Prólogo
MÓNICA NARANJO
Jamás en la vida pensé que a mis cuarenta y cuatro años y con dos matrimonios a mis espaldas podría sentirme tan frágil y vulnerable a la hora de volver a compartir mi intimidad con alguien.
Cuando, hace un año, conocí a Eva, me asaltaron muchas dudas durante la grabación de nuestro programa de sexo. Sus talleres dieron para mucho, sobre todo para profundizar a solas conmigo y con mi sexo. Entendí que el verdadero sentido de la sexualidad plena comienza en la autocomplacencia, para a continuación extrapolar el deseo tentacular hacia el prójimo y compartir el verdadero sabor del desenfreno animal haciendo caso omiso a complejos, fobias o miedos psicológicos.
Mi primera experiencia a solas fue una noche, de madrugada, bajo el intenso aroma de las velas de canela tostada. De pie y frente al reflejo íntimo del espejo de mi vestidor, me entregué a mi cuerpo y a mis fantasías tan solo ataviada con un ligero picardías de seda bajo cuya transparencia asomaban mis pechos firmes y duros, hambrientos de la calidez ágil y escurridiza de las yemas de mis dedos, que exploraban cada rincón de mi cuerpo, colmando de caricias un clítoris poco mimado en los últimos meses, al son del vaivén de un océano de lava que se escurría entre mis muslos.
Mi taller personal fue todo un éxito. Pero, sin duda, lo más importante del ejercicio fue volver a reconocer mi cuerpo y volver a estimularme conmigo misma, para después poder enseñárselo y reclamarlo a la próxima persona que invada mi vida y, lo más esencial, mi cuerpo.
Tu deseo y yo
«Una mujer que no tenga control sobre su cuerpo no puede ser una mujer libre.»
MARGARET SANGER
La sexualidad femenina es fascinante; me gustaría contagiarte esa pasión. Me encantaría que te enamorases de tu sexualidad, de tus genitales y de tu poder femenino.
La sexualidad femenina se juzga, analiza, cuestiona y evalúa constantemente. Los medios de comunicación nos lanzan mensajes sobre lo que hemos de sentir, cuánto tenemos que disfrutar y los orgasmos que podemos lograr. Coge cualquier revista femenina y seguro que encontrarás un artículo que hable del deseo sexual que deberíamos experimentar las mujeres. ¡Menudo estrés!
Hasta donde me alcanza la memoria, y mucho antes, el deseo sexual de la mujer ha sido objeto de atención y de mala interpretación. Se ha teorizado sobre este con la intención de corregirlo, y no de entenderlo.
El deseo femenino no es blanco o negro. No se ha inventado una pastilla mágica que nos despierte el deseo sexual, y dudo que se logre. Es imposible medir el deseo sexual o el placer. Cada mujer debe definirlo, decidir lo que es adecuado o no para ella. No existe una cantidad correcta de deseo: el deseo fluctúa como las acciones de la bolsa. Pasamos épocas en las que el sexo ocupa todos nuestros pensamientos, y otras en que el desinterés es total. El deseo es algo muy personal por lo que para cada una de nosotras la intensidad y la frecuencia del mismo pueden ser distintos.
Si en este libro esperas encontrar la fórmula mágica que consiga despertar tu deseo sexual dormido y te haga conectar directamente con las mariposas en la barriga para convertirte en una mujer salvaje y erótica… deja la lectura. Quiero ofrecerte las herramientas para que tomes el poder sobre tu cuerpo, tu sexualidad y tu deseo. La fórmula la debes encontrar tú.
En mi primer libro, Es la hora del Tapersex, hacía un repaso por el mundo de la juguetería y la cosmética erótica; era la primera guía de juguetes eróticos desde mi particular mirada. Mis amados juguetes, cuántas alegrías nos dais. En el segundo, Mujeres, juguetes y confidencias, recogía la experiencia y las anécdotas de las reuniones Tapersex® a través de las mujeres protagonistas. Con el tercero, abordo el deseo, la gran preocupación de la sexualidad femenina. En el último Congreso de Sexualidad, celebrado en Barcelona, la mayoría de los foros y talleres se centraron en el deseo femenino como tema principal.
