{

Enchufe TV

TOUCHE FILMS CREADORES AUDIOVISUALES CIA LTD TOUCHE FILMS CREADORES AUDIOVISUALES CIA LTD

Fragmento

Título

Bip, bip… bip, bip...

―Ya sé, ya sé, ¡ya te oí! ―dijo Chichico cubriéndose la cabeza con una almohada.

Bip, bip… bip, bip…

―¡Que ya te oí! ―gritó mientras apagaba la alarma del despertador.

img-12

El día tan esperado había llegado. El Instituto Técnico Privado Particular Experimental Fiscomisional ―toma aliento― “Gotitas del Saber” era el lugar al que tanto temía y a la vez lo emocionaba porque comenzarían las clases de su nuevo curso. ¿Qué misterios le depararía el instituto? ¿Qué nuevas aventuras tendría como estudiante? Había llegado su oportunidad de pasar de niño a adulto, de sacudirse el polvo y las burlas de sus compañeros, de su hermano, de las chicas, de los profesores, de cualquiera que le pusiera el pie para humillarlo y burlarse de él. Chichico ya no quería ser un niñito llorón, era el momento de iniciarse como adulto en el lugar más realmente CHÉVERE ―con mayúsculas― en el que cualquier adolescente con suerte podría ser buleado… o llevado a la cima de la popularidad.

―Camilo, ¡Camilo, necesito entrar al baño! ―gritó al tiempo que hizo sonar un toc toc en la puerta de baño―. Se hace tarde y no quie… digo, no es buena idea llegar después de la hora.

―Vete, Chichico, yo puedo llegar más tarde ―contestó su hermano desde dentro, pero después asomó la cabeza, sonrió como todo un galán y dijo―: Tranquilo, brother. Ley de la confianza: solo los novatos se preocupan por llegar antes de las once.

―¿Crees que deba llevar el cabello engominado, gafas o…?

―Ja, ja, ja, este Chichico quiere ir de galán ―interrumpió Camilo―. Bueno, puedes usar mis bóxers.

Camilo le tiró sus calzoncillos sucios a Chichico y cerró la puerta de golpe. Casi le da en la nariz, y por tanto casi los huele, lo que no hubiera sido un muy buen comienzo de instituto, que digamos. Chichico suspiró, vio su reloj y bajó corriendo. En la calle ya lo esperaba Oscarín, tomarían juntos el autobús. Oscarín era su mejor amigo… bueno, no precisamente el mejor, pero sí el más cercano. Los regaños siempre caían sobre ellos dos, los castigos eran para ellos dos, las burlas… pues las burlas se las dividían. Oscarín y Chichico se conocían desde hacía tiempo: él vivía con su padre, la pareja del padre, un perro, dos gatos, el cuarto lleno de consolas de videojuegos, pantallas por todas partes y mucha, pero mucha curiosidad por lo desconocido. Pasaba un buen tiempo navegando en la web, por lo que nunca tendría un bronceado de verdad, ni músculos o fuerza en los brazos, quizá tampoco buena coordinación, pero qué más daba, los chicos así mantienen el equilibrio entre el universo geek y el normie, entre quienes andan por la vida sin enterarse de nada y los que conocen el mundo por lo que realmente es.

―Hey, ¡Chichico! ¡Chichico! ―exclamó Oscarín desde la parada del autobús―. Corre, ya viene.

―¡Tienes que dejar de llamarme Chichico! Mi nombre es Brayan, Bra-yan. O puedes decirme López delante de los demás, ¡pero basta de Chichico! Es tu deber como mejor amigo.

―¿Pero por qué? No te preocupes, “mejor amigo”, este será un gran año para nosotros ―dijo Oscarín, entusiasmado por ser reconocido como mejor amigo.

En ese momento llegó el autobús.

Oscarín y Chichico no eran precisamente lo que se llama nerds, tampoco eran los más populares, pero vaya que los reconocían muchos de sus compañeros.

Algunos lamentaban regresar al instituto, como el chico que tocaba la armónica igual que un condenado a la silla eléctrica antes de despedirse del mundo, y ellos, nuestros protagonistas, que se preguntaban qué sorpresas les depararía ese nuevo ciclo.

