La canción del dragón (Hattie B. La veterinaria mágica 1)

Claire Taylor-Smith

Fragmento

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Mi eterno cariño para Harriet
(la Hattie original),
Annie, Natascha y Zac
Bss

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Eran las 8:00 de una soleada mañana de sábado del mes de marzo. Hattie Bright se bajó de la cama de un salto, se puso su bata con estampado de dálmata y se calzó sus zapatillas con forma de conejo.

«¡Hoy cumplo diez años! ¡No me lo puedo creer!», pensó.

A punto de estallar de emoción, Hattie recordó que su mejor amiga, Chloe, vendría a dormir a casa para celebrar su cumpleaños. Además, estaban los regalos de temática de animales. ¡La estarían esperando en el piso de abajo! Su familia y amigos sabían que le encantaban los animales. Siempre escogían regalos con gatitos o perritos (o ponis, conejos, o cualquier otro animal). Los adoraba a todos.

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Hattie bajó las escaleras dando saltos. Al entrar corriendo en el salón, lo vio igual que la noche pasada, antes de irse a la cama. No había regalos apilados junto a la antigua chimenea victoriana, ni en el sofá. Sobre la mesa de centro solo vio dos tazones vacíos de la noche anterior. ¡No se lo podía creer! ¡Ni un solo regalo de cumpleaños! Por si fuera poco, sus padres estaban en el vestíbulo con el abrigo puesto. Se marchaban a la clínica veterinaria que tenían en el centro de la ciudad.

—Mamá, ¿os vais a trabajar? —preguntó Hattie. Esperaba que al menos uno de los dos se tomara el día libre por el cumpleaños de su hija. La madre de Hattie asintió con un gesto mientras se anudaba al cuello un pañuelo de seda de llamativos colores—. ¿Pe-pero sabéis qué día es? —añadió Hattie, sin creerse que sus propios padres se hubieran olvidado.

—Sí, claro —respondió su madre—. Sábado. ¡Vaya pregunta más tonta! Venga, o nos ponemos en marcha o llegaremos tardísimo a atender a nuestro primer paciente. Supongo que volveremos a casa a la hora de comer. Peter está en su habitación, por si lo necesitas.

—Pe-pero… —protestó Hattie. Sabía que Peter, su antipático hermano adolescente, no estaría levantado a la hora de comer. Y que tampoco la felicitaría por su cumpleaños.

—Nada de peros, jovencita —la interrumpió mamá—. En serio, tenemos que irnos. Te veremos alrededor de las 12:00. ¡Hasta luego!

Dicho esto, sus padres salieron de la casa a toda velocidad. La puerta principal se cerró con un golpe y Hattie se quedó sola en el vestíbulo. Iba a ser el peor cumpleaños de toda su vida, no cabía duda.

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Hattie volvió al salón y se hundió en una butaca con el teléfono en la mano. Decidió llamar a Chloe para contarle el terrible comienzo de su cumpleaños. Después de un par de timbrazos la madre de Chloe contestó y le dijo a Hattie que su hija no estaba. Le explicó que Chloe había pasado la noche en casa de su prima. Probablemente seguiría allí todo el fin de semana. Hattie se puso muy triste al pensar: «¿Y qué pasa con el plan de dormir juntas?».

—Chloe te lo contará todo el lunes por la mañana, en el colegio —añadió con voz alegre la madre de su amiga—. Hasta luego, Hattie. ¡Buen fin de semana!

Mientras Hattie se despedía con voz temblorosa, le pareció oír una risita por el auricular. ¡Era la risa de Chloe!

Hattie ahogó un grito y colgó el teléfono de golpe. Los ojos se le llenaron de lágrimas. ¿Así que al final Chloe estaba en casa? ¿Quizá con otra amiga, aunque fuera el cumpleaños de Hattie? Las lágrimas le resbalaban por las mejillas y goteaban por el cuello de la bata de Hattie. Estaba claro: iba a ser el peor cumpleaños de toda su vida. ¡Se suponía que Chloe era su mejor amiga!

Muy enfadada por lo que Chloe le había hecho, Hattie subió corriendo por las escaleras. Sacó el papel de carta con dibujos de mariposas que su abuela le había regalado las Navidades pasadas. Luego, se sentó en su pequeño escritorio de madera, hurgó en su estuche de gatitos en busca de un bolígrafo y, hecha una furia, se

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