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¡No es mi pedo!

Prem Dayal

Fragmento

Título

INTRODUCCIÓN

La creatividad es un viaje a lo desconocido, es como salir de casa con entusiasmo y decisión sin tener la menor idea de hacia dónde vas. De hecho, aquel primero de noviembre de 2010 (por casualidad el octogésimo cumpleaños de mi mamá), sentado en una famosa pastelería de Cabo San Lucas, ni de chiste hubiera podido imaginar las consecuencias de abrir una página de Word y titularla: “Mantras mexicanos”.

El problema más grande en el ámbito de la creatividad humana es que nos ponemos límites, y de hecho la idea de escribir un libro, según mi inconsciente, rebasaba mis capacidades; por el contrario, escribir un par de chistes estaba totalmente a mi alcance. Y esto resulta natural si alguien durante toda su niñez se escucha repetir: sé normal, sé normal, sé normal… Se sabe que las personas normales no escriben libros; para ser escritor, actor, director…, se necesita ser una persona especial. Y a pesar de que en toda mi vida los colores de la “normalidad” han sido casi completamente ausentes, desde muy dentro de mí una voz inaudible me decía: Está bien, puede ser que con un librito te la arregles… ¡¿pero un libro?!

Afortunadamente, cuando te atreves a infringir la cerca de la “normalidad”, aun si es sólo para ganar un poquito más de espacio y contar un par de chistes, la brisa de la libertad es tan embriagante que las cadenas de la “normalidad” o de “ser extraordinario” desaparecen en la dichosa realización de ser simplemente “únicos”; y antes de darte cuenta te encuentras tan lejos en el horizonte que incluso empiezas a dudar que aquella antigua cerca alguna vez existiera.

Es así que escribí la primera versión de este libro, y a pesar de tener la sensación de que el viaje había salido bien, no podía imaginar que el destino iba a ser tan benévolo conmigo, que cientos de miles de personas iban a leer y apreciar lo que al principio tenían que ser sólo un par de chistes.

¡Y no sólo esto! De inmediato el libro suscitó el interés de un editor italiano. Esto me puso en frente a la paradoja de tener que traducir el libro a mi lengua madre, lo que me llevó a operar de forma inversa a lo que se hace generalmente, que en mi caso hubiera sido escribir en italiano y traducir al español.

Reportar lo que había escrito en mi idioma originario me abrió otra ventana sobre todo este asunto, y me permitió enriquecer mi narración con el imaginario que había sido típico de mi forma de ver y describir las cosas de la vida desde cuando era niño. Por lo tanto, el libro salió más rico que en la versión mexicana. ¡Oh no!, me dije, no puedo privar al público mexicano, justo en el cual me he inspirado, de la mejor versión del libro.

Además, con el tiempo me di cuenta de algo imperdonable: me había olvidado de mencionar la existencia de un cuarto mantra mexicano.

Enfrentando una fase tardía de la “educación” de mi segundo hijo, le hablaba de la importancia de la disciplina. Si la disciplina que te imponen los demás es una ofensa a tu dignidad, el no ser capaz de darse una disciplina por propia cuenta, por paradoja, es el síntoma de una falta de dignidad. Citándome a mí mismo: “la disciplina que te dan los demás te hace esclavo, la disciplina que te das por tu cuenta te hace libre”. O para decirla como se dice en familia: ¡Saca los huevos, cabrón! Cuando decides hacer algo, lo haces y ya. ¡A Huevo!

Es allí que me fue revelada la existencia del importantísimo y fundamental Mantra del Poder: ¡A Huevo!

¡A Huevo! es el último regalo que el habla mexicana entrega a los “buscadores de la verdad”. Es un mantra de combate capaz de cargar de poder todos los demás mantras. De nada sirve el mantra del desapego ¡Me Vale Madres!; corto se queda el mantra de la purificación ¡A La Chingada!; impotente se encuentra ¡No Es Mi Pedo!, el mantra de la desidentificación; e inalcanzable se vuelve la realización de la ley universal No Hay Pedo sin usar la efervescente energía del mantra ¡A Huevo! Este mantra es un grito de guerra, capaz de enderezarte la espina dorsal y darte el poder de pelear, día tras día, contra los patrones que nos alejan de nuestra inteligencia, contra los hábitos que narcotizan nuestra consciencia. ¡A Huevo! Su simple sonido es como una trompeta militar que te hace brincar de tu cama para recordarte que la vida está en tus manos, que eres libre, que la vida es lo que tú quieres que sea…

… Y aquí es mejor que pare, antes de empezar a escribir la tercera versión del mismo pinche libro.

