Prólogo
EL POPOL VUH:
LA CREACIÓN SAGRADA DE UNA CULTURA
El Popol Vuh es el libro sagrado de los mayas k’iche’. Contiene un conjunto ordenado y estructurado de relatos míticos e históricos. El texto empieza con la descripción de la creación del universo, en un pasado muy remoto, y termina con las referencias a hechos históricos que ocurrieron a mediados del siglo XVI en la región montañosa occidental de la actual Guatemala, conforme a la tradición de los k’iche’. Los personajes del Popol Vuh son dioses y hombres que transitan por los diversos espacios y tiempos. Hay pasajes que describen las acciones de las divinidades, otros que narran las de los primeros hombres y las de los antiguos gobernantes, así como las de personajes españoles que intervinieron en la conquista militar y espiritual.
El Popol Vuh está escrito en k’iche’, el idioma maya con el mayor número de hablantes, que se ha usado en el abrupto suroeste guatemalteco desde hace más de mil años. El nombre popol vuh está en ese idioma y significa “libro de la comunidad”, pues vuh es un término que se usaba para referirse a los manuscritos jeroglíficos (códices) que empleaba la nobleza sacerdotal nativa, y popol es un vocablo que deriva de la palabra maya pop, que significa “estera”, “petate”, y que representaba el poder político, pero referido a la comunidad k’iche’, pues ésta se concibe como una trama de elementos sociales.
TIEMPO SAGRADO Y TIEMPO HUMANO DEL POPOL VUH
El Popol Vuh es un gran poema que abarca distintos tiempos y espacios, desde un momento primigenio, cuando se inicia la creación del universo, hasta mediados del siglo XVI en las tierras altas de Guatemala. El texto sintetiza el origen del tiempo y del calendario, de la humanidad, el inicio de la estirpe k’iche’, la adquisición de las insignias de poder en la ciudad sagrada de Tulan Siwan y los hechos históricos de los señores k’iche’ hasta después de la conquista militar.
El gran relato del origen del cosmos inicia con la descripción que precede al tiempo y al espacio, y da cuenta de la voluntad creadora de los dioses primigenios. El mundo se concibe como un espacio ideado para que en él habiten animales, plantas y hombres. Hay detallados fragmentos que describen regiones inaccesibles para el ser humano: en especial el mundo infraterrestre, donde los dioses que atentan contra la vida están en pugna constante con los seres creadores. El universo es entonces un lugar donde habitan los seres sagrados, en distintos ámbitos y regiones. En el tiempo que antecede a la existencia del Sol y la Luna, todos los acontecimientos ocurren en un universo oscuro, en el que el tiempo marcado por los ciclos solares, diarios y anuales, aún no existe, por lo que entonces los ritmos biológicos están alterados; entonces ciertos animales pueden hablar, transitar diferentes espacios, y algunas plantas están afectadas y pueden dar frutos de formas diferentes a las naturales en el tiempo del Sol. En ese mundo ya preparado, los dioses deciden hacer a los hombres. Pero esta tarea no es inmediata, por lo que de manera sucesiva crean seres humanos de barro, más tarde de madera y en un tercer momento, definitivo, de maíz.
