No estudies Derecho

Juan Jesús Garza Onofre

Fragmento

Título

INTRODUCCIÓN

Hace más o menos dieciocho años decidí estudiar Derecho. Recuerdo perfectamente uno de los primeros días de clase. Era agosto de 2004 y nos dieron un abultado manual con instrucciones para aprender a convivir entre abogados, para convertirse en un operador jurídico que trabaje por la justicia e intente cambiar el mundo a partir de las leyes.

Ahora descubro, en retrospectiva, que a mis lejanos 18 años no tenía la más mínima idea sobre qué me deparaba dicha decisión, ni mucho menos la vida. Sin embargo, tenía toda la intención de experimentar algo nuevo y, de paso, equivocarme en el intento. Tal vez por eso me suspendí dos veces durante la carrera, por eso casi reprobé la materia de Amparo, por eso cambié más de dos veces el tema de mi tesis, por eso estuve dos años trabajando en un despacho fiscal sin saber realmente que hacía allí, por eso rechacé una oferta para trabajar en una afamada cervecería, por eso me aburrí muchas veces, la pasé profundamente mal otras tantas, cometiendo errores y sufriendo derrotas gratuitas.

Pero tengo la sospecha de que nunca contemplé esos traspiés como algo fatal, como un punto final, sino más bien como una especie de puntos suspensivos, con la esperanza de que tarde o temprano iba a aprender de ellos, o, simple y sencillamente, iban ayudarme en el futuro. Porque, como le decía Mario Santiago a su mejor amigo Roberto Bolaño, “los errores y los gazapos y los equívocos [son] como las nubes de Baudelaire que pasan por el cielo, es decir que hay que mirar pero no corregir”.

En este sentido, cabe aclarar que estas líneas introductorias no son otra cosa más que una breve reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro, sobre lo que no se cuenta, lo que se esconde y se desatiende. Sobre todo aquello que decidimos sin estar del todo seguros. Por eso, quise iniciar este libro haciendo una apología de los errores, de las indecisiones, de las dudas, de todos y cada uno de nuestros silencios y omisiones.

En su novela Mañana en la batalla piensa en mí, Javier Marías realiza una defensa de lo que sabemos frente a lo que no. Y es que al hacer una recapitulación o resumen, cuando se cuenta cualquier historia, se suele relatar lo que pasó efectivamente, lo cual implica pensar, en el fondo, que cualquier etapa definida es el resultado y el exitoso compendio de lo que se ha realizado, como si fuera tan sólo eso lo que conforma la existencia. Pero ninguna herencia es completa, ni tampoco positiva.

Por todo eso escribí un libro cuya principal premisa es no estudiar Derecho o, mejor dicho, no estudiar derecho el Derecho, pues es muy común que los motivos para justificar la elección de inmiscuirse en el campo jurídico provengan de una trinchera muy alejada de la realidad, impregnada de fantasías, edulcorada hasta el extremo y profundamente irresponsable desde una óptica social. Antes de ingresar a la carrera de Derecho no suele realizarse ningún tipo de autocrítica, ni mucho menos un ejercicio reflexivo respecto a los vicios y riesgos de esta profesión, por lo que resulta urgente saber que hay muchas cosas que valen la pena en este trayecto pero también otras tantas que no.

Las personas cambian, las ideas cambian, el Derecho cambia, el mundo cambia. Cambia, todo cambia, dice la canción. Y el cambio está bien, es necesario e inevitable. Las posibilidades que encierra nuestra existencia necesariamente implican mutaciones que, a su vez, pueden decantar en contradicciones e incoherencias, arrepentimientos y reproches. Y eso, en gran medida, es lo que pretende este libro: hacer conciencia de que el mayor riesgo que engloba el discurso del cambio es precisamente de índole temporal; transformar el futuro es fácil cuando no se habla del presente.

Así, antes que seguir justificando lo injustificable, instalados cómodamente en la inacción o divagando en quimeras, es impostergable pensar mejor sobre cuál es el rol de las personas que ejercen la abogacía en nuestros contextos, sobre la forma como las futuras generaciones de abogados pueden ayudar a resolver los problemas sociales y así ir conformando un mejor gremio. Un gremio que no esté integrado por autómatas ni holgazanes, que no sea machista ni tampoco ruin y despreciable, que no sea mentiroso y que no viva de las apariencias ni de viejas glorias, que no desatienda su contexto, que no hable raro, que no le tenga miedo al futuro.

Para lograr dicho cometido, la obra que tienes en tus manos se divide en dos grandes apartados. El primero, denominado “No estudies Derecho”, tiene una vocación más crítica y corrosiva, y repasa a través de siete capítulos algunos de los principales problemas en torno a la formación de las personas que han tomado la importante decisión de convertirse en abogados: (1) el gran número de escuelas de Derecho y la falta de alicientes intelectuales en el estudio de esta disciplina; (2) el conservadurismo en la profesión; (3) la mala fama que caracteriza a los abogados; (4) la uniformidad y la estética dentro de la profesión, relacionadas con el uso de trajes y togas, al igual que problemáticas más profundas como el machismo y el clasismo en este ámbito; (5) lo raro y difícil que hablan los abogados; (6) la insatisfacción e infelicidad en el gremio, y (7) lo complejo que ha sido adaptar los cambios técnicos y tecnológicos a las dinámicas de quienes aplican el Derecho. Sin embargo, lo que se pretende en esta parte va más allá de plantear un panorama pesimista o apocalíptico, sino de generar una reflexión en torno a las limitaciones de las labores de los abogados desde un punto de vista realista.

Pero nada más errado que creer que todo está perdido o que no hay alternativas ante los problemas expuestos. Por eso, el segundo apartado del libro, titulado “No estudies derecho”, tiene un ánimo propositivo y constructivo, y está integrado por siete capítulos que sirven de contraargumento a los siete capítulos de la primera parte. Es decir, el objetivo de esta segunda parte es, simple y sencillamente, plantear algunas salidas al atolladero que se critica en la primera. A lo largo de estos siete capítulos se despliegan múltiples ideas para poder construir otro tipo de profesionista, ideas que transitan por: (8) dejar de memorizar leyes para comprender la complejidad del Derecho y elevar la calidad en la formación jurídica, (9) la importancia de romper esquemas y abrazar causas sociales en la profesión, (10) la inclusión de ciertos ideales para los abogados, (11) la preponderancia del fondo sobre la forma, (12) el derecho a que todas las personas entiendan el Derecho, (13) cuidar la salud mental de quienes ejercen la abogacía, y (14) resaltar el componente humano en la profesión frente a los cambios tecnológicos.

El objetivo de este proyecto editorial es lanzar una invitación a mirarnos al espejo, a conocernos a nosotros mismos y aceptar nuestras miserias y nuestros errores para saber que somos un gremio conformado por personas que cambian pero, al mismo tiempo, permanecen ancladas a ciertos vicios y problemas estructurales.

No es casual que la Real Academia Española establezca el significado de abogado en las siguientes

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