La política en el siglo XXI

Jaime Durán Barba

Fragmento

Prólogo
ANTROPÓLOGO DEL PRESENTE

“[…] las palabras se han extraviado de sus contenidos, los políticos modernos no saben cómo enfrentar la realidad y los líderes posmodernos no saben qué hacer con la política. Se trata de remediar las falencias de la democracia representativa con una ‘democracia directa’ en la que el tumulto y la consulta directa ‘al soberano’ reemplacen a las instituciones”.

Este podría ser un párrafo de este libro o de una de sus columnas actuales sobre la política en la era de la posverdad, pero se trata del primer párrafo de la primera nota que Jaime Durán Barba publicó en el diario Perfil el domingo 18 de marzo de 2007. Los puntos suspensivos del inicio sustituyen solo dos palabras: “En Ecuador —decía— las palabras se han extraviado”, y el título era: “En Ecuador, el 80% quiere el socialismo, pero no sabe qué es”. Más adelante, en esa primera nota de hace una década, Durán Barba escribió: “[…] quieren una sociedad mejor, un cambio radical que va más allá de lo que piensan los antiguos políticos. Está naciendo una nueva sociedad. Las demandas de los nuevos electores se confunden con viejas consignas de revoluciones fracasadas bajo el mismo sonido que no significa nada: ‘Queremos el cambio’”.

La nota apareció en la sección “Internacionales” del diario Perfil y debajo de su firma se leía: “Experto ecuatoriano en estrategia política”. Dos semanas después, el 1 de abril de 2007, volvió a escribir en la misma sección sobre la primaria demócrata entre Barack Obama y Hillary Clinton. Lo hizo desde Washington, ya como profesor de la George Washington University. El carácter con el que escribía Durán Barba desató varias controversias con el ombudsman del diario Perfil, Julio Petrarca. Durán Barba insistía en que no quería que se redujera su condición a simple asesor de Mauricio Macri porque esa no era la dedicación principal de su vida, ni sus textos (o la gran mayoría de ellos) tenían como foco la coyuntura de la campaña política local. En la batalla con Petrarca, a la firma de Durán Barba se le agregó siempre un asterisco que alternativamente fue diciendo: profesor de George Washington University, politólogo, sociólogo, miembro del Club Político Argentino, etcétera.

Cuando Durán Barba comenzó a escribir en Perfil, las posibilidades de que Macri terminara siendo electo presidente no solo eran infinitesimales, sino que hasta producían risa. Diez años después, todo los lectores de Perfil saben que Durán Barba es el asesor electoral de Macri y quizás su verdadero hacedor como presidente, pero por entonces era un desconocido y la discusión sobre cómo debía presentarlo Perfil era pertinente.

¿Cómo apareció en el diario aquel extraño en la Argentina? En 2007 ni Clarín ni La Nación publicaban artículos o columnas que irritaran frontalmente al kirchnerismo. Faltaban dos años más para que el conflicto con el campo cambiara el mapa mediático para siempre y quienes eran oficialistas o anodinos pasaran a ser los más duros opositores. En aquellos años las publicaciones que había cooptado el kirchnerismo para atacar a quienes lo incomodaban eran las revistas Veintitrés y 7 Días (años después llegó el diario Tiempo y los programas de televisión y radio kirchneristas). Las tapas de aquellas revistas alternaban denuncias sobre Mauricio Macri y quien suscribe. Acumulé cinco tapas esos años. Pero sería injusto decir que Jaime Durán Barba se transformó en columnista de Perfil porque era el diario más irreverente con el gobierno: podría haberse mudado a Clarín, como hicieron algunos columnistas de Perfil después de iniciada la guerra por la ley de medios. También otros asesores de campaña de candidatos opositores al kirchnerismo visitaban las redacciones, pero ninguno de ellos tenía el interés por la escritura de Durán Barba, ni su método académico de realizar investigaciones y luego querer comunicar sus conclusiones.

Con sus encuestas, argumentaciones y luego resultados basados en ellas, Durán Barba parecía querer mostrar que aplicaba el modelo nomológico-deductivo de Hempel (Studies in the logic of explanation, de Carl Hempel y Paul Oppenheim), con especial foco en el segundo de sus requisitos: el de contrastabilidad, por el cual “los enunciados que constituyen una explicación científica deben ser susceptibles de contrastación empírica”, además del requisito de relevancia explicativa, por el que “toda la información que se proporciona es para tener una buena base para poder creer que el fenómeno que se trata de explicar tuvo o tiene lugar”. También es llamada “teoría de la subsunción”, porque “explicar es subsumir aquello que se desea explicar a una generalización o ley científica”.

Su búsqueda constante de introducir en la política métodos de las ciencias exactas con leyes (nomos) recuerda a esos físicos que en las discusiones académicas sostienen que, cuando la humanidad alcance un nivel de conocimiento lo suficientemente superior al actual, quedará una sola ciencia: la física, y con ella se podrán explicar todos los porqués. O sin llegar a tanto, quienes se rebelan a la idea de que si fuera cierto que todo conocimiento humano es social (la economía, entre tantos), solo existiría una ciencia: la sociología.

Coherente con su aspiración de multidisciplinariedad, Durán Barba combina en este libro la psicología, la lógica, la ontología, la biología… La lista sería interminable. Demuestra estar interesado en todas las formas de conocimiento: el proposicional, el directo o el práctico, y dispuesto —como hacemos los periodistas que somos ansiosos generalistas— a conceder que la presión es inversamente proporcional al espacio. Es probable que la política no sea el principal interés de Durán Barba, sino un medio para explorar su verdadera atracción: la gnoseología, la rama de la filosofía que tiene por objetivo estudiar el conocimiento. Y que esa faceta suya haya sido el punto de contacto de su longeva relación con las redacciones de la editorial, cuya cultura organizacional toma a la política y la economía, entre sus variados temas de interés, no como un fin en sí mismo: el eslogan de la revista Noticias editada por Perfil es “entender cambia la vida”.

Nuestra relación se forjó en discusiones donde nuestro objetivo era tratar de entender al otro diferente. A lo largo de una década, con una frecuencia casi mensual, cada vez que Durán Barba venía a Buenos Aires visitaba la redacción de Perfil acompañado de Santiago Nieto para polemizar: supongo que le servíamos de sparring de sus ideas. Él nos acusaba de arcaicos, de aferrarnos a academicismos políticamente correctos y de ser intelectuales encerrados en paradigmas obsoletos. En una de esas discusiones hace más de un lustro escuché por primera vez las palabras “círculo rojo”, acusándome de pertenecer a ese colectivo de la taxonomía duranbarbista que luego se popularizó.

De las tantas discusiones vale la pena recordarle al lector de este libro la crucial y la más duradera, la de la geopolítica. Yo le insistía con que había dos regiones d

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