Prólogo de Sandra Merrill Covey
Al terminar el torneo de basquetbol de nuestro hijo, fuimos a verlo con otra de las mamás. Ella dijo: “Me sorprende que su esposo haya estado aquí durante casi todo el juego de Joshua. Sé que siempre está ocupado, escribiendo, dando consultoría, viajando. ¿Cómo puede hacerlo?” El primer pensamiento que me vino a la mente fue que él tiene una gran esposa y asistente de tiempo completo. Pero poniendo eso aparte, contesté: “Para él es su prioridad”. Y así es.
Stephen una vez dijo a un grupo de altos ejecutivos: “Si su compañía estuviera a punto de derrumbarse, harían lo que fuera por salvarla. De alguna manera encontrarían cómo. La misma razón aplica a su familia”. La mayoría de nosotros sabe qué necesitamos hacer, pero ¿queremos hacerlo?
Stephen y yo tuvimos infancias felices y queríamos lo mismo para nuestros hijos. La vida era mucho más sencilla entonces. Todavía recuerdo las largas noches de verano cuando niña jugando con todos los niños del vecindario: bote pateado, escondidas, carreras de relevos, etc. Nuestros padres nos miraban desde el patio de la casa o sentados en la puerta, platicando y compartiendo. Con frecuencia, mi mamá y mi papá caminaban de la mano a la heladería de Fernwood por un cono doble. Como niños, nosotros nos tirábamos en el pasto fresco y verde, y observábamos las nubes haciendo figuras en el cielo. En ocasiones, dormíamos fuera en las noches de verano, después de ver maravillados millones de estrellas en la Vía Láctea. Ésa era la imagen en mi mente, el ideal de una familia feliz y segura.
Stephen y yo a menudo discutíamos la clase de hogar y vida familiar que queríamos crear. Conforme nuestra familia creció y nuestras vidas se fueron volviendo más ocupadas y más complicadas, nos dimos cuenta de que las familias exitosas no se dan así nada más. Se requiere de toda la energía, el talento, el deseo, la visión y la determinación que se puedan reunir. Las cosas que realmente importan necesitan tiempo, pensamiento, planeación y prioridades. Se tiene que trabajar en ello y hacer sacrificios; se tiene que querer y pagar el precio.
Las personas con frecuencia me dicen: “Tú tienes nueve hijos. Qué maravilla. Seguro que tienes paciencia”. Nunca pude seguir esa línea de razonamiento. ¿Por qué tenía que tener paciencia sólo por tener nueve hijos? ¿Por qué no podía ser una maníaca demente? O me decían: “Si tienes tantos hijos, supongo que uno más ya no importa”. Dicen eso porque nunca tuvieron uno más.
Criar una familia grande ha sido un trabajo difícil. Yo quería que la vida fuera sencilla, como yo la recordaba de mi infancia, pero Stephen seguía recordándome que nuestra vida juntos nunca sería así. Era más complicada. Había más presiones. El mundo había cambiado. Aquellos días se habían ido, pero todavía pueden recordarse y atesorarse.
Mientras Stephen estaba forjando su reputación como consultor, conferencista y autor, tenía que viajar mucho. Esto significaba planear con anticipación para no perderse eventos importantes como juegos de futbol, presentaciones escolares y bailes de estudiantes. Cuando no estaba, llamaba todas las noches para hablar con cada uno de los chicos y tocar base.
“Alguien conteste el teléfono”, se oía. “Seguro es papá de nuevo. Yo hablé con él anoche. ¡Es tu turno!” “Ay, dile que llame de nuevo cuando termine la película.” “¿Qué no hay respeto?”, nos preguntábamos.
Cuando estaba en casa, estaba totalmente ahí. Era con mucho una parte de sus vidas y estaba tan involucrado con ellos que no creo que recuerden que viajaba tanto. Stephen siempre ha sido un buen escuchador, un alumno continuo y un estudiante perpetuo. Siempre está haciendo preguntas, hurgando en el cerebro de las personas como si quisiera devorar lo último del pavo del Día de Gracias, esperando escuchar opiniones diferentes a las suyas. Él valora las diferencias. Lo admiro por tratar de hacer lo que dice. Verdaderamente trata de vivir todos los principios que enseña y en los cuales cree. Esto no es fácil. Es un hombre sin mañas. Tiene un sentido poco común de humildad que toca, cambia y suaviza su corazón, que me hace querer ser como él.
Es un idealista (lo cual es una bendición y una maldición). Su idealismo me inspira y motiva, así como a las personas que enseña y a nuestros hijos; nos hace querer lograr y superarnos. También es un luchador, como lo soy yo (y como la mayoría de nosotros lo somos).
Cuando intentamos vivir en lo que creemos, luchando pero moviéndonos en la dirección correcta, nuestros hijos por lo general aceptarán nuestros valores. Nuestros corazones e intenciones son buenos, tenemos la visión y el deseo, pero con frecuencia lo arruinamos. Su temperamento puede ponernos en una situación comprometedora y nuestro orgullo nos mantiene ahí. A menudo nos salimos del camino, pero siempre estamos regresando.
Recuerdo una experiencia que tuve cuando nuestra hija mayor, Cynthia, tenía tres años. Acabábamos de mudarnos a nuestra primera casa, una casita pequeña, nueva, con tres recámaras, nos encantaba. Disfrutaba mucho decorándola y trabajaba duro para que fuera acogedora y atractiva.