Vivimos en una época muy ligada al consumo y en la que se busca responder a la demanda de altos niveles de perfección, calidad y excelencia. Necesitamos resultados instantáneos y efectivos, lo queremos todo fácil y al momento. El placer sexual no se escapa a esa influencia: queremos un resultado óptimo, unos orgasmos sublimes, con la frecuencia idónea y, por supuesto, la pareja perfecta. Desgraciadamente, todas estas exigencias más que potenciar el deseo sexual, lo inhiben.
Tu deseo sexual es único y exclusivo. Espero que este libro te ayude a reconocer qué necesitas para alimentarlo.
Espero también que a través de estas páginas reconozcas las ideas y pensamientos erróneos acerca de la sexualidad: una construcción social sin ninguna base más que la creencia popular y los intereses del patriarcado en mantenerlo.
Me encantaría que, después de esta lectura, entendieses que dispones de las herramientas para gestionar y estimular (o influir en) tu deseo sexual. Que tú eres la dueña del jardín de tu deseo, y que debes responsabilizarte de ello. Únicamente depende de ti.
Quiero decirte que, para facilitar mi discurso, en la mayor parte del texto hablo de las mujeres en general, aunque reconozco y amo todas las diferencias. Verás que me dirijo a ti, mujer, en femenino. También a todas las mujeres de todas las sexualidades. Cuando digo pareja, me refiero a cualquier tipo de pareja —o unión de más de dos personas— donde haya una mujer.
He tratado de evitar las habituales comparaciones de la sexualidad femenina con la masculina. No son necesarias para resaltar la entidad propia de nuestra sexualidad. En ningún caso trato de excluir a nadie y lamento no poder incluirlo todo. Espero no ofender ni molestar.
Escribo con el ánimo sincero de despertar y concienciar, de contribuir a recapacitar positivamente sobre nuestro deseo sexual.
Para mí, escribir este libro ha sido un reto y un aprendizaje como lo es cuando una o un paciente o una pareja confían en mí para ayudarles a solucionar el problema por el que acuden a la consulta.
Somos seres sexuales desde que nacemos hasta que morimos. Buscamos la perfección en la sexualidad, y esta no existe. Nos marcamos unas expectativas innecesariamente altas que alejan el deseo y nos distancian de nuestra naturaleza como seres sexuales. La sexualidad no es perfecta. Con suerte, alguna vez habrás vivido un polvo perfecto, pero, al finalizar el polvo, vuelta a la realidad. La realidad no es perfecta; como la sexualidad, es imperfecta.
EN POCAS PALABRAS
A través de estas páginas me gustaría proporcionarte las herramientas para que cuides de tu deseo, de tus emociones y de tu salud sexual con el amor que te mereces, construyendo tu propio modelo de sexualidad imperfecta donde nada es blanco o negro, sino un bonito jardín de matices, aromas y colores del que tú eres la única responsable.
MIS FRASES PARA TI
•El deseo sexual de la mujer ha sido objeto de atención y de mala interpretación. Se ha teorizado sobre nuestro deseo con la intención de corregirlo y no de entenderlo.
•El deseo idóneo es el que a cada una de nosotras le va bien.
•Dispones de las herramientas para influir en tu deseo sexual.
•Buscamos la perfección en la sexualidad, y no existe. Nos marcamos unas expectativas innecesariamente altas que alejan el deseo y nos distancian de nuestra naturaleza como seres sexuales. La sexualidad no es perfecta.
El deseo sexual
no viene del cielo
¿Cómo funciona el deseo sexual?
«Dejamos de temer aquello que hemos aprendido a entender.»
MARIE CURIE
«A veces quiero sexo, a veces no. Tengo la libido loca.»
La pérdida del deseo sexual es el mayor problema sexual de las mujeres, y no todo está en la mente. Una de las primeras cosas que cuento a las mujeres que se inquietan por su deseo sexual es que no existe una frecuencia o un conjunto de comportamientos normales en sexualidad. La sexualidad y el deseo están vivos. Cada mujer tiene su propio nivel de lo que considera «normal» en función de sus propias experiencias y su impulso biológico. Cada una quiere algo diferente.
El deseo es el epicentro de la sexualidad. La sexualidad es un hecho íntimo, connatural e intrínseco en nuestras vidas y en nuestra naturaleza humana. Somos seres sexuales desde el principio y hasta el final de nuestros días.
La sexualidad es un motor vital. Sin el deseo, el motor no tiene movimiento. El deseo es el activador natural de la sexualidad. El «deseo sexual» puede significar dos cosas: la necesidad de tener relaciones sexuales o la necesidad de tener algo más cercano emocionalmente.