El proceso de creación incluye no sólo el espacio sino también el tiempo y el calendario. Los dioses mismos tienen a la vez una naturaleza animal, que los hace seres portentosos, y una temporal, con la cual crean el universo mediante los grandes cambios. La dinastía cronométrica culmina en una primera etapa con el nacimiento de los dioses Junajpu y Xb’alanke, producto de un embarazo prodigioso, quienes después de diversas vicisitudes se transforman en el Sol y la Luna. Entonces comienza el transcurrir del tiempo histórico, junto con los primeros hombres. Por ello, la tercera y cuarta parte del Popol Vuh narra episodios de luz, donde los días junto con las generaciones humanas se suceden de forma natural. Más tarde, los dioses crean a las cuatro primeras mujeres. Los descendientes de estos primeros hombres son los k’iche’, cuyos gobernantes hacen una peregrinación circular hacia la ciudad sagrada de Tulan (posiblemente una ciudad mítica), hasta volver después a la zona montañosa de Guatemala. Se establecen las distintas casas de gobierno así como los linajes, y se registran los nombres de los gobernantes k’iche’: se destaca la labor de Q’ukumatz como sagrado señor k’iche’, se menciona la capital Q’uma’rkaj y la grandeza de su poderío, que se evidenciaba, entre otros aspectos, por la riqueza y la variedad del tributo que recibía de los pueblos vecinos, e incluso se hace referencia al obispo Francisco Marroquín. El relato de carácter histórico termina con la genealogía k’iche’, en la que se destaca a Tekum, el gobernante que se enfrentó en 1524 a Pedro de Alvarado, a quien alude el manuscrito como Donadiu [Tonatiuh]. El último de los señores k’iche’ que menciona es don Juan Cortés.
LOS TIEMPOS DEL POPOL VUH
El Popol Vuh es un texto indígena, de tradición prehispánica. Su contenido da cuenta del pensamiento maya, tanto en los aspectos religiosos (míticos, simbólicos y rituales), como en los políticos e históricos. Fue hecho por los miembros de la aristocracia culta, poderosa y refinada que vivía en Q’umqarq’aj, la capital del reino, hoy conocida como Utatlán, un sitio arqueológico cercano a Santa Cruz del Quiché. Los miembros de la nobleza sabían leer y escribir con un sistema de escritura nativo, que los autores españoles de la época colonial describen como “pinturas”. Esos textos eran realizados por los sacerdotes, miembros de la alta aristocracia que se especializaban en elaborar diversas clases de textos que hoy podríamos clasificar como histórico-genealógicos, rituales, calendáricos, cartográficos, tributarios, etcétera, y que se leían en comunidad. Es posible que una antigua versión del Popol Vuh hubiera sido un códice, es decir, un manuscrito plegado, cuyo contenido estuviera consignado en un sistema de escritura glífico, en k’iche’, y que hubiera sido resguardado por el alto sacerdocio para uso ceremonial y ritual. Esto se puede proponer, pues al principio de la versión que hoy conocemos se lee:
Existe el libro original,
antiguamente escrito.
Solamente está oculta la cara del que lo ve
del que lo medita.
Es significativa la afirmación sobre la existencia del manuscrito (vuhil ) primigenio, cuya naturaleza parece ser glífica (tzibam). Otro pasaje, que está casi al final del documento, menciona a los gobernantes k’iche’ y afirma que ellos consultaban un instrumento sagrado, emblema de su poder, un libro:
Eran grandes señores
eran hombres sagrados
eran señores sagrados Q’ukumatz
K’otuja
eran señores sagrados, pues, Kikab’
Kawisimaj
sabían si las guerras iban a ser hechas
todo estaba claro todo a sus ojos
veían si había muerte
si había hambre
si iban a ser armados pleitos
solamente lo sabían
había un instrumento para ver
había un libro
Popol Wuj era su nombre por parte de ellos.
En la época prehispánica había una sólida tradición de escritura y de lectura en la que se sustentaba el poder de los mandatarios y la autoridad del sacerdocio. Lamentablemente no queda ningún ejemplar prehispánico de los libros jeroglíficos k’iche’, como tampoco muestras de la escritura de la antigua capital Utatlán, aunque hay múltiples referencias históricas a los textos indígenas de esta tradición.1
El Popol Vuh fue escrito con alfabeto latino, en k’iche’, a mediados del siglo XVI, al parecer en la ciudad de Santa Cruz del Quiché. Cabe señalar que en esa lengua maya hay sonidos que no se pueden registrar con nuestro abecedario, por lo que el texto es una adaptación que pudo tener entre sus objetivos garantizar la transmisión de la gran herencia k’iche’ para sus hablantes nativos.