Mi club de literatura se iba a reunir ahí y me pasaba horas limpiando para que se viera perfecta. Estaba ansiosa de mostrársela a mis amigos, esperando dejarlos impresionados. Acosté a Cynthia y pensé que estaría durmiendo cuando entraran a verla; notarían, desde luego, su hermoso cuarto con su colcha amarilla brillante y las cortinas a juego, y los divinos animalitos que yo había hecho y colgado en las paredes. Pero cuando abrí la puerta para mostrar a mi hija y su habitación, descubrí con sorpresa que se había levantado de la cama, había sacado todos sus juguetes y los había regado por el suelo. Había sacado también toda la ropa de los cajones y la había tirado en el piso. Había sacado los rompecabezas y los crayones, ¡todavía estaba pintando con éstos! Su cuarto era un desastre. Parecía como si hubiera pasado un tornado. En medio de todo esto, me miró con una sonrisa traviesa y me dijo dulcemente: “Hola, mami”.
Yo estaba furiosa porque me había desobedecido y se había bajado de la cama; estaba molesta de que su cuarto estuviera revuelto y que nadie hubiera podido ver lo divino que lo había decorado; y estaba enojada de que me había puesto en esta situación vergonzosa frente a mis amigos.
Le hablé muy cortada, espontáneamente le di unas nalgadas y la puse de nuevo en la cama con la advertencia de que no se volviera a levantar. Su labio inferior empezó a temblar. Se quedó pasmada ante mi respuesta y los ojos se le llenaron de lágrimas. Empezó a llorar, sin entender qué había hecho mal.
Cerré la puerta e inmediatamente me sentí terrible por haber exagerado. Estaba avergonzada de mi comportamiento, me di cuenta de que era mi orgullo, no sus acciones, lo que me habían puesto así. Estaba enojada conmigo misma por una respuesta tan inmadura. Estaba segura de haberle arruinado la vida para siempre. Años después le pregunté si recordaba el incidente y suspiré con alivio cuando me dijo que no.
Si me enfrentara a la misma situación hoy, creo que mi respuesta sería reír. “Para ti es fácil decirlo”, responden mis hijas que luchan con sus hijitos. Pero lo que una vez pareció importante para mí ha cambiado y madurado.
Todos pasamos por etapas. Preocupación por las apariencias, causar buenas impresiones, ser populares, compararnos con otros, tener ambición desenfrenada, querer hacer dinero, esforzarse por ser reconocido y notado, y tratar de establecerse uno mismo, todo esto desaparece cuando crecen las responsabilidades y el carácter.
Las pruebas de la vida nos refinan. Las amistades genuinas nos sostienen. Ser genuino, tener integridad y enfrentar los problemas nos ayuda a alcanzar las cosas, hacer una diferencia, tocar una vida, ser un ejemplo, hacer las cosas correctas. Vuélvase motivado al luchar por convertirse en una persona mejor.
Las luchas son continuas. Después de criar nueve hijos, creo que estoy apenas comenzando a tener algo de perspectiva. Muchas veces lo arruiné, perdí los estribos, tuve malos entendidos, juzgué antes de entender, no escuché y actué sin sabiduría. Pero también intenté aprender de mis errores. Me disculpé, crecí, cambié mis valores, reconocí etapas de crecimiento, no exageré, aprendí a reírme de mí misma, tuve menos reglas, disfruté más la vida y me di cuenta de que criar hijos es difícil, física y emocionalmente. Es agotador, pero también recompensante. Por las noches llega una a la cama totalmente exhausta y como decía Scarlett O’Hara: “Mañana será otro día”. Hay que ser la mitad de inteligente de lo que tu niño te cree y la mitad de tonto de como tu adolescente te ve.
Por medio de todo esto he aprendido que ser padre es básicamente una vida de sacrificio. Tengo un cuadro en mi cocina que me recuerda: “La maternidad no es para cualquiera”. Junto con sus hijos uno pasa por lecciones y prácticas, ballet y dentistas, lágrimas y berrinches, edades y etapas, traumas y triunfos, tareas, modales en la mesa, pubertad, acné, amores de adolescentes, licencias para conducir, peleas y bromas.
Pero al final (como en el parto) uno no recuerda el dolor. Se recuerda sólo la alegría de ser padre, de preocuparse y sacrificarse por ese maravilloso hijo o hija al que se ama con toda el alma. Se recuerdan sólo las expresiones de los hijos a través de los años, cómo se veían con ese vestido especial; su orgullo en sus éxitos, su dolor en sus luchas; los tiempos maravillosos, la diversión de todo; los momentos silenciosos de acercamiento al mirar al bebé que estaba alimentando; momentos llenos de asombro y maravilla en la responsabilidad y los logros de ser padre y formar una familia.
No fue hasta que tuvimos a nuestro séptimo bebé, Colleen, que sentí que realmente estaba entendiendo todo. Finalmente aprendí cómo decir no a lo no importante. Me sentaba en mi mecedora, mirando por la ventana, alimentando al bebé, contenta de estar ahí, saboreando el momento más que pensando en que debía hacer otra cosa, me llenaban una sensación de alegría y equilibrio. Por fin sabía que para mí esto era lo más importante.
