Sana tu pasado para manifestar tu futuro

Anna Kress

Fragmento

Índice

Índice

Introducción

1 Deshazte de la positividad tóxica para aceptarte a ti mismo y a tus emociones

2 Comienza a preguntar, confiar y decir sí al Universo

3 Hazte amigo de tu sistema nervioso para una manifestación exitosa

4 Libera el estrés y los bloqueos emocionales que te impiden alcanzar tus objetivos

5 Reparentalízate para lograr un estilo de apego seguro

6 Descubre lo que tu niño interior desea que manifiestes

7 Resuelve conflictos internos relacionados con tus objetivos

8 Actúa para favorecer tus objetivos sin perseguirlos

9 Acoge las emociones positivas para tener nuevas posibilidades

10 Encarna ahora a tu yo del futuro

Agradecimientos

Notas finales

Introducción

El dilema es que el trauma

no resuelto nos fuerza a repetir

nuestras acciones pasadas.

No se nos ocurrirán fácilmente

posibilidades nuevas y creativas.

DOCTOR PETER A. LEVINE, Curar el trauma

Quizás elegiste este libro porque escuchaste hablar de la manifestación y te preguntas si realmente es posible hacer realidad tus sueños y deseos. Si tuviste un pasado complicado o traumático, puede que te cueste aceptar esta idea. Después de todo, es difícil creer que puedes influir de forma positiva en tu realidad cuando tuviste experiencias dolorosas y desalentadoras. Incluso puede que, para empezar, te preguntes por qué te ocurrieron cosas malas. Como psicóloga, mi papel es decirte que no ocasionamos ni atraemos nuestros traumas. El trauma es devastador y no es nuestra culpa. No podemos elegir nuestro pasado. Sin embargo, sí tenemos la capacidad de liberarnos del dolor emocional que hemos estado cargando y de cambiar nuestro futuro. Ahí es donde entra la manifestación.

Yo la descubrí cuando era una adolescente que vivía en la pobreza de un barrio complicado. De niña, a principios de la década de los ochenta, mi padre luchó para conseguir instaurar la democracia en Polonia como activista del movimiento Solidaridad. Acabaron arrestándolo y lo retuvieron como prisionero político. Unos años después lo liberaron y buscamos asilo en un campo de refugiados en Alemania. Cuando yo tenía siete años, vinimos a Estados Unidos como refugiados políticos. Tuve que aprender el idioma rápidamente y adaptarme a la dura realidad de la vida en los barrios pobres de la ciudad. Decir que fue demasiado sería quedarme corta.

Cuando llegué a la adolescencia, sentía que no había esperanza y estaba cansada de vivir en modo supervivencia, preguntándome cuándo podría salir a la superficie a respirar. Fue entonces cuando una de mis amigas se mudó a una próspera e idílica zona residencial a las afueras de la ciudad y empecé a visitarla los fines de semana. No podía creer lo distinta que era su nueva realidad. Prácticamente no había delitos, no pasaba nada y, por supuesto, no todo era pavimento. Hasta entonces, pensaba que las calles llenas de árboles y con vallas blancas solo existían en las películas. Las diferencias entre su entorno y el mío no podían ser más obvias. Ella tenía áreas verdes, escuelas con recursos, seguridad y oportunidades. Y lo más importante: había una pequeña librería de viejo. Allí fue donde me enamoré de los libros de crecimiento personal y conocí la manifestación.

Descubrir que podía establecer objetivos y trabajar para manifestarlos me otorgó una sensación de control. La nueva vida de mi amiga me mostró lo que era posible, y las enseñanzas y prácticas de la manifestación me ofrecieron un camino para llegar a ello. Me percaté de que cuando al fin se nos da la posibilidad de experimentar autonomía, podemos ser optimistas y resilientes incluso antes de que cambie nuestra situación. Las imágenes positivas del futuro pueden hacernos avanzar. Esto fue a la vez reconfortante y embriagador. Cada día establecía intenciones, visualizaba, escribía afirmaciones y guiones, meditaba, trabajaba en mi actitud mental y emprendía acciones colmadas de inspiración. Se sentía como un atajo secreto y deshonesto para lograr la vida que deseaba. Era sencillo y divertido, y funcionó. Mi vida comenzó a cambiar milagrosamente. Empezaron a aparecer coincidencias y oportunidades. La vida se volvió más sencilla. Por lo general, las cosas me salían bien. Los objetivos que visualizaba solían cumplirse. La gente me respondía de forma distinta. Por ello, durante años me subí al carro de la manifestación.