Seguramente sus autores (al parecer más de uno) fueron los herederos de la nobleza indígena aniquilada por los conquistadores. La mayor parte del texto se sitúa antes de 1524, es decir, en la época posclásica: los mitos que describen el universo previo a la aparición del Sol y de la Luna, el conocido relato de la creación del hombre, de las cuatro primeras mujeres, la peregrinación hacia la mítica Tula y la lista genealógica de los señores k’iche’. Únicamente en los dos últimos folios se menciona la conquista por Pedro de Alvarado, “Donatiu” [Tonatiuh], así como la referencia a los castellanos, de manera muy escueta. El texto termina con los nombres cristianos de los nobles Kaweq, como Juan de Rojas y Juan Cortés. Es posible que estos personajes fueran los herederos, los nietos de los señores que Alvarado aniquiló. Se trata de personajes históricos de los que hay varias referencias; una de las más significativas es la de Alonso de Zorita, quien comenta:
averigüé por las pinturas que tenían de sus antigüedades de más de ochocientos años, y con viejos muy antiguos, que solía haber entre ellos en tiempo de su gentilidad tres Señores, y el principal tenía tres doseles ó mantas de pluma muy ricas en su asiento, y el segundo dos, y el tercero una; y yo ví los que estaban á la sazón por Señores en el pueblo que llaman de Utatlán, de quien toma nombre toda la provincia, tan pobres y miserables como el más pobre indio del pueblo, y sus mujeres hacían las tortillas para comer, porque no tenían servicio ni con qué lo mantener, y ellos traían el agua y leña para sus casas. El principal de ellos se llamaba D. Juan de Rojas, el segundo D. Juan Cortés, y el tercero Domingo, pobrísimos en todo extremo.2
Algunos autores han propuesto que el Popol Vuh pudo haber sido escrito en caracteres latinos precisamente por los sucesores del linaje Kaweq, don Juan de Rojas y don Juan de Cortés. Hay distintas referencias a la educación que recibían los jóvenes indígenas nobles por parte de los evangelizadores en las décadas inmediatas después de la conquista militar. Quizá la institución más conocida sea el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco,3 que se fundó en la capital de Nueva España en 1536. Es posible que en el altiplano guatemalteco se hubiera dado un proceso semejante con la nobleza indígena, pues Francisco Marroquín, en una carta fechada el 3 de febrero de 1550, se refiere al establecimiento de una escuela de castellano para indígenas,4 en la cual los jóvenes, al aprender a leer y escribir en caracteres latinos, hubieran podido transcribir sus antiguas historias y preservar sus tradiciones en su propia lengua. Se ha propuesto, por la información contenida en el manuscrito, así como por otros documentos, que fue redactado entre 1554 y 1558. Ejemplos semejantes al Popol Vuh son otros textos que se inscriben en la misma tradición cultural, escritos en lenguas mayas y caracteres latinos como el Título de Totonicapan, el Memorial de Sololá o el Título Yax. Sin embargo, hasta ahora no se ha encontrado esa versión escrita, a pesar de que hay distintos pasajes paralelos que se encuentran en la tradición oral.
