CAPÍTULO 1
LA SEÑORA CRETINO LLENA EL VÁTER DE AVISPAS
Tú imagínate lo que debe de ser vivir al lado de un par de AUTÉNTICOS CRETINOS.
Pero ¿y si además tuvieras la malísima suerte de que esos vecinos fuesen unos cretinos RUIDOSOS? Ya sabes, el tipo de personas que se ponen a tocar el trombón como si estuviesen arañando un caldero a las cuatro de la mañana o que deciden que la mejor hora para taladrar una pared es la de la siesta.
O imagina que, justo en la casa contigua a la tuya, tienes a unos cretinos CHISMOSOS, de esos que te observan por encima de los setos del jardín o que te espían por la ventana mientras tú estás merendando tranquilamente.
¿Y si se mudaran a tu barrio unos cretinos francamente COCHAMBROSOS que se dedicaran a llenar su casa de basura o su jardín de coches viejos y oxidados?
O, peor aún, ¿qué harías si vivieras puerta con puerta con unos cretinos APESTOSOS? ¿O unos cretinos ODIOSOS? ¿O directamente un par de cretinos ESPANTOSOS que fuesen malísimos con tu gato y que saltaran desde detrás de la verja del jardín disfrazados de payasos sin motivo alguno, solo por el mero placer de darte un susto de muerte?
De un modo u otro, todas estas variantes de cretino son repulsivas. Así que ¿qué pasaría si acabases teniendo al lado a un par de cretinos
RUIDOSOS,
CHISMOSOS,
COCHAMBROSOS,
APESTOSOS,
ODIOSOS y
ESPANTOSOS?
Pero ¿cómo va a existir gente así de horrorosa?
Bueno, pues mucho lamentamos decirte que sí. Se llaman señor y señora Cretino y por aquí vienen.
AGÁRRATE,
QUE LLEGAN
CURVAS.
El señor Cretino tiene la cara como el sobaco peludo de un jabalí verrugoso y una personalidad a juego. Posee un montón de cosas la mar de desagradables, desde sus sucias botas hasta el pelo de la cabeza, que parece el nido del pájaro más desordenado del mundo. Aunque lo más repugnante que tiene el señor Cretino es la barba, tiesa y áspera como las cerdas de un cepillo para limpiar botas. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que está llena de trocitos de comida que se le caen cuando se zampa su asqueroso almuerzo o esa chapuza que él considera cena. Tropezones de natillas cuajadas y restos de gachas PODRIDAS se enredan entre los cabellos de su mal afeitado bigote. De ahí que, cuando entre horas le entra hambre, lo único que tiene que hacer el señor Cretino es sacar su lengua babosa y buscar algo sabroso para picar entre toda esa maleza de pelos que tiene por barba.
De momento, vamos a dejarlo ahí, porque es demasiado infecto todo como para pensar en ello más de dos segundos sin que se te cortocircuite el cerebro. Pero hay más. Solo unos párrafos antes te hemos mencionado unas botas sucias, ¿no? Pues eso nos lleva directamente a invitarte a que le eches un vistazo a la señora Cretino.
La señora Cretino es un fardo repugnante y chillón de puro espanto. Tiene la cara como un codo arrugado y se viste como si llevara un roído saco de patatas confeccionado a finales del siglo XVIII. Si por desgracia llegaras a verle las uñas de los dedos de los pies, volverías a casa corriendo, llamando a tu madre con alaridos, sin importar la edad que tengas. Entre las aficiones de la señora Cretino se encuentran el «grito al gato» y tejer jerseicitos para cachorros de perro. Pero no te creas que les da los jerseicitos a ellos, sino que les prende fuego para que los cachorros vean cómo arden. Este es el tipo de cosas con las que la señora Cretino se entretiene.
El señor y la señora Cretino viven en una casa que ellos mismos construyeron, y al comienzo de esta historia no tienen vecinos. Claro que esto tampoco debería extrañarle a nadie, porque figúrate lo que debe de ser vivir al lado de este par de impresentables. O, mejor dicho, al lado de esa casa, COCHAMBROSA y OSCURA, ya que la edificaron sin ventanas para que nadie pudiera observarlos. El jardín, lleno de cardos y ortigas punzantes, está rodeado por un altísimo seto de zarzas retorcidas y afiladas para que no se acerque nadie.
«¿Por qué?», te preguntarás. Pues muy sencillo: porque al señor y a la señora Cretino no les gusta la gente. Ni siquiera se gustan entre ellos. De hecho, la lista de cosas que no les gusta a los Cretinos es larguííísima. Para resumir, te diremos que la lista incluye personas, que los miren otras personas, hablar con otras personas, que otras personas vivan cerca de ellos, ellos mismos y lavarse.