Con amor,
Dayal

Título

LA GÉNESIS

¿Cómo empezó todo este relajo? No tengo la menor idea. El buen viejo Sócrates decía: “Lo único que sé es que no sé nada”. ¡Si no lo sabía Sócrates, imagínense qué puedo saber yo! Pero hay un chingo de gente que dice saber mucho, y que por lo tanto es mucho más inteligente que yo y que Sócrates (que al final, como compañero de pupitre, no es alguien de quien avergonzarse).

Últimamente aparece a cada rato gente muy poderosa o incluso superpoderosa: hay quien habla con los ángeles; hay quien habla con los muertos, con criaturas del bosque, con extraterrestres, duendes, animales… Y los más afortunados incluso hablan por larga distancia directamente con Dios.

Desafortunadamente, a menudo pasa que esta misma gente, que se encuentra a todo dar hablando con fantasmas, plantas, ovnis, ovinos, bovinos y cualquier tipo de bestias, tiene serias dificultades para comunicarse con sus propios hijos, su pareja o con el güey del valet parking.

Hay quien cree en antiguas mitologías y hasta te sabe dar la dirección y el código postal donde se encuentran el paraíso y el infierno, y quien incluso puede darte el número verde 01800 de atención al cliente del otro mundo, sin hablar de los más afortunados que llegan a tener el celular de san Pedro para intentar sobornos. Hay quien, con calendarios y cálculos astronómicos, te arregla todo el desorden cósmico, y quien conoce fórmulas milagrosas para resolver cualquier problema (si conocen a alguien capaz de hacer que el pelo vuelva a crecer, díganmelo, por favor: estoy dispuesto a convertirme a cualquier religión). Hay quienes sostienen que vienen de otros planetas, y hasta mal te hacen sentir. Tú los encuentras y le preguntas con inocencia:

—Hola, ¿de dónde vienes?

—Vengo de la constelación de Andrómeda.

—¡Ah…! Mucho gusto…. ¿Y tú?

—Yo vengo del planeta Quirón.

—¿Quirón…? ¿Esquina con…?

—Esquina con Neptuno, justo atrás de Saturno, rumbo a Plutón: agarras el nodo lunar este, sales al ascendente escorpión y, cuando te encuentres frente a la seminova Siro 34, da la vuelta a la derechita y al numero π23 raíz de 84. Allí tienes tu casa.

Ahora, con tanta gente que viene de lugares tan especiales, ¿qué esperanza tienes en la vida si vienes… de Toluca, por ejemplo? Hay quien te revela el Secreto; hay quien te lo esconde; hay quien te lo revela, pero sólo si le presentas a tu hermana, y quien te persigue para decírtelo a cualquier costo incluso si tú no lo quieres saber, huyes o lo denuncias a la policía; hay walk in y hay walk out, que nunca se encuentran entre ellos. Hay muchos que se iluminan y, aún, más que se fulminan… ¡Y qué bueno!, porque con todos estos que se iluminan, la gente normal se siente un poco pendeja, pero mirando a los que se fulminan, se sienten mejor y van a festejar en una cantina con los amigos. Hay quien no habla por sí mismo si no escucha las voces de otras entidades o espíritus… y si hay unos de éstos que escriben libros y ganan admiradores, hay otros menos afortunados que terminan en el psiquiátrico. Al final están los “canalizadores”: los que hablan por cuenta de otros que ya murieron o que están por nacer, o que no se sabe quién demonios son. Hay quien te “canaliza” a san Francisco, la Gran Madre, el Gran Hermano, Nostradamus, Nosferatu, Mary Poppins, el Pato Donald, santa Marta, Santa Cruda…

Siempre quise escribir un libro para poner en papel lo que me pasa por la cabeza y los argumentos con los cuales entretengo a mis amigos en talleres y conferencias, pero pónganse en mi lugar: ¿cómo puede escribir un libro que tenga un poco de credibilidad alguien como yo, que es ignorante como el pobre Sócrates, que nunca recibió un telefonazo no digo del arcángel Gabriel, sino tampoco de su secretaria; que nunca tuvo una visión ni de una miserable cucaracha dando un sermón; que no viene de Andrómeda ni de Quirón, sino de un pinche pueblito del sur de Italia; que ha estado mucho más cerca de la fulminación que de la iluminación; que no es un walk up and down… y que, además, ni sabe hablar correctamente el español?

Pero el otro día, caminando por la Condesa (¿no la conocen?: ¡está poca madre!), empecé a escuchar una voz que hablaba en mi cabeza: la primera cosa que pensé fue en ir inmediatamente a consultar a un psicólogo, aunque al oírla bien noté que esa voz me hablaba en mexicano… Mejor dicho, ¡en chilango!, y eso estaba raro, porque yo siempre he pensado en italiano.

“¡Esto es sensacional!”, me dije. “¡Yo también soy un channeler, un canalizador! ¡También recibo mensajes de verdad del más allá! ¡Entonces no soy cualquier pendejo! ¡Soy un pendejo especial!”

