Un beso accidentado (Un beso 2)

Patricia Bonet

Fragmento

Nota de la autora

Nota de la autora

Mi objetivo con esta nueva serie es que os riais, os olvidéis del mundo durante un rato y que la terminéis con un buen sabor de boca y una sonrisa en la cara.

Variety Lake es un lugar ficticio, y cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia. Está basado en cómo me gustaría que fuese el lugar en el que vivir, porque me encantaría recorrer todos los pueblos de Estados Unidos. Cuando veo alguno en una serie o lo leo en un libro, me imagino paseando por sus calles y tomando café y tarta en sus cafeterías.

Los que me siguen saben que siempre pongo en mis novelas el nombre de alguien que es especial para mí, o que significa algo. En esta ocasión sale el nombre de mi prima, Marina, de forma sutil, como es ella, y el doctor Kapoor. No es que en mi vida exista tal médico, pero sí en la serie New Amsterdam, y es un hombre que me gustó tanto que no podía no insertarlo. Aun así, lo más característico de este libro es el tatuaje de Buffy en memoria de sus abuelos. Es el tatuaje que se hizo mi hermana pequeña para recordar a sus cuatro sobrinos. Me pareció tan bonito que tenía que incluirlo.

Como veréis, Nikolay es ruso y sus palabras y frases están escritas en nuestro alfabeto para entenderlas.

Meadow, Buffy, Zoe y Aiko han sido para mí un soplo de aire fresco, y solo espero que os hagan sonreír y disfrutar igual o más que a mí.

Prólogo

Prólogo

Nada le gustaba más a Buffy que correr por los jardines del hostal de sus abuelos y terminar sumergida en las aguas del lago que daba nombre al pueblo. Adoraba levantar la cabeza y mirar el cielo, cerrar los ojos y respirar. Siempre olía a diferentes tipos de plantas, hojas y flores, y aunque su abuelo se había empeñado en enseñarle a identificarlas todas, todavía le costaba. Eso se lo dejaba a su amiga Zoe, una yonqui de las plantas.

Pero había una cosa que Buffy odiaba con todas sus fuerzas. Bueno, dos. La primera, no poder vivir en el hostal con sus tres mejores amigas: Meadow, Aiko y Zoe. Para ella, había habitaciones de sobra. En vez de alojar a extraños, podían quedarse ellas. El problema de ese plan, según le habían explicado infinidad de veces sus abuelos, era que cada persona tenía que vivir en su casa y que estaba bien que quisiese de esa forma a sus amigas, pero no podía ser. Tenía que conformarse con verlas en la escuela, en las clases de ballet y en las tardes que quedaban para jugar, que eran casi todas.

Buffy tampoco soportaba ver llorar a su madre, y por desgracia era algo que sucedía más veces de las que una niña de diez años debería presenciar.

Se acercó a la puerta cerrada del cuarto de su madre descalza, de puntillas, y con cuidado de no hacer ruido —pues las tablas del suelo crujían a cada paso—, pegó la oreja a la fina madera, de color blanco, como todas las del hostal. La única diferente era la suya, pues su abuelo se la había pintado del color del arcoíris. Buffy adoraba todo lo que fuera de colores. Cuantos más, mejor.

Cerró la boca hasta que formó una fina línea y se agarró fuerte a la muñeca de pelo rosa que la acompañaba a todas partes.

—No puedes hacerme esto, Garret. —Oyó que sollozaba su madre.

A Buffy se le formó tal nudo en la garganta que supo que tardaría mucho en desaparecer. Ni siquiera se le iría con un vaso de leche de esos que le preparaba su abuela y que le decía que eran curativos.

—Ruby, no es por ti, ya te lo he dicho, es…

—Por nosotros. —La triste voz de Ruby se mezclaba con el que, parecía, estaba dejando de ser su novio.

Durante unos segundos no escuchó nada más, solo los pasos del que, supuso, sería Garret, mientras metía cosas en una maleta, una bolsa o algo así.

A Buffy le picaban las manos de las ganas que tenía de coger el pomo, girarlo, entrar en la habitación de su madre y abrazarla fuerte hasta que las dos se quedasen dormidas. Pero no lo hizo. No podía. También estaba enfadada con ella. Enfadada por enamorarse con tanta facilidad, por entregar su corazón a la ligera y por darlo todo sin recibir nada a cambio. Aquella era la séptima relación fallida de Ruby. Por su vida habían pasado siete hombres y todos habían desaparecido, su padre incluido, que fue el primero.

Escuchó un ruido a su espalda y se volvió sobresaltada. Su abuela estaba detrás, con ese camisón color camel tan característico y el pelo blanco recogido en un moño. La miraba sonriendo, y Buffy no pudo evitar devolverle la sonrisa.

—Ven aquí, mi pequeña alborotadora —susurró su abuela mientras estiraba el brazo y movía los dedos en su dirección.

Buffy se giró de nuevo hacia la puerta tras la que estaba su madre, soltó el aire que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba reteniendo, y se dio la vuelta. Llegó hasta su abuela en dos zancadas y se cobijó bajo su abrazo.

Puede que Buffy no supiera reconocer las flores del jardín, pero sí el olor a malvavisco y chocolate de su abuela a un kilómetro de distancia.

—¿Qué haces aquí a estas horas? Es muy tarde, y mañana tienes colegio, señorita.

—No podía dormir.

—Ya.

Su abuela no dijo más. La condujo escaleras abajo hasta la cocina, encendió la luz y le indicó a su nieta que se sentara en uno de los taburetes que había alrededor de la mesa.

Buffy miró por la ventana y exhaló un suspiro. Era primavera en Variety Lake. Empezaba a hacer mucho calor, y las aguas del lago la llamaban como cantos de sirena. Ojalá pudiese salir y sumergirse en ellas. Eso siempre la hacía sentir bien. Además, ese fin de semana no había huéspedes en el hostal, por lo que tenía todo el lago para ella sola.

El carraspeo de su abuela cuando se le puso delante la sacó de su ensoñación. Llevaba una taza de barro y, por el olor, Buffy supo que era leche con miel y un toque de canela.

Sonrió por inercia, dejó la muñeca en la mesa y cogió la taza con ambas manos.

—¿Y tú qué haces despierta, abuela?

—Se ve que tampoco podía dormir.

Le guiñó un ojo y se sentó en el taburete que Buffy tenía al lado. Las dos se quedaron embobadas mirando por la ventana mientras daban pequeños sorbos a sus vasos de leche.

Había un tercer vaso en la mesa. Buffy no preguntó, porque sabía de sobra para quién era.

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