INTRODUCCIÓN
La psicología general define el aprendizaje como el proceso mediante el cual un individuo modifica su conducta como consecuencia de la experiencia o del ejercicio.
Este cambio de conducta le sirve al sujeto para responder de manera más eficaz a las exigencias del ambiente afrontando las situaciones posteriores de modo distinto a como afrontó las anteriores.
Aprender es por eso mismo un creciente enriquecimiento cognoscitivo, pues corresponde al conocimiento la función de guiar al sujeto en su interacción con el ambiente. Digamos, pues, que la experiencia incrementa nuestros datos cognoscitivos, y esto significa, en definitiva, aprender. Esto explica por qué el aprendizaje cognoscitivo ocupa la mayor parte de las tareas educativas del ser humano.
En este proceso de adquisición de conocimientos el inmaduro humano es ayudado por el adulto en la asimilación de ese cúmulo de experiencias que la sociedad transmite a las nuevas generaciones mediante la función educativa.
Por esa razón, en la interacción educativa maduro-inmaduro, no podemos separar artificialmente el acto de aprender del acto correlativo de enseñar, ya que siempre aprendemos de algo o de alguien. Aprendemos de la naturaleza, de nuestras experiencias vividas, de nuestra relación con los demás, de lo que vemos u oímos, etc.
La autodidaxis, a saber, el acto de aprender sin la ayuda de nada o de nadie, en sentido estricto, no puede darse, porque «nadie da lo que no tiene», y nadie puede enseñarse (eso significa etimológicamente «auto-didaxis») lo que ignora.
Pero, en términos relativos, todo sujeto tiene la capacidad para descubrir, «inventar», en sí mismo, en las cosas o en las personas, nuevos conocimientos. Es decir, todo ser humano tiene capacidad, en mayor o menor medida, de aprender.
Este esfuerzo intelectual que ha de hacer el hombre para enriquecerse con la experiencia del pasado es lo que denominamos estudio. Estudiar es el esfuerzo que realiza el entendimiento para conocer alguna cosa; es el trabajo que se le exige a la inteligencia para aprender y cultivar una ciencia o arte.
Basta esta simple definición para comprender que no puede haber aprendizaje sin esfuerzo. Algo que todo estudiante debe tener bien asimilado. No obstante, la etimología de la palabra (studium) hace referencia a la aplicación o afición con que uno se entrega a esta tarea, tan gratificante, que, por mucho esfuerzo que exija y por muchas dificultades que haya de superar, se arrostran voluntariamente con tal de seguir aprendiendo. La necesidad de saber, la innata curiosidad humana, nunca se da por satisfecha; es más bien una necesidad que crece indefinidamente por cuanto que el individuo que sabe desea saber más, el estudiante bien motivado cuanto más aprende más desea aprender.
Hay ejemplos admirables en la historia de la humanidad que resaltan esta natural tendencia del hombre. Se cuenta de Plinio el Viejo que, movido por su deseo de comprender la formidable fuerza de las erupciones volcánicas, se acercó tanto al cráter del Etna que pereció sepultado bajo su lava.
De lo dicho no debe colegirse que el aprendizaje se agote en la mera transmisión de unos conocimientos. En ese proceso de transmisión cultural que se inscribe en la relación maduro-inmaduro, maestro-alumno, docente-discente, hemos de distinguir tres niveles:
a) Nivel informativo. No basta para garantizar el aprendizaje meter muchas cosas en la cabeza del alumno. Si esos contenidos no se encuentran bien asimilados, sino acumulados en confuso acervo, embarullados de manera indiscriminada, sin matizar ni valorar la importancia de cada uno de ellos, lejos de servir para aprender, introducirán el caos y la desorientación mental en la vida del sujeto.
b) Ya el clásico francés Michel de Montaigne afirmaba en uno de sus ensayos que, intelectualmente, «lo que interesa no es tener la cabeza bien llena, sino bien hecha». Éste es precisamente el objetivo propio de un auténtico aprendizaje: la formación mental. Es el nivel de la instrucción (del verbo latino in-struere = construir por dentro) que configura el aprendizaje en una doble dimensión: estructural y dinámica.
• Estructuralmente, organiza los contenidos de la mente de manera orgánica, lógica, coherente. Siguiendo con la imagen del arquitectónico in-struere, no se contenta con tener los ladrillos amontonados de cualquier forma, sino que erige con ellos un hermoso edificio.
• Dinámicamente, esta estructura es una estructura abierta que permite al sujeto continuar incrementando su experiencia con nuevos conocimientos. Le permite continuar aprendiendo por sí mismo. Para decirlo con una imagen, la mente podría considerarse bajo la forma de un fichero que se enriquece de manera ordenada, constante, con nuevos elementos.