Pero, ¿a quién estaba canalizando? ¿A Diógenes? ¿A Pitágoras? ¿A un profeta del Antiguo Testamento? ¿A un sabio del Mar Muerto? No, damas y caballeros: ¡¡¡estaba canalizando al famosísimo Pancho López…!!! “¿Y quién demonios es ése?”, me preguntarán ustedes. Francamente ni yo sé bien quién es: lo descubriremos leyendo. Lo que sospecho es que la sabiduría la encuentras donde menos te la esperas.

Es hora de empezar a escribir.

Título

Las enfermedades son muchas,
la salud es una sola.

OSHO

Título

PRIMERA PARTE
LA ENFERMEDAD

Título

Al principio era el caos

En el principio era el caos… ¿O era el verbo? ¿Todo empezó con una explosión magnética? ¿O con un hoyo negro? ¿Era el alfa o el omega? ¿Quién tocó el Big Bang? ¿O tocaron el yin yang…? ¡Madre de Dios, qué confusión! ¿O hay un Dios con un taller de barro que hace estatuitas, les escupe encima y las avienta al planeta? ¿O fue Con-Tiqui Viracocha, quien apareció de repente en el lago peruano Titicaca con los primeros humanos, esmerándose por crear el Sol, la Luna y las estrellas para iluminar el mundo? ¿O es el chino Pangu que, nacido del Huevo Cósmico (y no de la hueva cósmica, como sostiene erróneamente Pancho López), creó el cielo con la parte superior del cascarón del huevo, y con la inferior la Tierra? ¿O fue el dios babilonio Marduk (y no Mierduk, como dice Pancho López para fastidiar a los babilonios) quien dividió el cielo de la Tierra cortando en dos al monstruo marino Tiamat? ¿O la responsable de todo es la Trimurti, el alegre trío hindú de Brahma, Visnú y Shiva? ¿O son Caín y Abel? ¿O Rómulo y Remo? ¿O pertenecemos al mundo virtual de Matrix…? ¡Ya me siento mareado! ¿O fue a la sombra de las pirámides que el dios solar Atum, nacido del océano primordial Nun, creó con la saliva el vacío Shu y la humedad Tefnut, de donde surgieron la tierra Geb y el cielo Nut (¡puta, esto está complicado!), que a su vez crearon a Isis, Osiris, Neftis y Seth, cuatros simpáticos hermanos de los cuales nació incestuosamente toda la humanidad? ¿O fueron Tepeu y Kukulkán al encargar a Huracán, el corazón del cielo, que creara todo, intentando primero con el lodo, después con la madera y finalmente con el maíz? (¡¿Cómo chingados se le ocurrió intentar con el maíz?!) ¿O se trata de isótopos estables y biomarcadores moleculares que entraron en contacto con ácidos nucleicos, procariotas filogenéticos y biomoléculas ramificadas, que al mezclarlos todos juntos te hacen una sopa primordial que, con un poco de chile y limón, te sabe a eternidad?

Yo no sé cómo empezó todo este desmadre cósmico, pero sí sé cómo empezó mi desmadre personal, que es más o menos el mismo desmadre que ocurre a cuantos se ganan el boleto para subir a este planeta.

Lo cierto es que todos llegamos como expresión de la deslumbrante grandeza del misterio de la existencia. De hecho, mira a los niños de este mundo: todo lo que encuentras en sus ojos es pureza, honestidad, generosidad, confianza, inteligencia, valor, creatividad, sencillez… No hay un niño que no sea completamente noble. Los niños son gente muy bonita.

Después mira a los seres humanos adultos: un grupo de licenciados, profesionistas, señoras, comerciantes, políticos, administradores, policías y amas de casa que lidian con sus vidas, cargados con sus manías, ambiciones, miedos, mentiras, timideces, cálculos, hipocresías… Y te preguntarás: ¿dónde quedó toda esa gente tan bonita que llegó a este mundo? ¿Qué pasó con la humanidad? ¿Cómo sucedió todo este relajo?

Por milenios la humanidad se ha devanado los sesos para hacer luz sobre este enigma y encontrar una solución. A veces, a lo largo del tiempo, hubo unos pocos que se las arreglaron para transmitirnos mensajes que, para nosotros, mentes sencillas e ignorantes, son difíciles de entender. Pero como cada generación tiene su profeta, nosotros también somos bendecidos por la manifestación de este increíble oráculo viviente: Pancho López, que después de habernos ilustrado sobre las causas de tanto desmadre, nos indicará con implacable certeza la medicina suprema, el camino recto para liberar la entera humanidad de las dolorosas garras de la inconsciencia: los sagrados mantras mexicanos.