―Mira, Oscarín, te lo voy a explicar para que lo entiendas: nos estamos haciendo adultos, tal vez haya nuevos compañeros que no nos reconozcan… así que tenemos que aprovechar esta oportunidad para que me llamen por mi nombre. ¡Por mi nombre! Imagina que en el futuro todo mundo me conoce, me ven con mi hermosa esposa, mis simpáticos hijos y mis perros, paseando en un convertible… ¡Nadie me dirá Chichico!

―Como quieras. Haré un esfuerzo. Pero no seas tímido, somos amigos y estamos en confianza ―dijo Oscarín sin prestar mucha atención a la vez que sacó su móvil y se lo mostró a Chichico―. Mira, el último capítulo del podcast tuvo cinco descargas y cinco reproducciones. Fantástico, ¿verdad? Espero que SweetYTAN15 y PB45XT0 no se pongan celosos. Este capítulo sobre alienígenas en los Andes rompió el récord.

Chichico puso cara de fastidio cuando comenzó a escuchar las ideas paranoicas y las conspiraciones que le encantaba investigar a Oscarín; siempre veía conexiones donde no las había, y no era que eso estuviera mal, pero casi siempre… bueno, siempre exageraba en darles importancia.

―Mira, Chichico, aquí tengo información de la conspiración que hablamos en el podcast, no nos escuchaste, ¿verdad, “mejor amigo”?

―Cuando me llames por mi nombre escucharé tu podcast.

―Qué rencoroso eres, Chichico. No te preocupes, yo puedo explicarte el tema: alienígenas en los Andes. Hace tiempo subieron a internet unos videos de objetos voladores no identificados en una parte muy pero muy aislada de los Andes. ¡Ovnis, Chichico! ―exclamó Oscarín, Chichico le dio un codazo para que bajara la voz―. Ovnis, así como lo escuchas. El gobierno lo negó, dijo que eran videos falsos, pero casualmente semanas después llegaron a esa zona unas avionetas del FBI, no sé por qué el FBI… por eso pensamos que fueron alienígenas y que el gobierno nos oculta información. Seguro que esos alienígenas están aquí para experimentar con nosotros, por eso llevan años sobrevolando mientras nos observan.

―Oscarín, hagamos una cosa ―interrumpió Chichico―: solo por esta ocasión, y para siempre, dejemos de lado todo ese asunto nerd de las teorías y la deep web y el podcast y blablablá, ¿correcto?

―¿Qué tiene de malo, Chichico? ¿Te da miedo? ¡Alienígenas en los Andes!

―Brayan, ¡Brayan! ―exclamó Chichico, luego contó hasta cinco en su mente y continuó―. Y… bueno, no es que me den miedo… no mucho, pero tampoco me gustaría que algún alienígena… no, olvídalo. Ciclo nuevo, nombres nuevos, dejamos de lado las teorías de conspiración, y el FBI, y el gobierno, y cualquier cosa que se te ocurra, ¿de acuerdo?

―Está bien, Chichico, ahora que cambiamos de escuela seremos populares, te lo prometo. A mi podcast le irá mejor que nunca.

Cuando se bajaron del autobús, Chichico respiró muy hondo, necesitaba fuerzas para entrar al Instituto. El corazón le latía fuerte, “ley de la confianza, ley de la confianza”, repetía en su mente, como había escuchado que Camilo decía.

―He ahí ―dijo Chichico cuando estuvieron en la entrada, como si imitara al protagonista galán de una película―, el Instituto Gotitas del Saber. Oscarín… ¡Oscarín! ¿Me escuchas? ―Oscarín estaba terminando un comentario de otro podcast con el móvil y quedó rezagado―. ¡He ahí! Míralo, qué magnífico.

img-18

El Instituto Gotitas del Saber era el lugar perfecto para demostrar que si se sobrevive a él, se sobrevive a todo. Cada año las nuevas generaciones demuestran que Gotitas del Saber no es para cualquiera. Mientras contemplaban la fachada del instituto, vieron a un grupo de ¿guardaespaldas?, sí, guardaespaldas, custodiar al director del instituto, de modo que no chocara con la multitud de alumnos que solo estorbaba el paso. Chichico y Oscarín se hicieron a un lado para no ser arrollados.

―Oscarín, ¿ya viste eso? ―preguntó Chichico, con los ojos como platos cuando una banda musical pasaba junto a ellos― ¡¿Es en serio?!

