Pongamos que hablo de Joaquín

Fragmento

epub-2.xhtml

 

Título original: Pongamos que hablo de Joaquín

Primera edición: junio 2011

© Joaquin Carbonell, 2011

© Ediciones B, S.A., 2010

© Concell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

©www.edicionesb.com

ISBN: 978-84-666-4932-2

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público.

epub-3.xhtml

 

 

 

 

 

 

 

Para Matías Uribe, periodista, crítico y sobre todo, amigo.

Un día descubrió la música de Sabina y fue el primero

que anunció al mundo su alegría

Contenido

Contenido

El Sabina

El método y los dos pájaros

0

(Si usted no se llama Joaquín Sabina no lea esto)

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

14

15

16

Colofón con sifón

Epílogo

Discografía básica de Joaquín Sabina

Agradecimientos

epub-4.xhtml

El Sabina

(desde el subjetivismo del Labordeta)

 

 

Supe por primera vez de este sujeto en la Plaza de Toros de Logroño, durante un emotivo homenaje a Carmen. Cuando escuché la canción que interpretó en memoria del entierro del Dictador, con un humor increíble, pensé para mí: «Este tío no ha sufrido la autocensura del franquismo.»

Aquí se podían hacer, y se hicieron, canciones a Ho Chi Min, pero nadie se hubiera atrevido, con la memoria del dictador aún caliente, a mezclar el brazo incorrupto de Santa Teresa y todas las milongas que le pusieron a Franco para que no muriese.

Sólo era capaz de hacerlo Joaquín como fue demostrando a lo largo de toda su carrera musical; su desvergüenza frente a una sociedad atemorizada sacando a la luz de la canción (más colectivamente que de otra manera) todas las realidades desgarradas que inundaban las calles de un país que todavía soñaba con el La, la, la.

Nos conocimos luego en Madrid, pero sin atosigarnos, y siempre que le pedí una mano, allí estuvo él con humos y con solidaridad, cantando conmigo aquello del Zarajota blues, donde se cascó la jota de:

 

En Aragón hay tres cosas

que no cambian de chaqueta:

Buñuel, Francisco de Goya

y la voz del Labordeta.

 

Reconozco que con esta letra me jodió, porque en aquellos días quería cambiarme de chaqueta y apuntarme a partidos de buen fondo económico, y dejar las «miserias» ideológicas de los míos. Es broma.

Estuvo, incluso con la salud jodida, recitando unos versos en solidaridad con Couso y, recuperado, con esa voz que ya se le parece a la de Tom Waits, volvió a estar conmigo siempre.

Me hizo una magnífica presentación de mi libro de Banderas rotas. Nunca me la entregó, pero la publicó en su libro de Cartas de ida y vuelta. ¡Cojonudo!

Hay gentes tan «sensibles» que andan cabreadas con Joaquín porque se olvida de ellos. Este tipo es un crack, siempre a tu lado cuando lo necesitas, pero no anda todo el día escribiendo misivas para que los cientos de miles que nos sentimos amigos nos creamos que no nos olvida.

Joaquín es como es. Y hay que tomarlo así: con su humor, su ternura, su compromiso, sus ganas de soledad y de encontrarse con amores disolutos en los lugares más íntimos del mundo.

Estuvimos en San Sebastián poniendo voces a un disco de Imanol. Se empeñó en que comiésemos en Arzak. Comimos mientras él leía El País, y se enfadó porque el hotel nos lo pagó la productora del disco. Suponíamos que el mismo Imanol.

Estuvimos en la misma oficina de management. A él lo «manageaban» de puta madre, porque es un fuera de serie, y Paco Lucena no pasaba de ser un administrador de su genialidad.

Un día se separaron. Normal en el mundo de la música.

Joaquín sigue en lo más alto, y cuando me apetece verlo y charlar con él, en caso de que esté en Madrid, lo llamo, se pone su secretaria y en su casa leemos a Vallejo (su chica es peruana), escuchamos el himno del Atleti y nos hacemos fotos con sus dos magníficas hijas.

Luego es posible que pasen meses sin vernos; pero siempre sé que, cuando se le necesita, Joaquín está ahí para lo que haga falta, pero hay que respetar el «sueño de los gigantes del bosque». Son como son y los humanos no acabamos de entenderlos.

Ahora, otro Joaquín, Carbonell, ha escrito más de cuatrocientos folios estrujando, hasta la máxima expresión, la historia de este señor de Úbeda y Ciudadano del Mundo, desde Buenos Aires a Lima.