Título

Del oro al plomo

Todos sabemos que, desde siempre, la humanidad ha sido forjada por padres, maestros y sacerdotes. Lo que, sin embargo, no todos saben es que padres, maestros y sacerdotes son refinados alquimistas que, en sus antiguos laboratorios, a los cuales han dado los nombres bonitos de familia, escuela, gobierno, iglesia o templo, transmiten de padre a hijo los secretos de su arte. Y gracias a milenios de experiencia logran realizar el sueño que miles de alquimistas tradicionales, entre polvos mágicos y alambiques coloridos, han perseguido desde siempre: encontrar la piedra filosofal capaz de transformar… ¿el plomo en oro? No, ellos se las arreglaron para lograr una alquimia al revés: transforman el oro en plomo.

Estos extraordinarios brujos son capaces de tomar a seres inocentes, confiados, puros, sanos, nobles, íntegros y relajados, para transformarlos en neuróticos, pervertidos, enfermos, sádicos, hipócritas, tímidos y llenos de culpa, ambición, celos, envidia, avidez y violencia. ¿No es extraordinario?

Ahora imaginemos que sea verdadera la historia, un poco infantil pero poética, de que un Dios con la barba blanca creó al hombre a su imagen y semejanza, y no al revés, como sostiene Feuerbach.

De hecho, me parece mucho más verosímil que, como dice el filósofo alemán, sea el hombre quien creó a Dios a su imagen y semejanza. Es más, si los burros fueran tan burros como para elaborar una religión, ¿ustedes piensan que aceptarían la idea de un Dios con forma humana? Seguramente creerían en un Dios en forma de burro. Claro, un burro rampante estilo Ferrari, con la melena toda blanca y la cola larga y peluda, flameante en el cielo azul, con una sonrisa irresistible y un rebuzno de tenor… ¡Pero siempre un pinche burro! Muy lejos de una forma humana. A lo mejor los burros habrían elegido la forma humana para representar al diablo, considerando todo lo que los humanos han hecho sufrir a los pobres burros.

Quedémonos nosotros con la bella imagen de este Dios artesano en su taller renacentista… Una especie de Miguel Ángel del barro. Señores, este Dios no es simplemente un artista: este Dios es el más grande artista de todos los tiempos. No es un simple Dios. ¡Éste es un señor Dios! Un artista que produce continuamente toda clase de cosas, ¡y no en serie!, sino al contrario: produce miles, millones, billones, architetramillones de piezas absolutamente únicas e irrepetibles.

Sé que la historia que nos contaron habla de que Dios creó el mundo en siete días, aunque francamente no lo creo posible. Pero ¿cómo? ¿Trabajó sólo siete días? ¡Y ni siete!, porque el último se lo tomó de vacaciones. Y después, ¿qué hizo desde ese entonces? ¿Nada más? ¡Vamos, esto no es posible! ¡Ni siquiera si fumara opio! Y la sospecha de que era un fumador de opio te viene cuando observas el desmadre que ha creado.

Puedo entender que uno, después de una semana de trabajo, se tome un par de días de descanso. Puedo entender que se tome una semana… un mes… Quiero exagerar: ¡un año sabático! Aunque no toda la eternidad. ¿Y qué hace desde ese entonces? ¿Mira televisión por cable? ¿Es un apasionado del futbol americano? ¿Juega videogames? Nunca se vio a alguien tan flojo. Se dice que los artistas son huevones, pero este Dios no es un huevón, ¡éste es el rey de los huevones!

No, no, no se preocupen: no sucedió todo en siete días. Pancho López, que sabe las cosas mientras se abanica por el calor con la sección deportiva del periódico, me asegura que el taller de Dios aún funciona a pleno régimen, y Dios continúa trabajando con el mismo entusiasmo que tenía incluso antes de que hiciera a Adán, a Eva, a la serpiente, al árbol y la manzana.

Imaginemos que un día nuestro amado Diosito se despierta de buenas y decide regalar al mundo una nueva obra de arte. Por lo tanto, toma un poco de barro y en su siempre verde entusiasmo, con toda la entrega, el amor y el genio del que es capaz, con sus manitas santas, crea un nuevo ser humano, le escupe encima con toda su pasión, y lo avienta a este planeta en forma de recién nacido.

¿Alguna vez te has dado cuenta de que tú, así como eres, eres un ser único e irrepetible, de que uno como tú jamás había aparecido desde la eternidad del pasado, y nunca se repetirá en la eternidad del futuro? Sí, sí, piénsalo un momento. Si un pinche artista no hace dos obras iguales, ¡imagínate a Dios, que es el padre de todos los artistas! Dios no hace las cosas en serie. ¡Dios no es la Volkswagen! Y lo siento por los poblanos, pero no vive en Puebla. La única cosa que Dios sabe de Puebla es lo de la batalla, por reminiscencia escolar.

Entonces un bonito día finalmente llega al mundo este bebé.