De esta forma, el individuo bien formado intelectualmente posee ideas claras y permanece siempre abierto a nuevas ideas. Goethe lo expresaba diciendo que «el hombre es siempre el mismo, pero no lo mismo». Cuando uno adquiere ideas nuevas ya no puede continuar pensando como antes. Se trata de ese impulso a crecer más y más en ciencia y sabiduría.
c) El tercer nivel se refiere al significado último del aprendizaje, por el hecho de que el sujeto discente es algo más que pura inteligencia. No se puede considerar bien formada la inteligencia si no contribuye al perfeccionamiento integral de la persona.
Un alumno puede saber mucho, discurrir de modo perfecto, y, sin embargo, hallarse falto del aprendizaje primordial: aprender a ser hombre. La profesión humana, el oficio de hombre es algo que se aprende día a día, cuando nuestra experiencia se pone al servicio del bien.
Es el nivel de la educación por el que el individuo busca el fin que le es propio: su formación integral, su propio perfeccionamiento como ser inteligente y libre.
En resumidas cuentas, el orteguiano «aprender a aprender» nos disuade de considerar el aprendizaje como una especialización realizada de una vez por todas, para interpretarla más bien en el sentido de una formación que no cesa. El hombre siempre está aprendiendo, siempre se está haciendo, y es esta actitud de continuo aprendizaje la que le impulsa a realizar ese proyecto siempre inacabado de su vida: el ideal eterno del hombre.
A) ¿Qué es estudiar?
Estudiar es un intento sistemático de comprender, asimilar, fijar y recordar los contenidos objeto del aprendizaje valiéndose de unas técnicas adecuadas.
Estudiar, por tanto, es una actitud de la mente y de la voluntad decidida a aprender de manera inteligente, decidiendo metas, seleccionando métodos, recogiendo la información pertinente, solucionando problemas, sopesando opiniones y analizando y criticando tanto las propias ideas como las de los demás.
Estudiar es un oficio y un arte. En nuestros días, estudiar es un oficio que se ve obligada a ejercer toda persona como actividad principal, y de manera más o menos intensa, a lo largo de su vida. Todos, durante la infancia y la adolescencia, algunos por razones de profesión durante toda su vida y la mayoría de las personas, sea cual fuere nuestra profesión u oficio, nos vemos obligados a que el estudio sea nuestro compañero de cada día, como formación permanente.
Estudiar es sin duda el oficio o actividad habitual, mediante la cual el estudiante realiza el aprendizaje, utilizando las técnicas de estudio adecuadas. En cuanto arte, es la habilidad y destreza de cada estudiante para hacer más fácil, práctica e interesante la actividad del estudio.
Saber estudiar
Si estudiar es el oficio o actividad habitual del estudiante, es absurdo que al estudiante no se le enseñen las técnicas de trabajo intelectual que le capaciten para una más fácil, inteligente, rápida y profunda comprensión, asimilación, fijación y utilización de los conocimientos que precisa.
En nuestro país se sigue dando con frecuencia ese absurdo de no enseñar a estudiar en los colegios, pero la culpa no es tanto del profesor cuanto de los responsables educativos que no contemplan en la formación del profesorado el pleno dominio de las técnicas de estudio. «Nadie nos enseñó estas técnicas de estudio cuando estudiamos la carrera», me dicen cientos y cientos de profesores cada vez que voy a un colegio o instituto a dar conferencias a padres, profesores y alumnos.
Saber estudiar es imprescindible para dar la batalla al fracaso escolar que nos domina y en este libro, cuyo fin principal es lograr el éxito escolar, damos a las técnicas de estudio toda la extensión, profundidad e importancia que merecen, al tiempo que proporcionamos a los profesores todo el material necesario para dominar a la perfección las técnicas de estudio y ponerlas en práctica cada día en sus aulas, enseñando también a estudiar a los alumnos, siguiendo el ritmo normal de la clase.
Aprender a estudiar no se logra en poco tiempo ni aplicando las técnicas de estudio a una asignatura. Es una tarea que deben enseñar los profesores de cada asignatura a sus alumnos, especialmente en los últimos años. Sin embargo, hay aspectos del estudio que son comunes a todo lo que estudiamos, o al menos a gran parte, y son estos aspectos los que debe cultivar y dominar todo buen estudiante. Las fichas sobre técnicas de estudio que completan este libro, así como los numerosos ejercicios para desarrollar la velocidad y comprensión lectora, la memoria, la atención, la concentración, etc., contienen todo lo necesario para lograr el éxito escolar.
En este manual que tienes en tus manos se proporciona a padres, profesores y alumnos una metodología psicopedagógica científica y actualizada, capaz de hacer más fácil, completo, profundo, duradero y rápido el aprendizaje.
Estudiar es aprender mejor porque se conocen, dominan y aplican las siguientes técnicas: un método adecuado, una buena organización y planificación, se subrayan los contenidos fundamentales de cada párrafo, se confeccionan esquemas, resúmenes, diagramas, etc., y continuamente se ejercitan la atención y concentración, la memoria, la expresión hablada y escrita, se toman apuntes, se redactan trabajos monográficos... En una palabra, estudiar es aprender de forma inteligente y programada, empleando las técnicas de trabajo intelectual más actualizadas y contrastadas científicamente.