Así que sólo recuerdo los buenos momentos. Pero, sólo siete de nuestros hijos están casados, todavía tenemos dos en casa. Y Joshua, nuestro hijo de diecisiete años, estudiante de preparatoria, con frecuencia me hace recordar (con un brillo en los ojos): “¡Nosotros podemos arruinarlos a ustedes!”
Todos tenemos una vida familiar diferente y muy personal, distinta a la de los demás. Probablemente usted ha descubierto, como lo hice yo, que la vida ya no es sencilla. La sociedad no apoya a las familias como antes. La vida es más tecnológica, más rápida, más sofisticada, más temerosa.
Las teorías y los principios puestos en este libro no fueron inventados por Stephen. Él los notó, los observó, los puso en un orden funcional. Éstos son principios universales que usted ya sabe, en su corazón, que son verdaderos. Es por ello que parecen tan familiares. Los ha visto en acción. Han funcionado en su propia vida. Incluso los ha usado usted mismo, con frecuencia.
Sin embargo, lo útil es darle un marco de referencia, una manera de pensar y ver su propia situación única y encontrar el modo de manejarla. Es un punto de inicio, una manera de examinar dónde está ahora y dónde quiere estar, y maneras que le pueden ayudar a llegar ahí.
Hace unos años a Carol, una de mis mejores y más queridas amigas, se le diagnosticó cáncer. Después de meses de radiación, quimioterapia y operaciones, comprendió cuál sería su destino. Nunca preguntó: “¿Por qué yo?” No había amargura o sentimientos de desesperanza. Su perspectiva completa sobre la vida cambió dramáticamente. “No tengo tiempo para las cosas que no son importantes”, me dijo. “Sé qué es importante y dónde poner mis prioridades.” Su valor me llegó hasta el corazón, vi cómo fortalecía su relación con su esposo, hijos y seres queridos. Su deseo más extremo era servir, contribuir y de alguna manera hacer una diferencia. Su muerte hizo que todos los que la quisimos, deseáramos ser personas mejores y más fuertes, más dispuestas a amar, cuidar y servir. En cierto sentido ella escribió su enunciado de misión para la vida en su lecho de muerte. Usted puede empezar a escribir el suyo ahora mismo.
Nadie entenderá nunca realmente su situación, su exclusividad, las piedras o el equipaje que carga o el idealismo que espera. Puede tomar de este libro lo que guste, lo que usted crea que es correcto. Algunas historias o ejemplos podrían ser similares a los suyos y usted podrá dar un paso hacia atrás, separarse un poco, y mirar su propia vida y obtener discernimiento o perspectiva.
Queremos dar esperanza a aquellos que sienten que han cometido muchos errores, que lo han arruinado o no han dado prioridad a sus familias y sienten las repercusiones de esa decisión, o incluso aquellos que pueden haber perdido un hijo. Siempre se puede reclamar a un hijo perdido. Nunca es demasiado tarde. Nunca debe darse por vencido o dejar de intentarlo.
Creo que este libro le ayudará a convertirse en agente de cambio, esa persona de transición que marcará una diferencia.
Mis mejores deseos en sus esfuerzos

VA A ESTAR “FUERA DEL CAMINO” 90 POR CIENTO DEL TIEMPO. ¿Y QUÉ?

Las buenas familias, incluso las familias grandiosas, están fuera del camino 90 por ciento del tiempo. La clave es que tienen una sensación de destino, saben cómo es el “camino”, y siempre regresan a él una y otra vez.
Es como el vuelo de un avión: Antes de que éste despegue, los pilotos tienen un plan de vuelo; saben exactamente adónde van y empiezan de acuerdo con su plan. Pero durante el vuelo, el viento, la lluvia, la turbulencia, el tráfico aéreo, el error humano y otros factores actúan sobre ese avión, lo mueven ligeramente en diferentes direcciones de manera que la mayoría del tiempo ese avión no está siquiera dentro del plan de vuelo original. Ya sea por los sistemas o por la densidad del tráfico aéreo, normalmente se producen desviaciones importantes. Sin embargo, salvo cualquier cosa demasiado importante, el avión llegará a su destino.
¿Cómo sucede eso? Durante el vuelo, los pilotos reciben retroalimentación constante. Reciben información de los instrumentos que leen el ambiente, de las torres de control, de otros aviones, incluso a veces de las estrellas, y con base en esa retroalimentación, pueden hacer ajustes para que puedan regresar al plan de vuelo.
La esperanza radica no en las desviaciones, sino en la visión, el plan y la habilidad de volver al camino correcto.
El vuelo de ese avión es, creo yo, la metáfora ideal para la vida familiar. Respecto a nuestras familias, no hay ninguna diferencia si nos desviamos del objetivo o incluso si nuestra familia es un desastre. La esperanza radica en la visión, en el plan y en el valor de regresar una y otra vez al plan de vuelo original.
Sean (nuestro hijo):
En general, yo diría que nuestra familia tuvo tantas peleas como otras familias cuando estábamos creciendo. Tuvimos nuestra parte de problemas, también. Pero estoy convencido de que fue la habilidad de renovación, de disculparse y comenzar de nuevo lo que hizo sólidas nuestras relaciones familiares.