Lo ha escrito con una mezcla de amor musical, admiración humana y seriedad investigadora.

No hay desperdicio.

 

José Antonio Labordeta

Zaragoza, mayo de 2008

 

 

epub-5.xhtml
epub-6.xhtml

El método y los dos pájaros

 

 

Para confeccionar el libro he charlado en conversaciones exclusivas con un buen número de personas que han vivido y convivido con Joaquín durante algún tiempo. Gente que ha dormido en su casa o en su hotel. Lo han visto, lo han escuchado, a menudo lo han soportado, han gozado con su vitalidad, lo han cuidado, lo han curado, le han gritado o escuchado sus gritos. Con todos esos testimonios hemos hecho un buen cemento. A ello le hemos añadido una ingente cantidad de documentación procedente de artículos periodísticos de todo el mundo (latino) que han relatado alguna circunstancia original o interesante. Eso sí, no he tenido ningún interés en incorporar ciertas anécdotas, algunos chascarrillos, que afectan directamente a su intimidad y no añaden nada al conocimiento del personaje. Hemos delimitado muy claramente la frontera entre lo valioso y lo espurio, entre el dato periodístico y el chismorreo; todo lo que se cuenta dará un matiz al retrato del más famoso cantautor español.

A ello finalmente le hemos incorporado la palabra de Joaquín a través de las numerosísimas entrevistas que ha concedido en el mundo.

El propio Joaquín no ha hablado en exclusiva para el libro, pero a lo largo de nuestros encuentros hemos charlado y bebido, cantado y vuelta a cantar. Contacté con Jimena, su novia, y le comuniqué que un encuentro conmigo no era imprescindible, que ya contaba con suficiente material en donde él muestra claramente su opinión.

Participar o no en este trabajo lo dejaba a su elección, aunque me hubiera encantado contrastar con él ciertos pasajes, algunos matices. Le envié un borrador y me llamó (¡me llamó!) una noche de agosto cuando yo me encontraba de vacaciones en el deslumbrante paisaje del Cabo de Gata. Me dijo que le había gustado. Mucho. Y me aconsejó algunos futuros movimientos que yo gustosamente seguí.

Nos volvimos a ver un minuto el día en que debutó con Joan Manuel Serrat en Zaragoza, en el estreno de esa gira apabullante que fue Dos pájaros de un tiro. Fue al finalizar el concierto, cuando aún restaba uno al día siguiente. Joaquín me saludó cariñoso y con la voz retenida me invitó a vernos al día siguiente, ya mucho más desahogado. No pudo ser porque Joaquín acabó muy justo el recital y huyó al hotel...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

epub-7.xhtml

0

 

(Nunca he leído un prólogo, por eso he escrito éste)

 

 

Conciertos de presentación de Alivio de luto

 

Joaquín Sabina está nervioso como un tigre encerrado. Eufórico a veces.

Preocupado al principio. Han sido cuatro larguísimos y tediosos años de espera. Atrás queda el ictus cerebral que sufrió a finales de agosto de 2001. Queda una depresión criminal que lo ató al oscuro vacío del silencio y la inapetencia.

Sabina publica el 20 de septiembre de 2005, martes, su nuevo disco, Alivio de luto. La compañía discográfica orquesta una gran campaña de promoción a la que se presta Joaquín con un entusiasmo juvenil. Atiende a toda la prensa, graba programas, firma discos.

En cuanto se anuncian las primeras fechas de la gira en pequeños (no tan pequeños) locales, se desata una desconocida pasión por el cantante que roza el fanatismo religioso. Las entradas se tasan entre 40 y 50 euros, un precio elevado para un cantautor, pero se venden en horas. En Zaragoza «desaparecen» dos mil entradas en doce minutos. Muchos compradores (re)venden sus localidades a través de Internet y logran hasta doscientos euros. Se comenta que en Barcelona se han llegado a ofrecer ¡ochocientos euros por una entrada!

¿Qué está sucediendo?

Algo desconocido. Descomunal. Producto de un fanatismo que en los últimos tiempos no ha desatado ningún cantante español. Ni siquiera una estrella pop. ¡Un cantautor provocando el delirio entre sus seguidores!

Serrat no entiende nada.

¿Qué ha sucedido?

Nadie lo sabe. El propio Sabina está asombrado. Cada uno de sus conciertos es un acto litúrgico, una ceremonia religiosa, en la que los acólitos caen postrados ante su dios...

