Baja el acido

Dr. David Perlmutter
Kristin Loberg

Fragmento

Baja el ácido

Introducción

La prueba del ácido

Desde ahora estás empoderado.

Tom Wolfe, Ponche de ácido lisérgico

Si estás aquí buscando una secuela del clásico de la contracultura de los años sesenta de Tom Wolfe sobre aventuras con el uso de drogas psicodélicas, estás en el lugar equivocado. El ácido del que hablamos en este libro es de un tipo por completo distinto, uno que tiene todo que ver con estar en control de tu salud y sentirte empoderado para disfrutar una vida plena, larga y vibrante, con un cuerpo en forma y una mente aguda hasta el último momento. Quizá nunca hayas escuchado hablar del ácido úrico o hayas pensado seriamente en este compuesto metabólico fuera, tal vez, de su papel en la gota y los cálculos renales. Si es el caso, no es culpa tuya, porque ése ha sido el mensaje durante años. Prepárate: le daré al término ácido un nuevo significado por completo. Tu cuerpo y tu cerebro te lo agradecerán.

En el otoño de 2020, mientras la pandemia de covid-19 seguía azotando al mundo, yo estaba corriendo afuera, escuchando uno de mis podcasts favoritos: The Drive, del doctor Peter Attia.1 Siempre hago mucho mientras corro; es tanto ejercicio para mi mente como para mi cuerpo y mi cerebro. En aquel día en particular, el invitado del doctor Attia tuvo un profundo impacto en mí. El doctor Richard “Rick” Johnson, profesor de nefrología de la Universidad de Colorado, básicamente estaba dando una cátedra de ácido úrico, revelando la impactante conexión entre este metabolito tan subestimado y poco conocido, y la salud metabólica en general, además de sus propios efectos biológicos en cascada, los cuales pueden influir casi en todas las condiciones y los padecimientos que te puedas imaginar. El ácido úrico a menudo se describe como un “producto de desecho” del metabolismo, inerte e inofensivo, que se suele excretar por la orina (y en las heces, aunque en menor cantidad). Se descarta como un subproducto incidental y trivial de nuestra biología normal, pero es todo menos insignificante o indigno de atención. Se encuentra en el centro de los mecanismos reguladores involucrados en nuestros procesos metabólicos más básicos, y son estos procesos los que, cuando se desequilibran, terminan manifestándose como los peores problemas de salud de nuestro tiempo, desde obesidad y resistencia a la insulina, hasta diabetes, elevación de lípidos en sangre, hipertensión, enfermedad cardiovascular e incluso deterioro cognitivo y demencia.

Al día siguiente volví a escuchar el podcast. El mensaje y la información que lo respaldaban eran tan convincentes que de inmediato empecé a tomar notas y hacer mi propia investigación en la literatura científica. Ahí es donde entré en lo desconocido, aunque ilustrativo y satisfactorio. El doctor Johnson es uno de los muchos científicos en el mundo que indaga en el papel del ácido úrico en nuestra vida, sobre todo en vista de las dietas modernas atestadas de ingredientes que estimulan el ácido úrico. Mi propia inmersión me llevó a proponer una simple pregunta con una respuesta reveladora:

P: ¿Qué tienen en común la obesidad, la resistencia a la insulina, la diabetes, la enfermedad de hígado graso no alcohólico, la hipertensión, la enfermedad coronaria, el infarto, los trastornos neurológicos que incluyen la enfermedad de Alzheimer y la muerte prematura?

R: Niveles elevados de ácido úrico.

Mi exploración de la ciencia del ácido úrico finalmente respondía muchas preguntas que se habían quedado en mi mente durante años. Sí, sabemos que el azúcar amenaza la salud pero, ¿cómo? ¿Por qué tantas personas se ciñen a dietas estrictas y aun así tienen problemas para controlar su peso y su glucosa, y terminan desarrollando enfermedades graves? ¿Por qué están subiendo los índices de presión alta, incluso en adolescentes y en personas que mantienen un peso ideal (increíblemente, 1 de cada 3 adultos tiene hipertensión y 1 de cada 10 jóvenes entre las edades de 12 y 19 años tiene la presión alta)?2 ¿Cuál es la conexión entre los azúcares añadidos a casi 74% de los alimentos y bebidas que venden en los supermercados, y los índices cada vez mayores de enfermedades cronicodegenerativas, incluyendo las que roban a las personas sus facultades mentales?3

Estás a punto de descubrirlo.

Si has intentado todo para tener el control de tu salud, pero sigues sintiendo que no puedes alcanzar tus metas, creo que apreciarás lo que intento decir. Cuando descubras lo que aprendí en esta aventura, te sentirás inmediatamente empoderado. Este libro, en parte viaje personal y en parte informe de investigación médica, es la culminación de mi labor. No quiero que pasen décadas para que la ciencia que pide atención a gritos desde la literatura llegue a todos en los consultorios de sus médicos (como suele suceder, a un ritmo de casi 20 años). Me tomé muy en serio este nuevo conocimiento y ajusté mis propios hábitos para asegurarme de conservar niveles de ácido úrico dentro de un rango saludable. No es tan difícil y será sumamente beneficioso para tu vitalidad y longevidad. En una analogía adecuada, piensa en la historia del tabaquismo y las enfermedades incluso de fumadores pasivos. Hasta que suficientes personas demostraron de manera convincente el vínculo entre el tabaco y el cáncer, tolerábamos el hábito. Incluso a quienes nunca fumamos no nos preocupaba demasiado llenarnos los pulmones de humo en bares, restaurantes y aviones. Pero observa cómo percibimos el tabaquismo ahora.

Manejar los niveles de ácido úrico para alcanzar una salud radiante es una estrategia validada por la ciencia desde hace décadas. Sin embargo, sigue siendo un punto ciego en la medicina general actual. Estoy a punto de equiparte con un par de lentes nuevos para darte una perspectiva totalmente renovada de lo que significa tener —y alcanzar— una salud excelente.

Historia oculta

Hace más de un siglo el médico escocés Alexander Haig hizo sonar las alarmas sobre la conexión entre las cifras de ácido úrico en el cuerpo y condiciones tan diversas como la migraña, la depresión, la epilepsia, la diabetes, la obesidad, la enfermedad hepática, la presión alta, la cardiopatía, el infarto, el cáncer, la demencia y el reumatismo. Sus revolucionarios hallazgos, los cuales culminaron en un libro publicado en 1892 y cuya cuarta edición en 1898 obtuvo una reseña en el Journal of the American Medical Association, no llegaron muy lejos durante el siguiente siglo.4 Aunque proféticos, sus descubrimientos eran demasiado vanguardistas para la época, así que el ácido úrico siguió descartándose como un producto inerte y de desecho del metabolismo celular, que en altas concentraciones podía provocar cálculos renales y una forma de artritis llamada gota. Pero para la mayoría de la gente que nunca desarrolló gota ni problemas renales, el ácido úrico se consideraba un compuesto biológico inocu

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