SIMPLE Y LIBRE,
SIETE AÑOS DESPUÉS
¡Bienvenido! Qué gusto que te acerques a esta historia. Te doy la bienvenida, tomador de riesgo, creador de líos, transgresor de reglas, rompedor del statu quo, cambiador de mundos, preguntón, agitador social. Supongo que entrarás, al menos, en una de estas categorías, de lo contrario no estarías interesado en una narración como esta. Hay algo debajo de tu piel. Algo que sientes que no está bien acerca de todo lo que tienes, lo que gastas, lo que desechas. Quizá no sabes cómo definirlo, como yo tampoco lo sabía al iniciar esta aventura hace siete años. O tal vez estás aquí comiendo palomitas de maíz y esperando que el espectáculo comience.
Como sea, no podría estar más feliz de darte la bienvenida a este experimento social que cambió nuestra vida para bien. Eso puedo asegurártelo. Aunque por el espejo retrovisor puedo ver esa época de mi vida, al leer cada una de las palabras que escribí en Simple y Libre (antes simplemente 7), me sorprendí de cuántas de esas ideas eran nuevas para mí en ese entonces, pero ahora son parte del aire que respiro. Quiero animarte: no importa si algo de lo que lees aquí parece muy difícil, muy loco o demasiado abrumador. Quizá sea solo el primer paso hacia una nueva idea, y dentro de siete años descubras que lo has asimilado y se ha arraigado tan profundamente en tu vida que ni siquiera recuerdes haber pensado de otro modo.
Además, puede ser que en siete años digas: “Me alegro de que esa parte haya pasado”. Seamos sinceros. Comer las mismas siete comidas durante cuatro semanas es de chiflados. Lo que aprendimos durante y a partir de Simple y Libre es que sus mecanismos eran temporales, pero las lecciones eran permanentes. Exactamente por eso me siento feliz de que estés aquí.
Déjame decirte qué hay de nuevo desde que escribí por primera vez Simple y Libre. Resultará obvio si me has seguido desde entonces, pero en ese tiempo, mi esposo y yo teníamos solo tres niños cuando comenzamos el experimento, y durante el último mes de Simple y Libre, el mes para reducir el estrés, tuvimos el primer encuentro con Ben y Remy, nuestros dos pequeños hijos adoptados de Etiopía. Ellos vinieron a casa al año siguiente de terminar Simple y Libre. De modo que ahora tenemos cinco hijos que son parte valiosa de nuestra rutina familiar, entonces ya casi no recordamos cómo era la vida sin ellos. De hecho, me sentí un poco triste de que Ben y Remy no estuvieran cuando terminé el libro. Los recuerdos que tenemos de ellos antes de que llegaran a formar parte de nuestra familia son agridulces, pero preciosos, porque esos años fueron un tesoro, aunque ahora sabemos que nuestra pequeña tribu estaba incompleta. (Te cuento que Ben perfectamente hubiera podido saltarse el experimento del Mes de la Comida. Tendríamos que habernos mudado a casa de mis padres; ese chico sí que ama comer).
La vida también se ha vuelto más amplia y pública, por lo que se ha convertido en algo más solitaria de lo que quisiera. Ciertamente hay más ustedes ahora, pero ha sido una alegría y no una carga. También conocí más el mundo desde entonces; obtuve mi primer pasaporte durante el tiempo que escribí Simple y Libre; ya hemos viajado a África una docena de veces y, aunque mencione en la introducción que nunca había estado en Italia, acabo de regresar de ahí literalmente hace dos días, después de hacer el viaje de mi vida con los miembros del Consejo, Jenny y Shonna y sus esposos. Me enamoré del mundo. Es hermoso y maravilloso, y tiene mucho para enseñarnos sobre cómo vivir con simpleza, cómo vivir bien, vivir más reducidos y a un ritmo menos acelerado. No hay nada como tratar de visitar una tienda en España a la una de la tarde y encontrarla cerrada porque el dueño hace la siesta hasta las tres de la tarde o porque se fue a tomar un café con amigos (no importa que gane menos dinero). El mundo ha sido mi mejor maestro desde que terminé Simple y Libre, un programa continuo de educación que me tiene maravillada.