En los viajes familiares, por ejemplo, papá planeaba que nos levantáramos a las 5 de la mañana, desayunáramos y estuviéramos listos para salir a las 8. El problema era que cuando llegaba el día, todos estábamos dormidos y nadie quería ayudar. Papá se ponía furioso. Cuando finalmente salíamos, cerca de doce horas después de lo que se suponía debíamos haber salido, nadie quería siquiera hablar con él porque estaba muy enojado.
Pero lo que más recuerdo es que papá siempre se disculpaba, siempre. Y era muy humillante verlo disculparse por perder los estribos, especialmente cuando uno sabe que uno mismo fue de los que lo provocó.
Al ver en retrospectiva, creo que lo que hizo la diferencia en nuestra familia fue que tanto mamá como papá siempre volvían al camino, seguían intentando, incluso cuando éramos como una plaga, incluso cuando parecía que todos sus planes y sistemas nuevos para reuniones, metas y quehaceres familiares nunca iban a funcionar.
Como pueden ver, nuestra familia no es la excepción. Yo no soy la excepción. Quiero afirmar que al principio de cualquier situación, incluso si está teniendo muchas dificultades, problemas, conflictos, hay una gran esperanza de moverse hacia su destino. La clave está en tener un destino, un plan de vuelo y una brújula.
La clave está en tener un destino, un plan de vuelo y una brújula.
Esta metáfora del avión se usará continuamente en todo el libro para comunicar una sensación de esperanza y emoción alrededor de la idea de construir una cultura familiar hermosa.
Los tres propósitos de este libro
Mi deseo al escribir este libro es ayudarle a conservar su sensación de esperanza primero y siempre, en la mente y el corazón, y que desarrolle estas tres cosas que le permitirán a usted y a su familia a mantenerse en el camino: un destino, un plan de vuelo y una brújula.
1. Una visión clara de su destino. Sé que llegó a este libro con una situación familiar única y necesidades únicas. Puede estar luchando por conservar su matrimonio o reconstruirlo. O puede ya tener un buen matrimonio, pero quiere uno grandioso, uno que sea profundamente satisfactorio. Puede ser un padre soltero y sentirse agobiado por la cantidad de demandas y presiones que se le imponen. Puede estar luchando con un niño desobediente o con un adolescente rebelde, quien está bajo el control de una banda o las drogas o alguna otra influencia negativa de la sociedad. Puede estar intentando unir a dos familias a las que “no les podría importar menos”.
Quizá quiere que sus hijos realicen sus trabajos y tareas con gusto, sin que se les recuerde hacerlo. O está sintiéndose desafiado al intentar cumplir con roles combinados (y aparentemente conflictivos) en su familia, tales como padre, juez, jurado, carcelero y amigo. O está yendo de un lado a otro entre lo estricto y los permisos, sin saber cómo disciplinar.
Puede estar luchando simplemente para hacer que los extremos se unan; o estar “robándole a Pedro para pagarle a Pablo”. Sus preocupaciones económicas pueden casi abrumarlo, y consumen todo su tiempo y sus emociones, dejándole muy poco para las relaciones. Puede tener dos o más trabajos, por lo que usted y sus seres queridos pasan unos junto a otros como barcos en la noche. Todo ello hace que la idea de una cultura familiar hermosa le parezca muy remota.
Puede ser que el sentimiento y el espíritu en su familia sean contenciosos, que haya personas que discuten, pelean, gritan, demandan, gruñen, critican, se burlan, culpan, azotan puertas, ignoran, se retiran o cualquier otra cosa. Puede ser que algunos de los hijos mayores ni siquiera vengan a casa, como si ya no quedara afecto natural. Puede ser que el sentimiento en su matrimonio haya muerto o esté muriendo, o que usted se sienta vacío y solo. O puede que esté trabajando como loco para hacer todo bien, y nada parece mejorar. Esto hace que usted esté exhausto y tenga la sensación de inutilidad y de “¿qué caso tiene?”
O puede ser un abuelo que se preocupa profundamente pero no sabe cómo ayudar sin empeorar las cosas. Quizá su relación con un hijo o nuera se ha vuelto amarga, e impera nada más que una amabilidad superficial y un profundo frío por dentro, el cual ocasionalmente surge y agrava las cosas. O que usted ha sido víctima de abusos durante muchos años, en su infancia o en su matrimonio, y está deseoso y determinado a detener ese ciclo, pero parece que no encuentra ningún patrón o ejemplo a seguir, para no cometer los mismos errores con las mismas tendencias y prácticas que aborrece. O tal vez sea una pareja que quiere desesperadamente tener hijos, pero no puede y siente que la dulzura de su matrimonio empieza a desaparecer.
Puede incluso estar experimentando una combinación de muchas de estas presiones y siente que no tiene esperanza. Cualquiera que sea su situación, es vitalmente importante que no compare a su familia con ninguna otra. Nadie nunca conocerá la realidad completa de su situación y aunque sienta que así es, su consejo no tiene sentido. Asimismo, usted nunca conocerá la realidad total de otra familia o la situación de la familia de otra persona. La tendencia común es proteger nuestra situación de los demás y tratar de prescribir lo que está bien para ellos. Pero lo que vemos en la superficie generalmente es sólo la punta del iceberg. Muchas personas piensan que otras familias son perfectas mientras que las de ellos se están desbaratando; en realidad, toda familia tiene sus desafíos, sus propias piedras.
