Arcoíris Grey 2 - Arcoíris Grey y el ojo de la tormenta

Laura Ellen Anderson

Fragmento

cap

IRIS GREY

¡La primera meteolandesa arcoíris desde hace más de mil años!

Tiene MUCHAS habilidades meteorológicas: los dones arcoíris.

NIM

¡Es un gato nube!

Adora el crumble de estela (¡y las sobras en general!).

A menudo explota y, cuando se recompone, a veces le falta alguna extremidad.

 

NIVO PERMAFROST

Meteolandés de la nieve.

Cuando piensa, le salen copos de nieve de las orejas.

Su asistencia a clase es del ciento dos por ciento.

GOTA DE ROCÍO REMOLINO

Meteolandesa pluvial.

De mayor quiere ser campeona de charcoportación.

Es la capitana del equipo de Mangas Ondeantes de la Academia Celeste.

NEFIA METEORO

Meteolandesa de las nubes.

La mejor detective de Meteolandia.

Tiene una babosa nube que se llama Señor Steve.

ALBACLARA DELIGHT

Meteolandesa solar.

Casi se vuelve rebelde, pero decidió pasar página.

Ayuda a Iris a aprender meteomagia arcoíris.

MAESTRA MOLLINA

Meteolandesa pluvial.

Subdirectora de la Academia Celeste.

Casi nunca sonríe.

LA TÍA NIEBLINA

Meteolandesa de las nubes.

Le encanta organizar fiestas de vainas nebulares.

No se fía de la meteomagia arcoíris.

cap

cap-1

1. La fiesta de vainas de los Von Pompón

Era una tarde soleada de domingo en el Bosque Barómetro, el lugar perfecto para una fiesta de vainas nebulares.

La meteolandesa de diez años Iris Grey y su gran amigo Nivo Permafrost se habían sentado en el tocón de un árbol que había junto a un montón de vainas nebulares; descansaban después de una partida de nubes musicales. Iris había estado a punto de ganar, pero Nim, su gato nube, había estallado y ella había acabado por los suelos: ¡POM!

—Es la novena fiesta de vainas nebulares a la que voy y todavía no he ganado ni una partida de nubes musicales —­se lamentó Iris.

Se apartó la larga melena multicolor de la cara. De tanto jugar, se le había alborotado más de lo habitual.

—Quizá la próxima vez, ¿verdad?

Le hizo cosquillas a Nim debajo del hocico, y el gato ronroneó contento y adoptó forma de corazón.

—¡LA COSECHA DE VAINAS EMPIEZA DENTRO DE DIEZ MINUTOS! —chilló la tía Nieblina.

Era la tía de Iris y los sobresaltó a ambos. El gorrión nube que tenía en el hombro soltó un trino muy estridente.

—¡Faltan diez minutos para que mi QUERIDO Nefelículus se empareje con una criatura nube de por vida!

De pronto, a Nivo le salió un remolino de copos de nieve de la oreja izquierda. Le pasaba siempre que pensaba. Iris los llamaba «pensacopos». Nivo era uno de los meteolandeses nivales más buenos e inte­ligentes que existían, además de uno de los mejores amigos de Iris.

—Me pregunto qué criatura nube le saldrá a tu primo —­comentó, y desenvolvió un sándwich de pepinillos granizados muy bien preparado.

—Supongo que Nefelículus cosechará algún tipo de ave nube —respondió Iris, y le dio un bocado a una ros­quilla eléctrica—. Es lo que cosechan en la familia Von Pompón.

Iris señaló con la cabeza los otros ocho hijos de la tía Nieblina. Todos tenían aves nube posadas en el hombro y todas piaban, graznaban o trinaban.

Ese día el pequeño de los primos de Iris, Nefelículus von Pompón, cumplía un año. Siguiendo la tradición, los meteolandeses de las nubes cosechaban una vaina nebular en su primer cumpleaños. Cuando la arrancaban, de dentro salía una criatura nube diminuta que formaba un vínculo con quien la había cosechado. Juntos aprendían a crear la magia preciosa de las nubes y se unían para siempre.