Además, seguimos con nuestra amada iglesia Austin New Church (en adelante ANC). Todavía conservo las mismas amigas sobre las que ya leíste. Todavía vamos al rancho de mi mamá y mi papá para hacer un retiro cada día de Acción de Gracias. (¡Ah, hay algo más! Papá puso un remolque bastante espacioso junto al rancho, y ya no tenemos que dormir en un sofá antiguo de cuarenta años en el granero. Mira el día 26 en la última sección. Ahora estamos más cómodos). Aún comemos bastante sano, excepto por algunos casos. Seguimos guardando el Shabat a como sea posible, aunque lo hacemos los domingos, el único día que podemos descansar verdaderamente en nuestra agitada vida. Continuamos viviendo en Buda, Texas, al sur de Austin, aunque nos mudamos a una granja de 1908 que queda a cuatro minutos de los estudios de HGTV, lo cual no tengo tiempo de explicar aquí y de todos modos no interesa.
Todavía amo a Jesús inmensamente y creo en esta vida que Él nos pide que vivamos. Creo que Él sabía de lo que hablaba cuando dijo que no acumuláramos tesoros aquí en la tierra, sino que viviéramos bien y amáramos a los demás, porque resulta que es lo más importante. Y, escucha, Jesús nos ha visto enfrentar el sufrimiento los últimos siete años —un dolor genuino, desesperado, inesperado—, así que creo en Él más que nunca. Él es exactamente quien dijo ser, y cuando literalmente todo aquello en lo que confías se derrumba, Jesús sigue en pie. De modo que sí, todavía estoy rendida a sus pies.
En el día 15 del cuarto mes, escribí: “Me provoca risa imaginar lo que la Jen del 2017 me enseñará a mí; ni siquiera sé qué es lo que no sé”. Me encanta haber escrito eso. Me encanta haber decidido ser una eterna aprendiz, menos aferrada a las certezas y más interesada en prestar atención y en crecer. Una de las cosas que la Jen del 2017 le diría a la Jen del 2010 que experimentó por primera vez Simple y Libre es esta: “Número uno, usa protector solar. Eso va en serio. Estás en tus últimos días de tomar sol de manera irresponsable sin sufrir consecuencias. Pero, número dos, esta vida extraña que intentas construir, en la que sigues a Jesús hasta lugares inusuales haciendo cosas bizarras y asumiendo riesgos, ¡vale la pena! Cada día se pone cada vez más emocionante y significativo. Cuando Dios te diga que hagas algo, hazlo. Él es un líder confiable. No tengas miedo. Pusiste todas las fichas al número ganador.
Me encanta que estés aquí. Como dije miles de veces desde entonces, Simple y Libre no es una plantilla para copiar. Tampoco es una lista de reglas. No es un programa. Simplemente es un experimento social imperfecto para ayudarnos a encontrar a Dios en esta vida tumultuosa, excesiva y ultraorganizada. Si alguna palabra, alguna oración, alguna sección de lo que lees te ayuda a romper con el caos y simplificar tu existencia hasta encontrar algo que valga la pena, consideraré un privilegio haber podido transitar contigo de alguna forma. Esto no tiene nada que ver con reglas o culpas, pero tiene todo que ver con la libertad.
Con mucho, mucho amor para ti, querido lector.
Bienvenido al experimento Simple y Libre.
JEN
SIMPLE Y LIBRE,
DIEZ AÑOS DESPUÉS
Estaba con Tray y Jenny anoche junto con Shonna y Trace, y a las 10:30 de la noche, decidimos que necesitábamos un sustento en forma de costra delgada de trigo con pepperoni y jalapeño de la cadena Domino’s Pizza. Si pudiera pintar mis sentimientos respecto a esta pizza, bueno… se vería como una señora de mediana edad llenándose la boca con cuarenta de esos exquisitos cuadraditos. La masa crujiente, los jalapeños y el pepperoni bien picantes, las tiras de chile morrón chorreando sobre el parmesano… Esta es probablemente mi comida favorita. Llené mi plato de pizza cerca de la medianoche. Era un baluarte del buen gusto, y casi sin quererlo, mi voz interior miró la pizza y exclamó por accidente: “No puedo permitírtelo por nada del mundo” (por supuesto, eso desató las burlas de todas mis amigas, una reacción merecida, tuve que reconocerlo).