B) ¿Qué es enseñar?
Para D. Willmann, «enseñar es hacer aprender». En este sentido «enseñar» tiene como fin tanto el desarrollo de las capacidades y destrezas del alumno para un aprendizaje más eficaz, como el incrementar sus posibilidades de aprender por sí mismo. Este fortalecer los recursos del estudiante para un aprendizaje autónomo está más que justificado en nuestros días por el rápido envejecimiento de los conocimientos científicos. Todo el aprendizaje es dinámico, permanentemente revisable y, por tanto, lo que debe pretender el enseñante es que sus alumnos «aprendan a aprender». De ahí que «enseñar a aprender a los alumnos» sea la primera meta que debe marcarse todo buen profesor.
Para R. Titone, enseñar es «el acto en virtud del cual el docente pone de manifiesto los objetos de conocimiento al alumno para que éste los comprenda».
El acto de enseñar o didáctico está integrado por los siguientes elementos:
– Un sujeto que enseña (docente).
– Un sujeto que aprende (discente).
– Un contenido que se enseña y debe ser aprendido.
– Una estrategia, método o procedimiento que hace posible un aprendizaje más completo, profundo, duradero y rápido.
– El propio acto docente que tiene lugar durante todo el proceso enseñanza-aprendizaje.
Vemos que, en realidad, el proceso enseñanza-aprendizaje exige que el profesor sea un hábil comunicador, ya que «enseñar» equivale a «comunicar». Como en un proceso de comunicación, se da:
– Un emisor (docente).
– Un receptor (discente).
– Un mensaje (contenido).
– Un canal (soporte por donde se vehicula el mensaje).
– Un código adecuado al contenido, al emisor y al receptor.
En este libro, cuyo fin es ofrecer una estrategia válida para el logro de un éxito escolar generalizado, nos ocupamos de todos y cada uno de los elementos que integran el acto de enseñar o didáctico con la profundidad y detenimiento que cada uno precisa. Así, del sujeto que enseña (profesor), del que aprende (alumno) y de la estrategia o métodos para un aprendizaje más eficaz (técnicas de estudio) nos ocupamos de una forma exhaustiva. De los contenidos o materia del aprendizaje y de la necesaria colaboración de los padres, también nos ocupamos, pero con menor profusión.
La enseñanza implica una adecuada interacción entre padres, profesores y estudiantes
El acto de enseñar conlleva cierta complejidad, ya que para que se produzca el aprendizaje es necesaria una adecuada interacción entre padres, profesores y estudiantes, teniendo como referencia obligada los contenidos objeto del aprendizaje y las estrategias y métodos de estudio apropiados. (Véase el triángulo de la interacción educativa.)
Observamos que en la interacción educativa para una enseñanza eficaz, el triángulo básico de interacción lo forman las flechas de trazado grueso (padres, profesores y estudiantes en perfecta intercomunicación).

La interacción entre padres y profesores, la necesaria unificación de criterios se llevará a cabo en una acción conjunta para apoyar al alumno, ya sea reforzando conductas positivas o exigiendo una mayor disciplina. Entre profesores y estudiantes, mediante las técnicas y métodos de estudio que ayudan al estudiante a comprender los contenidos, fijarlos y evocarlos. La asimilación de los contenidos está en función: de la unificación de criterios educativos, motivación y refuerzos proporcionados por padres y profesores, de la «presencia activa» de los padres preocupándose de las actividades académicas, del aprovechamiento en el estudio y de la habilidad del profesor para facilitar las técnicas de trabajo intelectual, haciendo fácil, comprensible y asequible el tema objeto de estudio.
El estudiante es el verdadero protagonista en el proceso enseñanza-aprendizaje. A él le corresponde, como parte activa-receptiva en quien confluyen los demás elementos, colaborar con verdadera dedicación, ilusión y entrega, tanto para aprender, asimilar, fijar, relacionar y recordar lo estudiado como para lograr «aprender por sí mismo» y dominar por completo todas las técnicas del trabajo intelectual. Tanto es así que si no se realiza ese acto intrínseco del aprendizaje por parte del estudiante (nadie puede aprender por nadie) el mismo acto didáctico puede vaciarse de contenido.
El estudiante puede disponer de los mejores enseñantes del mundo, y éstos pueden aplicar con auténtica perspicacia los métodos más adecuados...; pero si, decididamente, un estudiante no quiere, en vano serán todos los esfuerzos por que se cumpla el proceso correlativo enseñar-aprender.