Cuando llega un recién nacido, la primera preocupación que te viene al mirarlo es: ¿quién es éste? ¡Dios quiera que no sea otro pendejo! Y la preocupación resulta comprensible porque basta con mirar alrededor para entender que el mundo no aguantaría a uno más. No obstante, si miras el asunto a profundidad, ésta es una preocupación por completo inútil, porque no hay niño que no nazca como expresión completa y brillante de la gloria del Dios que lo creó. No hay niño que no lleve dentro de sí todos los elementos que, sacados a la luz, a lo largo de su crecimiento, revelarán cuál es la nota singular e inigualable que Dios quiso agregar para enriquecer la sinfonía del universo. No hay niño que no sea “oro puro”.

Si hay un chingo de pendejos, la responsabilidad no es de Diosito, sino de alguien más. Pero esto lo veremos al ratito.

Ahora, ¿qué cosa haría una sociedad donde los padres fueran simplemente padres, los maestros, maestros, y los sacerdotes, sacerdotes? ¿Qué postura tendría una sociedad evolucionada, humana, inteligente, que vive en el amor y la gratitud por la compasión de Dios, frente a este pedacito de oro puro llegado del más allá?

Probablemente diría: “¡Guau! Mira este nuevo que llegó. ¿Quién sabe quién es? ¡Madre de Dios, qué responsabilidad! ¿Qué cosa podemos hacer nosotros, que somos poderosos, expertos, inteligentes, intuitivos y sensibles a fin de crear las condiciones para que él revele todo su potencial? ¿Cómo podemos individualizar los instrumentos, el territorio y el ambiente apto para que este nuevo ser desarrolle sus talentos particulares, sus características únicas, su exclusiva e irrepetible forma de sentir, de amar y de expresar la gloria de la existencia? ¿Qué podemos hacer para permitir que todo el potencial contenido en este pequeño ser se manifieste en toda su gloria, sin interferir en lo absoluto con el proyecto del Dios que lo creó, honrando de este modo tal regalo que nos ha hecho el Gran Artista, manifestándole así nuestra completa gratitud?”

¡Esto sería fantástico! Y de hecho lo es, en el sentido de que sólo se encuentra en la fantasía. Desafortunadamente para los niños, gracias a nuestros “sabios” alquimistas todos estamos condenados a un destino bien diferente.

Cuando llega al mundo un niño inocente en su forma de oro puro, estos alquimistas, que se llaman padres, maestros y sacerdotes, vienen poseídos por el fuego de su misión y no resisten el impulso de cumplir su magia siniestra: “convertir el oro en plomo”, sacrificando a la criatura inocente sobre el altar de la mentira y del abuso.

Título

La alquimia “Patas Pa’ Arriba”

¿Cómo se produce este milagro de la alquimia “Patas Pa’ Arriba” o “Alquimia al Revés”? Es muy sencillo. Presten atención, porque ahora Pancho López, mientras infla la rueda de la bicicleta, nos revelará los antiguos secretos, para que tú también te vuelvas un pequeño alquimista (al revés) y empieces a practicar.

La primera y fundamental cosa por entender es que los niños no saben nada, y son completamente inocentes y confiados; por lo tanto, puedes aprovechar para hacerles creer cosas que ni un descerebrado creería. Cualquier pendejada que les digas, ellos se la creen, porque confían totalmente en ti. Por ejemplo, tú les cuentas que existe Santa Claus con los renos y el trineo volador, que si se portan bien les traen juguetes, y si se portan mal les traen carbón, y ellos se lo creen; porque no imaginan que uno sea tan hijo de la chingada para inventar ese tipo de historias. Los niños creen en todo. Con nosotros, por ejemplo, se divirtieron al hacernos creer que el paraíso está en el cielo y el infierno, bajo tierra; pero si a un niño se lo dices al revés, que el infierno está en el cielo y el paraíso, bajo tierra, él también creerá lo mismo. Prueba, es muy divertido.

La segunda cosa es entender que los niños no poseen ningún poder: no tienen fuerza física, no saben hablar bien, no tienen tarjeta de crédito, no tienen coche (cuando les va bien, les regalan una pinche bicicletita); son completamente dependientes, no tienen sentido de la orientación, no saben ir en Metro, no conocen la tabla de multiplicar, por lo que los puedes fregar con el cambio… y, sobre todo, no hay nadie que los defienda. Por eso puedes aprovecharte de ellos como quieras, forzándolos a hacer cuanto te dé la gana sin darles ni siquiera explicaciones. Y si no entienden por las buenas, siempre puedes intentar por las malas. Y esto es fantástico, porque te hace sentir muy poderoso. Aun si con tu jefe te dejas humillar como una oveja, al menos con los niños puedes sentirte como un león. ¡Prueba! Hace mucho bien a la autoestima.