Entonces ¿QUÉ les gusta al señor y la señora Cretino? En este caso, la lista es mucho más corta. Y el primer punto es gastarse HORRIBLES y MALVADAS bromas y jugarretas el uno al otro. Y aquí precisamente es donde da comienzo nuestra historia.
Era una fresca mañana de primavera. El sol ya había salido y doraba con su luz el Gran Árbol Muerto que estaba plantado en un claro de un lateral del jardín de los Cretinos. Aquella mañana, la señora Cretino se había levantado temprano y deambulaba lozana entre los cardos con un cubo gigante cubierto de tela en sus manos llenas de verrugas. Se había puesto una bata roída y tenía en su rostro una sonrisa perversa…, porque estaba a punto de gastarle a su espantosísimo marido una broma especialmente «dolorosa», que llevaba varios días planeando. Estaba de tan buen humor que hasta tarareaba para sí misma una alegre melodía. Claro que a la mayoría de nosotros no nos habría sonado ni alegre ni parecida a una melodía. Sonaba más bien… como el chirrido de unas bisagras oxidadas.
—¿Dónde estáis, pequeñas mías? —graznó la señora Cretino. Y, al agacharse para buscar algo entre las ortigas, le crujió la espalda huesuda de arriba abajo. Cuando se enderezó, llevaba en la mano un tarro de mermelada lleno hasta los topes de furiosas avispas zumbadoras.
El día anterior, la señora Cretino les había hecho unos agujeritos a las tapas de varios tarros y había vertido en ellos una pequeña cantidad de miel. Porque así es como se hacen las trampas para avispas: estas van hasta el fondo atraídas por la miel, pero después no saben cómo salir por los agujeros. Con sumo cuidado, la señora Cretino desenroscó la tapa del primer tarro y echó las avispas en el cubo, colocando la tela encima rápidamente. Luego cogió la siguiente trampa. Al cabo de media hora, en el cubo de la señora Cretino no cabían más avispas. Debía de haber cientos. Y, por eso, la sonrisa se le ensanchó y se le hizo, si cabe, más perversa.
La señora Cretino abrió suavemente la puerta principal de la casa y entró con sigilo. Como te podrás imaginar, el interior de la casa de los Cretinos era igual de asqueroso que el exterior. Miraras donde mirases, todo era un caos de dejadez supina. Las sillas estaban mohosas, las escaleras polvorientas, el horno grasiento y el váter… Bueno, del váter te hablaremos en un segundito. Pero desde ya avisamos que bonito no va a ser.
La señora Cretino caminó a rastras por el salón, cruzó la cocina y entró en el cuarto de baño. Y, llegados a este punto, probablemente sea necesario pedir disculpas. Porque nadie quiere ver el interior del cuarto de baño del señor y la señora Cretino, pero, como forma parte de la historia, vamos a tener que abordar este tema sí o sí. Como seguramente sospeches, sí, es una de las peores habitaciones de todo el planeta. Para empezar, te recordamos que no tiene ventana. Además, el baño no se ha limpiado nunca. Jamás. Ni una sola vez. POR FAVOR, MIRA LA SIGUIENTE IMAGEN SOLO SI HAS COMIDO HACE MÁS DE DOS HORAS, porque lo más seguro es que la comida te siente mal, y estas páginas no son tan absorbentes como parecen.
¿YA?
EL QUE AVISA NO ES TRAIDOR.
HORRIBLE, ¿VERDAD?
Pues el señor y la señora Cretino no opinaban lo mismo. Como odian las cosas brillantes y limpias, este cuarto, sombrío y sucio, hediondo y húmedo, era uno de sus preferidos. Cada mañana, nada más levantarse, el señor Cretino bajaba las escaleras para ir directo al baño, donde se pasaba una hora con sus sesenta minutos sentado en el váter leyendo el periódico.
—Date prisa, apestoso cubo de bazofia —gritaba la señora Cretino golpeando la puerta con el bastón que siempre llevaba encima (cuando, en realidad, para andar no necesitaba en absoluto un bastón; solo lo utilizaba para atizarle a todo lo que veía).
—Déjame en paz —respondía la apagada voz del señor Cretino desde el otro lado de la puerta cerrada a cal y canto—. ¡Que estoy leyendo el periódico!
—¡TENGO QUE IR AL BAÑO! —chillaba la señora Cretino.
—Me importa un pepino —respondía el señor Cretino con una maléfica sonrisa—. Me da que vas a tener que cruzar las piernas.
Este abominable ritual sucedió todas las mañanas durante varios años y, AL FIN, la señora Cretino ideó un plan para vengarse. Y aquel era el día de ponerlo en marcha. Entró de puntillas en el cuarto de baño, levantó la tapa del váter y vertió el cubo a toda pastilla. Las avispas, hartas de estar encerradas, aprovecharon la ocasión para intentar liberarse y se precipitaron sobre la taza. Antes de que se dieran cuenta de su error, la señora Cretino les cerró la tapa de golpe con una estridente carcajada.
