Índice
Portadilla
Índice
Dedicatoria
Prefacio
Cómo salvar la globalización de sus defensores
Capítulo 1. Otro mundo es posible
Las dos caras de la globalización
La reforma de la globalización
Capítulo 2. La promesa del desarrollo
Una visión del desarrollo
Hacer que funcione la globalización… para más personas
Capítulo 3. Cómo hacer que el comercio sea justo
La liberalización comercial: teoría y práctica
La historia de los acuerdos comerciales
Cómo hacer que funcione la globalización
Notas al Capítulo 3
Capítulo 4. Patentes, beneficios y personas
Propiedad intelectual: sus límites y sus puntos fuertes
Cómo hacer que funcione la globalización
Capítulo 5. Acabar con la maldición de los recursos
Cómo hacer que funcione la globalización: la maldición de los recursos no es inevitable
Capítulo 6. Salvar el planeta
El calentamiento global
Cómo hacer que funcione la globalización: enfrentarse al cambio climático
Capítulo 7. La corporación multinacional
Cómo hacer que funcione la globalización
Capítulo 8. La carga de la deuda
El camino hacia la crisis
Cómo hacer que funcione la globalización: qué hacer con la deuda de los países en vías de desarrollo
Capítulo 9. Reformar el sistema global de reservas
Cómo hacer que funcione la globalización: un nuevo sistema global de reservas
Capítulo 10. Democratizar la globalización
El déficit democrático
Notas
Agradecimientos
Índice onomástico
Sobre el autor
Créditos
Grupo Santillana
Para Anya, para siempre

PREFACIO
Escribí mi libro El malestar en la globalización justo después de dejar el Banco Mundial, donde presté servicios como vicepresidente senior y economista jefe entre 1997 y 2000. Esta obra relataba buena parte de lo que vi durante el tiempo que estuve en el Banco y en la Casa Blanca, donde trabajé entre 1993 y 1997 como miembro y después presidente del Consejo de Asesores Económicos durante el mandato del presidente William Jefferson Clinton. Fueron años tumultuosos; la crisis financiera de 1997-1998 en el Este asiático llevó a algunos de los países en vías de desarrollo que estaban teniendo más éxito a unas recesiones y crisis sin precedentes. En la antigua Unión Soviética, la transición del comunismo a la economía de mercado, que supuestamente iba a traer una nueva prosperidad, supuso en cambio una caída de la renta y el nivel de vida de hasta un 70 por ciento. El mundo no es un lugar fácil ni en las mejores circunstancias, que se caracterizan por una intensa competencia, incertidumbre e inestabilidad, y los países en vías de desarrollo no siempre han hecho todo lo que han podido para que avance su propio bienestar. Pero llegué a la conclusión de que los países ricos, a través de organizaciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Banco Mundial, no sólo no estaban haciendo todo lo que estaba en sus manos para ayudar a estos países, sino que a veces les estaban haciendo la vida más difícil. Es evidente que los programas del FMI empeoraron la crisis del Este asiático y la «terapia de choque» que impulsaron en la antigua Unión Soviética y sus satélites desempeñó un importante papel en los fracasos de la transición.
Abordé muchos de estos temas en El malestar en la globalización. Consideraba que tenía una perspectiva única que aportar al debate, al haber sido testigo de cómo se formulaban las políticas dentro de la Casa Blanca, y dentro del Banco Mundial, donde trabajábamos junto a países en vías de desarrollo para contribuir a poner en marcha estrategias que aumentasen el crecimiento y redujeran la pobreza. También es importante que, como teórico de la economía, dedicara casi cuarenta años a intentar comprender la fortaleza y las limitaciones de la economía de mercado. Mis investigaciones no sólo han planteado dudas sobre la validez de las afirmaciones generales sobre la eficiencia del mercado, sino también sobre algunas de las creencias fundamentales que subyacen a la globalización, como la idea de que el libre comercio tiene que aumentar por necesidad el bienestar.
En mi libro anterior, describía algunos fallos del sistema financiero internacional y sus instituciones y mostraba por qué la globalización no ha beneficiado a tanta gente como podría y debería haber hecho. Y esbozaba parte de lo que se debe hacer para que la globalización funcione —sobre todo para los pobres y los países en vías de desarrollo—. La obra incluía algunas propuestas de reforma del sistema financiero mundial y de las instituciones financieras internacionales que lo rigen, pero por cuestiones de espacio no pude desarrollarlas.
El tiempo que pasé en la Casa Blanca y en el Banco Mundial me situó en una posición única para entender los problemas de la globalización y también me ha proporcionado la base para esta continuación.