Numerología del Feng Shui para vivir mejor

Claudia Elena Roldan

Fragmento

PRÓLOGO

El Universo, a través de la Gracia Divina, nos presenta los medios propicios para alcanzar las metas de bienestar que todos merecemos. Infortunadamente, son muchas las veces que no tomamos esos mensajes en cuenta por falta de atención, o por ignorancia y precipitación, como en mi caso, y nos complicamos la vida sin siquiera darnos cuenta. Pero, como el Universo también nos brinda segundas oportunidades que debemos aprovechar, quiero hacerlos partícipes de mi experiencia personal.

Tras algunos años de viudez, pero acompañada por la inmejorable presencia de mis dos pequeños hijos, me volví una ávida lectora en mis noches de soledad. En esa época llegó a mis manos un libro sobre el manejo de las energías que nos circundan y sobre lo benéfico que es aprovecharlas para nuestro bien y el de las personas que nos rodean. El libro, que trataba sobre la ancestral filosofía china del Feng Shui, me dejó intrigada y deseosa de conocer más sobre el tema, que a pesar de ser tan interesante era poco difundido en mi entorno en esa época.

Como el Universo envía mensajes indiscriminadamente, en una visita a la peluquería me topé con un persuasivo personaje que ofrecía asesoría sobre Feng Shui y, ¡saz!, su locuacidad me atrajo de inmediato y lo contraté. Llegó a mi apartamento una arrogante señora y puso sobre la mesa un gran bolso donde cargaba todos los elementos necesarios para, según ella, convertir mi hogar en el sitio ideal. Empezó a recorrerlo con dos varillas en sus manos indicando que cada sitio estaba tremendamente afectado por las energías negativas que tanto su intuición como sus varillas detectaban, a la vez que iba poniendo por doquier diferentes objetos típicos del Feng Shui como baguas, trigramas, móviles y estatuillas, hasta que terminó pegando espejitos octogonales en la contratapa del inodoro del baño de visitas “para que la suerte no se escape por la cañería”.

Al acabar su locuaz monólogo mi casa parecía un bazar chino, mi bolsillo quedó bastante afectado y yo estaba un tanto preocupada, pues me preguntaba: ¿Habré hecho bien o mal al contratar a esta señora? Por lógica, a mis hijos les pareció extraño el despliegue de tanta “cosita”, quienes me visitaban preguntaban con curiosidad por mi nueva decoración y los adolescentes amigos de mis hijos hacían bromas abiertamente acerca de los espejitos que aparecían tan pronto levantaban la tapa del inodoro. Empecé a sentirme incómoda, aburrida y hasta extrañada, pero en mi ignorancia esperaba que, tal como había dicho la asesora, las energías se reacomodaran. Pasaba el tiempo, mi descontento aumentaba y para colmo de males no lograba localizar de nuevo a la experta en Feng Shui porque supuestamente se había mudado a Ecuador.

Transcurridos casi dos meses, un entrañable amigo de la familia, preocupado por mi notable estrés, me recomendó usar esencias florales y me indicó dónde conseguirlas. En este momento corroboré que el Universo pone a nuestro alcance los medios que necesitamos en el momento preciso. Al entrar a la tienda Kirtana a comprar las esencias recomendadas, mientras esperaba a ser atendida leí con avidez una tarjeta de presentación que decía: Claudia E. Roldán - Asesora de Feng Shui. Inmediatamente y con actitud muy crítica, me dediqué a hacer una inspección visual del sitio y noté con asombro que no solo era un ambiente acogedor y discretamente decorado, sino que escasamente veía allí dos símbolos medio parecidos a todos los objetos que inundaban mi casa.

Al momento de cancelar las esencias cautelosamente pregunté quién era la asesora de la tarjeta, a lo que el señor contestó: “Es mi esposa, en este momento está trabajando, por eso no se la presento”. Aproveché su respuesta para, con simulada inocencia, indagar en qué consistía una asesoría de ese tipo, qué beneficios aportaba, cómo, dónde y cuándo había adquirido su esposa los conocimientos y experiencia para poder ofrecer ese servicio. Con ello pude constatar que, tras sus productivos años de estudio en Costa Rica con su maestro y mentor, y por su incansable deseo de investigar y aprender por medio de congresos, seminarios y conferencias dictados dentro y fuera del país por reconocidos expertos en el milenario arte del correcto manejo de las energías, el Universo estaba poniendo a mi disposición a Claudia Roldán. De inmediato programé su asesoría, cuidando que mis hijos no estuviesen presentes puesto que, por ser escépticos y estar tácitamente descontentos con la “nueva decoración”, pensaban que tal vez yo me estaba involucrando con algo anormal para nuestras creencias y formación religiosa y espiritual.

Una semana después recibí la visita de Claudia. ¡No podía creerlo! Una joven dama elegante pero muy sobria y sencilla, seria pero jovial y agradable, respetuosamente me explicó que tenía que recorrer el apartamento antes de tomar los puntos cardinales y empezar la asesoría. Me pidió lápiz y papel suficiente para que yo tomara nota y me recomendó prestar mucha atención, dándome confianza y libertad para preguntar y aclarar las dudas que se me presentaran en el transcurso de la asesoría. Lo único que extrajo de su bolso fue una espectacular brújula, con la cual trazó y me explicó todas y cada una de las áreas del apartamento, y con una memoria prodigiosa me fue mostrando la mala ubicación, significado e inconveniencia de los objetos que, con ojo de águila, descubrió durante todo el recorrido.

Al terminar me dijo: “La felicito, sus hijos tienen un ángel guardián que los ha protegido del caos energético que hay en este apartamento, pero usted sí está recibiendo de frente todos los efectos nocivos en lo personal, económico y laboral. De seguro todos tres han llegado a sentirse en algún momento inconformes, pero le pido el favor de no entrar en pánico, porque el objetivo de mis asesorías no es confundir o aterrorizar, es simplemente ayudar. Por eso le repito: pregunte para poder despejar de inmediato cualquier duda”. Con sencillez y claridad me explicó la ubicación de cada una de las áreas y cómo, cuándo y por qué activarlas, protegerlas o curarlas. Me recomendó no utilizar simbología si no tenía el debido conocimiento de su significado, ubicación y beneficio, por lo que me pidió que desmontara el bazar en el que había convertido mi hogar, explicándome paso a paso su inconveniencia. Quedé estupefacta: ni siquiera recordaba que detrás de mi cama había un trigrama que Claudia no entendía por qué estaba allí, pues según ella impedía mi verdadero descanso. Además nos reímos abiertamente de los famosos espejitos de las tapas de los inodoros que supuestamente protegían mis finanzas.

Me enseñó cómo con una adecuada localización la mayoría de mis propios objetos decorativos servían para activar o curar determinada área, por qué debía cambiar de sitio u orientación algunas cosas y, lo más importante, me dijo que solo mis hijos y yo debíamos intervenir en los cambios para lograr que al momento de fijar la intención estuviesen impregnados de nuestra energía. Su serenidad y conocimientos me produjeron gran tranquilidad y empatía, más aún cuando los benéficos efectos de es

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