El Popol Vuh, como lo conocemos hoy, es un manuscrito realizado hacia 1702 por fray Francisco Ximénez, cura de la Iglesia de Santo Tomás Chichicastenango. Está escrito sobre papel europeo, con caracteres latinos y tinta de color ocre. Tiene 56 folios, es decir, 112 páginas, cuidadosamente organizadas en dos columnas: la de la izquierda en k’iche’ y la de la derecha en español. Desde la perspectiva gráfica, es un relato continuo, sin títulos o subtítulos. Sin embargo, en el texto es posible reconocer episodios míticos e históricos que tienen una estructura narrativa redonda, que permite tanto lecturas independientes como continuas. Algunos de ellos se identifican gráficamente mediante el uso de una inicial mayúscula, en la columna izquierda, que además tiene sangría.5
La sección en k’iche’, según señala fray Francisco, es un texto alfabético (reducido de “su modo de escribir al nuestro”), tal vez de mediados del siglo XVI, copiado por él, mientras que la de la derecha es su minuciosa versión al castellano. En el manuscrito se percibe la intención del dominico de presentar ambas versiones de forma paralela, pasaje por pasaje, pues con frecuencia hay espacios en blanco en la columna de la derecha, para iniciar el siguiente fragmento en ambos idiomas en el mismo renglón. Es imprescindible destacar que el nombre de este manuscrito es
EMPIEZAN LAS HISTORIAS DEL ORIGEN DE LOS INDÍOS DE ESTA PROVINÇIA DE GVATEMALA TRADVZIDO DE LA LENGVA QVICHE EN LA CASELLANA PARA MAS COMMODIDAD DE LOS MINÍSTROS DE EL STO EVANGELÍO POR EL R.P.F. FRANZISCO XIMENEZ CVRA DOCTRINERO POR EL REAL PATRONATO DEL PVUEBLO DE STO. THOMAS CHVÍLA6
El copista y traductor del manuscrito del Popol Vuh que conocemos es fray Francisco Ximénez. En este sentido, se puede asegurar que esta obra es del dominico, a pesar de ser copia de una fuente anónima. También se puede afirmar que es un texto k’iche’ de tradición prehispánica, transcrito al abecedario a mediados del siglo XVI y recopilado y traducido al español en el siglo XVIII. Este proceso, lo describe Francisco Ximénez así:
Todas sus historias, como las traduje en nuestra lengua castellana de la lengua quiche en que las hallé escritas desde el tiempo de la conquista, que entonces (como allí dice) las redujeron de su modo de escribir al nuestro; pero fué con todo sigilo, que se conservó entre ellos con tanto secreto, que ni memoria se hacía entre los ministros antiguos de tal cosa, e indagando yo aqueste punto, estando en el curato de Santo Tomás Chichicastenango, hallé que era la doctrina que primero mamaban con la leche, y que todos ellos casi la tienen de memoria, y descubrí que de aquestos libros tenían muchos entre sí, y hallando en ellos por aquestas historias, como se verá adelante, viciados muchísimos misterios de nuestra santa fe católica, y muchos o los más del Testamento Viejo, trabajé en sermones continuos el refutar aquestos errores.7
Es importante enfatizar la significación que esta copia y traducción ha tenido más allá del ámbito k’iche’, pues aunque la intención esencial del dominico era brindar la información sobre las creencias indígenas y con ello poder contrarrestarlas desde la perspectiva evangelizadora, este manuscrito conocido hoy como Popol Vuh se ha convertido en el texto mítico-histórico por excelencia del sureste mesoamericano, pues, además de ser una obra maestra del arte verbal maya, es un referente indispensable para el estudio del pensamiento originario de América.
Su profundo valor y significado fue reconocido más allá del ámbito k’iche’, en primer lugar por fray Francisco Ximénez. Pasaron más de 10 años de haber estado en el convento dominico de Chuilá (Chichicastenango) cuando el cura empezó a escribir su Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala…8 En esta gran obra incorporó por vez primera en la visión occidental, católica, el texto del Popol Vuh (Libro I, capítulos 2-21) en una historia regional, y con ello le concedió el lugar central de la historiografía indígena. En otros términos, le otorgó un carácter histórico, válido y veraz, semejante al de otros textos latinos, europeos, hispanos, criollos, mestizos y aun bíblicos. Con este texto explicó el pasado prehispánico, visto desde la perspectiva regional k’iche’ e integró un discurso histórico lógico, coherente, ordenado, sistematizado y basado en distintas fuentes históricas.
