Lola incontenible y su vecino irresistible (Pacto entre amigas 6)

Ángeles Valero

Fragmento

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Capítulo 1

Llamada de urgencia

Lola tenía que alejarse de Málaga urgentemente. Al menos por una temporada. Hasta que sintiera que las aguas volvían a su cauce. Como si las Moiras estuvieran de su parte, unos meses atrás había recibido la llamada de una excompañera de facultad. Estaban a punto de empezar un proyecto en Tarragona y ella era perfecta para el puesto. Por no decir que, debido a sus últimos artículos y estudios, era parte esencial para que este saliera bien.

En otro momento lo habría rechazado. Pedir un traslado solo para dos meses y alejarse de las chicas, su única familia, en fechas tan cercanas a la Navidad no entraba en sus planes. Por no hablar de que vivir sola en una ciudad que no conocía era algo que le atraía a los veinte, pero con treinta y tres había aprendido a amar la rutina y la cotidianidad. Con Abril y Carmen había conseguido una complicidad única. Las consideraba las hermanas que nunca había tenido. Distanciarse de ellas le costaba.

Sin embargo, la vuelta de Félix al museo y su insana insistencia en seguir donde lo dejaron, antes de que él la abandonara marchándose a Londres sin avisar, era la gota que colmaba el vaso de su equilibrio emocional. Desde su regreso, el ambiente en el trabajo estaba demasiado tenso. Iba cada día a trabajar con ganas de llorar y no era capaz de desconectar. Le había costado mucho superar esa nociva relación y no estaba dispuesta a ceder un mínimo del terreno avanzado.

Además, a todo esto debía sumar los cuchicheos y miradas del equipo. Acostarse con su superior y exprofesor de carrera no había sido buena idea. Si le sumaba que le sacaba quince años y a los ojos de los demás seguía casado, menos aún. En realidad el matrimonio estaba roto y así lo demostraban ambos manteniendo relaciones con terceros. Sin embargo, en los eventos de la fundación benéfica en la que trabajaba Begoña, su mujer, y del museo, ella era la principal. La que iba cogida de su brazo luciendo un collar de perlas mientras Lola lo esperaba en la habitación de hotel.

Estaba segura de que, de haber hablado con alguna de sus amigas psicólogas, le habrían dicho que lo suyo con Félix tenía algo que ver con la ausencia de un padre. Un escalofrío de asco la recorrió. Solo con pensar en volver al trabajo moría un poco más por dentro. Necesitaba poner distancia.

Por todo eso llevaba semanas buscando, sin éxito, un piso cerca del Museo Nacional Arqueològic de Tarragona que le permitiera aceptar la propuesta. Un sonido lastimero le salió de la garganta y las lágrimas volvieron a rodarle por las mejillas. Hundió la cabeza en el cojín del sofá y gritó hasta que no pudo más.

En ese momento, la puerta de la casa se abrió. Antes de que se diera cuenta, sus amigas se le habían abalanzado y la abrazaban preocupadas.

—Cielo, ¿qué tienes? —preguntó Carmen apoyándola en su pecho.

—¿Estás buscando piso? —Abril miraba la pantalla sin salir de su asombro—. Espera, ¿qué calle es esa? ¿En qué idioma...? ¿Por qué buscas pisos en Tarragona?

—¿Tarragona? Lola, ¿qué está pasando?

Ella levantó el rostro del pecho de la malagueña. Secándose las lágrimas, incapaz de guardar por más tiempo el secreto, dijo:

—Félix ha vuelto y necesito alejarme de él. Genera un ambiente de tensión que me agota física y mentalmente. Solo será por un tiempo.

Carmen parpadeó. Cuando Lola pensaba que su amiga la iba a reñir y decirle de todo, una dulce sonrisa le llenó los labios.

—Me parece estupendo.

—¿Cómo? —preguntaron las otras dos mirándola asombradas.

—Creí... creí... —balbuceó Lola—, creí que ibas a decir que esto era una locura.

—No lo es. Asumo que has escogido Tarragona porque tus antiguos compañeros de clase están allí, ¿no? En ese poblado romano.

—En la Villa romana dels Munts, sí. Hablé con Patricia hace unas semanas y dijo que a primeros de mes inician un proyecto de restauración importante. Le habló de mí al coordinador y está encantado de tenerme.

—Eso es genial.

Abril aplaudía feliz de que su amiga tuviera no solo una oportunidad laboral, sino también una escapatoria.

—En otras circunstancias le diría que no. Quiero estar con vosotras, Tarragona está muy lejos, pero con Félix aquí... Ha intentado que...

—¿Qué?

El tono frío de Carmen hizo que Lola se tensara. Bajó la voz, como si la que hubiera actuado mal fuera ella y no él.

—Que nos quedáramos solos para hablar y volver.

—¿Perdona? Será cabrón. —El insulto llenó la boca de Abril—. Eso es acoso, lo puedes denunciar. Abuso de poder, sigue siendo tu jefe.

—Un jefe con el que no dudé en acostarme. No puedo hacer eso. Si ya lo tengo difícil con los amigos que tiene, después de lo que hice mucho más. Diría que soy una mujer despechada intentando minar su carrera.

—Yo sí que le iba a minar el... —murmuró Carmen entre dientes—. Uf, este tipejo saca mi lado más violento. Vale, decidido. Te vas a Tarragona a ese proyecto. Ya haremos videollamada todos los días.

—No puedo. —El lamento volvió a dar paso a las lágrimas—. No tengo dónde vivir. Patricia ya comparte piso con amigas y está completo. Ha preguntado a otros compañeros, pero no pueden alojarme. Buscar un piso para dos meses es muy complicado, además los alquileres están por las nubes. Así que le voy a decir que no puedo ir.

—De eso nada. Ahora mismo hacemos una llamada de urgencia, tenemos amigas catalanas, seguro que ellas pueden ayudarte.

—¿Qué dices? Están en Barcelona, es como si yo le pidiera ayuda a uno de Sevilla. ¿Qué tendrá que ver?

—Técnicamente —colaboró Abril en apoyo de la idea de Carmen—, creo que Laia y Gema viven en Tarragona. No sé, igual el pueblo ese donde se pasan la vida de fiestas y el patrón es Dieguito Alborada no está tan lejos.

Lola la miró esperanzada. No le gustaba pedir favores, pero seguro que las chicas entendían que era un caso extremo y tal vez Abril tuviera razón. Su primera idea había sido ir en avión a Tarragona, aunque también podía hacerlo en coche si la casa estaba algo alejada del centro. No le importaría convivir con ellas. Podría ser la opción perfecta.

Carmen se levantó dando una palmada.

—Vale, pues voy a abrir un vino y llamamos a estas locas. Esto lo solucionamos hoy mismo y mañana estás presentando la carta a tu superior. Es un tío enrollado, seguro que lo entiende.

—Sí, está al tanto de que en Tarragona me están buscando.

—Pues no se hable más. Voy a por el último vino que me traje de El Firmamento.

Abril aplaudió y siguió a la malagueña hasta la cocina.

—Yo abrir

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