―¡Este es el mejor lugar del mundo! ―exclamó Oscarín.

―El mejor… ¡ouch! ―se quejó Chichico cuando un grupito de los de último año los empujó para que no estorbaran―. Por eso es nuestra oportunidad para ser cool¡ooouch! ―otra vez los habían empujado―. ¡Yo me largo! ¡Vámonos, Oscarín!

―¡Un momento! ―alguien interrumpió los planes de Chichico―. Tú, el del podcast de los aliens.

Quien hablaba era Pableins, el conserje del Colegio Gotitas del Saber, que ahora estaba de pie junto a Oscarín.

img-21

―Ehhh… yo… ¿quieres una selfie? ―dijo Oscarín, algo nervioso―. Un momento, ¿qué haces aquí?, pensé que solo eras conserje en el colegio, ¿también trabajas aquí?

―Trabajo en todas partes, nerd. ¿No ves que soy el éxito? Prácticamente vivo en el Instituto Gotitas del Saber por ustedes, que son unos marranos, lo tiran todo al piso. Es broma, je, je, je… je… ya nadie tiene buen humor en estos tiempos, eh. Amargados todos, rompebolas. Pues que sepan que en realidad no bromeaba. ¿En qué estaba? Ah, el podcast, sí. Te reconocí por la voz.

―¿Oíste, Chichico? Mi audiencia comienza a reconocerme en todas partes ―intervino orgulloso Oscarín.

―Con esa voz de rata, imposible no reconocerte. Buen programa, eh, me gustó todo lo que dijiste sobre los aliens ―Pableins se acercó a Oscarín e hizo el amago de sacar un papel del bolsillo de su chaqueta―. Aquí entre nos, el FBI tiene las manos metidas en…

―¡Ahora no! ―interrumpió Chichico―. Busquemos cuanto antes el salón de clases, no quiero empezar mal el día.

―¡Hablamos luego, Pableins! ―se despidió Oscarín.

Apenas se dieron la vuelta, Pableins ya no estaba. Qué extraño, pensaron.

―Good morning, losers! ―dijeron unas vocecitas chillantes que ellos conocían muy bien y les dieron la bienvenida a coro.

Taty, Katy y Naty, el trío de pesadilla, se asomaron tras la esquina del pasillo. Las tres chicas estaban tan unidas que, al verlas juntas, parecía que hablaba una sola persona.

―Pesadilla triple. Parece que nada ha cambiado por aquí, ¿verdad? ―dijo Chichico en voz baja.

―¡Te oímos, Chichico! ―exclamó Taty, mientras Katy usaba un filtro en su móvil para que a Chichico le apareciera un enorme cartel sobre el que decía “not cool”.

―Hey, ¡brother! ―escucharon todos cerca de ellos, voltearon y era Camilo―. ¿Listo para el primer día?

―Lo que me faltaba ―susurró Chichico.

―¡Hola, Camilo! ―saludaron las tres chicas al mismo tiempo, suspirando ruidosamente.

―Hola, chicas. No sean malas con mi pequeño hermano, eh. No está acostumbrado a tener la atención de nadie.

―Camilo, por favor, quítame de encima a tus amigas.

―Ahora no, Chichico…

―Que no me digas así ―susurró Chichico.

―Chicas, no le hagan daño, Chichico suele ser muy frágil ―se burló Camilo rodeando el cuello de Chichico con su brazo―. Como tu hermano mayor, debo cuidarte.

―¡Como si de verdad me cuidaras! Solo quiero que dejen de fastidiarme. ¡Comenzando por ti! ―respondió Chichico. En ese momento le llegó una notificación al celular: la story que tomó Katy ya era un meme y circulaba en el grupo de compañeros.

―Será un buen año, Chichico. Escúchame, ¿cómo crees que me he convertido en una leyenda entre los de último año? No me respondas, que lo estropeas. Solo escúchame y sigue mis consejos.

Mientras Camilo decía esto le pasaba el brazo por la parte baja de la espalda. Con sutileza, deslizó los dedos por el hueco del pantalón de Chichico, que le quedaba grande, y tiró lo suficiente del calzón para que Katy lo fotografiase con todo lujo de detalle. La verdad que el tipo era todo un profesional. Respect.