Lo maravilloso es que la visión es más grande que el equipaje. Esto significa que la sensación de que puede visualizar el futuro, una situación mejor, un bienestar mejor, es más poderosa que cualquier fealdad que se haya acumulado en el pasado o cualquier situación que usted esté confrontando en el presente.
Así, me gustaría compartir con usted la manera en que las familias en todo el mundo han creado una sensación de visión y valores compartidos a través de desarrollar un “enunciado de misión familiar”. Le mostraré cómo pueden desarrollar dicho enunciado y cómo éste unirá y fortalecerá a su familia. Un enunciado de misión familiar puede convertirse en el “destino” único de su familia y los valores que contiene representarán sus lineamientos.
La visión es más grande que el equipaje.
La visión de una familia mejor y más efectiva probablemente empezará con usted, pero para que funcione bien, los demás miembros de la familia deben sentirse involucrados también. Deben ayudar a formarlo, o al menos entenderlo y comprometerse. La razón es muy sencilla: ¿Alguna vez han armado un rompecabezas o visto a alguien hacerlo? ¿Qué tan importante es tener en mente la escena final? ¿Qué tan importante es que todos los que están trabajando en él tengan en la mente el mismo fin? Sin un sentido de visión compartida, las personas usarían diferentes criterios para tomar sus decisiones y el resultado sería una confusión total.
La idea es crear una visión que comparta toda la familia. Cuando su destino es claro, puede regresar al plan de vuelo una y otra vez. De hecho, la jornada es realmente parte del destino, están inseparablemente conectados. La manera en que viaja es tan importante como a dónde llega.
2. Un plan de vuelo. También es vital que tenga un plan de vuelo con base en los principios que le permitirán llegar a su destino. Permítame compartir con usted una historia para ilustrar el punto.
Tengo un amigo muy querido quien una vez compartió conmigo su gran preocupación sobre un hijo que él describía como “rebelde”, “provocador” y “un ingrato”.
“Stephen, no sé qué hacer —me dijo—. Esto ha llegado al punto en que si llego a la sala a ver televisión con mi hijo, él la apaga y se marcha. He hecho todo lo posible por acercarme a él, pero está más allá de mi alcance.”
En ese momento yo estaba dando clases en una universidad sobre los 7 Hábitos. Le dije: “¿Por qué no vienes a mi clase hoy? Vamos a hablar del Hábito 5 —cómo escuchar empáticamente a la otra persona antes de intentar explicarte tú mismo—. Creo que tal vez tu hijo no se siente entendido”.
“Yo lo entiendo —contestó—. Puedo ver los problemas que va a tener si no me escucha.”
“Déjame sugerirte que supongas que no sabes nada sobre tu hijo. Empieza con las manos limpias. Escúchalo sin ninguna evaluación moral o juicio. Ven a la clase y aprenderás cómo hacerlo y cómo escuchar dentro de su marco de referencia.”
Vino a la clase. Pensando que había entendido con sólo una clase, fue con su hijo y le dijo: “Necesito escucharte. Probablemente no te entiendo y quiero hacerlo”.
Su hijo contestó: “¡Tú nunca me has entendido, nunca!” Se dio la vuelta y salió. Al día siguiente mi amigo me dijo: “Stephen, no funcionó. Hice el esfuerzo y me trató así. Me dieron ganas de decirle ‘Idiota, ¿no te das cuenta de lo que he hecho y estoy tratando de hacer ahora?’ Creo que ya no hay esperanzas”.
Le dije: “Está probando tu sinceridad. ¿Y qué encontró? Encontró que en realidad no quieres entenderlo. Quieres moldearlo”.
“Debería moldearse, el pequeño granuja —contestó—. Sabe muy bien que lo que hace empeora las cosas.”
Yo contesté: “Mira el espíritu que tienes. Estás enojado, frustrado y lleno de juicios. ¿Crees que puedes usar alguna técnica para escuchar a tu hijo y hacerlo que se abra? ¿Crees que será posible que hables con él o siquiera que lo mires, sin de alguna manera comunicarle todas esas cosas negativas que sientes por dentro? Tienes que hacer mucho trabajo privado en tu mente y tu corazón. Eventualmente aprenderás a amarlo incondicionalmente, tal y como es, en vez de reprimir tu amor hasta que se moldee. En el camino aprenderás a escuchar dentro de su marco de referencia y, si es necesario, disculparte por tus juicios y errores pasados o lo que sea pertinente”.
Mi amigo captó el mensaje. Podía ver que había estado tratando de practicar la técnica en la superficie, pero no estaba usando el poder para practicarla sincera y consistentemente, sin importar el resultado.
Así que volvió a la clase para aprender más y comenzó a trabajar en sus sentimientos y motivos. Pronto empezó a sentir una nueva actitud dentro de él; sus sentimientos hacia su hijo se volvieron más tiernos, sensibles y abiertos.
Finalmente dijo: “Estoy listo. Voy a intentarlo de nuevo”.
Yo le dije: “Va a volver a probar tu sinceridad”.
“Está bien, Stephen —contestó—. En este punto siento que podría rechazarme cualquier cosa que yo intente y no me va a importar. Seguiré haciéndolo porque es lo correcto y él vale la pena todos los intentos.”
