La melancolía creativa

Jesús Ramírez-Bermúdez

Fragmento

La melancolía creativa

Biografía de la melancolía

Así, podemos suponer que quienes participan del canon de la melancolía se entienden y se desentienden, se comunican en la soledad y codifican el misterio de la separación.

ROGER BARTRA

CONSULTA CON EL ORÁCULO

Busco en las ruinas una meditación solitaria, pero los lugares comunes no favorecen el aislamiento reflexivo. Bajo el monte Parnaso, la geografía es verde y accidentada; hay pueblos incrustados en la estructura rocosa de la montaña. Hemos viajado desde puntos diferentes del planeta para discutir los problemas de la medicina neurológica y psiquiátrica. Escucho, sin desearlo, conversaciones fragmentarias de mis colegas. ¿El camino a Delfos perdió su fuerza mitológica?

Leo El vellocino de oro, de Robert Graves, para apropiarme del mediterráneo mediante la literatura. Es la versión novelada del viaje de los argonautas: se trata de un mapa simbólico del territorio griego, elaborado a partir de sus mitos fundacionales. Graves ha reinventado el personaje de Heracles: construye un retrato cómico y trágico del gran héroe occidental, quien aparece como un genio sin habilidades reflexivas, atormentado por voces infantiles, fantasmagóricas, que aparecen sin remedio en su conciencia. Son las voces de sus hijos. Heracles les quitó la vida.1 La novela relata la pérdida del culto a la diosa blanca del Mediterráneo y la instauración del patriarcado en un tiempo mítico, pero se detiene a observar la conciencia herida del hombre más fuerte.

Es el campeón en el torneo incesante de las sociedades humanas. La competencia deja heridos en cada nivel de la pirámide. Incluso en el estrato más alto, el de Heracles, el semidiós, hay signos de dolor. Los crímenes del héroe lo llevan a un padecimiento que será codificado en el tiempo histórico a través de metáforas sucesivas: la escuela hipocrática le llamará “melancolía” y mucho tiempo después, durante el siglo XIX, la psiquiatría europea ensamblará otro constructo, el de la depresión mayor, que no ha sido superado a pesar de sus limitaciones evidentes. Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión mayor es una de las causas principales de discapacidad en la escala global.2 Las ciencias médicas y las disciplinas psicológicas buscan la explicación al problema que Heracles no ha puesto en palabras. La incapacidad reflexiva del héroe le impide buscar los orígenes del sufrimiento. Usa sustancias para mitigar el dolor; pretende escapar, pero no puede hacerlo: el padecimiento está instalado en su conciencia. Y como todo un hombre de acción, encuentra oportunidades para renovar la mitología de la guerra. Y así crece la herida que pretende ignorar.

Cierro el libro. Camino por el templo de Apolo y el teatro antiguo, mientras mis colegas visitan el museo arqueológico. Arriba, más lejos, hay un estadio romano. Sus dimensiones son considerables: podría albergar a miles de personas. Quizá fue un sitio bullicioso en su momento, pero hoy es el rincón solitario de la zona arqueológica. Soy el único visitante en esta parte de las ruinas. La luz ha cambiado y las enormes paredes calizas del monte adquieren notas crepusculares. ¿Dónde está el oráculo que ordenó el autoconocimiento? En mi imaginación, Delfos es el reactor de la conciencia autobiográfica, de la introspección terapéutica y, en algún sentido, de mi propia disciplina médica, la neuropsiquiatría.

Los cuerpos estelares sobre la silueta cortante del monte Parnaso despiertan en mi memoria las palabras de Cicerón, quien escribió hace dos milenios: “Al alma que examina y reflexiona día y noche estas cuestiones, le sobreviene ese conocimiento prescrito por el dios de Delfos, que consiste en que la psique se conoce a sí misma y se siente unida a la divinidad, por lo que se colma de gozo insaciable”.3 Cicerón hablaba y escribía como un hombre con fe en el poder de los dioses, pero hoy cada vez más personas abandonan el camino de la religión. Sin la guía de la inteligencia divina o el sentimiento de fe en un agente sobrenatural, ¿cuál es el significado de este lugar? ¿Busco la reverberación del culto a la diosa venerada antes de la instauración patriarcal? Leí que Delfos fue un sitio sagrado dedicado a Gea, la Tierra. ¿Deberíamos mirar hacia ella mientras nuestra especie transita hacia un desastre ecológico irreversible? Quizá me trae aquí la añoranza por El lenguaje de la diosa que fue buscado por Marija Gimbutas entre las lenguas y sociedades perdidas del Mediterráneo.4

Las ruinas de Delfos son un espacio metafórico: señalan la nostalgia por el saber omnisciente de las deidades y por los rituales de invocación que gobernaron nuestra vida práctica durante milenios. O tal vez la leyenda del oráculo narra el nacimiento de una conciencia reflexiva, capaz de volver tras de sí para buscar las claves de su propia historia, para gestionar la responsabilidad individual y el conocimiento ético de las colectividades.

La inquietud de sí no brota tan sólo de la curiosidad, que sería un motivo admirable. Los puntos de partida de la interrogación suelen ser problemáticos. En la historia de la cultura, la melancolía ha sido un puerto hacia el autoconocimiento. ¿Por qué la reflexión debe hacerse cargo de un dolor social que habita la conciencia? Pienso en las palabras de Paul Ricoeur: “Cuando decimos que la filosofía es reflexión, queremos decir seguramente reflexión sobre sí misma. ¿Qué significa entonces reflexión? ¿Qué significa el sí de la reflexión sobre sí mismo?”.5 Lejos de la visión mística o de una intuición intelectual vana y abstracta al estilo “pienso, luego existo”, el filósofo plantea el ejercicio reflexivo como el esfuerzo para volver a captar al ego en el espejo de sus objetos, en las obras y los actos. En nuestros días, el espejo de la humanidad es una geografía política incoherente, donde coexisten la desnutrición y la sobreproducción de alimentos, la racionalidad tecnocientífica y el malestar cultural.6 La lección epidemiológica es lapidaria: el suicidio es más común que el homicidio en los países con los mejores índices sociales y económicos. Esto no se debe tan sólo a un control más efectivo del homicidio: las naciones desarrolladas tienen, de hecho, una tasa de suicidio mayor a la tasa mundial.7 En el espejo de nuestras obras encontramos la devastación ecológica, y podemos ver, sin desearlo, el desarraigo y las migraciones masivas generadas por la explotación económica, el negocio de la guerra, la violencia criminal. Si lo miramos bien, el espejo nos muestra la xenofobia en todas sus formas. A veces no se trata exactamente de una fobia, es decir, de un miedo irracional, sino de una actitud a la que llamo misoxenia: el odio a los extraños y a la diferencia; es un nexo subterráneo entre fenómenos como el racismo, la desconfianza hacia las lenguas extranjeras, los territorialismos religiosos, ideológicos, la misoginia y la discriminación de clas

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