—¡¡¡Esto te enseñará a no monopolizar el retrete, PAÑO DE COCINA LLENO DE SARNA!!!
Desde el piso de arriba, una serie de asquerosas toses y bufidos le indicaron que su marido se había despertado. Oyó el crujido de los muelles de la vieja cama deformada que hizo él al levantarse y luego el ruido de sus pasos en dirección a la escalera.
La señora Cretino se dejó caer en un sillón grasiento del salón y se dispuso a pasar un rato divertidísimo.
CAPÍTULO 2
MUNDO CRETINO
El señor Cretino descendió a pisotones las escaleras con el periódico bajo el brazo. El periódico se llamaba MUNDO CRETINO, y no lo podrás comprar en el quiosco de la esquina precisamente. El señor Cretino se lo había fabricado solo para sus ojos, y te contamos por qué:
Como a mucha gente, al señor Cretino le gustaba cada mañana ponerse al día de las noticias. Pero, a medida que se hizo mayor, se dio cuenta de que solo le gustaban ciertos tipos de noticias. A él lo que le chiflaba era leer cosas que fueran tristes o cosas que fueran horribles o que fuesen repugnantes. Por tanto, el señor Cretino empezó a recortar esas noticias y a guardarlas en un álbum especial al que llamó MUNDO CRETINO, que a estas alturas ya estaba plagadito de noticias sobre cosas extrañas y desagradables. Así pues, todas las mañanas, el señor Cretino podía entretenerse con titulares del tipo:
FÁBRICA DE PASTELES CERRADA TRAS
INUNDACIÓN DE CREMA PASTELERA
o
CACHORRO CON EL PELAJE MÁS
ESPONJOSO Y SUAVE DEL MUNDO,
AFEITADO POR ERROR POR UN
ACCIDENTE CON UNA CIZALLA.
Se lo pasaba especialmente bomba con una noticia del periódico local:
HOMBRE ATRAVIESA FESTIVAL DE
CALABAZAS CON UNA APISONADORA,
porque el hombre en cuestión había sido él.
El señor Cretino llegó al pie de la escalera y miró con desconfianza a la señora Cretino, que estaba sentada en un sillón con gesto de suficiencia.
—¿Qué te pasa en la cara? —gruñó el señor Cretino.
—¿A qué te refieres? —respondió la señora Cretino.
—Es como si estuvieses… feliz —dijo el señor Cretino frunciendo el ceño. Y continuó, arrugando todavía más la cara—: Como alegre.
—Qué va —dijo la señora Cretino airadamente—. De verdad que no. Anda y ve a divertirte leyendo el periódico.
—¿Estás segura de que no estás TRAMANDO algo? —preguntó el señor Cretino con el ceño ahora tan fruncido que sus peludas cejas le hacían cosquillas en la punta de la nariz.
—Te lo juro con el meñique —dijo la señora Cretino levantando un dedo que más bien parecía una oronda salchicha enmohecida.
—Hum. —El señor Cretino emitió este último gruñido de sospecha y puso rumbo al cuarto de baño. Y, en ese momento, la señora Cretino sacó de detrás de la espalda la otra mano, con dos rechonchos dedazos cruzados muy fuerte.
Dentro del baño, el señor Cretino abrió el periódico. Sin mirar a su espalda, levantó la tapa del váter y dejó caer su cretino trasero en la taza.
Riéndose por lo bajini, empezó a leer una de sus historias favoritas del Mundo Cretino, la que hablaba de una banda que había robado todos los regalos de un hospital en Nochebuena.
—¡JUAJUAJUAJUA! —El señor Cretino soltaba sonoras carcajadas.
A estas alturas, probablemente te preguntarás qué tal les iba a las avispas.
AVERIGÜÉMOSLO,
¿NO TE PARECE?
El día anterior estaban felices y contentas, dedicándose a sus tareas cotidianas de avispa. En realidad, las avispas son bastante apacibles y tranquilas si se las deja en paz. Solo se vuelven, digamos, «picajosas» cuando las molestas. Pero a estas avispas no las habían dejado en paz, sino que de repente las habían atrapado en tarros. Esto las había FASTIDIADO, y con razón. Después las habían metido en un cubo abarrotado hasta los topes. Ahí ya se
MOLESTARON
en serio. Cuando lograron escapar del cubo y se toparon con el peor retrete del mundo, se
ENFADARON
de verdad. Y ese enfado se convirtió en
FURIA
iracunda cuando, desde arriba, como un eclipse lunar repugnante, apareció el culo del señor Cretino y lo oscureció