Sí, es exagerado, claro, pero no demasiado.

Lo cierto es que la reaparición de Joaquín Sabina ha provocado un delirio en la música española (y latinoamericana) como no se conocía hace muchos años.

El fan de Sabina ama a Sabina. No es necesario repasar algunos de los foros dedicados al cantautor, para detectar esa pasión. Cartas de chicas jóvenes enviadas a las numerosas webs dedicadas al jienense que muestran un encendido enamoramiento. Misivas de chicos jóvenes que destacan el ejemplo que Joaquín es para sus vidas.

 

 

El día en que vi el documental Imagine: John Lennon, donde el beatle asesinado comenta como un locutor aspectos de su vida, contemplamos un pasaje donde un fan se introduce en la mansión del cantante y accede hasta la puerta. La casa de John está vigilada, pero aun así el fan ha podido colarse. El tipo es un joven rubio, de unos 30 años, de aspecto desaliñado, fatigado, con la mirada un tanto turbia. De pronto aparece John en la puerta acompañado de Yoko Ono, y el joven rubio se estremece. Tiene ante sí a su ídolo. John Lennon le pregunta qué busca, qué quiere. El tipo le confiesa que tenía necesidad de conocerlo, de saludarlo, porque las canciones de John le hablan directamente a él. ¡Lennon es su ídolo!

Lennon se asusta ligeramente, se aprecia en el filme. Detecta que el chaval está confuso, y trata de explicarle que uno no debe creerse las canciones al pie de la letra, que los cantantes no son conscientes del contenido exacto de sus palabras, y sobre todo, que un cantautor a menudo no expresa en sus canciones lo que el público cree entender. Añade que sería una carga demasiado pesada tener que atender personalmente los deseos de cada uno de sus fans. Eso desconcierta al chico rubio, creía que John le hablaba directamente a él, y que incluso se alegraría de encontrárselo y charlar como colegas. Lennon está un poco harto de todo esto, se nota en el documental. Pero en un gesto magnánimo le pregunta si ha comido algo. El chico le dice que no. Y John lo hace pasar a su casa y le sienta a su mesa y juntos comparten un almuerzo.

Ese estremecedor documento nos asaltó poco después cuando John Lennon fue asesinado en la puerta del Dakota por Chapman. El asesino, el demente, era fan de John Lennon, y había escuchado una voz interior que no cesaba de repetirle: «Tienes que hacerlo, tienes que hacerlo.» Y lo hizo. Le descargó cinco tiros en plena noche y ante la mirada de Yoko.

 

 

¿Quién es este tipo?

 

Todo este pasaje me viene a veces a la memoria cuando contemplo alguno de los foros dedicados a Joaquín Sabina. ¿Que vayan a asesinarlo, quieres decir? ¡Por favor! Nunca. Pero me asusta el grado de fanatismo, la desmesurada obsesión que a veces despierta entre alguno de sus seguidores. ¡Joaquín Sabina es humano, por favor!, me entran ganas de gritar en esos blogs, y no lo hago por pudor.

Creo que el propio Joaquín ha percibido eso. Creo que también a él le confunde un tanto la extremada adulación que a veces provoca su figura, su obra, su presencia, sus palabras, sus canciones. Por eso quiero citar unas declaraciones que hizo, que ponen límite a su trato con los fans:

 

Hace muchísimos años que huyo como de la peste de esas relaciones malsanas y morbosas con fans. Yo no respondo cartas de fans ni alimento ese tipo de relaciones morbosas, porque me parecen malas para ellos y para mí. No me parece bien que a uno lo tomen como un profeta o un jefe de alguna secta, o un tipo capaz de dar consejos, porque yo dudo todo el tiempo. De hecho quedo muy mal con mis fans porque nunca he contestado una carta. Ni siquiera respondo al teléfono. En la calle, yo soy un tipo sociable, y si me echan un piropo lo agradezco encantado. Pero si quieren vivir mi vida, yo les digo que vivan la suya.

 

 

¿Lo hemos entendido?

 

Y por eso el propósito de este libro: tratar de entender quién es Joaquín Sabina, quién es este tipo.

Averiguar quién es el cantante que provoca todas esas fervorosas muestras de devoción. Descubrir qué sensibilidad, qué talento, qué gracia, qué creatividad, se esconde en la obra de este artista; pero adivinar sobre todo quién es el ser humano conocido por Joaquín Ramón Martínez Sabina, nacido el 12 de febrero de 1949 en Úbeda, Jaén, España.