La sexualidad es un suceso natural que precisa ser enseñado, educado y aprendido. El deseo femenino no se reduce a una experiencia única: varía en una misma mujer y varía entre las otras mujeres. Se alimenta de la experiencia y del mismo deseo.
El deseo que más preocupa es el deseo sexual. El deseo de contacto con una misma y el hambre de vinculación con otra persona. No te alarmas si pasas una temporada sin ganas de ir al gimnasio, sin ánimo para quedar con las amigas o salir a dar un paseo. No le das más importancia, y también es deseo. Comprendes que es un estado anímico, que pasará. Sin darte cuenta, vuelves a estar activa y haciendo lo que te gusta: ir de compras, al cine, ver a amigas que reaparecen tal y como desaparecieron.
Pero el deseo sexual adquiere otra magnitud. Entramos en territorio desconocido. Podría parecer que el deseo es como un ente mágico que no depende de ti. Que se presenta mientras estás sentada en el sofá mirando una serie en la televisión. Como «algo» desvinculado de ti. Que viene y se va sin que tú tengas nada que hacer. ¡Pues ya te voy diciendo que no!
Para empezar, deberíamos quitarnos el estigma de que las mujeres tenemos menos deseo sexual que los hombres. No es cierto. Las mujeres somos sexualmente activas, y los factores que provocan nuestro deseo sexual son tan potentes como los que provocan el deseo masculino.
Responsabilizarnos de nuestro deseo sexual es cuidar de nuestra salud. Es un aprendizaje que todavía nos queda por hacer a la mayoría de las mujeres. Vigilamos la alimentación, practicamos deporte, nos cultivamos intelectualmente, pero el deseo todavía no forma parte de la lista de prioridades vitales. Velar por este es una cuestión de salud física y emocional.
Con cuántas mujeres he hablado durante el proceso de elaboración de este libro y durante mi vida profesional, y cuando les he preguntado por su deseo sexual, muchas veces hemos mantenido una conversación parecida a esta:
—De deseo sexual, ¿cómo estás? ¿Cómo te notas?
—Ah, bien, no tengo pareja.
—¡¿Cómo?!
Asociar el deseo sexual a otra persona está bien, si tienes pareja, que desde luego que interviene directamente. Pero no solo, porque el deseo forma parte de ti. Es tu responsabilidad. Si lo descuidas cuando no tienes pareja, ¿por qué razón va a aparecer cuidado y cultivado cuando tengas pareja? No tiene mucho sentido.
Cuidando de tu deseo, estás cuidando de ti. El deseo es un buen barómetro de tu estado. Te va a proporcionar mucha información sobre ti, pues vive en ti, tanto si lo sientes como si no lo sientes. Tanto si lo atiendes como si lo desatiendes. Está en ti. Depende de ti.
En pareja, si se da un desequilibrio en el deseo, este afectará a ambas partes, y solucionarlo también es una responsabilidad de los dos. El desajuste en la demanda de actividad sexual es un problema de pareja que cuesta afrontar, y en el 90 por ciento de los casos se va dejando de lado: no se resuelve y se enquista. En la mayoría de los casos, somos las mujeres las que más sufrimos la inapetencia sexual, nos sentimos culpables y con baja autoestima. Evitándolo, nos ninguneamos a nosotras mismas y menospreciamos a la pareja. No es un buen presagio para la relación.
Así que, si tienes este libro entre tus manos, es porque sientes interés, curiosidad y ganas de ocuparte de ti. Me alegro y te felicito.
Hablamos de bajo deseo sexual o deseo inapetente cuando no existe o es hipoactivo. Deseo hipoactivo quiere decir que está por debajo de su actividad. ¿Es eso un problema? ¿Es un problema sexual? Va a depender de ti. De tu elección, de lo que tú quieres para ti. Consideramos que hay un problema cuando existe una gran diferencia entre la situación real que vive la persona y la situación deseada. Esto provoca una insatisfacción o sentimiento de discrepancia entre cómo es tu vida sexual y cómo te gustaría que fuese. Entre cómo te comportas y cómo te gustaría comportarte. Este «problema» puede ser temporal, circunstancial o estar enquistado en el tiempo. Sin duda, este desajuste produce un gran impacto emocional, sufrimiento y ansiedad. Si sucede en una relación de pareja, comporta distanciamiento y malestar.
