Capria 1 - Despierta tu magia

Martina D'Antiochia

Fragmento

cap-1

Llueve. Después de muuucho tiempo, llueve. 

¿Y qué podría hacer, ahora que llueve? Podría salir a la calle y cantar bajo la lluvia, abrir la boca hacia el cielo o contar las gotas que hacen canasta y taparme con la manta y escuchar el sonido de la lluvia contra las ventanas. 

Haría cualquier cosa de estas, de no ser porque hoy es el funeral de mi abuela. Y no puede ser casualidad: a ella le encantaba la lluvia. Supongo que es una bonita forma de despedirla. 

Aunque ni mi hermana Emma ni yo hemos ido al funeral. Llevamos horas en el salón, en silencio: ella jugando en la alfombra burdeos que hay delante del sofá y yo, aquí, sentada en el banquito de terciopelo junto a la ventana mientras veo una serie en el portátil de mi madre. Pero sin manta. Y sin ganas de que llueva, la verdad. 

A través del cristal veo cómo el coche de mis padres aparca en la calle. ¡Menos mal! Ya no sé cuánto tiempo más iba a tener que escuchar a Emma hablar sola con sus muñecas. 

Doy un salto y corro hasta la puerta de entrada mientras repaso mentalmente todas las personas que están a punto de cruzar la puerta: por un lado, tenemos a mi madre, que ahora está bastante triste por lo sucedido y no creo que me haga mucho caso, también tenemos a mi padre, que… sí, puede ser que quiera pedir pizza para comer. Es muuy típico de él. Y, por último, mi tía Sara, la persona más alegre de toda mi familia. 

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Si te soy sincera, con quien quiero hablar es con mi tía, porque es la persona más guay del mundo. Juntas vamos de compras, hacemos bromas y hasta nos vamos de vacaciones solas. Mientras que mi madre y mi padre… bueno, aunque sé que me quieren, están tan pendientes de Emma que a veces siento que no me hacen mucho caso. 

El CLINC CLANC de unos tacones resuenan por el suelo de mármol resplandeciente y al momento tengo claro quién es: 

—¡Elena! —Mi tía Sara me saluda con una sonrisa, aunque está muy rara ahora mismo. Se ha puesto un vestido negro para el entierro y unos tacones de punta del mismo color, pero lo que más me llama la atención es lo seria que está. Como todos, claro…—. Contigo quería hablar. Tengo una cosa para ti… 

—¿Una cosa para mí? —Parpadeo tan deprisa que podría marearme. 

Mi tía asiente y me pide que la acompañe hasta el salón, justo donde Emma sigue jugando con sus muñecas. Ella se sienta en el banquito en el que he estado toda la mañana, mete la mano en su bolso y trastea con él. Me muerdo la lengua, ¿qué tendrá que darme? Todavía quedan meses para mi cumpleaños… 

—¿Dónde demonios lo habré metido? —dice mientras rebusca—. Juraría que lo puse aquí antes de salir de casa… —¡Cuánta intriga! Intento mirar entre sus manos para ver lo que está buscando, pero mi tía tiene más cosas en su bolso que en el armario—. ¡Ajá! ¡Lo encontré! Aquí tienes —me dice, por fin, cuando saca un sobre blanco con mi nombre. 

¿Eso es todo? ¿Un sobre? Lo miro con el ceño fruncido, porque no parece tener una carta en su interior. Es más… ¡pesa! diría que hay algo metálico en él. Miro a mi tía preguntándome si me está vacilando, pero la veo tan seria que decido rasgar el sobre y descubrir qué hay en su interior. 

Una antigua llave de metal con filigranas. Esto tiene que ser una broma, ¿no? 

—¿Qué se supone que tengo que abrir con esto? —pregunto mientras la observo bien de cerca, por si acaso tiene alguna inscripción que me diga a qué o quién pertenece. Mi hermana me mira con los ojos muy abiertos. 

—Mira, ¡parece que hay una nota! —exclama mi tía mientras señala el interior del sobre. ¿Cómo no se me había ocurrido mirar si me había dejado algo? No sé por qué me tiembla la mano cuando la introduzco para sacar papelito que se había quedado dentro. 

Es demasiado pequeño, del tamaño de un post-it. ¿Tal vez sean indicaciones de qué abre la llave? 

Trago saliva antes de leer en voz alta: 

Tengo un nudo en la garganta cuando leo que ha firmado la carta como yo solía llamarla de pequeña: buela en lugar de abuela. ¿El motivo? Cuando era pequeña era incapaz de decir bien la palabra y… se quedó como una broma entre nosotras. Aprieto la nota contra mi pecho antes de guardar la nota de nuevo en el sobre. No quiero perder nuuuunca las últimas palabras que tengo de ella. 

—¿Tú sabes algo de esto? —le pregunto a mi tía. 

Ella me sonríe con los ojos llorosos. 

—Sí. Tu abuela nos la quiso dar a tu madre y a mí cuando teníamos tu edad, pero nunca la quisimos. ¿Para qué queríamos una llave vieja y aburrida? Se la quedó y parece que ahora te la quiere dar a ti. 

—¿Y por qué iba a quererla yo? Sigue siendo una llave vieja y aburrida. 

A ver… sí, puedo hacer diferentes cosas con ella como guardarla en un cajón y no acordarme nunca más de dónde la guardé, convertirla en un colgante o… descubrir lo que abre. 

Visto así, no suena tan mal. Mi tía se encoge de hombros antes de posar sus manos sobre las mías para decirme muy seria: 

—Creo que deberías quedártela. Es el único recuerdo que tienes de ella. 

Tiene razón, ¿no? Incluso si no abre nada y es una decoración, es algo único, así que aprieto más fuerte el sobre contra mi pecho. Le tengo que buscar un lugar especial en mi habitación. 

—¡Jo! ¡Qué rabia! A ti te ha dado una llave muy chula y yo no tengo nada —lloriquea Emma al cruzarse de brazos. 

—Solo es una llave —susurro—. Ni siquiera sabemos qué abre. 

—¿Quién ha dicho que no te ha dejado nada? —Mi tía tuerce una sonrisa antes de buscar de nuevo en su bolso. Estoy segura de que en cualquier momento puede sacar de ahí dentro un ser mágico como un hada en un bote de cristal o un gnomo en una jaula. De verdad, es inmenso. 

Pero lo que saca esta vez es una pulserita de colores que lleva su nombre. A Emma se le abren los ojos de la emoción en cuanto la ve. 

—¡Qué bonita! —exclama entusiasmada antes de correr hasta mi tía para ponérsela en la muñeca. 

—¡Jo! Tu regalo es mucho más bonito que el mío —me quejo en broma, tratando de animarla. 

Emma decide enseñarme la pulsera con la chulería digna de una modelo profesional. Y, entonces, mi tía y yo empezamos a reírnos. ¿Te lo dije o no? Mi tía es la persona más guay del mundo. 

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