Euskaratú

Nerea Arostegi

Fragmento

Prólogo, por Isaías Lafuente

Prólogo

La autora de este libro se ha propuesto demostrarte algo que, seguramente, no te habías planteado en tu vida: que sabes más euskera de lo que crees. Puede parecerte mentira, pero te garantizo que esta mujer suele conseguir lo que se propone. Y la prueba está en el ensayo que tienes en tus manos y en este prólogo que ahora lees a pesar de que no me gusta mucho prologar libros. Procuro evitarlos porque siempre son previsiblemente elogiosos, como los brindis de boda, las virtudes de un hijo narradas por la madre o por el padre, las palabras en la despedida de un jubilado o los discursos en un funeral. Y además tienen una evidente trampa: si no quieres destripar el contenido de lo que vas a elogiar, ni podrás desvelar lo interesante ni tendrá suficiente interés lo que finalmente cuentes. Así que comencemos por una crítica a la autora, para compensar: Nerea no nos cuenta cómo se dice spoiler en euskera.

Y ya está, por mi parte aquí termina la crítica. Porque aprecio mucho a la autora, sí, personal y profesionalmente, pero, sobre todo, porque me parece encomiable la idea que inspira este libro, original el enfoque y atractiva la narración que acaba atrapándote en la aventura que nos propone su autora. Puede que alguien le recrimine la osadía de lanzarse a este reto por joven, por periodista, por meterse donde no la llaman, por hablar de lo que no conoce suficientemente... Si se molestasen en leer la obra, cosa que no suele ser frecuente entre muchos voceros indocumentados que pueblan redes y tertulias, sabrían que ella reconoce esas carencias. No es historiadora ni lingüista, solo periodista. Y lo único que pretende, con las armas de su oficio y movida por una curiosidad innata, expansiva y contrastada, es diseccionar para nosotros un idioma por el que siente tanto respeto y pasión como nosotros, distancia o indiferencia. Una lengua que no pudieron aprender sus padres a su debido tiempo, pero que quisieron que su hija aprendiera a tiempo y como es debido.

Y en ese proceso de aprendizaje, conforme fue adquiriendo su condición de bilingüe, acabó siendo consciente de lo que ahora nos cuenta en este libro en el que derriba algunos mitos bien enraizados. El primero, que el euskera es un idioma endiablado, imposible de entender para un castellanohablante que, sin embargo, es capaz de vislumbrar lo que dicen un gallego o un catalán cuando hablan en sus respectivas lenguas suficientemente despacio. El segundo, que es un idioma muy complicado también para quien se lanza a la aventura de aprenderlo. Y el tercero, que explicaría en parte los otros dos prejuicios, que el castellano y el euskera son lenguas de raíces tan distintas y distantes que carecen de vaso comunicante alguno.

Esa distancia fruto del desconocimiento hace que, con frecuencia, contemplemos esta lengua desde la caricatura para salvar nuestras carencias, creyendo que todos los vascos se llaman Patxi, se apañan con ocho apellidos, comienzan cada frase con un «aúpa» —aupa en euskera—, la rematan con un «pues», manifiestan desagrado o sorpresa con un kaben txotx y forman neologismos a base de añadir el sufijo –ak a cualquier palabra castellana. La misma estrategia que nos hizo construir durante décadas chistes en los que alemanes, franceses y británicos eran siempre los torpes protagonistas que sucumbían ante el ingenio o la valentía del español. Pero de eso se sale, si se quiere, a base de pequeñas dosis de conocimiento. Y este libro contiene píldoras suficientes como para afrontar un primer tratamiento de choque.

Gracias a él te vas a sorprender, y mucho, cuando sepas que el euskera escrito no tiene tildes, que prescindió de la v, de la c y de la q, se apañan con la b y la k, y que ha especializado los sonidos correspondientes a la g y a la j, el primero suave, el segundo más fuerte. Por eso, Nerea se apellida Arostegi y no Aróstegui. Esta economía del lenguaje se intentó también en castellano, la última vez hace doscientos años. Pero finalmente los académicos no aceptaron el órdago de los lingüistas de la adecuación, consideraron la sugerencia como una idea sacada de la chistera y nos dejaron a los castellanohablantes el zurrón cargado de algunas innecesarias complicaciones.

También te sorprenderá, por cierto, que palabras como las que acabas de leer, «órdago», «chistera» y «zurrón», nos llegaron del euskera. Y no son las únicas. Quizá la que más juego nos ha dado es «izquierda», que nos permitió orillar la hoy siniestra palabra «siniestra». Muchos de estos términos entraron finalmente en el diccionario de la RAE con su correspondiente adaptación gráfica, que ha dado origen a lo que Nerea califica de «euskaltellano». Y así, txabola acabó en «chabola», por ejemplo, aunque no se entiende la necesidad de castellanizar akelarre en «aquelarre», si podemos escribir «kilo» y «quilo» sin que el autocorrector ni los doctos académicos nos llamen la atención.

Ese paseo por el euskaltellano es solo el comienzo. Dado que cualquier idioma sirve para nombrar la realidad que nos rodea, Nerea Arostegi nos propone transitar por la realidad que nos ha ido llegando en las últimas décadas desde el País Vasco nombrada en euskera, para desentrañar los significados de sus palabras, para comprender los mecanismos mediante los cuales se construye y se extiende su léxico a base de prefijos y sufijos, y para entender que, en el fondo, no son muy distintos a los que manejamos en castellano. Una realidad que se fue colando en nuestras casas a través de la información, primero, y en nuestras vidas, después, a través de la ficción y en forma de películas, de libros, de canciones... Desde el dramático terrorismo de ETA que nos azotó durante décadas hasta los Ocho apellidos vascos, pasando por el fútbol, la política, algunas marcas de productos comerciales que compramos, los nombres y apellidos de personajes relevantes en todos los ámbitos, hemos ido acumulando sin querer un conocimiento sobre esta lengua que el presente libro pone frente a nuestros ojos y que permite a su autora, con toda la razón, afirmar que sabemos más euskera del que creemos. Como si unos modernos Homero o Cicerón nos dijeran que sabemos mucho más griego y latín del que creemos. No es su intención final, pero este libro te permitirá también acumular suficientes palabras y tener algunas herramientas con las que desenvolverte en euskera en algunas situaciones cotidianas, para saludar, pedir por favor o dar las gracias, eso que nos marcamos como exigencia, por necesidad y por respeto, cuando viajamos a lugares que hablan otro idioma. O que hablan, también, otro idioma. Incluso puede que, al acabarlo, la autora te haya cautivado de tal manera que pienses que es una jatorra, que es lo que creemos quienes hemos tenido la suerte de cruzarnos con ella en la vida. Pero, sobre todo, te servirá para responder con suficientes argumentos cuando alguien te pregunte si el euskera es un idioma complicado, imposible de entender...

ISAÍAS LAFUENTE

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