―Lo primero que tienes que hacer es ganarte a las chicas, así como yo, Chichico. Nadie es el rey de la popularidad si no tiene a las chicas populares de su lado. ¡Foto pal feis, chicas!

―¡No me interesa ganarme a las chicas! ¡Y no me llames Chichico! Soy Bra-yan, ¡Brayan! ¡Tú también quítame las manos de encima! ¡Mi ropa interior!

Mientras Chichico se arreglaba, Katy, Taty y Naty se reían.

―Baja la voz, Chichico, ¿quieres que todos sepan que no te interesan las chicas?

―Yo no dije eso, Camilo, dije que no me inte…

―¡Nos vemos pronto, chicas! ―dijo Camilo y se fue.

Las tres sonrieron. Chichico no podía con la vergüenza. Su hermano, que siempre lo bulleaba en casa, parecía estar empeñado en hacerlo quedar mal frente a todo mundo. Afortunadamente la campana sonó en ese momento.

―¡Vámonos de aquí! ―dijo Chichico, y jaló a Oscarín del brazo para tomar el pasillo hacia la primera clase.

Chichico y Oscarín siguieron por el pasillo principal hacia las aulas. El Instituto Gotitas del Saber era enorme, sobre todo la parte de bachillerato. Les tomó mucho orientarse: se confundieron de casillero, se toparon con alguien que parecía un zombi, entraron en el aula de Historia del Arte y casi chocan conmigo. Después de deambular un rato, Oscarín y Chichico se entretuvieron frente a un muro con los nombres de los alumnos más populares que habían pasado por el instituto. Cada año, desde tiempos inmemoriales… bueno, desde que Gotitas del Saber existía, los alumnos votaban por quienes creían que eran los más sobresalientes, principalmente en deportes, o la más guapa, o el rebelde del año. También había fotos de mascotas y a veces aparecía la enigmática fotografía en blanco y negro del cuerpo esponjoso de un animal que nadie había visto, deambulando por el instituto, pero todos querían conocer algún día porque en las fotos la mascota posaba en distintas partes del mundo. La foto de Camilo también estaba ahí. Oscarín susurró que sus consejos eran demasiado estúpidos como para merecer ese reconocimiento.

img-26

Luego de dar muchas vueltas por pasillos y más pasillos, a punto de entrar, por fin, al aula de Historia Elemental, Oscarín se detuvo y Chichico casi choca con él.

―Hey, ¿pero qué te pasa? ¡Avanza!

―No puedo, Chichico, estoy observándola.

―¿A quién?

―A Beatriz ―contestó Oscarín con una voz lenta, luego Chichico lo encaminó hacia el aula―. Sí, sí, mírala, pero sé discreto, ahí viene.

En efecto, la chica sonriente que saludaba a todos era Beatriz. Ella acababa de llegar de intercambio para comenzar en el Instituto ese mismo año, y Oscarín la vio el día que fueron a inscribirse. Era la segunda ocasión que la veía y ya estaba perdidamente enamorado de ella. Ser nueva le garantizaba a Beatriz ser muy popular porque en Gotitas del Saber esa novedosa iniciativa llamaba mucho la atención de los alumnos, sobre todo cuando los de intercambio se acoplaban a las actividades y el resto quería saber de sus vidas y sus antiguas escuelas. Ella tenía ese “algo”, como un aura magnética de buena onda. Quiero decir que guapa, guapa, no era, pero ese “algo”, que ya me gustaría saber qué es, cautivó a Oscarín desde el principio.

Para averiguar su nombre, Oscarín le hizo una foto mientras se apuntaba a algunas clases y la buscó en “Google Images”. Al poco encontró su perfil en Facebook, y con ello, su nombre: Beatriz, la dama portadora de su felicidad, pensó Oscarín. ¿A quién no le gustaría una chica que sabe sobre Star Wars, las novelas gráficas, el pop de los ochentas y noventas, y detalles de muchos países? A mí, por ejemplo, y a cualquiera con un mínimo de gusto. De verdad que no entiendo a ese muchacho.

En fin. Oscarín y Beatriz habían intercambiado un par de miradas mientras los dos se inscribían, él quedó abobado todo ese día. Soñaba con tenerla cerca, darle el primer beso de amor y… con el tiempo… bueno, lo que sucede con el tiempo. De todos modos, convencido de que las posibilidades con ella eran…, bueno, se conformaba con acercársele un poco.
En esas fantasías estaba Oscarín mientras Chichico le empujaba dentro del aula de Historia Elemental.

