Manual para la vida Z

Ocean Vicky

Fragmento

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ADVERTENCIA
ANTES DE COMENZAR
TU AVENTURA

A lo largo de este manual, se hará uso del femenino genérico. Con esto quiero decir que, al referirme a las lectoras (vosotras), haré uso del femenino, como acabas de ver. Mis motivos son muy sencillos: por supuesto, no puedo saber si este libro será leído por hombres, mujeres, personas agénero o caracoles alienígenas de una especie más inteligente que la nuestra. Mi primera idea fue redactarlo empleando la «e»: vosotres, elles, nosotres… No obstante, tras investigar un poco, descubrí que la «e» está reservada a las personas que no son ni femeninas ni masculinas, y no se puede usar para designar a todos los géneros.

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Y también existe otro motivo: ya hay incontables libros que usan el masculino genérico. Si lo piensas, es bien sencillo: tienes una máquina que suelta bolas rojas en un cubo, pero de repente, te das cuenta de que prefieres tener un cubo con bolas rojas y azules a partes iguales. ¿Qué es más rápido para alcanzar este objetivo? ¿Hacer que la máquina empiece a soltar algunas bolas azules a la vez que suelta las rojas? ¿O hacer que la máquina solo suelte bolas azules hasta que en el cubo haya, efectivamente, bolas rojas y azules a partes iguales?

Un ejemplo más relacionado con la vida cotidiana: en España, durante muchos años, cuando nacía un bebé, se le ponía en primer lugar el apellido del padre. Ahora mismo esto no es obligatorio, pero si preguntas a cualquier persona lo más probable es que lleve el apellido de su padre. Justamente en mi caso llevo el de mi madre primero (era una mujer bastante brava, por decirlo de forma suave), pero entiendes a lo que me refiero. Si queremos que más o menos haya el mismo número de personas con el apellido de su padre que con el apellido de su madre, tendremos que poner a todos los niños y todas las niñas el apellido de su madre primero, al menos durante un tiempo, ¿no?

Como te he contado, existen montones y montones de libros, escritos a lo largo de toda la historia, que han usado el masculino genérico. La proporción de libros con femenino genérico es tremendamente baja, así que en lugar de crear otro libro que use masculino genérico, o que intente usar el «o/a», prefiero aportar algo a ese montoncito de libros que de momento es tan pequeño. Poner mi granito de arena.

Si no estás de acuerdo con esta idea, lo más seguro es que el resto de este manual tampoco sea para ti. Espero que hayas guardado el tique de compra, cariño. Y si no, a Wallapop.

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Lo que tienes ante ti es un manual para pasarte este complejo videojuego que es la vida. Puede que te hayas dado cuenta, puede que aún no (si es así, lo siento, la hostia va a estar chuli), pero a nosotras nos plantan en esto que llaman la vida y nos dicen «venga, tira para delante». Una patada en el culo sería más delicada. Así que tú comienzas a caminar (qué remedio) hacia la única dirección que conoces: todo recto. Y al poco tiempo te das cuenta de que, joder, todo recto no se puede. Porque de repente se te plantan mil obstáculos, se te presentan doscientos monstruos y tienes que hacer la declaración de la renta. Pero bueno, eso ya es el nivel máximo de la vida, no vamos a meternos en temas tan profundos (sobre todo porque yo tampoco sé hacerla, así que poco te voy a ayudar).

Te explico cómo va a ir esta movida:

Como cada nivel de videojuego que se precie debe tener su «malo final» (ese monstruo que cuando eras pequeña controlabas cuando tus primos mayores te daban el mando desconectado de la consola), en cada capítulo de este libro nos enfrentaremos a uno de ellos. Son bichos feos y terroríficos que, de alguna manera, pretenden que derrotes. Tú, que solo te dedicas a la fontanería y no tenías nada que ver con el asunto.

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Cuando eres pequeño parecen más manejables, porque sueles tener ayuda de tu familia, profesores y amigos (y porque los problemas no suelen ir más allá de que han dejado de vender Bollicaos en la tienda de tu calle).

Pero una vez llegas a la adolescencia, los monstruos a los que te enfrentas son más y más terribles, y parece que el mundo te da una palmadita en la espalda y te dice «hala, apáñatelas, crack».

De aquí en adelante nuestro camino empieza a plagarse de problemas a los que, simplemente, no nos han enseñado a enfrentarnos.

Aquí es donde entro yo. Como pedir ayuda no solo no es malo sino que es necesario, he decidido escribir un libro lleno de ayuda. Aunque no me la has pedido. Pero bueno, por si acaso. Que te quiero mucho.

¿Y quién soy yo para darte consejos, dirás? PUES LA PUTA AMA.

No, ahora en serio. Soy simplemente una pringada con mala suerte, que se ha enfrentado a muchos monstruos feos y pustulosos en su camino. Muchas veces he conseguido derrotarlos en un mes, y otras veces me ha llevado años (aún sigo hoy en día forcejeando con algún bicho que se me ha quedado rezagado).

Lo que quiero decir es que no tengo la sabiduría absoluta, y a veces incluso parezco más tonta que una caja de lápices. Pero lo que sí tengo es mucha experiencia, mucho aprendizaje acumulado a base de pasar malas etapas, y muchas ganas de compartirlo contigo para ver si puedo ayudarte en algo.

Además, soy casi psicóloga. Para cuando leas esto quizá incluso me haya sacado el título (si no se me ha ido la olla y me he unido al Circo de Viena en vez de acabar el grado…).

Así que en cada capítulo y después de presentarte al malo malísimo que va a hacernos la vida imposible en ese nivel y a los maléficos esbirros con los que cuenta para ello, hablaremos de las armas y recursos que nosotras tenemos para enfrentarnos a ell

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