1. CÓMO UTILIZAR ESTE LIBRO
SOBRE TÉCNICAS DE ESTUDIO
El lector ya se habrá dado cuenta de que tiene en sus manos un libro original y muy práctico, dividido en dos bloques bien diferenciados. El primer bloque contiene una introducción sobre el aprendizaje, especificando en qué consiste estudiar, aprender y enseñar y cómo la enseñanza implica una adecuada interacción entre padres, profesores y estudiantes. Pero lo más importante de este primer bloque es la parte práctica: una gran variedad de ejercicios concretos para aprender mejor la teoría enseñada en las fichas y al propio tiempo desarrollar al máximo las capacidades intelectuales y los hábitos de aprendizaje.
Para uso exclusivo del profesor, se ofrece la solución de todos los ejercicios prácticos. El segundo bloque se compone de las 60 fichas en las que se ofrece, por temas, todo lo que se refiere a técnicas de estudio para el alumno y valiosas orientaciones para profesores y padres.
¿Cómo utilizar el libro? No es posible aconsejar una guía demasiado concreta para la utilización del fichero sobre técnicas de estudio, ya que cada una de las fichas contiene suficiente orientación específica al respecto, pero, a mi juicio, lo mejor es que cada profesor adapte el fichero a edades, cursos y necesidades concretas que presenten sus alumnos.
Como sugerencia general, lo ideal sería que el profesor trabajara con sus alumnos una o dos fichas cada semana y que, al mismo tiempo que enseña Matemáticas, Lengua o Historia, imparta también las técnicas de estudio como si se tratara de una asignatura obligatoria.
Sé que habrá profesores que no sabrán por dónde empezar, ya que son muchas fichas. Por eso me permito sugerir que, sea cual fuere el nivel educativo que impartan, debe darse prioridad a las siguientes fichas: organización y planificación, importancia del método, velocidad y comprensión lectora, técnicas de análisis y de síntesis (subrayado, esquemas, diagramas, resumen...), atención, concentración, memoria y cómo desarrollarlas, tomar apuntes en clase, la sesión de estudio paso a paso, realización y presentación de un tema por escrito, evaluación continua y sus ventajas para repasar y recordar mejor las lecciones, preparación remota y próxima de los exámenes y «aprender a ser profesor de ti mismo».
Los temas básicos para un estudio eficaz que acabo de enunciar son la síntesis de cuanto tiene que dominar y practicar todo estudiante y por mucha insistencia que haga el profesor a lo largo de todo el curso, será poca. La puesta en práctica de estas técnicas debería ser diaria y constante al menos durante la educación secundaria obligatoria.
Una buena medida, ya llevada a la práctica por no pocos profesores siguiendo mis orientaciones, es exigir el subrayado bien hecho en todas las asignaturas y dedicar un cuaderno con hojas de tamaño folio para la confección de esquemas y diagramas. Cada lección, explicada y aprendida, debe ser plasmada en un guión detallado y más completo valiéndose de todas las anotaciones, aclaraciones y apuntes de clase. Grabar en audio las lecciones bien preparadas permitirá un aprendizaje más rápido y completo y el poder repasar después en cualquier sitio los temas de estudio para controles y exámenes, con gran facilidad, utilizando auriculares.
El profesor debe ser generoso con los estudiantes que lleven al día el cuaderno de esquemas-guión completado de todas las lecciones explicadas. No tengan reparo en subir un punto la nota final, siempre que los esquemas estén sacados de un subrayado personal bien hecho.
De importancia capital para los alumnos de primeros cursos de la ESO son los ejercicios de velocidad y de comprensión lectora. Aproveche el profesor cualquier ocasión para aplicarlos, aunque lo más práctico sería asignar una o dos horas semanales al entrenamiento de estos estudiantes en la lectura rápida, sin perder un grado aceptable de comprensión y de captación de las ideas fundamentales y que, mediante la lectura silenciosa de un texto previamente preparado, participen todos los alumnos de la clase.
Aunque ya casi nadie se ocupa de preparar ejercicios para el desarrollo de la memoria, de la atención, de la concentración y de la agilidad mental, etc., a los estudiantes les encanta este tipo de entrenamientos mentales y son imprescindibles para desarrollar y tener a punto la capacidad intelectual.
Como no serán suficientes los ejercicios solucionados que aquí ofrezco para el desarrollo de las diversas aptitudes, sería conveniente que el profesor, con un poco de buena voluntad e imaginación, preparase para sus alumnos un bloque de ejercicios semejantes a los que aquí se ofrecen, pero con dificultad creciente. Sin duda comprobará que va mejorando de forma ostensible y generalizada el nivel de interés y de rendimiento intelectual de sus alumnos.
Tengo la esperanza de que en la mayoría de los centros educativos de nuestro país cobra fuerza, cada día con más intensidad, la idea clara de que el éxito escolar puede generalizarse si entre todos nos lo proponemos con ilusión, con entusiasmo y con amor: pero desde la ciencia psicopedagógica, tal y como se enseña en este libro.
