volverás a Región era una mera descripción de la ruina. No había demasiados discursos acerca de la ruina. Estaba basada sobre la ruina material. Una meditación tiene un carácter más analítico. El narrador está haciendo constantes reflexiones literarias con discursos. Analiza las causas de la ruina y, en cierto modo, el tema viene a ser una segunda ruina, provocada en un estado muy decadente. Viendo que en ese estado decadente se anida la ruina que hace que haya más ruina. «Sólo la ruina nos salva de una ruina mayor», decía Jenofonte. Esta ruina mayor es la que se describe. Como la propia mentalidad del narrador está arruinada, no está conseguido en la primera redacción que sea un bellaco. Queda demasiado oculto. Y tengo que poner eso más claro. Una meditación es muy compleja y muy poco amena.

Para fijar el texto de la presente edición se ha empleado el de la última edición de la novela, revisado a la luz de la versión mecanoscrita conservada, del año 1970, correspondiente a esa «segunda fase» de la que habla el propio autor, reescrita ya de modo convencional, en un solo párrafo que se extiende a lo largo de 403 holandesas. Del cotejo de los dos textos no se han desprendido variantes sustanci

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