Solo una aventura (Solo tú 3)

Simona Ahrnstedt

Fragmento

aventura-1

1

Ambra Vinter miró el bloc en el que había anotado algunas ideas sobre el artículo, el número de teléfono de una persona a la que había entrevistado y un recordatorio de que tenía que comprar café. Lo último estaba subrayado con línea doble. Una de las pocas cosas que le pedía a la vida era poder tomar café por la mañana.

—Ambra, ¿me estás escuchando?

«Intento no hacerlo.»

Pero como la que formulaba la pregunta era Grace Bekele, su jefa inmediata y redactora de noticias de Aftonbladet, respondió con toda la diplomacia que pudo.

—Por mi parte no hay ningún inconveniente en que mandes a otra persona, al contrario. La semana pasada estuve trabajando en Varberg y acabo de llegar del incendio de Akalla —dijo Ambra con mirada suplicante.

Tenía que haber otro periodista al que Grace pudiera enviar a cubrir ese trabajo de mierda. Un periodista joven y hambriento que aún no se hubiera vuelto tan cínico como ella y al que le apeteciera alejarse un tiempo de su escritorio en la redacción.

—Pero a mí me gustaría que fueras tú —replicó Grace moviendo con energía sus delgadas manos; sus afiladas uñas destellaron.

A pesar de su aspecto de supermodelo, Grace era conocida por sus extraordinarias dotes de mando, y Ambra sabía que su jefa ganaría esa batalla, como solía ocurrir.

—¿Dónde hay que ir esta vez? —preguntó.

La ropa le olía a humo. No lograba acostumbrarse a la rapidez con la que se propaga el fuego. En menos de tres minutos todo estaba ardiendo. Al menos no hubo muertos. Ninguna familia debería morir en un incendio tres días antes de Navidad.

—A Norrland, ya te lo he dicho.

—Norrland es grande. ¿Puedes ser más concreta?

Ambra tenía motivos de peso para no querer viajar al norte, se tratara o no de un trabajo de mierda.

—A Norrbotten. Tengo el nombre del sitio apuntado por aquí.

Ambra esperó mientras Grace revolvía papeles en el desordenado escritorio. Trabajaban en la sección de noticias de actualidad, el corazón de esa maquinaria que era la redacción de Aftonbladet. Eran las dos de la tarde y afuera todo estaba oscuro, caía una lluvia helada y el viento soplaba en ráfagas. El tiempo ocupaba la primera página, por supuesto. Un tiempo inusualmente bueno o malo siempre estaba en la portada de la web. Era la noticia más leída del día, con casi mil clics por minuto.

Ambra buscó una página en blanco en su cuaderno.

—Y ¿qué es exactamente lo que tengo que hacer en Norrbotten? —preguntó en el tono más complaciente que pudo.

Grace levantó unos montones de papel y estuvo a punto de volcar una taza de café ya frío. Nadie tenía escritorio propio, ni siquiera los jefes de redacción. Grace era uno de los cuatro redactores que dirigían la sección diaria durante todo el año. El resto de las áreas, desde Deportes, Ocio y Sucesos hasta Internacional, Obituarios y Cultura, estaban colocadas en torno a la de Actualidad, como satélites alrededor de un eje que no descansaba nunca.

—He visto la nota hace un momento. Creo que era Kalix —dijo Grace.

«Podría ser peor», pensó Ambra mientras anotaba Kalix en el bloc.

—Y tienes que entrevistar a Elsa, noventa y dos años. Llámala por teléfono para pedirle una cita. Tengo por aquí su número. Llegó a través del buzón de sugerencias de los lectores y pensé que podía ser interesante.

—¡Qué bien! —exclamó Ambra sin mover ni un músculo de la cara.

Las sugerencias de los lectores era el espacio de la web de Aftonbladet en el que la gente común podía informar sobre noticias y ganar mil euros si la primicia valía la pena. En el 99,99 por ciento de los casos no era así, pero Ambra, obediente, anotó también el nombre de Elsa y luego se frotó la frente.

—¿Se trata al menos de una persona?

La pregunta no era irrelevante. Una vez la enviaron a entrevistar a Sixten Berg, de veinte años, y resultó que Sixten era una cacatúa que podía cantar y bailar «Hooked on a feeling». El resultado fue una noticia entretenida con un corto divertido en la web, aunque tal vez no fuera con lo que Ambra soñaba en su época de estudiante de periodismo.

Grace sacó un pósit amarillo fluorescente.

—Aquí está. Elsa Svensson, nacida en 1923. Vivió un romance con uno de nuestros primeros ministros y al parecer ha tenido un hijo secreto con él.

Ambra levantó la vista.

—¿Hace poco? —preguntó escéptica.

Grace arqueó una ceja bien perfilada.

—Como te he dicho, la dama en cuestión tiene noventa y dos años, así que no fue en este milenio. Pero hasta ahora no había hablado con los medios de comunicación y, al parecer, ella es la típica habitante de Norrbotten. Puede ser una buena historia. Un destino emocionante y apartado, un lugar exótico, ya me entiendes. Y perfecta para la Navidad, mucha gente querrá leerla.

—Mmm —murmuró Ambra sin ningún entusiasmo—. ¿Qué primer ministro?

—Uno que ya ha fallecido. Tendrás que verificarlo.

—¿No tenían todos un montón de hijos ilegítimos?

No quería ocuparse de esa noticia. Prefería los dobles homicidios y los accidentes de tráfico.

—Vamos, Ambra. Es una historia hecha a medida para ti, es justo lo que se te da bien. Habrá muchos clics, eso está garantizado, y tengo órdenes de hacer más cosas de estas, venden un montón. Además, la anciana quería que fueras tú.

—No lo dudo.

No era la primera vez que un lector quería hablar con un periodista en concreto.

Volvió a mirar hacia la ventana. Un candelabro de Adviento parpadeaba de forma irregular. El negocio se basaba en el número de clics, que se traducían en ingresos por publicidad. Y no podía ignorar el hecho de que estaban a punto de reorganizar la empresa y que se arriesgaba a perder el trabajo. Desde hacía un par de años su carrera solo podía describirse como una curva descendente. Si no tenía cuidado acabaría en el turno de noche, un callejón del que nunca se salía, en el que los periodistas vivían como pálidos animales nocturnos, traducían inservibles artículos del inglés y veían morir sus almas. Se rindió.

—¿Y el fotógrafo? —preguntó.

—Un free lance local —respondió Grace asintiendo con la cabeza—. Contactarás con él allí.

—De acuerdo —accedió mientras se levantaba de la silla.

No tenía sentido volver a casa. Iría a por un café, compraría un sándwich frío en la máquina del comedor del personal, llamaría a esa tal Elsa de noventa y dos años y se quedaría en la redacción investigando el tema. Fantástico.

—¿Me puedes enviar toda la información que tengas? —pidió.

—Quiero un primer texto en cuanto puedas. Si es realmente bueno tal vez tiremos de otros tópicos. La Navidad en Norrland, los renos, el encanto de la nieve y esas cosas.

Ambra se preparó para marcharse.

—Creo que tenía que decirte algo más —dudó Grace.

Ambra se detuvo.

—Sé que es poco tiempo y que está muy lejos, pero tendrás que darte prisa para volver antes de Navidad.

El tono de voz de Grace,

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