El deseo femenino parece incomprensible incluso para nosotras mismas. Caprichoso, fugaz y variable. Pero no lo es tanto. El deseo es la expresión de la disponibilidad y de la confianza en una misma, del entorno, de lo que quiero profundamente, de lo que no quiero y no me atrevo a expresar.
Según los últimos estudios, más del 50 por ciento de las mujeres sufre algún tipo de disfunción sexual a lo largo de su vida.[1] ¡Más de la mitad de las mujeres del mundo! Así que a la mayoría nos va a pasar algo que afectará a algún aspecto de nuestra vida sexual. El trastorno más habitual es la falta de deseo sexual: deseo sexual hipoactivo. Según el DSM, que es el Manual de Diagnóstico y Estadística de la Asociación Americana de Psiquiatría —la Biblia de la terminología y de los conceptos que tienen que ver con la sexualidad y derivados—, este bajo deseo sexual provoca un tremendo sentimiento de culpa, baja autoestima, estados emocionalmente negativos, sentimiento de incapacidad, angustia, desasosiego, intranquilidad, preocupación, disgusto, tristeza, ira… Ya ves todo lo que pasa cuando el deseo no es como una desea.
Algo tan abstracto como el deseo nos genera en verdad un estado de malestar importante. ¿Es antes o después de la falta de deseo cuando se produce la falta de autoestima? No sabemos qué fue primero el huevo o la gallina. ¿Qué llegó primero, la ausencia de deseo o de autoestima? ¿Quizá es la falta de autoestima o el sentimiento de poco valor o poca estima lo que te lleva al descuido del deseo sexual? ¿Quizá porque no lo has hablado con tu pareja? En cualquier caso, el deseo sexual y los agentes externos están por completo conectados. Se cruzan. Se trenzan. No funcionan como departamentos estancos, sino como vasos comunicantes que se retroalimentan. ¡Ahora va a ser que el deseo no viene del cielo!
Venga de donde venga esa falta de deseo, ya sea por una razón química o biológica, la mujer llega a la consulta con muchas cargas del tipo: «tengo que…», «no puedo…», «necesito…», «tengo miedo de…». Estados casi depresivos, de impotencia y de gran sensación de peligro hacia su relación.
Quiere salir de ese estado, pero no sabe cómo. ¿Dónde se puede encontrar la píldora mágica del deseo sexual? ¿Qué se puede tomar para aliviar el dolor que provoca esa ausencia de deseo? En todo este proceso, se va perdiendo la confianza en una misma, en su potencial personal, en la capacidad, en la importancia de sus decisiones y de sus acciones. Va perdiendo poder, se va desapoderando.
El poder del deseo
Cada día hablamos más del empoderamiento femenino, de tomar las riendas de nuestra vida, de ocupar el lugar equitativo con los hombres. Pero en el pantanoso terreno del deseo sexual, todavía llevamos la carga de la responsabilidad. Con la culpa se inicia la cadencia de pérdida de poder de deseo. No tengo deseo y es mi culpa; me lo creo y entro en un pensamiento rumiante de más culpa que me inhabilita para entrar en el deseo.
El poder sobre tu deseo está asociado a la confianza, a la capacidad de elección y a lo que quieres para ti. Con la autoestima y la convicción. Con lo que te dices a ti misma que te sienta bien. Tiene que ver con la forma en que tú te ves. Tiene que ver con el poder para mostrar confianza en tus propias habilidades y el derecho a actuar y a escoger cómo quieres vivir tu vida. Poder para escoger tus conductas vitales. El poder que surge de la unión mutua de intereses comunes en pareja, de la unión que hace la fuerza. Del compromiso contigo y con el resto. Un poder que te permite dirigir tu vida y cambiar por elección. Transformar tu entorno social, sexual, familiar, laboral o emocional.
Reconstruir la autoconfianza y la autoestima viviendo un proceso de bajo deseo sexual requiere un gran esfuerzo, valentía y paciencia. La confianza es la base de la autoestima; la dignidad y la creencia de que podemos encarar cualquier reto. La autoestima es la forma en que hablamos de nosotras.
Me quiero, me respeto. Por eso voy a atender mi deseo sexual. Cuidar de tu vida sexual, cuidar de tu deseo sexual forma parte del respeto que debes tenerte a ti misma.