―Buenos días, Chichico ―saludó la profesora Carmen, con una voz dulce, incluso maternal―. ¿Ya viste la hora? ¡Es muy tarde! Te corresponde sentarte en la última fila.

―Nos perdimos, señorita ―se disculpó Oscarín.

―Ay, pobrecitos, cuánto los entiendo ―dijo Carmen, muy comprensiva―. Igualmente llegaron tarde, así que se tienen que sentar al fondo.

Chichico y Oscarín se dirigieron a sus nuevos asientos mientras la profesora Carmen se bajaba los lentes y chasqueaba sus labios pintados de rojo pasión. Al sentarse, Chichico comprobó que había algo en ella que llevaba a cualquiera a obedecer sin notar que el regaño era eso, un regaño. Creo que en gran parte era por esa blusa tan pegada y su faja, muy apretada al cuerpo, que generaba mucho relieve, digamos. Tenía a los de la primera fila con cara de bobos con los ojos fijos en ella. Chichico se dejó llevar un momento, mientras la observaba, pero rápido sacudió la cabeza.

Carmen también tenía ese efecto con los alumnos de último año, con los maestros, con los intendentes, con los padres de familia… su movimiento de caderas era tal que terminó convirtiéndose en la profesora de más confianza del director Alamán. Chichico, por suerte, no se dejó embobar y sacó el libro de su mochila.

―¡Ese Chichicooooo empezando el instituto sentado en la última fila! ¡Quién lo diría! ―se escuchó una burla de todo el salón, incluso algunos aviones de papel le pasaron a un costado de la cabeza.

Chichico se fijó en que Katy, Taty y Naty estaban grabando todo para subirlo a redes sociales, y sus ojos se pusieron llorosos; el día se estaba poniendo muy feo y aún no había empezado ni la primera clase.

―Típico de los bullies de siempre ―susurró Chichico, dejándose caer en su lugar―. ¿Ni siquiera en el instituto me pueden tratar con normalidad?

Chichico estaba a punto de sacar el cuaderno y el bolígrafo, cuando se dio cuenta de algo increíble: Gloria estaba sentada a su lado mirando el móvil. Gloria, la hermosa Gloria. No podía decirle a Oscarín que actuaba como un tonto cuando veía a Beatriz, porque él hacía exactamente lo mismo cada vez que Gloria estaba cerca, y lo sabía porque incluso hizo una lista de los padecimientos del amor. Hubiera deseado que en aquel momento tuviera a un hermano de verdad que le ayudara con sus cuestiones del amor. Porque ni con un genio en una botella podría acercarse a una chica como debe de ser, y Camilo lloraba de la risa cada vez que salía el tema. En cualquier caso, como a Chichico le encantaba regodearse en estas bobadas románticas, se puso a escribir una lista de las cosas que le enamoraban de Gloria:

img-30

La última vez que vio a Gloria antes de las vacaciones, ella salió corriendo del Instituto y se subió a un auto que la esperaba en la puerta. A Gloria no le gustaba llamar la atención, pero vaya que lo hacía con esos atuendos tan descuidados: sudaderas grandes, jeans rotos, el cabello a medio peinar, nada parecido al look exagerado de las chicas del instituto, quienes siempre competían entre sí por ser la más popular. Aunque ella podría ser tanto la reina de las selfies como presidenta del consejo estudiantil —era así de genial—, no le gustaba ser el centro de atención, no quería que la gente esperara mucho de ella. Igualmente tenía respuestas para todo. Gloria poseía un encanto natural que había hipnotizado a Chichico.

―¡Ouch! ―exclamó Chichico cuando un lápiz se estrelló en su cabeza. Volteó a la izquierda y Katy, Taty y Naty se reían de él.

―Ya deja de soñar, Chichico ―dijo Naty―, pon los pies en la tierra, ji, ji, ji, ji.

―Típico de ustedes ―contestó él, suspirando porque sabía que le esperaba un nuevo año de bromas pesadas, hasta de las chicas.