De todos mis proyectos de escritura, Simple y Libre es mi crujiente pizza Domino’s. No puedo dejarlo. Sigo volviendo a este proyecto, aprendiendo, revisitándolo y reescribiéndolo. Todavía tiene más que decir; sigue teniendo significado. De manera sorprendente, continúa sirviendo a mi comunidad. Es evidente que hay más para evaluar cuando se trata del exceso y el consumismo, de la indiferencia y del saqueo desenfrenado a la Tierra. Sigo aprendiendo, diez años más tarde, que hay tiempos de restricción, capas y niveles de crecimiento que se despliegan con el tiempo. Lo que yo entendía en 2010 es una fracción de lo que ahora sé, una fracción de lo que experimenté desde entonces. No hay nada malo en eso. Siento ternura por mi yo de 2010, porque estaba aprendiendo.
Como la frase famosa que pronunció Teddy Roosevelt: “No es el crítico quien cuenta, ni aquel que señala cómo el hombre fuerte se tambalea o dónde el autor de los hechos podría haberlo hecho mejor. El reconocimiento le pertenece al hombre que está en el ruedo, con el rostro desfigurado por el polvo y el sudor y la sangre; a quien se esfuerza valientemente; a quien erra, quien tropieza una y otra vez, pues no hay esfuerzo sin error ni fallo; pero quien realmente se empeña en lograr su cometido”.1
Entonces, aquí va una palabra para los lectores del nuevo Simple y Libre, quienes tienen que esforzarse para entender estas ideas o le resultan muy novedosas: ¡estás en el ruedo! Como ya mencioné, Simple y Libre (o lo que antes era 7) me cambió la vida, aunque fue un caos y un completo desorden que estás a punto de descubrir. Ya no me interesan los comentarios de los opinólogos. Así es como aprendemos. Así es como crecemos.
Comenzamos por algún lugar. ¿Hay gente que ha avanzado más que nosotros? Hum… sí. ¿Nos avergonzaremos o nos sentiremos tontos o incapaces? Sí, también. ¿Miraremos atrás dentro de diez años y nos escandalizará lo que nos escandalizaba entonces? Probablemente. Puede ser que nos demos cuenta de que no hemos avanzado en absoluto, que todavía estamos parados exactamente en el mismo lugar. El ruedo era demasiado intimidante Perdimos una década.
¿Podría haberlo hecho mejor? Por supuesto, podría haberlo hecho mejor. Literalmente, yo estaba aprendiendo mientras escribía. Además, mi vida cambió de manera irreversible desde el 2010, por lo tanto, cuando miro a Simple y Libre ahora, veo miles de lugares que, de hecho, me causan vergüenza y me hacen sentir torpe e incapaz. En vez de editarlo todo, decidí dejarlo y, en cambio, [insertar las actualizaciones entre corchetes] cada vez que quiero regresar al pasado y enseñarle a la Jen del 2010 algo sobre lo que escribió; algo que no entendía en ese momento, que no había aprendido aún o que no se daba cuenta de que era ofensivo. Considero que un mejor acercamiento como líder es replantear, en lugar de simplemente borrar las palabras que ya no aplican como si nunca las hubiera escrito. Te mostraré lo que aprendí en el camino, por favor, otórgame gracia y favor. Simple y Libre fue el comienzo de mi educación, no el final.
Por último, desearía poder empacar todas las historias de Simple y Libre que recopilé durante la última década. Este pequeño libro generó algunos cambios monumentales en sus lectores. Mega movimientos. Dios hizo cosas con este mensaje que trascendió por completo la capacidad de su contenido. Ustedes se mudaron a otros países, adoptaron niños, iniciaron iglesias, comenzaron organizaciones sin fines de lucro, ajustaron sus finanzas y pudieron donar, redujeron gastos, sirvieron a sus comunidades de maneras maravillosas. Es decir, siendo sinceros, escribí acerca de extrañar el café de Starbucks, pero no imaginé que sería de inspiración. La comunidad de Simple y Libre resultó ser espectacular. Atesoraré sus historias por el resto de mi vida.