Cuando se entra en una dinámica de falta de deseo sexual, cuando se desea tener y no se encuentra, este es como un virus que se extiende, inundándolo todo de gris y congestionando otros aspectos bonitos y satisfactorios en nuestra vida. Hacemos de algo intangible el motor inverso de nuestra vida.
«El deseo adquiere sentido cuando soy capaz de transformarlo en acción.»
Jorge Bucay
Un paseo por la historia de la sexología
Me parece necesario llevarte de paseo por la historia y la teoría de la sexualidad humana y del deseo sexual. Espero hacértelo liviano. Cuanto más sepas sobre el funcionamiento del deseo sexual, mejor te vas a entender y mejor vas a gestionar tu deseo. El recorrido será corto. La ciencia de la sexualidad tiene una historia muy breve. No fue hasta el siglo XX cuando se empezó a estudiar científicamente.
El ginecólogo William Masters fue el primero en investigar los cambios que experimenta el cuerpo durante las relaciones sexuales. En 1954 inició un estudio que concluyó doce años más tarde, tras muchos esfuerzos y pocas facilidades, junto con la sexóloga Virginia Johnson. Para la investigación contaron con 382 mujeres de entre 18 y 70 años y con 312 hombres de entre 21 y 89 años, una excelente muestra dado el puritanismo de la época. En total, valoraron 10.000 ciclos completos de respuesta sexual. ¡Una barbaridad!
En 1966, la pareja Masters & Johnson dio a luz sus innovadoras conclusiones publicando Respuesta sexual humana: el primer estudio científico y detallado de los cambios fisiológicos que mujeres y hombres experimentan durante las relaciones sexuales. El libro se convirtió en un éxito de ventas y revolucionó a la sociedad y de todo el mundo.
Masters & Johnson distinguieron cuatro fases en la respuesta sexual humana: excitación, meseta, orgasmo y resolución (ver Todas las fases de la respuesta sexual). Un modelo de respuesta sexual lineal: sota, caballo y rey. Este es un dato importante para entender el recorrido que iniciamos.[2]
Espero que los cuatro sucesos que experimenta el cuerpo hasta llegar al orgasmo, según Masters & Johnson, te resulten familiares. En la fase de excitación se siente tensión muscular, sube la frecuencia cardiaca, se activa la vasocongestión en todo el cuerpo y especialmente en los genitales que, por la irrigación, cambian de tamaño. Crece el clítoris. Se activa la lubricación vaginal. La fase de meseta supone el tránsito entre la excitación y el orgasmo, puede durar minutos u horas. Los cambios dados en la fase de excitación se hacen más notables todavía en la fase de meseta. En la fase de orgasmo se subliman todas estas sensaciones. Se sienten contracciones y espasmos involuntarios, aumenta la presión arterial y la frecuencia cardiaca y se altera el ritmo respiratorio. Se da una inmediata liberación de tensión nerviosa. Durante la experiencia más placentera de este recorrido, también se producen contracciones rítmicas en el útero. La experiencia del orgasmo se puede repetir sin pasar por la siguiente fase. Hablo de la multiorgasmia y digo «se puede» porque hay mujeres que pueden y otras que con un único orgasmo ya se quedan satisfechas e hipersensibilizadas genitalmente. En la fase de resolución, todo vuelve a estabilizarse: presión arterial, vasocongestión y respiración.
En ningún caso hablo del tiempo que dura o que debe durar cada fase. Este modelo de respuesta fisiológica es bastante común en todas las mujeres, lo que varían son los tiempos: más o menos tiempo de excitación o de meseta, tardar más o menos en alcanzar el clímax. Estos tiempos pueden ser diversos en la misma persona dependiendo de la situación, de la edad, del cansancio, del estrés, de la frecuencia, de la experiencia…, en definitiva, de muchos factores a veces previsibles, casi siempre, imprevisibles.
Volvemos a la historia. En 1979, Helen Singer Kaplan la lía gorda. Incorpora el «deseo» en todo el proceso de respuesta sexual. Según Kaplan, lo primero que tiene que aparecer es el deseo, «las ganas de». El deseo es el principio de toda función sexual. Elimina la fase de meseta y equipara al mismo nivel deseo y excitación. El deseo entendido como la suma de todos los factores emocionales, intelectuales y psicológicos que intervienen.