Las fiestas de vainas nebulares eran muy alegres y en ellas los tíos y las tías se reunían y se ponían al día de los chismes familiares. Para Iris la fiesta de ese año era especial: era la primera vez que veía a muchos parientes desde que su vida había dado un vuelco seis meses antes.

—¡Seguro que todos tus tíos y tus tías quieren que les cuentes los detalles sobre la nueva magia! —dijo Nivo muy sonriente.

—Bueno, CASI todos —respondió Iris—. Mi tío Cirro y mi tía Vafarina se pusieron tan contentos que no paraban de llover. Pero la tía Nieblina… digamos que ahora le caigo aún PEOR.

Nivo soltó un silbido largo.

—Me parece un poco injusto.

—No pasa nada —contestó Iris sonriente con una chispa en el ojo azul y otra en el ojo violeta—. Porque le demostraré que puedo ser una gran meteolandesa arcoíris y proteger la Tierra y el cielo. Y ya verás, ¡también seré una exploradora terres­tre GENIAL!

Levantó el puño con emoción y le salió un enorme chorro de colores que atravesó las copas de los árboles.

Iris hizo una mueca.

—Pero primero tengo que aprender a CONTROLAR la magia —añadió, y se miró el puño con el ceño fruncido.

A pesar de que todos los meteolandeses hacían un tipo de meteomagia (nival, eólica, pluvial, solar, de las nubes o de los rayos y los truenos), Iris había nacido sin magia. De hecho, en la familia de su madre nadie la había tenido. Sin embargo, durante un viaje que había hecho a la Tierra sin permiso, Iris encontró un cristal negro que desató un poder ancestral que el mundo no había visto desde hacía mil años… ¡La meteomagia arcoíris! Resultó que era una meteolandesa arcoíris y eso quería decir que podía controlar todos los tipos de meteomagia. O al menos sabría hacerlo cuando aprendiese a usarla.

La tía Nieblina se acercó a Iris dando grandes zancadas y la miró de arriba abajo con mala cara.

—Cuando Nefelículus tenga que cosechar la vaina nebular, no te muevas de aquí —le soltó—. Quiero que todo salga perfecto, sin que ninguna magia RARA cause algún problema.

—No te preocupes, tía. No haré nada «raro» —dijo Iris meneando los dedos mientras hacía una mueca la mar de gra­ciosa.

La tía Nieblina la miró mal.

—Hmm… Y que ese felino explosivo tampoco se acerque.

Dio media vuelta y regresó al grupo grande de gente; caminaba con mucha pompa, y el gorrión volaba tras ella.

Nivo negó con la cabeza.

—Menudos aires tiene tu tía.

—Ya lo sabes —dijo Iris—. Desde lo de los arcoíris no se fía ni un pelo de mí. Y el pobre Nim NUNCA le ha caído bien.

El gato nube se envolvió alrededor de los hombros de Iris y ronroneó. Nim había nacido con un fallo poco común y estallaba a menudo, por eso era imposible que formase un vínculo con un meteolandés de las nubes o fuera una nube de verdad como las que los humanos veían desde el cielo. Iris lo había encontrado abandonado cuando era un gatito pequeño y no se habían separado desde ese día. Tal vez su vínculo no fuese mágico, pero su vínculo de amor era irrompible.

Una de las primas pequeñas de Iris se acercó muy contenta, dando brincos con su búho nube en brazos. Una joven meteolandesa eólica iba detrás con cara de nervios.

—Hola, Estela —dijo Iris, y saludó con la mano.

—Iriiiiiis, ¿le enseñas los arcoíris a mi amiga Brisa? —le pidió Estela.

El búho nube ululó como si repitiese la pregunta.

Iris negó con la cabeza.

—Lo siento, Estela. Creo que si hago magia ahora tu madre se enfadará conmigo.

—¡Va, porfaaaaaaa…! —insistió Estela—. Mi amiga Brisa dice que tu magia da

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