A los nuevos lectores les doy la bienvenida. ¿Quién sabe cómo se verá Simple y Libre en tu pequeño rincón en el mundo? Espero averiguarlo contigo. ¡Me encanta que estés aquí! Bienvenido al ruedo.
Con mucho amor,
JEN
INTRODUCCIÓN
Todo esto es culpa de Susana. Ella tenía que sacar a relucir su pequeño experimento social, Pick Five [Escoge cinco], justo cuando Dios me estaba confrontando con mi avaricia, excesos, materialismo, consumismo, envidia, orgullo, confort, insaciabilidad, irresponsabilidad y, bueno, otras cosas más, pero como quiero caerte bien, dejaré el resto para más tarde. ¿Ya mencioné la “necesidad de aprobación”? Déjame explicarte. Mi familia ha sufrido una profunda transformación en los últimos tres años. Lo resumo para ti: Dios realmente nos puso patas arriba. Éramos “mundo feliz”: Brandon era pastor en una iglesia antigua y numerosa, y ganaba bien; gastábamos el dinero como queríamos (o sea, en nosotros mismos). Estábamos haciendo carrera, tú sabes… Afortunadamente, no teníamos que preocuparnos por los pobres, porque éramos profesionales bien pagados sirviendo a los salvos. Pasábamos tanto tiempo bendiciendo a la gente bendecida que no quedaba nada más. Además, eso no era “asunto nuestro” realmente.
Luego, veamos, sucedieron muchas cosas: el Espíritu Santo nos midió y nos halló en falta en cuanto a nuestras motivaciones, nos volvimos locos y bla, bla, bla… Comenzamos una nueva iglesia centrada en la justicia. Perdón por todo lo que me estoy saltando, que es demasiado (en mi libro Interrupted [Interrumpida] recorro toda la narrativa de cómo Dios puso nuestro mundo patas para arriba).
En nuestra aventura de reaprender lo básico de la fe, la iglesia Austin New Church (ANC), ha sido nuestra base por dos años [a esta altura, ya son más]. Es una pequeña comunidad de fe que, sencillamente, ha cambiado mi vida. Nuestro mantra es “Ama a tu prójimo, sirve a tu ciudad”. Con la referencia a Francis Chan, nos tomamos en serio eso de “ama a tu prójimo como a ti mismo”, y comenzamos a dar la mitad de lo que recibíamos. No gastamos más dinero en nosotros que en nuestros vecinos pobres. [ANC pasó la marca de los doce años y trascendió mucho más de lo que soñábamos. Se convirtió en el hogar y refugio de muchos evangélicos huérfanos, inadaptados y agitadores marginados. Es algo así como la estatua de la libertad en el sur de Austin: “Dadme vuestros seres pobres y cansados. Dadme esas masas ansiosas de ser libres…”].
Plantar una Iglesia pobre que opera con la mitad de sus ingresos significa que rentamos un espacio de adoración con sapos danzando en la pared y una alfombra que conoció la administración de Nixon. La puerta del frente no abre bien —por eso una vez un muchacho que tuvo que salir en medio de la reunión a buscar algo y no pudo volver a entrar, así que se sentó en el cordón de la vereda a esperar que la reunión finalizara. Nuestro estacionamiento parece que hubiera sufrido un terremoto y luego hubiera sido reparado por chimpancés borrachos. No tenemos personal de apoyo ni secretarias, ni siquiera una impresora. Nuestra banda es casi en su totalidad de nuestra propia cosecha. Un día en que necesitamos un baterista, uno de los chicos dijo haber tocado “unas pocas veces en la universidad”. A la semana siguiente estaba en el escenario, pero golpeó un platillo y accidentalmente lanzó una baqueta a la multitud. Esas son las deficiencias que la mayoría de los pastores (o de los miembros de la congregación) nunca tolerarían, pero nosotros no compraremos una alfombra nueva a expensas de los huérfanos. Con los diez mil dólares necesarios para construir un estacionamiento nuevo, se podrían comprar cien mil plantitas de árbol para reforestar la diezmada tierra africana y estimular su economía local. Es obvio, no tiene mucha ciencia. [No te actualizaré a cada rato, te lo prometo, pero estoy feliz de ver que todavía seguimos funcionando con un presupuesto ajustado. Diez años más tarde, tenemos dos empleados a tiempo completo. Ni un solo asistente. Tenemos una impresora, pero es la máquina más austera del condado. Amo esta Iglesia. Mi querido amigo de la Iglesia de Cristo nos visitó el domingo pasado, y uno de los anuncios al final era sobre una reunión de un club de fumadores de pipa. Como lo escuché riéndose entre dientes, le dije: “Sabías en lo que te estabas metiendo hoy”].