Ojalá no tarde en hacerse realidad, lo antes posible, lo que constituye desde hace años el sueño de mi vida como profesor y educador entregado a presentar batalla al fracaso escolar y hacer posible el éxito en los estudios. ¿Cómo? Consiguiendo que todos los estudiantes aprendan a estudiar con aprovechamiento y que los alumnos asistan a clase felices y esperanzados porque entre todos hemos logrado que aprender sea algo estupendo, divertido, interesante, participativo y útil.
2. EJERCICIOS
SUMARIO
I. Para ponerte en forma física y mentalmente.
1. Condiciones para la relajación.
2. Relajación básica.
3. Una relajación sencilla: estirarse.
4. Ejercicios para relajar las zonas del cuerpo en que se acumula más tensión.
5. Ejercicios de respiración.
6. Dormir bien.
II. Ejercicios de planificación y programación.
III. Ejercicios de lectura.
1. Ejercicios para determinar la amplitud del campo de visión. 2. Desarrollo de la velocidad lectora.
3. Lectura de rastreo.
4. Lectura eficaz.
IV. Ejercicios de comprensión y riqueza de vocabulario.
V. Ejercicios de análisis y síntesis.
1. El subrayado.
2. El resumen.
3. El esquema.
VI. Ejercicios de atención y concentración.
VII. Ejercicios para desarrollar la memoria.
VIII. Ejercicios de agilidad mental.
SOLUCIONES A LOS EJERCICIOS
II. Modelos para la planificación y programación.
III. Ejercicios de lectura.
Cómo medir tu velocidad.
Cómo medir tu eficacia.
IV. Ejercicios de comprensión y riqueza de vocabulario.
V. Ejercicios de análisis y síntesis.
1. El subrayado.
2. El resumen.
3. El esquema.
VI. Ejercicios de atención y concentración.
VII. Ejercicios de memoria.
VIII. Ejercicios de agilidad mental.
I. Para ponerte en forma
física y mentalmente
La relajación física y mental es un arte que sólo se consigue con la práctica, y nadie adquiere mayor poder que el que logra el completo dominio de sí mismo. Éste es el objetivo de los ejercicios de relajación.
1. Condiciones para la relajación
La relajación presenta las siguientes condiciones que has de controlar:
1. Busca un lugar silencioso y solitario. El silencio es necesario para la relajación y tranquilidad mental. La soledad favorece el encuentro con uno mismo.
2. Escoge, a ser posible, un ambiente natural: el azul del cielo y el verde del campo son los colores más relajantes.
3. Un ambiente de penumbra u oscuro nos protege de la distracción que provoca la luz. Hasta los párpados se hacen penetrables a la luz intensa.
4. Evita las molestias tanto del calor como del frío, pues uno y otro impiden la concentración.
2. Relajación básica
Para alcanzarla sigue los siguientes pasos:
1. Despójate de cualquier prenda de ropa que pueda oprimirte: cinturón, cuellos, corbatas, zapatos...
2. Túmbate sobre una superficie rígida, pero que no sea ni muy dura ni muy blanda. Es bueno hacerlo sobre una alfombra.
3. Coloca el cuerpo en posición supina (boca arriba). Las piernas ligeramente entreabiertas y los brazos extendidos a lo largo del cuerpo.
4. Cierra los ojos sin apretar mucho los párpados, y quédate totalmente inmóvil.
5. Pasa revista a todos los músculos de tu cuerpo concentrando sucesivamente tu atención en cada uno de ellos y alejando la tensión que pueda haber acumulada en alguno.
El orden que puedes seguir es el siguiente:
• El cuero cabelludo. Relájalo como si se estuviera despegando del cráneo.
• Los ojos. No aprietes los párpados. Déjalos que se cierren como si tuvieran una moneda pesada encima.
• Mandíbula, labios y lengua. Evita la presión de los dientes y de las muelas; que la lengua permanezca flotando sin presionar contra los dientes o el paladar; y los labios cerrados suavemente.
• El cuello (sobre todo, en su parte posterior, en el trapecio, músculo que une el cuello con la espalda, que es donde suele acumularse más tensión).
Si el cuello se halla libre de tensión, podrás mover fácilmente la cabeza. Encógete de hombros para relajar los trapecios.
• La espalda. Se relaja fácilmente si se dejan caer lateralmente los hombros y los brazos.
• Los músculos pectorales. Repitiendo varias veces algunos movimientos respiratorios de inspiración y espiración no te resultará difícil relajar los músculos del pecho.
• El abdomen. Apretando y relajando varias veces los músculos del vientre, eliminarás su tensión.
• Los brazos. Primero puedes apretar los puños y ponerlos en tensión. Al relajar después los dedos y la mano, sentirás cómo se relaja todo el brazo, que debe caer como un peso muerto a los flancos del cuerpo.
• Piernas y pies. Primero con una pierna y después con la otra, sacúdelas dejándolas ligeramente sujetas desde el muslo hasta la punta del pie. Haz lo mismo con los pies moviendo los dedos. El talón y la punta del pie no deben crear tensión.