La evidencia más antigua que se tiene de la incorporación de este texto a un ámbito histórico más allá de las Tierras Altas de Guatemala es la que nos brinda el presbítero Ramón Ordóñez y Aguiar, un miembro del clero secular originario de Ciudad Real, hoy San Cristóbal de las Casas, Chiapas, quien estaba interesado en la historia indígena y la ciudad arqueológica de Palenque.9 Su obra Historia de la Creación del cielo y la tierra fue conocida desde que era un borrador, y causó una gran expectativa entre los estudiosos del pasado prehispánico de Mesoamérica. En ella incorporó una parte del texto del Popol Vuh, en español, al incluir parte del tomo I de la Historia de la Provincia de Ximénez. Más tarde, Pablo Félix Cabrera, en su obra Teatro crítico americano o nueva tentativa para la solución del gran problema histórico sobre la población de América, hace referencia a la obra de Ordóñez y destaca que era parte de la Historia del dominico . La obra la escribió hacia 1794 y se publicó en inglés en 1822.
La primera edición completa del Popol Vuh, en español, apareció en Viena, en 1857. Se debió al austriaco Karl Scherzer, quien había estado en la ciudad de Guatemala; el estudioso identificó varios de los manuscritos del padre Ximénez, entre los que estaba la versión bilingüe del texto k’iche’. A partir de una copia que se llevó a Europa publicó Las historias del origen de los indios de esta provincia de Guatemala.
En ese entonces el francés Charles Étienne Brasseur de Bourbourg, novelista y clérigo francés, estuvo en Guatemala y también encontró el manuscrito de Ximénez; al parecer se lo llevó a París. En 1867 lo publicó con el título de Popol Vuh. Le livre sacré et les mythes de l’antiquité américaine. A su muerte, la colección de documentos fue vendida por sus herederos, hasta que la adquirió Edward Ayer, quien más tarde lo donó, junto con otros documentos, a la Biblioteca Newberry de Chicago, Illinois, Estados Unidos. Por ello, el manuscrito autógrafo de fray Francisco Ximénez está clasificado en ese repositorio como Ayer MS 1515.
Es claro que la denominación Popol Vuh se le debe al religioso francés, y con este nombre se le conoce desde mediados del siglo XIX. Poco a poco, distintos estudiosos han estado interesados en publicarlo, ya sea a partir de la traducción al francés de Brasseur, o del propio manuscrito en español y en k’iche’, tanto en Guatemala como en otros países del continente americano, especialmente en México y en Estados Unidos, pero también en Europa y en Asia. Hay versiones del Popo Vuh en más de veinte idiomas de todas las latitudes . En México, en la traducción de Adrián Recinos, se han impreso más de 500 mil ejemplares.10
PALABRA, RITMO Y VIVENCIA CULTURAL DEL POPOL VUH
El Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas publicó el Popol Vuh en 2013. Se trata de una nueva traducción directa del k’iche’ al español, de carácter científico, hecha con las herramientas analíticas contemporáneas, por Michela Craveri. Esa edición, además de estar cuidadosamente anotada, ofrece al lector la posibilidad de apreciar gráficamente el ritmo poético original del Popol Vuh. Es decir, palabra por palabra, línea por línea, se tiene la oportunidad de reconocer los criterios de traducción en cada una de las decisiones de la especialista, basada en un cuidadoso análisis filológico de las palabras. Para los pasajes más oscuros, la traductora consultó con un hablante nativo k’iche’ y acudió al análisis de las traducciones más sólidas, principalmente hechas al español y al inglés, sintetizando el estudio filológico en un aparato crítico de más de 4 mil notas lingüísticas. Y con la disposición de cada una de las líneas, se identificaron las diferentes figuras retóricas y poéticas. Es decir, esta forma de presentar el libro maya k’iche’ es el recurso gráfico que permite visualizarlo como un ejemplo sobresaliente del arte verbal maya.