No obstante, todo lo que sube tiene que bajar. Fue durante mi etapa como investigadora posdoctoral en la Universidad de Princeton cuando comencé a luchar con las creencias y prácticas de la manifestación. Tras años de estudiar la espiritualidad en mujeres con problemas de fertilidad para mi investigación de tesis doctoral, resultó que yo misma me encontraba en esa misma situación. Abordar la confianza en el Universo era una cosa, pero ponerla a prueba tan poco tiempo después parecía una cruel broma cósmica.

Me sentía perdida, y la manifestación —tal como yo la entendía— me resultaba dolorosísima y fuera de mi alcance. Pensar de forma positiva se volvió imposible cuando mi actitud mental cuidadosamente elaborada empezó a desmoronarse y a mi sistema nervioso ya no le parecía bien eso de sentarme a visualizar. Entonces me di cuenta de que necesitaba un método más sólido para manifestar, uno que integrara la psicología y pudiera ayudarme a superar mi bloqueo emocional.

En este libro te compartiré algunas de mis propias debilidades con respecto a la manifestación —principalmente relacionadas con tratar de forzar las cosas por los motivos incorrectos— y la forma en la que logré desarrollar la actitud abierta, relajada y llena de confianza que tengo hoy. Te guiaré por un proceso de tres pasos que he utilizado en mí misma y en mis clientes para desbloquear emociones y comenzar a manifestar con éxito… aunque hayas sufrido algún trauma.

Comprender el trauma

Los bloqueos emocionales surgen por emociones no procesadas (o atrapadas) que nos mantienen estancados y evitan que hagamos o tengamos aquello que realmente deseamos en la vida. Podemos tratar de anularlos con fuerza de voluntad, esquivarlos con la espiritualidad o superarlos. Sin embargo, al final tendremos que enfrentarlos si queremos cambiar las cosas en un plano más profundo. A lo largo de mis años como terapeuta especializada en trauma, mi actitud hacia la manifestación se ha ido suavizando y agudizando a la vez. Descubrí que superar los bloqueos emocionales que interfieren en la manifestación puede ser un proceso seguro y fluido cuando se considera el trauma. Al curar y liberar las emociones estancadas, podemos comenzar a confiar en la manifestación y abrirnos a nuevas posibilidades. En ese camino, también puse a prueba algunas creencias y prácticas perjudiciales y me propuse abogar por un enfoque con responsabilidad psicológica que tuviera en cuenta la salud mental, la diversidad y el trauma.

El trauma está causado por acontecimientos dolorosos que superan nuestra capacidad para afrontarlos, perturban nuestro funcionamiento y suelen tener consecuencias negativas a largo plazo para la salud física y mental. Existen distintas formas de trauma, y todas ellas pueden influir en nuestras creencias sobre si es posible o seguro visualizar lo que deseamos.

La forma más conocida de trauma es el trastorno por estrés postraumático (TEPT). Al TEPT a veces se le denomina shock traumático, porque hace referencia a la presencia de síntomas tras haber sufrido un acontecimiento aterrador o abrumador, como un acto de violencia, un accidente automovilístico, un desastre natural o una muerte.

El trastorno por estrés postraumático complejo (TEPT complejo), también llamado trauma complejo, es una forma de trauma igualmente grave con la que puede que no estés tan familiarizado. Esta hace referencia a la presencia de síntomas tras haber experimentado un trauma prolongado y recurrente. El TEPT complejo suele originarse en traumas y estrés crónico durante la infancia. Por ejemplo, cuando los menores se enfrentan a situaciones adversas.

La investigación pionera sobre los efectos negativos en la salud física y mental por experiencias adversas en la infancia (EAI)1 ha identificado diez de ellas:

  1. Maltrato emocional
  2. Maltrato físico
  3. Abuso sexual
  4. Negligencia emocional
  5. Negligencia física
  6. Pérdida de los progenitores (por separación, divorcio o fallecimiento)
  7. Violencia doméstica
  8. Familiar con adicciones
  9. Familiar con enfermedad mental
  10. Familiar en prisión