TODAS LAS FASES DE LA RESPUESTA SEXUAL
Deseo
El deseo sexual se define como el deseo de experimentar sentimientos o actividades sexuales, intimidad o gratificación sin o con pareja o parejas.
Excitación
La excitación sexual comienza en el cerebro, que envía mensajes a todo el cuerpo para prepararnos para el sexo. Esta excitación puede ser estimulada por el pensamiento, la fantasía, la conversación, el olfato, el tacto, el gusto, el sonido, la vista, etc. Existe una gran diversidad en lo que alguien encuentra sexualmente excitante, y esto puede cambiar de una persona a otra, ya que está influido por la cultura, la edad, las etapas vitales, las experiencias o los ciclos. La excitación sexual puede ocurrir repentina e intensamente o bien puede ser una progresión más lenta. Cada persona es única en sus experiencias de excitación sexual.
Aumenta la frecuencia cardiaca.
Aumenta la presión sanguínea.
Los músculos del cuerpo se tensan.
Los pezones se erectan.
La piel se ruboriza.
El clítoris se agranda y se erecta.
Los labios mayores se irrigan y se separan.
Los labios menores se irrigan y crecen.
El útero y el cuello uterino se retraen.
Meseta
Contrariamente al significado de la palabra, la fase de meseta de la respuesta sexual no es una nivelación plana de la excitación sexual. La excitación continúa creciendo. La persona puede sentir excitación física y emocional y tener sensaciones físicas de sensibilidad, calidez e incluso sentirse ruborizada. Puede llevar a la persona a un nivel de conciencia alterada, un momento en el que tomar decisiones es muy difícil. Es la fase de máxima fogosidad y pasión antes del orgasmo.
Orgasmo o clímax
El orgasmo es un sentimiento intenso y placentero que se puede producir después de la fase de meseta. Es la fase más corta del ciclo. Ocurre cuando la tensión sexual y muscular se libera en una serie de contracciones rápidas y placenteras. Es el pico de la excitación sexual, también denominado «clímax». La experiencia del orgasmo es diferente de persona a persona y de experiencia a experiencia. Aunque las experiencias sexuales no acaben con un orgasmo, pueden ser igualmente placenteras.
Resolución
Es la etapa final de la respuesta sexual. Durante la resolución se produce una relajación muscular y emocional. La sangre que se ha movido hacia los genitales se drenará despacio. El cuerpo volverá, poco a poco, a ser como antes de la excitación sexual. La fase de resolución sucede tanto si se ha experimentado el orgasmo como si no.
¡Qué fácil!, ¿verdad? Pues no. Resulta que la sexualidad femenina es tan maravillosa que tenemos la capacidad de cambiar el orden de los factores. Romper la progresión «deseo, meseta, orgasmo y resolución». El sexo en sí mismo puede ser desencadenante del deseo y la excitación, o bien un primer orgasmo nos puede llevar al deseo del segundo y a sentir la excitación genital y física antes que la experiencia del deseo. Quizá alguna vez te ha pasado. Te pones a mantener relaciones sexuales sin demasiado entusiasmo y con pocas expectativas, y en el transcurso del juego te calientas tanto que hasta tú te sorprendes.
No obstante, el deseo no implica necesariamente el deseo de tener relaciones sexuales. Cada mujer es diferente, tenemos unas preferencias distintas, y esas preferencias pueden cambiar según el momento. Podemos desear la masturbación en solitario o incluso llegar al orgasmo solo con el pensamiento, sin ningún contacto físico. Te puede apetecer mantener relaciones sexuales con tu pareja, pero sin penetración o sin acabar con un orgasmo y ser del todo satisfactorias.
La respuesta sexual femenina no es sota, caballo y rey. Las fórmulas matemáticas no funcionan con nosotras. De esto se dio cuenta otra mujer, la doctora Rosemary Basson. En el año 2000, Basson presentó el ciclo de respuesta sexual «circular» en la mujer, nada que ver con el «lineal».
Me interesa mucho explicarte las conclusiones a las que llegó Basson. Estoy convencida de que te van a aportar comprensión sobre la intuición que ya tienes de tu deseo sexual.
