La Argentina (Edición Corregida y Actualizada)

María Sáenz Quesada

Fragmento

Escribir una historia de su país es el sueño de todo historiador. Lo lleva a utilizar lo poco que conoce, indagar en lo mucho que desconoce y elaborar después una síntesis.

Por eso acepté con alegría la invitación de Gloria Rodrigué y de la Editorial Sudamericana para realizar este emprendimiento. En el otoño del ’98 venía de una ajetreada etapa en la que las responsabilidades de la función pública me absorbieron durante casi dos años en esta mi ciudad. Entonces la tarea prioritaria había sido atender a los problemas políticos y a los conflictos humanos con que éstos se entremezclan.

Volver de esa actividad a la relación excluyente con los libros y el pasado resultó un ejercicio saludable. Así, la escritura fue invadiendo de a poco mi tiempo hasta que lo ocupó por completo, en la obsesiva tensión intelectual que tiene, como todo trabajo, su parte buena y mala.

Los lectores juzgarán el resultado de este esfuerzo. Pero me gustaría decirles que esta Historia contiene muchas de mis publicaciones anteriores, aunque funcionen con una dinámica diferente dentro del esquema del presente libro; que los temas que desconocía y los que expresamente postergué, quizás porque me dolían demasiado, fueron estudiados e incorporados; que como siempre he procurado presentar las trayectorias biográficas para facilitar la comprensión de los distintos capítulos y he dado espacio a las mujeres, uno de los temas centrales en la historia social.

Reconozco que las vivencias personales, las simpatías ideológicas y las afinidades intelectuales tuvieron su parte en la redacción de estas páginas y que esto se incrementó a medida que la historia argentina se me volvía más contemporánea. También está presente la experiencia familiar de mis mayores, una antigua familia, argentina por los cuatro costados, porteña pero también provinciana y más precisamente mendocina. Todos, más allá de sus aciertos y errores, tuvieron un compromiso permanente con el país del que me siento partícipe. Por otra parte, las reflexiones que escuché de labios de mi padre están presentes aquí, confrontadas en un diálogo secreto que también tuvo lugar en la preparación del libro. Ese diálogo se extiende a los personajes y a las historias del pasado con las que, a fuerza de trabajar y de estudiar, termino estableciendo una relación atemporal y en cierto modo amistosa.

Mi lista de agradecimientos es breve. Marta Pérez me asesoró en la bibliografía. Maricel Flores ha contribuido en la búsqueda de ilustraciones. Paula Viale no se limitó a la lectura de oficio, sino que me estimuló con sus observaciones. Félix Luna leyó con su proverbial rapidez y precisión los originales, los que por otra parte, gracias a la computadora, son más prolijos que en otros tiempos. Juan Ruibal hizo la lectura más crítica y aportó esa otra mirada de quien por haber nacido en la “patria oriental” observa desde dentro y desde fuera el acontecer argentino. Mi reconocimiento a ellos y a los amigos que debieron soportarme entre tanto.

Y por supuesto que como estamos viviendo tiempos acelerados y complejos, en el momento de ser leído este libro los hechos aquí narrados tendrán significados diferentes.

Buenos Aires, 7 de junio de 2000

Adenda: Cuando once años atrás escribí esta breve introducción, entendía que en el marco del advenimiento del nuevo siglo y del tercer milenio se vivían tiempos acelerados y de cambio, y que estos dependían en parte del contexto internacional y en parte de las circunstancias propias del país.

Como verán los lectores, los dos capítulos finales de esta nueva edición revisada se ocupan de hechos recientes y polémicos, y en consecuencia carecen de la perspectiva que ofrece el largo tiempo de la historia. Este permite al historiador valorar mejor los cambios y las continuidades y distinguir lo efímero de lo duradero. No obstante queda claro que la primera década del siglo XXI fue en efecto pródiga en conflictos que se solucionaron parcialmente en los años siguientes y abrieron nuevas cuestiones. En ellos se puso otra vez a prueba la capacidad de los argentinos de sobrevivir como nación, y se manifestaron al mismo tiempo los rasgos de la identidad colectiva que aparecen, se imponen, se esfuman y reaparecen con fuerza renovada: la tendencia a apoyarse en caudillos fuertes, el desprecio a la ley y las dificultades de vivir una forma de gobierno republicana que asegure la igualdad de oportunidades y la equidad social, así como la predisposición a postergar las soluciones para el día después. Y como en la medida que avanza este tercer milenio, el mundo globalizado se vuelve más imprevisible, es oportuno preguntarse por el porvenir de nuestra patria después del recorrido de sus doscientos años de vida independiente a cuestas. Para pensarlo e imaginarlo, el conocimiento de la historia resulta insoslayable.

Buenos Aires, 31 de diciembre de 2011

1
LA RAÍZ NEGADA

“Llévate la peste de las llamas, madrecita...

Danos maíz para la harina y coca para el acuyico,

Virgen que estás en los cielos —¡Pacha-Mama!

¡Pacha-Mama!—, pa’ vos la primera chicha

del vilque, la primera hoja de coca y el primer trago

de alcohol.”

Invocación en la procesión de Nuestra Señora de la Candelaria en la puna jujeña.1

Para entender al país actual, en sus múltiples orígenes étnicos y en su complejidad cultural, es necesario remontarse a la sociedad precolombina y considerar el proceso de mestizaje que siguió al dramático encuentro de indígenas y españoles, visible todavía hoy en los rostros y en las tradiciones de muchos argentinos.

Esa primera raíz, tantas veces negada, ha dejado su rastro en épocas anteriores a la dominación española y a la formación del Estado argentino. Las huellas de las culturas prehispánicas se encuentran en las cuevas pintadas en los cañadones de los ríos de la Patagonia y en las serranías cordobesa y cuyana; en los petroglifos de los valles andinos y en los restos de poblaciones tan imponentes como La Paya (Salta); en vasijas de arcilla tosca, anzuelos y hachas de piedra hallados a orillas de los ríos del Litoral; en montículos hechos con valvas de moluscos en las playas frías del sur.

Casi a diario aparecen nuevos testimonios, como es el caso de las momias infantiles halladas en 1999 a 6.700 metros de altura en el Cerro Llullaillaco (Salta), en perfecto estado de conservación. O el descubrimiento de una pirámide cónica escalonada, hecha de adobe y piedra, en un sitio ceremonial de 1.300 años de antigüedad

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