¡Ese tipo de cosas eran lo peor del Instituto Gotitas del Saber! Todo mundo quería llamar siempre la atención, en especial esas tres; no les gustaba la competencia ni soportaban que alguien que no se emocionaba por estar al último grito de la moda, como Gloria, terminara siendo la chica más popular del grupo. ¿Y si algún día Gloria se diera cuenta de que Chichico era el amor de su vida? Podrían tener un final feliz y darse el beso de amor en el baile de graduación, debajo de una esfera de luces disco al ritmo de una romántica canción… ¡O en lo alto de la torre Eiffel! Un lugar mágico, único y muy, muy… original, donde nadie se había dado un beso nunca antes en la historia.

―¡Basta! ―se dijo Chichico, espantando su fantasía como si fueran moscas―. Tienes que hablarle, es ahora o nunca, o jamás podrás hacer realidad ese sueño de amor.

La maestra aún revisaba la lista de alumnos y se tomaba selfies con los de nuevo ingreso, Chichico tendría tiempo para acercarse a saludar a Gloria. Así que se puso en pie, dio unos pasos hacia ella, se aclaró la garganta y:

―¡Chichico! ―gritó la profesora Carmen―. ¡A tu lugar, que ya comenzó la clase!

―Bra-yan, profesora, ¡solo Brayan! ―contestó después de escuchar una carcajada del grupo.

―No seas tan formal, Chichico. Trátame como a una amiga que quiere ayudarte. Carmen, llámame Carmen. Ahora presten atención, porque no escribiré nada, deben tomar apuntes de todo lo que yo diga y sea importante. Entren a la aplicación del instituto y escriban toooodo lo que piensen sobre este tema. También necesito que tomen fotografías de lo más importante de la clase.

Gloria no pudo contener una risita mientras Chichico se derretía de la vergüenza. Cuando el grupo estuvo callado, entretenido en sus móviles o dibujando en los cuadernos, la profesora Carmen comenzó a hablar, primero con su tono dulce y encantador, y después con mucho más entusiasmo:

―Han pasado 66 millones de años desde que el más letal meteorito de todos los tiempos se estrelló contra la Tierra y acabó con la vida de los dinosaurios. Imagínense a esos animales gigantes y temibles, unos reptiles sobre dos y cuatro patas, otros voladores; unos carnívoros y otros que se alimentaban solo de las hojas de los árboles. De entre todos los animales que existían en el periodo Plioceno…

―¿Plio… qué? ―interrumpió alguien.

―¡Plioceno! Plioceno, queridos estudiantes, pli-o-ce-no. De entre todos los que habitaban en el plioceno había unos animalitos que eran los reyes: las llamas.

―Profesora Carmen… esto no está en el índice temático de la materia, ¿habrá examen de…? ―interrumpió un alumno de la primera fila.

img-34

―¡Silencio! Perdón, pequeño, quise decir que este es el tema más importante, veámoslo como un aprendizaje para la vida.

Chichico y Oscarín estaban asombrados por la pasión de la profesora Carmen al hablar de las llamas. Todo el salón estaba casi hipnotizado por el tema, tomaban fotografías y agregaban comentarios al chat de la aplicación. No se imaginaban que a la profesora le gustaran tanto. De hecho, toda la clase estaba un poco asombrada porque ella tenía fama de ser una mujer coqueta pero nada más, como la mamá sexy de algún amigo, no una protectora de animales.

―Pero como nada puede ser perfecto en aquel paraíso, mientras el ser humano desarrolló su inteligencia, y un dedo pulgar que le facilitó muchas cosas, las llamas, que eran igual de inteligentes, pero con el corazón muy noble y cuatro pezuñas, fueron esclavizadas.

La voz de Carmen sonaba triste en esta parte de la historia, y el chat de la aplicación se llenó de emojis emoji y lagrimitas. Un rato después sonó el timbre, la clase de Historia había terminado.

―Y recuerden, muchachos ―dijo la profesora Carmen como despedida, con su típico tono seductor―: si ven una llama, cuídenla, porque son...

―¡Cool! ―coreó el trío de pesadilla. Las tres se miraron entre ellas con cara de What?, pero daba igual, lo dicho estaba dicho.

―Exacto ―respondió la profesora―, las llamas son cool.

A la salida del salón, Chichico se acercó a Gloria convencido de que esta vez nada lo detendría en su intento por romper la barrera que los sepa

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos