Alberca vacía

Isabel Zapata

Fragmento

Título

Prólogo

por Alejandro Zambra

“Los libros se inclinan hacia lo definitivo y, comparados con la conversación, salen debiendo”, dice Isabel Zapata, y es difícil no estar de acuerdo, aunque después de leer este libro, su libro, prevalece la sensación de que estamos aún en plena sobremesa, con unas cuantas horas por delante para seguir practicando el deporte vertiginoso y sensato de matar el tiempo.

Tampoco sé si este libro se inclina tanto hacia lo definitivo. Sin ir más lejos, conocí una edición anterior, un poco más breve, y al leerla pensé que era un libro-cajón, destinado a recoger numerosos hallazgos futuros. Éste es un libro de ensayos y un ensayo permanente de libro. Su versión final, corregida pero sobre todo aumentada por el tiempo, no podría forzarse, obligarse, porque llegará sola.

No sé cuáles son las maestras de la autora, pero voy a apostar: Wisława Szymborska, Natalia Ginzburg, Hebe Uhart, Tamara Kamenszain. También, misteriosamente, la narradora Sandra Petrignani, que escribió un ensayo que la autora no ha leído pero que es importantísimo para la existencia de este libro. Tal como ellas, Isabel Zapata no parece interesada en exhibir su originalidad, tal vez por eso sus frases fluyen con una soltura infrecuente, personalísima. Cita mucho pero nos pilla volando bajo, casi no nos damos cuenta de sus énfasis, porque cada frase ajena surge con la naturalidad de un comentario al paso. La literatura tiene que quedarse un rato largo en la vida para volver a ser literatura.

Aunque cada uno de estos ensayos surge de una obsesión y apunta con claridad a un tema, Isabel Zapata siempre consigue sobrevolar lo expositivo o lo informativo. Disuelve sus propias certezas, se mira mirar, prueba. No le teme a la parálisis, ni a la tristeza, ni a la incertidumbre; no las evita. Este libro, aunque no lo parezca, aunque no quiera parecerlo, proviene de una serie de enfrentamientos radicales. Bueno, tampoco lo sé. Lo supongo. Imagino a la autora escribiendo de a poco, para entender lo que pensaba, o para descubrirlo.

Estos ensayos nos interpelan, a veces de forma directa, otras veces velada, como con una amabilidad tácita. Otra manera de decirlo: dan ganas de contestarle a este libro. Con monosílabos, con silencio cómplice, o con frases largas, tartamudas y agradecidas.

Ciudad de México, marzo de 2022

Título

Nota de la autora

Estos ensayos son, como decimos en México, de chile, de dulce y de manteca. El más antiguo es “Mi madre vive aquí”, que escribí en 2016 aunque luego le añadí cosas: es un texto vivo que se extiende al ritmo marcado por los objetos y anotaciones que sigo encontrando en mi biblioteca heredada. Al otro extremo temporal está “Carta de amor a las hormigas del patio de mi vecina”, escrito durante los meses más duros del confinamiento pandémico de 2020. Ahí observo la maternidad desde una posición radicalmente distinta. Soy la misma pero no, porque ser madre es una transformación de la que no se vuelve nunca.

La intención de reunir aquí una serie de textos tan diversos es darle a la persona lectora un panorama más o menos completo de las obsesiones a las que mi escritura se ha entregado hasta ahora: el duelo, la vida que palpita en los libros, los engañosos mecanismos de la memoria, nuestra conversación pendiente con el resto de las especies que habitan este planeta.

En el fondo —y eso lo noto hasta hoy, viéndolos juntos— una línea tenue atraviesa este libro: el deseo de entender cómo nos transforman las cosas que desaparecen. A dónde van, qué figura toman, cómo podemos conservar lo que se nos escapa de las manos. En qué lugar vuelve a aparecer lo que perdemos.

Ciudad de México, octubre de 2021

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