Entendidos estos dos principios de base, lo restante es tan fácil como tomarse un vaso de agua. Sólo tienes que estar atento a un par de cositas.

Una vez que logras tener al niño en tu poder, necesitas estar muy atento para contestar de manera precisa a la pregunta que es la base del delicado proceso de alquimia al revés. La pregunta mágica es: este niño, ¿para qué me sirve? ¿En qué cosa quiero convertirlo? ¿En un mexicano? ¿En un alemán? ¿En un católico? ¿En un hindú? ¿En un judío? ¿En un comunista? ¿En un fascista? ¿En un baterista? ¿En un soldado? ¿En un contador? ¿En un doctor? ¿En un refrigerador? ¿En un elevador…? ¿Quiero que tenga afición para la filosofía o las matemáticas? ¿Para el budismo o la Iglesia luterana? ¿Para el Real Madrid, el Milán o el club de Mickey Mouse?

Una vez que contestas a esta pregunta fundamental, sólo debes encontrar la forma de doblegar su naturaleza a tus expectativas y empezar alegremente tu trabajo.

Prácticamente el trabajo del alquimista “Patas Pa’ Arriba” es convertir obras de arte en Volkswagen. ¡Dios te envía a este mundo en forma de Mona Lisa, y ellos te transforman en un pinche Vocho! Si eres afortunado, te vuelves un Jetta, y si te va de pelos te conviertes en un Bora. Buen coche, pero nada que ver con la grandeza de la Mona Lisa.

No piensen que tengo nada contra la Volkswagen; al contrario, reconozco que los alemanes, aparte de unos problemillas que crearon a la humanidad en el siglo pasado, poseen la capacidad de enriquecer el mundo con cosas bellas y funcionales.

Pero no es una cuestión de coches. El objetivo de los alquimistas “Patas Pa’ Arriba” consiste en convertir obras de arte en productos comerciales que uses según tus deseos.

Dios está desesperado. A lo largo de la eternidad, le han destruido su trabajo. Dios está en una crisis total y ya no puede más. ¡Dios va con el psicólogo! ¡Toma el Tafil!

¡¿Y cómo no entender su desesperación?! Es como si Miguel Ángel te pintara la Mona Lisa (que en realidad la pintó Leonardo, aunque para Pancho López no hace ninguna diferencia) y todo feliz te la enseñara, emocionado como un niño en la presentación de la escuela, y tú tomaras un plumón y le dijeras:

—¡Bravo! Pero espera un momentito… Aquí le metemos unos bellos bigotes como los del tío Alonso… Aquí le ponemos un ojo negro que se ve más interesante… Le quitamos un diente… Así se ve más chistosa… Y le cortamos también el pelo pa’ que se vea más ordenada.

Esto es lo que al final terminamos por ser nosotros: Mona Lisas con bigotes, un ojo negro y sin un diente.

Título

De la educación al adiestramiento

Nacimos naturales y espontáneos. Toda la existencia es natural y espontánea. De hecho es justo en la espontaneidad donde se manifiesta la energía creativa de Dios.

El sol espontáneamente se levanta por la mañana en el horizonte; el agua espontáneamente se evapora para formar las nubes; la abeja ve una flor y espontáneamente se le acerca para chupar el néctar; el león ve pasar a la gacela y espontáneamente le brinca y se la come; el perro ve pasar a la perra y espontáneamente le brinca encima y se la coge... ¡Todo es divino!

Y para nosotros es lo mismo: somos parte de esta grande y divina espontaneidad: cuando algo te alegra, la sonrisa de Dios se asoma en tus labios; cuando algo te duele, las lágrimas de Dios afloran en tus ojos; si algo te enfada, el rugido de Dios brota de tu garganta, y si algo te gusta, la canción de Dios recorre todas las células de tu cuerpo. Todo es espontáneo, único, irrepetible.

Sin embargo, la espontaneidad no le gusta a la sociedad, porque si tú eres espontáneo, ¿cómo hacen para controlarte? Para que la sociedad te controle necesitas ser predecible, no espontáneo. Este Diosito ya nos hizo a uno diferente del otro, y si además de esto te permitieran mantener intactos los rasgos divinos que se expresan a través de la espontaneidad, ¿cómo podrían alguna vez controlarte? Por eso los alquimistas “Patas Pa’ Arriba” hacen cuanto pueden para destruir tu unicidad, tu individualidad y tus rasgos divinos, a modo de transformarte en un fenómeno de masa. A este proceso lo llaman educación.

Vista desde este ángulo, la educación parece más un anatema que una oportunidad, aunque en origen la palabra no era tan fea como parece ahora.

La palabra “educar” viene del latín educere, que significa llevar a la luz lo que está escondido dentro. O sea: un ser adulto que ayuda a un ser joven a descubrir quién es. ¡Fabuloso! A mí me encantaría ser educado. Me encantaría encontrar a alguien más experto, más maduro, más fuerte, más poderoso y más rico que yo, que me guiara para saber quién soy, que me ayudara a descubrir mis talentos, a realizarlos, y me apoyara para buscar y cumplir mi destino.