Pero antes de hacer una fiesta, veamos nuevamente mi descripción del primer párrafo. De acuerdo, descendimos muchos escalones en estos últimos tres años y la transformación no fue gratuita o sin dolor. Sufrimos pérdidas —relaciones, reputación, posición, seguridad, aprobación, reconocimiento— todas esas cosas que solíamos anhelar. Pero esto es lo que abandoné al final:
Comodidad.
Hace dos años no decía lo mismo, un tiempo en que tener una conversación con un hombre de la calle era lo más incómodo que podía imaginar. Al principio, cuando Dios nos envió a servir a los pobres, cada situación era incómoda. Cada confrontación estaba cargada de ansiedad. En Interrupted hice esta confesión: “Pensé que nunca más iba a volver a ser feliz”.
Sin embargo, Dios me cambió y me concedió un amor genuino por esos pequeños hermanos en mi corazón. [Jen del 2010: lo explicas muy bien aquí y honro tu intención, pero es una frase evangélica muy trillada. ¿Acaso ellos son “el más pequeño de mis hermanos”? ¿Te gustaría que una mujer rica blanca te llamara “la más pequeña de mis hermanas”? Sé que proviene de Mateo 25, tu pasaje bíblico preferido, pero Jesús podría decir que… a ti no te gustaría. Aprenderás a ser menos condescendiente. Algo que podría ayudar es imaginarte diciéndoselo cara a cara a la persona en vez de decirlo acerca de ella]. Yo esperaba cada encuentro, rechazaba el servicio centrado en la tarea y prefería centrarme en las relaciones. Me convertí en una mujer que amaba a los marginados y quería estar todo el tiempo con ellos en mi espacio personal.
De modo que lo que solía ser cómodo (una cristiana consumidora rechoncha) se tornó incómodo; y luego lo que era incómodo (relacionarme con los pobres) pasó a ser cómodo. ¿Me sigues en lo que intento explicarte? Quizás abandoné el confort emocional por un tiempo, pero luego Dios se afirmó como nuestro proveedor, estableció la visión que nos entregó y me enseñó a amar. Lo incómodo se convirtió en nuestra misión de vida, y nunca más volvimos atrás.
Dicho esto, una nueva tensión comenzó. Se disparó la semana en que alojamos en nuestra casa a doce evacuados del huracán Ike. Nuestra pequeña iglesia, que en ese entonces tenía cuatro meses, se hizo cargo de ochenta desconocidos de la costa que no tenían a dónde ir. Pasamos a nuestros tres hijos a nuestra habitación, lavamos sábanas, inflamos colchones, desenrollamos bolsas de dormir, y preparamos la casa para una embestida. Mientras los automóviles llegaban repletos y les dábamos la bienvenida a nuestra casa, un niño de diez años ingresó, abrió los ojos de par en par y exclamó:
“Papi, ¡este tipo blanco es rico!”
Y lo somos.
Durante años no me di cuenta de esto porque hay muchos que tenían más que yo. Estábamos rodeados de abundancia, lo cual te engaña y te hace pensar que eres parte del paquete. Quiero decir, claro, tenemos dos mil cuatrocientos pies cuadrados (223 m2) para que vivan solo cinco humanos, pero nuestros hijos nunca volaron en avión, entonces ¿qué tan ricos podemos ser? No hemos viajado a Italia, mis hijos van a escuelas públicas, y ni siquiera somos dueños de uno de esos programas vacacionales de “tiempo compartido”. (Esta es la parte en donde ponemos los ojos en blanco).