Esa noche se sentó con su hijo y dijo: “Sé que sientes como si yo no intentara entenderte, pero quiero que sepas que estoy intentándolo y continuaré haciéndolo”.
De nuevo, el chico fríamente contestó: “Tú nunca me has entendido”. Se levantó y comenzó a caminar para retirarse, pero al llegar a la puerta, mi amigo le dijo: “Antes de que te vayas, quiero decirte que siento mucho la manera en que te avergoncé delante de tus amigos la otra noche”.
Su hijo dio media vuelta y dijo: “No tienes idea de cuánto me avergonzaste”. Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas.
“Stephen —me dijo después—, toda la capacitación y el valor que me diste ni siquiera tuvieron el impacto de ese momento cuando vi a mi hijo comenzar a llorar. No tenía idea de cómo se sentía, que era tan vulnerable. Por primera vez realmente quería escucharlo.”
Y lo hizo. El chico gradualmente comenzó a abrirse. Hablaron hasta medianoche y cuando su esposa entró y dijo: “Es hora de dormir”, el muchacho contestó: “Queremos hablar, ¿verdad papá?” Continuaron hablando hasta las primeras horas de la mañana.
Al día siguiente en el pasillo de mi oficina, mi amigo, con lágrimas en los ojos dijo: “Stephen, encontré de nuevo a mi hijo”.
Como mi amigo lo comprobó, existen ciertos principios fundamentales que gobiernan todas las interacciones humanas, vivir en armonía con esos principios o leyes naturales es absolutamente vital para la vida familiar de calidad. En esta situación, por ejemplo, el principio que mi amigo había violado era el principio básico del respeto. El hijo también lo violó, pero la elección de su padre de vivir en armonía con ese principio, intentar genuina y empáticamente escuchar y entender a su hijo, cambió radicalmente toda la situación. Si cambiamos un elemento en cualquier fórmula química, todo cambia.
Ejercitar el principio del respeto y ser capaz de escuchar genuina y empáticamente a otro ser humano están entre los hábitos de las personas altamente efectivas en cualquier aspecto de la vida. ¿Puede imaginarse a una persona verdaderamente efectiva que no respete u honre a los demás o que no escuche profundamente y entienda? Incidentalmente, así es como se puede decir que se ha encontrado un principio que es realmente universal (que se aplica en cualquier parte), eterno (que se aplica en cualquier momento) y autoevidente (luchar contra él es patentemente tonto, tal como argumentar que podría crear una relación de largo plazo sin respeto). Sólo imagine lo absurdo de tratar de vivir lo opuesto.
Existen ciertos principios fundamentales que gobiernan todas las interacciones humanas, y vivir en armonía con esos principios o leyes naturales es absolutamente vital para la calidad de la vida familiar.
Los 7 Hábitos están basados en principios universales, eternos y autoevidentes que son tan verdaderos en el mundo de las relaciones humanas como la ley de la gravedad lo es en el mundo de la física. Estos principios gobiernan en toda la vida. Han sido parte de las personas, familias, organizaciones y civilizaciones exitosas en todas las eras. Estos hábitos no son trucos o técnicas. No son remedios rápidos. No son una serie de prácticas o listas de “qué hacer”. Son hábitos, patrones establecidos de pensar y hacer las cosas, que todas las familias exitosas tienen en común.
La violación de estos principios virtualmente garantiza el fracaso en la familia u otras situaciones interdependientes. Como León Tolstói observó en su novela épica Ana Karenina, “Las familias felices son iguales; toda familia infeliz es infeliz a su propia manera”.1 Ya sea que hablemos de una familia con dos padres, o de una con un solo padre, ya sea que tengan diez hijos o no tengan ninguno, ya sea que haya sido una historia de rechazo y abuso o un legado de amor y fe, el hecho es que las familias felices tienen ciertas características constantes. Y esas características están contenidas en los 7 Hábitos.
Uno de los otros principios significativos que mi amigo aprendió en esta situación se refiere a la naturaleza del cambio mismo, la realidad de que todo cambio verdadero y duradero ocurre de dentro hacia fuera. En otras palabras, en vez de tratar de cambiar la situación o a su hijo, trabajó dentro de él mismo. Y fue su trabajo interior lo que eventualmente creó el cambio en las circunstancias y en su hijo.
Este enfoque de dentro hacia fuera está en el meollo de los 7 Hábitos. Aplicando constantemente los principios contenidos en estos hábitos, se pueden hacer surgir cambios positivos en cualquier relación o situación. Usted se puede convertir en un agente de cambio. Además, enfocándose en principios tendrá un efecto mucho mayor sobre la conducta que enfocándose sobre la conducta sola. Esto se debe a que estos principios ya son conocidos intuitivamente por las personas y buscar entenderlos les ayudará a entender más su propia naturaleza y posibilidades y liberar su potencial.
Una de las razones de que este enfoque de dentro hacia fuera sea tan vital actualmente es que los tiempos han cambiado dramáticamente. En el pasado, era más fácil criar hijos con éxito “de fuera hacia dentro”, porque la sociedad era un aliado, un recurso. Las personas estaban rodeadas por modelos de roles, ejemplos, refuerzos de los medios de comunicación, leyes que apoyaban a la familia y sistemas de apoyo que sostenían el matrimonio y ayudaban a crear familias sólidas. Aunque había problemas dentro de la familia, existía este poderoso refuerzo de la idea de un matrimonio exitoso y de vida familiar. Debido a esto, se podía criar una familia esencialmente de “fuera hacia dentro”. El éxito era mucho más un asunto de “ir con la corriente”.