6. La mente, que hasta ahora ha estado dirigiendo su atención a los miembros del cuerpo, una vez que éstos se hallan en calma, debe relajarse ella misma sumergiéndose en la imaginación, visualizando escenas agradables, placenteras... (por ejemplo, la contemplación de una hermosa puesta de sol desde una verde colina; tumbado sobre la limpia arena de una playa recibiendo la brisa del mar y el murmullo de las olas; etc.).
La imaginación no debe trabajar con personajes ni con escenas excitantes.
Puedes imaginar que tu cuerpo entero se diluye como un terrón de azúcar en el agua... O que tus miembros se encuentran tan pesados que te arrastran en serena caída hacia el vacío...
Con esta relajación básica, bastarán diez minutos para que te puedas levantar libre de tensiones y con un ánimo renovado para el estudio.
3. Una relajación sencilla: estirarse
Tu trabajo sedentario de estudiante requiere que, de cuando en cuando, desentumezcas tu cuerpo estirando los miembros. Prueba a hacer estos ejercicios:
1. Túmbate de espaldas con los brazos a lo largo del cuerpo y las palmas de la mano hacia abajo. Estira las piernas con las puntas de los pies hacia adelante. Describe un semicírculo con los brazos y extiéndelos detrás de la cabeza con las palmas de las manos hacia arriba. A la vez que inspiras, tensa las manos y los pies en oposición de fuerzas, como si quisieras alcanzar algún objeto algo alejado. Mantén esta tensión durante cinco segundos, y vuelve los brazos a su posición inicial mientras espiras lentamente y relajas todos los músculos del cuerpo.
2. Siéntate en el suelo con las piernas totalmente extendidas hacia adelante. Flexiona lentamente el tronco y, sin doblar las piernas, agarra los pies con ambas manos de forma que el tronco repose por entero sobre las piernas. Puedes permanecer así tres o cuatro minutos.
4. Ejercicios para relajar las zonas del cuerpo en que se acumula más tensión
1. La cabeza. Tras largo rato de estudio puedes llegar a sentir la cabeza pesada, tensa, cargada. Para relajarte pueden servirte los siguientes ejercicios:
a) Siéntate en una silla con la espalda recta, apoyada en el respaldo, y las piernas formando un ángulo recto. Los brazos caídos a los lados del cuerpo. Cierra los ojos y echa la cabeza ligeramente hacia atrás. Presiona suavemente el puente de la nariz, a la altura de los ojos, con los dedos índice y pulgar. Date unos masajes circulares durante dos o tres minutos.
b) En la misma posición que en el ejercicio anterior, con los dedos índice y medio colocados a los lados de la frente, a mitad de distancia entre la ceja y el pelo, aplica una ligera presión y haz unos masajes durante dos o tres minutos.
c) Sentado de la misma manera, con los ojos cerrados, sin apretar las mandíbulas, sin mover el cuerpo, de forma suave, haz estos ejercicios de cabeza:
– Flexión de la cabeza adelante (hasta casi tocar el pecho con la barbilla), levantarla a posición normal, echarla hacia atrás levantando la barbilla, posición normal, de nuevo adelante... (20 veces).
– Girar lateralmente la cabeza a la derecha, al frente, a la izquierda... (20 veces).
– Giros circulares de la cabeza (como las agujas de un reloj) abajo, a la derecha, atrás, a la izquierda, abajo... (10 veces). Repetir otras 10 veces el mismo ejercicio en el sentido contrario.
Antes de abrir los ojos, con la cabeza en posición normal, cuenta hasta cinco y ábrelos poco a poco.
Sentirás que la tensión del cuello y de la cabeza ha desaparecido.
2. Los ojos. La vista del estudiante, con la atención puesta en el libro y los apuntes, acumula una tensión que puedes descargar así:
a) Con la espalda recta, los brazos relajados a lo largo del cuerpo y la cabeza hacia atrás, cierra los párpados y procura sentir tus globos oculares haciéndolos girar enérgicamente primero hacia la derecha y luego en sentido contrario. (Repite el ejercicio durante dos minutos.)
b) Tensa los músculos de la frente y los orbiculares apretando fuertemente los párpados y arrugando el entrecejo. Mantén la presión durante cinco segundos y afloja lentamente. Desarruga el entrecejo y vuelve a contar hasta cinco antes de abrir lentamente los ojos.
c) Cierra y abre fuertemente los ojos de manera alternativa (cinco segundos por cada movimiento durante dos minutos). Este ejercicio ayuda a contraer y relajar también los músculos de la frente y del cuero cabelludo.
d) Sentado, con la espalda recta y la cabeza inmóvil, inspira a la vez que abres tus ojos mirando hacia arriba todo lo que puedas. Mantén esta postura durante cinco segundos y espira. A continuación, baja los ojos al máximo (sin mover la cabeza) mientras inspiras. Mantenlos así cinco segundos y espira.