La versión que aquí incluimos deriva de la anterior pues, además de respetarse la traducción, se ha representado la estructura poética k’iche’ al alinear el texto del lado derecho. Con ello, se ha querido indicar la naturaleza poética no occidental y su peculiar patrón rítmico. La base de la versificación maya, en efecto, no es métrica, sino semántica. Esto quiere decir que los versos no corresponden a un número constante de sílabas o acentos, como en el caso occidental, sino a la repetición de conceptos. Así, podemos encontrar versos de pocas sílabas y también versos de muchas palabras, todos construidos alrededor de la reiteración de una idea principal. La cadena de los versos constituye entonces una línea continua de significados, matizados, profundizados, connotados verso tras verso. Con fines didácticos, se han realizado cambios, tanto por omisión como por adición, que facilitan la lectura tanto para especialistas como para un público en general: por una parte, se han omitido las referencias a los folios del manuscrito original y se han eliminado todas las notas lingüísticas. En cambio, se han añadido cuatro marcadores de la estructura general, que anuncian el contenido íntegro de la obra: LOS ORÍGENES, JUNAJPU Y XB’ALANKE, LOS PRIMEROS HOMBRES Y LA SOCIEDAD K’ICHE’. Además, para esta edición se han identificado 43 narraciones mítico-históricas, y a cada una se le ha antepuesto un encabezado que anticipa y condensa el asunto del relato, como títulos temáticos.
Nuestra Universidad grabó en voz del doctor René Acuña, uno de los filólogos mayistas más destacados, el primer pasaje del Popol Vuh en k’iche’. Quienes estén interesados pueden escucharlo en la siguiente dirección electrónica: <http://www.palabravirtual.com/>.
En esta grabación se reconoce el ritmo poético que tiene cada pasaje, que en k’iche’ tiene una eficacia narrativa única. El ritmo que tiene en esa lengua maya denota la finalidad social de la obra, pues fue creado para ser escuchado, ya que tiene una estructura poética afín a la tradición oral. En ese sentido, podemos afirmar que el Popol Vuh es un texto poético, de carácter narrativo, que tenía como finalidad expresar el sentido del mundo y de la vida para el pueblo k’iche’.
ESTA VERSIÓN EN ESPAÑOL DEL POPOL VUH
La traducción de una lengua americana a otra occidental conlleva una serie de problemas metodológicos que van más allá de las dificultades gramaticales. En primer lugar hay que superar los obstáculos de significados, ya que la traducción implica la comunicación de una visión del mundo, que en algunos casos tiene coordenadas culturales autónomas. El destinatario de la traducción tiene que compartir algunas informaciones culturales con el emisor, para entender los elementos clave de su cosmovisión. No se puede entender el Popol Vuh si no se conoce el significado simbólico del maíz para la cultura maya, su relación con la tierra y con los ciclos estacionales, el papel de lo sagrado dentro de la vida social. El papel del traductor es el de mediar entre dos mundos y acercar el texto a la sensibilidad del lector.
La cantidad impresionante de traducciones del Popol Vuh a las lenguas occidentales se debe, en parte, a una tentativa de relectura del texto k’iche’, que por sus peculiaridades semánticas y gramaticales ofrece muchos problemas de interpretación. A esto se puede añadir el carácter sagrado del lenguaje, con fórmulas rituales específicas, que hacen aún más difícil la comprensión de su significado. Hay que considerar también que los narradores del Popol Vuh pertenecen a un universo cultural ajeno a la mayoría de los traductores, no sólo desde el punto de vista lingüístico, sino sobre todo simbólico.
Por otro lado, las distintas ediciones del Popol Vuh se justifican por estrategias comunicativas específicas, ya que algunas tratan de acercarse a la sensibilidad estética de los lectores, como en el caso de la edición de Adrián Recinos,11 operando una transposición al español, también gramatical y rítmica, del texto. En otros casos, como en la edición de Chávez,12 el traductor trata de mantenerse fiel a las expresiones de la lengua de origen, conservando los giros gramaticales, la coordinación sintáctica, la repetición de palabras y los paralelismos.
La mayoría de las traducciones del Popol Vuh, entonces, se inscribe dentro de estos dos modelos, o sea el de traducir también el estilo del documento, sus estructuras semánticas y rítmicas, o —por otro lado— el de respetar las peculiaridades estilísticas del texto, aunque puedan resultar de difícil comprensión para un lector occidental.
Ambas opciones son viables, ya que apuntan hacia aspectos diferentes de la comunicación: su difusió