Pero la corriente cambió dramáticamente. “Ir con la corriente” hoy en día es ¡fatal para la familia!
Aunque podemos estar motivados por los esfuerzos de volver a los “valores familiares”, la realidad es que las tendencias en la sociedad en los últimos treinta o cincuenta años han cambiado básicamente de pro-familia a anti-familia. Estamos intentando navegar a través de lo que se ha convertido en un ambiente turbulento y poco amistoso, y hay vientos poderosos que fácilmente derrumban a las familias.
La corriente cambió dramáticamente «Ir con la corriente» hoy en día es ¡fatal para la familia!
En una conferencia reciente sobre familias, un gobernador estatal compartió esta experiencia:
Recién tuve una conversación con un hombre a quien considero un muy buen padre. Me contó esta historia: Su hijo de siete años parecía tener algunas cosas en la mente. Le dijo: “Papá, no puedo dejar de pensar en ello”. Y este padre supuso que era una pesadilla o alguna película de terror que había visto.
Pero después de mucha persuasión, le contó de una pornografía horrible y degradante a la que había sido expuesto. El padre dijo: “¿De dónde vino?” El chico le dio el nombre de un vecino de nueve años, un vecino confiable. Él lo había visto en la computadora. “¿Cuántas veces lo viste?”, preguntó el papá. “Muchas veces”, fue la respuesta.
Bueno, el padre fue a ver a los padres del chico de nueve años. Se quedaron impresionados. No podían creerlo. Se sentían mal de pensar que las mentes de estos dos pequeños niños habían sido contaminadas a esa tierna edad. Los padres del chico de nueve años lo confrontaron. Él explotó en lágrimas. Dijo: “Sé que está mal, pero sigo viéndolo siempre”.
Estaban preocupados, por supuesto, de que pudiera haber algún adulto involucrado. Pero no. Se lo había enseñado un chico de sexto grado que le dio la dirección de internet en la escuela y le dijo: “Ve esto. Está increíble”. Y se extendió en todo el vecindario como una plaga.
El padre me dijo que habían motivado a sus hijos, como sentían que debían hacer, a aprender a usar la computadora. Y el chico de nueve años era muy bueno en computación. Pero la computadora está siempre abajo, detrás de una puerta cerrada. Involuntariamente, habían convertido esa habitación en una tienda porno.2
¿Cómo pudo suceder esto? ¿Cómo puede ser que vivamos en una sociedad donde la tecnología hace posible que los niños, quienes no tienen la sabiduría ni la experiencia ni el juicio sobre estos asuntos, se vuelvan víctimas de un veneno mental terriblemente adictivo como es la pornografía?
Durante los pasados treinta años la situación para las familias ha cambiado poderosa y radicalmente. Considere lo siguiente:
- Las tasas de nacimientos ilegítimos ha aumentado más del 400 por ciento.3
- El porcentaje de familias con un solo padre se ha más que triplicado.4
- Las tasas de divorcios se han más que doblado.5 Muchos proyectan que cerca de la mitad de todos los nuevos matrimonios terminarán en divorcio.
- El suicidio de adolescentes ha aumentado casi el 300 por ciento.6
- Las puntuaciones de pruebas escolares de aptitudes entre los estudiantes han bajado 73 puntos.7
- El problema de salud número uno de las mujeres norteamericanas actualmente es la violencia doméstica. Cuatro millones de mujeres son golpeadas cada año por sus parejas.8
- Un cuarto de todos los adolescentes contraen una enfermedad de transmisión sexual antes de graduarse de la preparatoria.9
Desde 1940 los principales problemas de disciplina en las escuelas públicas han cambiado de goma de mascar y correr en los pasillos a embarazos en adolescentes, violaciones y asaltos.10
| Problemas principales de disciplina de acuerdo con maestros de escuelas públicas |
| 1940 | 1990 |
| Hablar fuera de tiempo | Abuso de drogas |
| Goma de mascar | Abuso de alcohol |
| Hacer ruido | Embarazos |
| Correr en los pasillos | Suicidio |
| Deshacer la fila | Violaciones |
| Infracciones en el vestir | Robos |
| Tirar basura | Asaltos |
En medio de todo esto, el porcentaje de familias con uno de los padres en casa con los hijos todo el día ha bajado del 66.7 al 16.9 por ciento.11 Y el niño promedio pasa siete horas de un día viendo televisión, ¡y cinco minutos con su padre!12
El gran historiador Arnold Toynbee decía que podemos resumir toda la historia en una sola idea: Nada falla tanto como el éxito. En otras palabras, cuando la respuesta es igual al desafío, eso es éxito; pero cuando el desafío cambia, la antigua respuesta ya no funciona.
¿Por qué enunciados de misión? ¿Por qué momentos especiales con la familia? ¿Por qué momentos de acercamiento? Porque sin nuevos patrones básicos o estructuras en su lugar, las familias se saldrán de su curso.
El desafío ha cambiado, entonces debemos desarrollar una respuesta que sea igual al desafío. El deseo de crear una familia sólida no es suficiente. Incluso las buenas ideas no son suficientes. Necesitamos una nueva mentalidad y nuevas habilidades. El desafío ha dado un gran salto y si queremos responder efectivamente, también nosotros debemos saltar.