Haz el mismo ejercicio dirigiendo tu vista alternativamente a tu derecha y a tu izquierda. (Repite 10 veces estos ejercicios.)
3. Los hombros y la nuca
a) Sentado con la espalda recta, los brazos caídos y los ojos cerrados, tensa los músculos de los hombros encogiéndolos tan arriba como puedas, al mismo tiempo que vas inspirando. Mantén esta postura durante cinco segundos. Relaja a continuación los hombros dejándolos caer mientras espiras. (Repítelo 10 veces.)
b) En la misma posición, con los ojos cerrados, echa hacia atrás la cabeza estirando todo lo que puedas la barbilla hacia arriba e inspirando. Mantén esa postura durante cinco segundos. Baja después la barbilla mientras espiras y vas abriendo los ojos. (Repítelo 10 veces.)
4. La cara
a) Con los ojos cerrados, tensa los músculos de la mandíbula y la lengua apretando los dientes y presionando con la lengua contra el paladar. Mantén esta presión durante cinco segundos. Relaja después la mandíbula y la lengua. (Repítelo 10 veces.)
b) Hincha la mejilla izquierda como un globo de aire. Mantén el aire en esa posición durante un segundo. Pasa el aire bajo el labio superior y mantenlo allí otro segundo. Pásalo a continuación a la mejilla izquierda y mantenlo también durante un segundo. (Repítelo 5 veces.)
Estos ejercicios son muy aptos para tonificar y relajar los músculos de la cara.
5. Ejercicios de respiración
El cansancio y la fatiga en el estudio provienen muchas veces de una mala ventilación. (¡Qué pernicioso es el vicio de fumar mientras se estudia!) No se puede vivir sin respirar. Tu cerebro necesita oxígeno para realizar sus funciones; por eso no es exagerado decir que necesitas respirar para estudiar.
Por la mañana o a lo largo del día, cuando necesites descansar, puedes realizar los siguientes ejercicios de respiración:
1. Túmbate de espaldas con la nuca apoyada en el suelo, las rodillas flexionadas y los brazos extendidos a lo largo del cuerpo. Cierra los ojos, entreabre la mandíbula y relaja la lengua y los labios. Concéntrate sólo en tu respiración durante tres o cuatro minutos.
Inspira por la nariz lenta y profundamente contando hasta cinco. Contén la respiración tan sólo un segundo, y espira despacio por la nariz contando de nuevo hasta cinco.
(La inspiración y la espiración deben ser regulares e iguales.)
2. Nuestra actividad respiratoria puede diferenciarse en tres modalidades:
• Respiración abdominal, que afecta a la parte inferior de los pulmones. Es una forma de respiración muy buena para la relajación y para la salud.
• Respiración torácica, que emplea la parte media de los pulmones y es muy apta para la declamación.
• Respiración clavicular, correspondiente a la parte superior de los pulmones y que favorece los ejercicios de canto.
a) Sentado en el suelo, con la espalda recta y las piernas cruzadas (estilo yoga) inspira lenta y profundamente por la nariz, imaginando que se van llenando las tres partes indicadas de los pulmones.
Este ejercicio es un ejercicio de respiración completa: inspira lentamente por la nariz llenando lentamente la parte inferior de los pulmones, luego el centro y, por último, la parte superior. No se trata de tres ejercicios, sino de tres fases de un mismo proceso respiratorio.
b) No obstante, puedes diferenciar en sucesivos ejercicios las tres zonas pulmonares:
– Para la respiración abdominal, coloca las manos sobre el vientre y, mientras vas inspirando, notarás cómo se expanden los músculos abdominales y cómo retornan a su posición normal, ya relajados en el momento de espirar. Emplea cinco segundos para la inspiración, mantén el aire un segundo y espira en otros cinco segundos. (Repite 5 veces el ejercicio.)
– Para la respiración torácica, coloca las manos en las costillas, mete el vientre e inspira ensanchando todo lo que puedas la caja torácica. Al tiempo que vas espirando, vete estrechando con las manos las costillas. Emplea cinco segundos para la inspiración, uno para mantener el aire y otros cinco para espirar. (Repite 5 veces el ejercicio.)
– Para la respiración clavicular, coloca las manos en las clavículas, mete el vientre e inspira ensanchando todo lo que puedas el tórax y el pecho. Notarás cómo las clavículas se elevan un poco. Emplea el mismo tiempo que en los ejercicios anteriores.
6. Dormir bien
El estudiante debe aprovechar las horas del día sin tener que quitar horas al sueño. Tu trabajo intelectual (clases o estudio) no puede ser eficaz si antes no satisfaces la necesidad de descanso. Se atribuye a Napoleón la opinión de que seis horas bastaban a un hombre para dormir bien, siete a una mujer y ocho a un necio. No compartimos tal opinión, antes bien creemos que cada persona tiene su propio ritmo de sueño y, en definitiva, consideramos más importante la calidad que la cantidad de horas dormidas. Normalmente, ocho horas pueden ser las adecuadas para un estudiante de tu edad.