Pero se torna confuso una vez que pasas tiempo con personas que están debajo de tu escalón. Comencé a ver mis posesiones con ojos nuevos, y me di cuenta de que lo teníamos todo. Y quiero decir todo. Nunca hemos dejado de comer, ni siquiera hemos escatimado en qué comeremos. Tenemos una hermosa casa en un vecindario muy lindo. Nuestros hijos van a la escuela modelo de Texas. Tenemos dos autos en garantía. Nunca pasamos un día sin tener cobertura de salud. Nuestra alacena está repleta. Botamos la comida que no alcanzamos a comer, la ropa que casi no usamos, la basura que nunca se desintegrará, cosas que quedaron pasadas de moda.
Y yo estaba tan ciega que ni siquiera me daba cuenta de que era rica.
¿Cómo puedo ser socialmente responsable si no soy consciente de que formo parte del grupo con más riqueza en el mundo? Y probablemente tú también. ¿Ganas treinta y cinco mil dólares al año? Estás entre el 4% más rico. ¿Ganas cincuenta mil? Entre el 1%. El exceso ha perjudicado nuestra perspectiva en Estados Unidos; somos las personas más ricas de la tierra, y oramos para ser más ricos aún. Estamos enredados en deudas millonarias mientras alimentamos la maquinaria, porque sentimos que tenemos derecho a más. ¿Qué nos dice el hecho de que la mitad de la población mundial viva con menos de dos dólares por día, y que nosotros no podamos arreglarnos para tener una vida complaciente con veinticinco veces esa cifra? ¿Con cincuenta veces esa cifra?
Ese hecho nos dice que tenemos demasiado, y que el exceso nos está echando a perder.
Ciertamente me está echando a perder a mí. El día en que me descubro inconsciente de mis privilegios e indiferente ante mi codicia, es cuando algo tiene que cambiar. Entonces no podía escapar del exceso o ver más allá de mi comodidad. Me froté las manos y me compadecí junto a Brandon, pero no podía imaginar una salida. Hicimos algunos recortes, dejamos algunos excesos para poder dar, aun así… el tipo blanco era realmente rico.
Eso me lleva de nuevo a Susana. Por ese tiempo ella anunció su proyecto Pick Five, que consistía en elegir solo cinco comidas para cuarenta días. Se subtitulaba: “Vida simplificada, Dios amplificado”. Mi primera reacción fue algo así como: “¡Está totalmente loca!”. (De veras amo la comida, y eso se hará evidente en la próxima sección). Pero a medida que el experimento avanzaba, me enteraba de las cosas que ella estaba aprendiendo, y me enamoré como una adolescente.
Mira, soy extremista. No aprendo las lecciones de manera fácil, sutil o delicada. No se me pueden dar límites imprecisos. Si Dios me da una pulgada, yo tomaré un kilómetro. Eso de meter un dedo en el agua no funciona conmigo; simplemente precipita mi regreso al sillón, donde puedo continuar con mi programación normal. Soy una estudiante complicada y extremadamente cabeza dura. Sumergirme completamente en algo es el único medio para adiestrarme.
Estaba donde todas mis ideas brotan (la ducha) y en cuarenta minutos —le pedí disculpas a Dios por el atroz derroche de agua— Pick Five se convirtió en Simple y Libre. Una forma de describirlo es que yo tenía áreas fluctuantes y “sin desarrollar”, pero comprendí que este experimento social extremo era mi oportunidad para hartarme del consumismo. O al menos pondría el motor en marcha.
Lo rumié durante seis meses; lo dejé marinar; obligué a mis amigas a debatirlo conmigo y comencé a orar qué era lo que Dios quería, qué cosa me acercaría a su agenda y me alejaría de la mía. ¿Cómo podría ser ese proyecto algo significativo y no narcisista o vanidoso? ¿Qué áreas precisaban ser renovadas? ¿De qué maneras estaba ciega y por qué? ¿En qué punto cambié el Reino de Dios por el sueño americano? ¿Qué cosas en mi vida, y en las de la mayoría de los occidentales, apestan?