En contraste con la noción lujuriosa del impulso espontáneo que surge de la nada, Basson encontró que sus pacientes —especialmente las que mantenían relaciones sexuales con parejas de largo recorrido— necesitaban más tiempo para excitarse. Aun con deseo de mantener encuentros sexuales, no sentían un deseo físico hasta que empezaban un cierto juego erótico que incluía besos, abrazos y caricias. Según ella, los indicadores que despiertan el deseo femenino no son muy diferentes a los que movilizan el deseo masculino, y el modelo lineal de respuesta sexual se limita a la descripción de las sensaciones fisiológicas dejando de lado elementos fundamentales para alimentar el deseo femenino, como son: la confianza, la intimidad, la capacidad para ser vulnerables, el respeto, la comunicación, el afecto y el placer del contacto sensual. La motivación femenina para llegar a la experiencia sexual tiene que ver con una serie de recompensas, casi nunca vinculadas directamente con el sexo. Ojo, que también somos capaces de conectar únicamente con la sensación más física, el deseo instintivo.
La excitación sexual de la mujer es mental y fisiológica. Puede expresar, o no, una exteriorización genital. Si se da esa manifestación en los genitales, puede traducirse, o no, en un impulso erótico para la mujer. Para acabar, puede haber orgasmo, o no. El orgasmo no es necesario para gozar de forma satisfactoria. Para que todo esto suceda hace falta intimidad.
¿Qué es la intimidad emocional?
La intimidad emocional implica sentimientos de cercanía emocional y conexión con la otra persona, así como el deseo de compartir los pensamientos y los sentimientos más íntimos. Las relaciones íntimas se caracterizan por actitudes de confianza mutua, de cuidado y de aceptación.
La intimidad es un aspecto imprescindible en la esfera sexual, y radica en la capacidad de amar, confiar y cuidar a la otra persona, tanto en el aspecto sexual como en el emocional.
Para tener una verdadera intimidad, una persona tiene que estar dispuesta a asumir riesgos emocionales. La intimidad emocional no se produce de forma espontánea con la actividad sexual, ya que la persona implicada sexualmente puede ser incapaz de compartir sus pensamientos y sentimientos más íntimos o bien decidir no compartirlos.
Estos son los requisitos para cultivar una intimidad saludable:
•Conocerte y gustarte
Tener una buena intimidad contigo misma. Si te gustas y te quieres, reconocerás tus sentimientos y necesidades más íntimas y desarrollarás las herramientas y la seguridad para compartirlos con los demás.
•La confianza
Si existe confianza, te sentirás segura para descubrir tus sentimientos más íntimos sin temer ser rechazada o dañada. La confianza se construye poco a poco, a medida que reconoces que la otra persona se compromete sinceramente en la relación.
•El cuidado
Atender y velar por las necesidades e intereses de la otra persona, sin desatender o dañar tu autocuidado.
•La honestidad
Una actitud y un comportamiento verdaderos. Ser honesta no significa que tengas que explicar con pelos y señales tus relaciones pasadas. Con explicar la verdad necesaria para la relación es suficiente, pues cuenta que la discreción también es importante. Franqueza respetuosa con tu pareja y contigo misma.
•La comunicación
Expresar con claridad y escuchar con empatía. Eliminar las suposiciones, evitar la tergiversación del discurso y la frustración del conformismo, que acaba rompiendo la conexión necesaria para generar intimidad.
En mujeres que viven una relación de pareja estable, el deseo necesita de intimidad. El deseo sexual se expresa como la recompensa a la cercanía, al compromiso emocional, a la unión y a la tolerancia de las imperfecciones de la relación.
Cuando alguno de los requisitos para alimentar la intimidad cojea, el deseo sexual se resiente. Para recuperar el deseo sexual primero tenemos que recuperar la intimidad.
Ya ves, hemos dado un giro de ciento ochenta grados al concepto de deseo y a los factores que lo alimentan. Pero Basson incorpora dos ingredientes más, el contexto y la intención.
■ El contexto, el continente del deseo
El contexto tiene que ver con el entorno en el que se mueve la pareja, todo lo que la envuelve, como si fuese la cáscara de una nuez o el envoltorio virtual de la relación. Define la identidad de la relación y se expresa en el día a día: en sus prioridades, en la forma de relacionarse y comunicarse, en el modo de resolver los conflictos, en sus rutinas habituales. La pareja necesita construir un contexto común que armonice los contextos individuales. Se trata de un proceso de reconocimiento y aceptación respectivo, sin que ninguno de los dos miembros de la pareja trate de imponer su estilo al otro.
El deseo sexual