Conozco a Joaquín desde el año 1978. La primera vez que nos encontramos fue en un concierto mío ofrecido en la Escuela de Ingenieros de Madrid. Vino a escucharme y se acercó a saludarme.

La segunda, en un bar del barrio de la Latina llamado La Mandrágora. Me invitó a cantar un par de veces e incluso tomó la guitarra para acompañarme. Javier Krahe y Alberto Pérez completaban trío en el local. Dormí alguna vez en su casa de la calle Tabernillas y un par de noches nos sorprendió el alba con la guitarra y un vaso de algo, cualquier cosa con fondo de alcohol.

Ya me deslumbró su personalidad.

Pero sobre todo me fascinó su obra. Sus canciones eran nuevas. Eran distintas. Su voz era entonces fina, muy aguda. Su voz no estaba cuidada, pero cantaba mejor que nadie. Sus historias eran desconocidas. Sus relatos eran divertidos. Sus personajes eran delirantes. Su figura era insólita. Su desparpajo era insultante. Su ropa era absurda.

Eran muchas razones como para preguntarse «¿de dónde ha salido este caballero?».

Lo he visto muchas veces y siempre he tenido la sensación de que me adoraba, pero también de que se me escapaba de las manos, de que al día siguiente esa amistad, ese afecto, se enfriarían al marcharse. Así ha sido siempre. Nunca hemos mantenido una relación continuada, estrecha, sencilla, como la he tenido con otros colegas. Hablar con Joaquín era, ya en aquellos momentos, una epopeya.

¿Por qué nos trataba con esa displicencia, con esa distancia?

¿Por qué nunca se ponía al teléfono? Con el tiempo descubrí que mi sensación la padecían otros compañeros, que sufrían también esa desafección, como dicen algunos catalanes.

Nunca comprendí la conducta de este hombre que cuando está a tu lado es el tipo más divertido, el hombre más cariñoso. Sólo cuando está contigo.

Luego al verlo crecer artísticamente, descubrí que sus melodías también crecían, que sus metáforas eran nuevas y que sus personajes eran únicos. Caí rendido ante sus canciones como un fan quinceañero.

Sabina siempre estuvo en mi vida poniendo el fondo musical.

 

 

Soy periodista además de cantautor. En 2004 escribí la biografía de otro hombre singular, de otro artista único, pero de una personalidad a kilómetros de la de Sabina: José Iranzo, el Pastor de Andorra, el mayor folclorista aragonés, el cantador de jotas más grande que ha dado el folclore de mi tierra en los últimos años. Un pastor que vive en una masada y que ha cantado en Nueva York, en Cuba, en Inglaterra y en toda Europa, ante presidentes y reyes. Un caso único.

Cuando escribí su biografía, José iba a cumplir noventa años, y para celebrarlo le propuse grabar un disco con sus mejores jotas. ¡A los noventa años! Lo hicimos y supuso un gran éxito.

La experiencia con el Pastor de Andorra me animó a continuar este tipo de trabajos. Pronto realicé con un colega un documental sobre su vida. Quedó magnífico. Así que la fórmula la continué con otro colega y amigo: José Antonio Labordeta.

Si quería continuar por ese camino, mi próximo conocido era sin duda Joaquín Sabina. Así que me puse manos a la obra tras decidir qué tipo de libro quería hacer. Hasta la fecha se habían escrito dos biografías, la de Maurilio de Miguel, que tan sólo llegaba hasta 1986, y la de Javier Menéndez Flores. Este último encaró también la aventura de construir un libro a partir de una larga conversación con Joaquín. Yo pretendía entonces ofrecer una mirada distinta de Sabina, como un testimonio de los que han vivido próximos a él, para esbozar entre todos el retrato del artista.

Se trataba de descubrir quién era Joaquín Sabina.

Se trataba de averiguar quién es el artista, el creador, que a todos nos ha fascinado.

No era, entonces, una biografía al uso. No quería hacer eso. Los datos sobre su vida y obra están al alcance de todos.

Pero los gestos que han modelado la personalidad de este artista único son a menudo desconocidos.

Para ello he trabajado sobre los siguientes aspectos:

1. La llegada a Madrid con La Mandrágora como fenómeno de despegue.

2. El papel de artista. ¿Hasta qué punto es un personaje distinto, nada convencional?

3. La faceta de creador y lo que ha supuesto para la música española.

4. Los amigos, los hombres, los músicos.

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos