El antilíder

Andrés Hatum

Fragmento

Corporativa

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Penguin Random House

Hace muchos años, en uno de mis primeros trabajos, tuve la oportunidad de vivenciar lo que era un jefe horrendo y de pasar situaciones donde Fellini seguramente se hubiera inspirado para una película. Una tarde, quien era mi jefe en ese momento levantó en cólera contra una colega y la defenestró públicamente. Mi colega lloraba y mi jefe seguía escupiendo su odio sin importar nada. Jamás le pidió perdón y, cada vez que podía, la ponía en evidencia para hacerla pasar un mal momento. De ese trabajo renuncié por medio de un fax (no había mails), diciéndole a mi jefe que era un animal y que le recomendaba una formación profunda en recursos humanos. Según me contaron, se puso histérico y no paraba de gritar y hablar con sus asesores para ver la forma de denunciarme por el fax que le había enviado.

Con el transcurso del tiempo pude presenciar muchas situaciones donde jefes —perdón, malos jefes— quedaban en evidencia de lo pésimo que se comportaban y lo bestiales que podían ser. Es por ello que mi primer reconocimiento y agradecimiento es a todos los malos jefes, monstruos organizacionales, bestias corporativas que he visto pasar por mi vida. En ellos me he inspirado para escribir este libro.

A los buenos líderes, que los hay. A los que llegan alto, pero con humildad, reconociendo errores y aciertos y que piensan en lo más importante de sus empresas: su gente. Te dedico este libro a vos, Esteban Iriarte.

A José del Río, que me brindó un espacio en La Nación y en el programa Comunidad de Negocios para hacer llegar, a todos los que quisieran leer y escuchar, ideas simples sobre la realidad en las empresas hoy.

A la editorial Penguin Random House y, en particular, a mi editora, Silvia Itkin, quien incentivó la escritura de este libro. Ella entendió la importancia del tema antes que yo. Gracias, Silvia.

A mis alumnos y ex alumnos. Este libro es para ustedes, para que se den cuenta de qué clase de jefes tienen y que escapen de los antilíderes. También para que eviten convertirse en ellos.

A la Universidad Torcuato Di Tella, por ofrecerme un espacio de libertad único en la Argentina.

A mis amigos: Santiago y Luchi García Belmonte y Ezequiel y Guillermina Garbers. Con ellos me divierto y crezco. A mis amigos y colegas Lorenzo Preve, Fernando Zerboni, Eugenio Marchiori, Juan Manuel Arias y Josefina Michelini.

A Andrew Pettigrew, mi mentor, la persona que me guió académicamente en esta vida profesional tan particular que decidí tener.

A mis padres, por haberme enseñado el valor del esfuerzo y el trabajo. A mi madre, Hayat, que no llegó a ver todo lo que escribí. Seguro que está contenta allá… donde sea que esté.

A mi familia: Gabriela, Nicolás, Sofía y Victoria. A ellos, gracias por estar cerca, por acompañarme, motivarme y hacerme feliz: les dedico especialmente este libro.

PRÓLOGO

EL PEOR JEFE DEL MUNDO

Una de las frases de apertura más famosas de la literatura, la del clásico de León Tolstói, Anna Karenina, postula que “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”.

En otras palabras, para ser feliz, una familia debe ser feliz en una serie de factores (atracción sexual, dinero, crianza, religión, etc.). La deficiencia en uno solo de estos eslabones llevará a la infelicidad. Por lo tanto, existen más vías para que una familia sea infeliz que para lograr ser feliz. El autor de best sellers de divulgación Jared Diamond lo formalizó en su libro Armas, gérmenes y acero como “el principio de Anna Karenina”, para describir eventos en los que cualquier deficiencia en una parte de la cadena lleva a un fracaso irremediable.

En el ámbito corporativo, los buenos líderes se parecen, pero para los jefes malos hay toda una rama de categorías que Andrés Hatum describe magistralmente en El antilíder. Exceso de ego, falta de autoestima, ignorancia, crueldad: el lado oscuro de un líder se puede construir con ingredientes muy distintos que aluden a la personalidad de los mánager.

Pero no todo es una cuestión de diván y psicología: las organizaciones —en una línea que profundiza este libro— también pueden tener esquemas de incentivos que promuevan o desalienten la llegada a la cima de jefas o jefes desastrosos. Aquí aparecen, por ejemplo, sesgos individuales o colectivos.

Por ejemplo, el “sesgo de omisión”, estudiado en teoría de la decisión, lleva a que las organizaciones tiendan a castigar más a aquellos que toman una mala decisión que a aquellos que no toman decisiones (pero con resultados igualmente desastrosos). Este error sistemático hace que los organigramas de mánager se llenen de personas que sonríen bien, usan la ropa adecuada, sueltan alguna frase intrascendente en las reuniones —no se pierden una— pero que, a la hora de tomar decisiones, huyen a toda velocidad.

Un trabajo clásico de la psicología del management, realizado años atrás, lleva por título El lado oscuro del carisma y categoriza a los malos jefes en estereotipos que tienen mucho que ver con el señor Burns (de Los Simpson), Pelopunta (de la tira de historiet

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