Educere, “educar”: ¡qué bonita palabra! ¡Y qué bonito significado tenía originalmente!

No obstante, los famosos alquimistas “Patas Pa’ Arriba”, para convertir el oro en plomo, cambiaron un poquito el sentido de esta antigua y noble palabra latina, transformando la “educación” en el “manual de adiestramiento del pastor alemán”.

Si lo piensan bien, más que educados nosotros somos adiestrados. Sé que parece un poco fuerte como afirmación, pero nuestro Pancho López (mientras saborea en la calle el quinto y delicioso taco de carnitas en el puesto de su amigo Ponchito, también conocido como el Tlacuache) nos ofrece una demostración inapelable del asunto.

Cualquiera con la experiencia de haber criado un animal doméstico o de granja sabe que existe un sistema infalible para educar a un animal: el método de castigo y recompensa. “Si haces pipí en la cajita, te doy una bella galletita, y si te cagas en la alfombra te doy una patada y te tiro por la ventana”; “si tiras de la carreta, te doy una zanahoria, y si no lo haces, la zanahoria te la meto donde tú sabes”. Castigo y recompensa.

Ahora Pancho López, batallando con un palillo contra un pedacito de carne que se le quedó entre los dientes, nos pregunta:

—¿Y tú, cómo fuiste educado?

De la misma manera, obviamente: “Si me traes buenas calificaciones, te compro el iSmartphone 35 color oro, y si me las traes malas, te chutas el pinche celular color caca de tu abuela”; “Si te portas bien, te vas al paraíso, y si te portas mal, te vas al infierno”. Castigo y recompensa.

Ahora, disculpen: si usamos el mismo método educativo para educar a animales y humanos, ¿por qué después nos maravillamos si nos salen humanos que se portan como animales?

La paradoja es que los animales, como padres, son, por mucho, mejores que los humanos; por ejemplo, no hay animal tan inhumano que considere a sus hijos como una inversión para su futuro. Hay gente que dice: “No sabes, nos sentíamos solos y decidimos hacer un hijo”. Pero ¿cómo? ¿Te sientes solo y haces un hijo? ¡Mejor cómprate un perro! De esta forma el pobre niño nace ya con un anatema sobre la cabeza: servir de compañía a los viejitos. Prácticamente, aún le falta nacer y ya está jodido.

En el mundo animal, cuando cualquier especie se reproduce, los padres adaptan por completo su vida a las exigencias del cachorro hasta que éste se convierte en un individuo maduro e independiente. Este proceso nunca falla. De hecho, todos los animales se vuelven perfectamente maduros. No hay en el mundo un solo pinche perro, jirafa o jabalí que no alcance la suficiente madurez para enfrentar con dignidad su vida por lo que es, y aceptarla en todas sus facetas. No es que entre los jabalíes haya uno que diga: “No, este jabalí se quedó infantil, necesita ir al psicólogo”.

Sin embargo, los padres de los seres humanos hacen exactamente lo opuesto que los del jabalí: mientras que los padres del jabalí adaptan sus vidas a las exigencias de los hijos, los humanos adaptan la vida de los hijos a las exigencias de los padres. Por eso no hay ser humano que madure como un jabalí… Además de que no hay jabalí que tenga al padre en rehabilitación en doble A y a la madre en terapia… Y esto, debemos admitirlo, es una ventaja para el jabalí.

La verdad es que nuestro modelo educativo no tiene como objetivo volvernos maduros e independientes, sino amoldarnos en función de las expectativas de la sociedad acerca de cada uno de nosotros. A nadie le importa quién eres; a nadie le importa qué cosa haya hecho Diosito. Por el contrario, el trabajo de los alquimistas “Patas Pa’ Arriba” consiste en sofocar todo lo que haya en ti de natural, para sustituirlo con las ideas, los conceptos, la moral y los dogmas según las tradiciones de nuestros padres; tomar cuanto haya hecho nuestro amado Diosito, que evidentemente está completamente equivocado y no sabe lo que hace, pasárselo por el arco de triunfo y reemplazarlo con ideas arbitrarias dictadas por los deseos, las expectativas, los miedos y los prejuicios colectivos de la sociedad a la que perteneces… Obviamente cada padre está también en libertad de agregar un marco particular sobre sus propias criaturas: el así llamado “marco de familia”.