Para dormir bien puedes recurrir a estos medios:
a) Practica previamente los ejercicios de relajación básica que te hemos apuntado.
b) Para favorecer la relajación antes de acostarse es bueno un baño de agua tibia (30 grados es buena temperatura), pero no es aconsejable permanecer más de diez minutos dentro del agua.
c) Un vaso de leche caliente antes de acostarse también favorece el sueño.
d) Dos horas antes de acostarte debes ir abandonando tu actividad normal para dar paso a un reposo gradual. La lectura relajada (evitando relatos o descripciones espeluznantes o excitantes) y una música serena son buenos preludios para un dulce sueño.
e) No dejes nada para «consultar con la almohada». Al concluir la jornada, se acabaron los problemas.
f) Adopta por costumbre una hora fija para acostarte y otra fija para levantarte.
II. Ejercicios de planificación
y programación
1. Elabora tu propio calendario escolar. En él deberán figurar:
• los meses de curso,
• los días lectivos (tus días de trabajo),
• los días festivos,
• los días de vacaciones.
Diferencia estos días con distintos colores.
En cada casilla podrás ir reflejando tu aprovechamiento escolar.
2. Confecciona tu horario de clases:
• Con los días lectivos de la semana.
• Con las horas de clase.
• Con las materias correspondientes a cada clase.
• Con las horas de estudio individual.
3. Programa tu trabajo mensual:
Haz constar en esta programación los días y las semanas. Concede a cada día un cuadro lo suficientemente amplio para poder anotar en él las tareas o trabajos que te hayas propuesto llevar a cabo en un plazo fijo, las fechas de evaluación, las fechas y actividades de repaso, actividades extraescolares, etc.
4. Programa tu trabajo semanal y diario:
Otorga a cada día de la semana un espacio que te sirva para ir anotando las actividades, lecciones, repasos que debas realizar en tu trabajo individual, ya sea en el colegio, ya en casa.
NOTA: Todas estas planificaciones puedes recogerlas de manera ordenada en una libreta de anillas que constituya tu LIBRETA DE PLANIFICACIÓN, que siempre debes tener a mano y usar frecuentemente.
III. Ejercicios de lectura
1. Ejercicios para determinar la amplitud del campo de visión[1]
•
SI
•
CON
•
MUCHA
•
ATENCIÓN
•
VAS PONIENDO
•
LA MIRADA FIJA EN
•
EL MISMÍSIMO CENTRO DE
•
CADA UNO DE ESTOS RENGLONES
•
HALLARÁS TU AMPLITUD VISUAL

2. Desarrollo de la velocidad lectora
1. Con el fin de alcanzar una mayor agilidad visual, leer horizontalmente los grupos de palabras con una sola fijación. Repetir el ejercicio aumentando gradualmente la velocidad.
El fragor del | viento entre los | pinos apaga |
todos los demás | ruidos de la noche. | Es una marejada |
sorda y fiera, | un son ronco | y oscuro |
de cuyo seno | parecen salir | los relámpagos. |
Don Juan Manuel, | de tiempo en tiempo, | se detiene |
desorientado, | e intenta aprovechar | aquel resplandor, |
que inesperado | y convulso | se abre |
en la negrura | de la noche, | para descubrir |
el camino. | De pronto | ve surgir |
unas canteras, | que semejan | las ruinas |
de un castillo. | El eco | de los truenos |
rueda encantado | entre ellas. | Al acercarse oye |
ladrar un perro, | y otro relámpago | le descubre |
una hueste | de mendigos | que han buscado |
cobijo en | tal paraje. | Tienen |
la vaguedad | de un sueño | aquellas figuras |
entrevistas | a la luz | del relámpago. |
RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN,
Romance de lobos
2. Este otro ejercicio para la agilización de la vista se desarrolla con movimientos más amplios que el anterior.
Hacía un calor | horrible; todo el |
campo parecía | quemado, |
calcinado; | el cielo, plomizo, |
con reflejos | de cobre, |
iluminaba los | polvorientos viñedos, |
y el sol se ponía | tras de un velo |
espeso de calina, | a través del cual |
quedaba convertido | en un disco |
blanquecino | y sin brillo. |
Desde lo alto | del cerro |
se veía | la llanura cerrada |
por lomas grises, | tostada por el sol. |
En el fondo, | el pueblo, inmenso, |
se extendía | con sus paredes blancas, |
sus tejados | de color de ceniza |
y su torre dorada | en medio. |
Ni un boscaje, | ni un árbol; |
sólo viñedos | y viñedos |
se divisaban | en toda la extensión |
abarcada por la vista; | únicamente |
dentro de las tapias | de algunos corrales |
una higuera extendía | sus anchas |
y oscuras hojas. |