Además de las categorías de las EAI, los terapeutas han evaluado el impacto de muchos otros eventos traumáticos, por ejemplo, el hecho de que uno de los progenitores sufra TEPT o TEPT complejo, que la madre haya padecido depresión posparto, la carencia de seguridad emocional en la familia, la falta de respeto de los límites por parte de los familiares, haber tenido que competir con los hermanos por una atención limitada de los padres, haber crecido en un ambiente de pobreza extrema, haber sufrido lesiones graves o sido testigo de violencia, discriminación o acoso recurrentes, rechazo crónico, vergüenza o desprecio y haber vivido con cuidadores con características de trastorno límite de la personalidad o narcisista.2

Cuando el trauma complejo surge en la infancia, también suele llamársele trauma del desarrollo. Si nuestros cuidadores no son capaces de cubrir nuestras necesidades de sentirnos considerados, seguros y reconfortados, podemos desarrollar un estilo de apego inseguro, al cual a veces se le conoce como trauma de apego. De igual forma, el trauma complejo puede ocurrir en la edad adulta tras vivir, de manera recurrente, experiencias estresantes, tales como violencia doméstica, cautiverio prolongado, trauma de los refugiados y racismo sistémico.3 El trauma complejo que se transmite de generación en generación se denomina trauma intergeneracional, trauma heredado o cargas del legado. Se dice que las personas que sanan y forjan un nuevo camino que pone fin a esto son quienes rompen los ciclos.

Existe otro tipo de trauma del que me gustaría hablar, ya que puede ocurrir dentro de las comunidades que practican la manifestación: el trauma religioso. Desafortunadamente, hay algunos maestros espirituales con gran carisma que embaucan a los recién llegados a los que toman desprevenidos y los adoctrinan para que se adhieran a unos sistemas de creencias dañinos. Aunque el abuso espiritual y los cultos superan el alcance de este libro, en el capítulo 9 expondré algunas señales de alerta que deben considerarse para evaluar si una creencia, práctica o maestro de cualquier manifestación espiritual son perjudiciales.

Además de ayudarte a identificar el abuso espiritual, gracias a este libro podrás entender la manifestación en relación con el trauma al reconocer que las condiciones sociales lo perpetúan y bloquean el acceso a recursos y oportunidades. La opresión es omnipresente y adopta muchas formas. Tener privilegios no debe confundirse ni presentarse como la capacidad de manifestar, así como la marginación y la falta de privilegios no son indicadores de lo contrario. Culpar a las personas de las injustas circunstancias que viven es abusivo y retraumatizante. Para estar informados sobre el trauma, tenemos que hablar intencionadamente de él y ser sensibles al impacto que puede tener.

Por ejemplo, aunque algunos terapeutas especializados en trauma siguen haciendo la distinción entre el Trauma con mayúscula y el trauma con minúscula, esto puede conducir a un error. Las experiencias adversas, antes denominadas traumas con “t” minúscula, como sentirse incomprendido de forma crónica o como si nunca pudiéramos estar a la altura de las expectativas de unos padres narcisistas, pueden ser tan perjudiciales para nuestro funcionamiento y nuestra neurobiología como el trauma que pone en peligro nuestra vida. La exposición repetida a la angustia emocional puede parecer imposible de manejar, sobre todo si no disponemos de alguien que nos apoye y nos ayude a regular nuestro sistema nervioso y amortiguar el estrés. La expresión “muerte por mil cortes” refiere al hecho de que las heridas constantes pueden irse acumulando. Cuanto más desregulados e indefensos nos sintamos en determinada situación, será más probable que la experimentemos como un trauma. La realidad es que el trauma no depende del evento, sino de nuestra respuesta interna y los efectos negativos a largo plazo en el cuerpo y la mente. Muchas personas que han padecido lo que antiguamente se conocía como trauma con “t” minúscula tienen síntomas que no comprenden y, en consecuencia, se culpan por ello. No se identifican como supervivientes de un trauma y no se sienten con el derecho a buscar ayuda. Es vital aceptar que no debemos juzgar qué traumas son relevantes y merecen nuestra atención, porque lo que en verdad importa es la forma en la que estos nos afectan.

Cómo podría estar afectándote el trauma

A pesar de sus diferencias, todos los traumas tienen características básicas en común. La pionera experta en trauma, la doctora Janina Fisher, las denomina “el legado vivo del trauma”.4 Como el estrés provocado por las experiencias traumáticas desactiva las áreas relacionadas con la memoria verbal en el cerebro, es posible que solo recordemos fragmentos del suceso o no nos demos cuenta de que nuestro cuerpo está recordando cuando tenemos una fuerte reacción emoc

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