El marco de referencia de los 7 Hábitos representa dicha mentalidad y habilidades. En este libro les mostraré cómo, incluso en medio del ambiente turbulento, muchas familias están usando los principios de los 7 Hábitos para llegar al camino correcto y mantenerse ahí.
Específicamente, voy a alentarlos para que fijen un “tiempo familiar” especial cada semana que, salvo emergencias o interrupciones inesperadas, no se pueda violar. Este tiempo familiar será un tiempo para planear, comunicar, enseñar valores y divertirse juntos. Será una factor poderoso para ayudar a usted y a su familia a mantenerse en el camino. También voy a sugerir que tenga momentos de acercamiento con cada miembro de su familia, momentos en que la agenda por lo general la escribe la otra persona. Si hace estas dos cosas, puedo casi garantizarle que la calidad de su vida familiar mejorará dramáticamente.
¿Por qué enunciados de misión? ¿Por qué tiempos especiales con la familia? ¿Por qué momentos de acercamiento? Sencillamente porque el mundo ha cambiado de manera radical y la velocidad del cambio mismo está cambiando, está aumentando. Sin nuevos patrones básicos o estructuras en su lugar, las familias se saldrán de su curso.
Como una vez dijo Alfred North Whitehead: “El hábito de la utilización activa de los principios bien entendidos es la posesión final de la sabiduría”.13 No tiene que aprender cien prácticas nuevas. No tiene que estar constantemente buscando técnicas más nuevas o mejores. Todo lo que necesita es un marco básico de principios fundamentales que puedan aplicarse en cualquier situación.
Los 7 Hábitos crean dicho marco. El mayor poder de los 7 Hábitos no radica en los hábitos individuales, sino en todos los hábitos juntos y en la relación entre ellos. Con este marco usted puede diagnosticar o averiguar casi cualquier cosa que suceda en una situación familiar. Puede sentir cuáles son los pasos para arreglarla o mejorarla. Millones de personas que leen el material original de los 7 Hábitos pueden dar testimonio de esto. No es que los hábitos le digan qué hacer, sino que le dan una forma de pensar y de ser con las que usted sabrá qué hacer, y cuándo hacerlo. Cómo hacerlo requiere habilidad y eso implica práctica.
Como dijo una familia: “En ocasiones hemos encontrado difícil vivir estos principios. Pero es mucho, ¡mucho más difícil no hacerlo!” Toda acción tiene una consecuencia y las acciones que no están basadas en principios tendrán consecuencias infelices.
Así, mi segundo propósito al escribir este libro es mostrarle cómo, sin importar su situación, el marco de los 7 Hábitos puede ser una herramienta muy útil para ayudarle a diagnosticar su situación y crear un cambio positivo de dentro hacia fuera.
3. Una brújula. El marco de los 7 Hábitos afirma profundamente que usted es la fuerza creativa de su propia vida y que, a través de su ejemplo y liderazgo, puede convertirse en una fuerza creativa y agente de cambio en su vida familiar. Entonces el tercer propósito de este libro es ayudarle a reconocer y desarrollar cuatro dones únicos que usted tiene y que le permitirán convertirse en un agente de cambio en su familia. Estos dones se convierten en una brújula o un sistema interno de guía que ayudarán a su familia a mantenerse en el camino correcto mientras se dirigen hacia su destino. Le permiten reconocer y alinear su vida con principios universales, incluso en medio del clima social turbulento, y lo facultan para determinar y tomar la acción más adecuada y efectiva para su situación.
Mucho más que técnicas y prácticas que pueden haber funcionado en otras situaciones, necesita un enfoque que lo capacite, incluso lo faculte, para aplicar principios a su situación.
¿No estaría de acuerdo en que cualquier contribución que este libro hiciera a usted y a su familia sería mucho mejor si lo hiciera independiente de mí o cualquier otro autor o consejero, y lo facultara para averiguar las cosas por usted mismo y conseguir otros recursos que usted sintiera necesarios?
De nuevo, nadie conoce la situación de su familia como usted. Usted es el que está en la cabina. Usted es quien tiene que manejar la turbulencia, el clima, las fuerzas que lo sacarán de curso junto con su familia. Usted es quien está equipado para entender qué necesita suceder en su familia y hacerlo suceder.
Mucho más que técnicas y prácticas que pueden haber funcionado en otras situaciones, necesita un enfoque que lo capacite, incluso lo faculte, para aplicar principios a su situación.
Hay una expresión en el Lejano Oriente: “Da a un hombre un pescado y lo alimentarás por un día; enséñale a pescar y lo alimentarás por toda la vida”. Este libro no trata sobre dar un pescado. Aunque hay ilustraciones y ejemplos de todo tipo de personas y todo tipo de situaciones que muestran cómo aplicaron los 7 Hábitos en sus circunstancias, el enfoque de este libro es enseñarle a pescar. Esto se logrará compartiendo una serie de principios en secuencia que le ayudarán a desarrollar su propia capacidad para optimizar su situación particular. Así que vea más allá de las historias. Busque los principios. Las historias pueden no aplicar a su situación, pero puedo garantizarle que los principios y el marco de referencia sí
