Índice
Ciudad de zombis
Ciudad de zombis
Los zombis
Elvira
Las desaparecidas
Misteca a lo lejos
La estación de autobuses
Misteca de mi corazón
Tacos Anita. El Olor del Jalapeño
Daniel soy yo
Sonia
Las tres desgracias
El mausoleo del Señor de los Zombis
La estatua del Señor de los Zombis
El Matagatos
La zombi afanadora. Imágenes de Hilaria
Noticias de Margarita
La casa del general Castañeda
Colinas del Paraíso
El Halcón
En compañía de zombis
Grandeza y miseria de los zombis
La pasarela
Desfile de zombis
La Prostituta Santa
Club Geranio
Noticias de Tarzán
El Matagatos
Algo sobre el Anticristo
La Armería Americana
El zombi-hiena
El Pediatra
La Malinche Negra
El restaurador de cadáveres
Catálogo de carros
Treinta y seis es el séxtuplo de seis
Camino de medianoche
La novia de Frankenstein
Lluvia
El jardín de las niñas con los pechos desnudos
La extraña muerte del doctor Ramírez
El Trendy
Quiero contigo
Noticias de Misteca: El Misterio de los zombis ferales
Noticias de Misteca. Rastrean el Oriente, ignoran el Poniente
La Malinche Negra
La iniciación
El banquete
La boda
El enfrentamiento
La campaña de exterminio de los zombis
Tres camionetas negras
Los espeluznantes doctores de la plaga de los zombis
Un halcón cae del cielo
El zombi del sótano
El Decapitador Fantástico
Asalto al hotel
La guerra de los zombis
La batalla final
La ofensiva del ruido
Los zombis alineados
Los lanzallamas
El Profeta de los Zombis
Las rescatadas
Varias muertes
El Señor de los Zombis
Noticias de Elvira
De USA con amor
Éxodo de zombis
La otra Elvira
Créditos
A Betty, Chloe y Eva Sofía
On reconnait les zombi á leur air absent, á leurs yeux éteints, presque vitreux et, surtout, á l’intonation nasale de leur voix.
ALFRED MÉTRÁUX, Le vaudou haitien
El hombre muerto está más solo que una mosca en una telaraña.
DR. ALEJANDRO RAMÍREZ,
Tratado sobre la rehidratación de cadáveres
¿Ves esos cuerpos que vienen por la carretera? Son zombis. ¿Ves ese cadáver en el espejo retrovisor del automóvil? La muerte está más cerca de lo que parece.
ROBERTO RODRÍGUEZ, Morir en Misteca
El muerto, convertido en sombra de sí mismo, vagará por la ciudad de los zombis hasta que lo libere el amor de una mujer.
DOUGLAS MARTÍNEZ,
Anales de la guerra contra los zombis
Un zombi no nació en un hospital, una casa o un camino, tampoco en una placenta, un cráneo o una planta. Se gestó en las sombras, en la materia orgánica, en un cadáver. Sus padres fueron nadie. Miremos con calma al zombi innominado que nos permite ver lo que seremos.
DANIEL MEDINA,
Memorias de la ciudad de los zombis
La Peste Negra. La Peste Zombi. La Muerte en Masa. La Muerte Anónima. ¿Qué seguirá? Cielos azules. Suelos rojos. Qué país.
TURISTA DE 2013
Sierras, caminos de Misteca que mi padre atravesaba. La Sierra del Humo, la Sierra del Sapo, la Sierra de los Arados (o de los Tarados), la Sierra de los Zombis. En su troca subíamos cuestas, bajábamos barrancas, cruzábamos arroyos, delante de nuestros ojos danzaban los polvos del desierto. La familia no había hecho antes un viaje tan largo. Bajo la luz de la luna pasamos el Camino del Diablo, un precipicio entre un pedregal y una loma. A las primeras luces del alba vimos entre los ocotillos a una muñeca destripada. Era la primera vez que mi madre acompañaba a mi padre, siempre renuente a dejar la casa. Yo, pegado a sus faldas, veía pasar cerros pelones, cerros pétreos, cerros color de arena. El Cerro de los Mil Cactos, el Cerro del Sicario Rabioso, el Cerro de las Cuatro Tetonas. Oía el tauteo de la zorra, el relincho del caballo invisible, el balar de una oveja perdida. Entre las sombras encajonadas de las piedras aullaba el viento. El Llano de las Cuevas y el Llano de los Ocotes Ebrios estaban señalados a cincuenta kilómetros, pero nunca se llegaba a ellos. En la distancia la cordillera parecía un milpiés con el cuerpo alargado y anillado y su espiral de rocas. En la nomenclatura del desierto abundaban los lugares con nombres de zombis, pero no habíamos visto uno.
“El viento nubífero presagia tempestad. Sonia ha llegado a la edad de la concepción, por eso, para broncear sus piernas, se alza el vestido”, mi padre miraba a mi prima por el espejo sentada en la parte trasera de la troca. Llevaba los tenis en una bolsa de plástico para que no se le ensuciaran. Quería ponérselos en Misteca, no en la carretera. La abuela le había dado permiso de venir con nosotros, aunque temerosa de que los narco