- Comida
- Ropa
- Posesiones
- Pantallas
- Desperdicios
- Gastos
- Estrés
Siete meses, siete áreas, reducir a siete elecciones simples. Me estoy embarcando en el viaje de tener menos. Es tiempo de eliminar los cachivaches y quedarse con lo necesario, lo noble. Simple y Libre será un ejercicio de simplicidad con un solo objetivo: hacer espacio para el Reino de Dios.
Comienzo este proyecto con espíritu de ayuno: una reducción intencional, una abstinencia deliberada para atraer el movimiento de Dios a mi vida. Un ayuno crea espacio para que Dios se mueva. Cambiar temporalmente nuestra rutina de confort nos corre de nuestro centro. Un ayuno no es algo que necesariamente le ofrecemos a Dios, pero nos ayuda a ofrecernos nosotros mismos. Como dijo Bill Bright, el fundador de Cruzada para Cristo: “Es cambiar las necesidades del cuerpo físico por las del espíritu”.2
“Ahora bien —afirma el Señor—, vuélvanse a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Rásguense el corazón y no las vestiduras. Vuélvanse al Señor su Dios, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, cambia de parecer y no castiga” (Joel 2:12-13). Según las Escrituras, ayunar era algo que se ordenaba o se iniciaba bajo alguna de estas seis circunstancias extremas:
- Duelo
- Indagación
- Arrepentimiento
- Preparación
- Crisis
- Adoración
Al escribir esto, estoy a punto de entrar, durante los próximos siete meses, en al menos dos de estas circunstancias o razones extremas. Primero y principal, arrepentimiento. Simple y Libre será una manera tangible de humillarme y arrepentirme por la ambición, la ingratitud, las oportunidades que desperdicié y la irresponsabilidad. Es momento de admitir que estoy atrapada en la máquina consumista, cautiva de mi propio egoísmo. Es tiempo de enfrentar nuestro derroche y llamarlo por lo que verdaderamente es: una farsa. Estoy cansada de justificarlo. Hay muchas áreas que están fuera de control, mucha necesidad de transformación. ¿Qué estamos comiendo? ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué hemos estado comprando? ¿Qué estamos desechando? ¿Qué nos está faltando? Estas preguntas me afligen, como debe ser. Estoy lista para la deconstrucción.
Mi segundo motivo es la preparación. Tengo toda una vida por delante. Tengo treinta y cinco años, y solo seis años como escritora y maestra de la Biblia. La mayor parte de mi obra me espera. Tengo hijos pequeños, y todavía puedo dejar huella en ellos. No es demasiado tarde para desatarlos de la mentira del “más”. La visión de nuestra Iglesia es fresca, y nuestra misión apenas está comenzando. Estoy hambrienta de una reconstrucción.
Estoy lista para adoptar la versión de Jesús de lo que es ser rico, bendecido y generoso. Él tenía mucho para decir sobre este tema. Espero ver lo que Dios hará en los próximos siete meses. Él me saldrá al encuentro, de eso estoy segura. Estoy ansiosa por remover el suelo bajo mis pies, deseo tanto ser liberada que estoy dispuesta a volverme extraña y excéntrica durante los siguientes siete meses. Es el medio para la cosecha.
Jesús: que haya menos de mí y de mi inmundicia, y más de ti y tu Reino.
¡Allá vamos!
EL CONSEJO
Tengo una personalidad que me haría terminar en prisión si no fuera por las sabias intervenciones de gente que me ama. Soy un poco impredecible. Librada a mi suerte, yo sería un personaje recurrente de Dog, el cazarrecompensas. Por fortuna, estoy casada con el señor responsable, que me ha rescatado del desastre en más ocasiones de las que me gusta admitir. Brandon percibe cuando estoy a punto de autodestruirme:
“Quita tus dedos del teclado y aléjate de ese correo electrónico”.