Si quieres practicar con éxito el arte de la alquimia “Patas Pa’ Arriba”, necesitas tener un poco de paciencia y dedicación, porque al principio los niños tienden a resistirse. No te desanimes ante las primeras dificultades, porque si se oponen a tu arte alquímico, aún hay métodos comprobados para enseñar a los infantes cualquier tipo de barbaridad que te guste. Éstos son los reproches, la manipulación, la mentira, la seducción, la culpa, el miedo, el chantaje, las amenazas, el descuido, los golpes, la tortura, la reclusión… Siguiendo estos métodos tradicionales tú también podrás, como los adiestradores de perros, transformar a seres humanos libres y orgullosos en obedientes fenómenos de circo.

Y no te preocupes si temes que alguien critique tu obra, porque lo “lindo” de todo esto es que cuando eres niño, nadie te defiende.

Es como les pasó a las mujeres cuando eran tratadas como esclavas. Ellas tuvieron que esperar hasta el siglo pasado para lograr una paridad de derechos que constituyó el advenimiento de una auténtica primavera en la evolución humana. Y esto en el mundo occidental, porque en Oriente, desafortunadamente, es todavía pleno invierno. No te preocupes, porque para los niños esta primavera de la conciencia se encuentra todavía muy lejos de llegar. En todo el tercer mundo, por ejemplo, los niños son esclavos para todos los efectos. Y en el mundo occidental debimos esperar a un educador judío de nombre impronunciable, muerto en el campo de concentración de Treblinka, para tener una carta de los derechos de los niños: Janusz Korczak. A pesar de este mártir de la niñez, en mis tiempos aún se usaban en las escuelas castigos corporales y humillaciones. Ahora es impensable, al menos en el mundo “civilizado”. Pero la práctica de golpear a los niños con cinturones, palos, chanclas, escobas, cables de electricidad, o cualquier objeto que te quede a la mano, es todavía muy, muy común entre las familias contemporáneas, en especial en las áreas en vías de desarrollo. De los participantes en mis talleres, 70% fue víctima de violencia en su niñez, algunos con una frecuencia diaria. Y no estoy hablando de familias especiales, sino absolutamente “normales”; gente religiosa y temerosa de Dios que te encuentras el domingo, toda elegante, chismeando en cualquier iglesia o templo de cualquier ciudad.

Aunque golpear a los niños sea una costumbre muy común, yo no me resigno ante el absurdo de que por parte de la sociedad no exista una posición firme contra semejante crimen. Piénsalo bien: ¡es absurdo! Si en la calle ves pasar a un güey, y de pronto te quitas el cinturón y lo agarras a cinturonazos, el güey te denunciará y tú irás a la cárcel, ¿correcto? Y si cuando sales de la cárcel vas a buscar al mismo güey y lo agarras a cinturonazos otra vez, te darán una condena mayor por reincidente, ¿cierto? Y si un par de veces a la semana esperas siempre a que el mismo piche güey baje de su casa para agarrarlo a cinturonazos, ¡¡¡te mandarán al manicomio!!! Ahora, dado que por estadística la costumbre de golpear los niños está presente entre 80% de las familias de todo el mundo, ¿se dan cuenta de que casi la totalidad de la población mundial pasó una niñez entre gente que debía estar en la cárcel o el manicomio? ¡¿Y luego nos sorprendemos de que la humanidad esté tan jodida?!

La paradoja es que los niños no sólo deben sufrir a esta banda de locos que se pelean, se mienten, se traicionan, se contradicen, se insultan y los torturan de varias formas, sino que también deben respetarlos. La pena: el infierno.

Oh sí, queridos amigos, ésta es una de las tantas astucias de los alquimistas al revés. Entre los mandamientos, de seguro has notado uno que parece inocuo y totalmente legítimo: “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Pero, disculpa, ¿qué clase de mandamiento es éste? Si tu padre es un bruto que te agarra a madrazos, y tu madre una cobarde que no te sabe defender, ¿por qué tendrías que honrarlos? Mejor llama a la policía.

¡Y no le eches la culpa a Dios por haber puesto un mandamiento tan absurdo! Él fue forzado, por su gran compasión hacia Moisés, a crear todos estos mandamientos. Y dado que Moisés tenía muy poco tiempo porque estaba en busca de algo que le habían prometido, Dios tuvo que inventar estos mandamientos presionado por las carreras. Y con prisa, ya se sabe, las cosas no salen bien. Las cosas no fueron como nos las contaron y por eso nuestro guía Pancho López (mientras intenta recordar dónde estacionó la bicicleta) nos contará “la verdadera historia de los mandamientos”.

Título

La verdadera historia de los mandamientos

La verdadera historia es que Dios, al principio, tenía un solo mandamiento, y éste no era para el pueblo judío, sino para los babilonios y los egipcios. Este único mandamiento era: “No desearás a la mujer del otro”.

El asunto era que estos dos pueblos se la pasaban a toda madre, pero tenían un problema: cogían como conejos, sin respetar quién era de quién; nunca se sabía de quién eran los hijos y por eso, entre el

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