Retorno a ayer

Kevin Emerson

Fragmento

Perdidos en el espacio

Prólogo

Bitácora de misión 18

Robinson, Maureen —Comandante

24ª misión del Resolute

Buenos días. Es el cuarto día desde que evacuamos el Resolute e hicimos un aterrizaje forzoso aquí, aunque no sabemos exactamente dónde es “aquí”. Hasta donde sé, estamos en otra parte de la galaxia aunque, dado que no vemos a Alfa Centauri ni otras estrellas conocidas en el firmamento, es posible que hayamos parado en una galaxia distinta.

John, Judy, Penny y Will, y yo misma gozamos de buena salud, salvo por heridas menores sufridas en estos días difíciles; hasta ahora hemos logrado equilibrar el miedo por nuestro predicamento con la acción encaminada a nuestra sobrevivencia y rescate.

Nuestro Júpiter continúa en condiciones estables. Desde que escapamos del glaciar no hemos tenido más casos de anguilas en los tanques de combustible, y con el clima relativamente benigno de este planeta, hemos podido recargar las baterías del soporte vital durante el día. Nuestros niveles de suministros han mejorado ahora que hemos hecho contacto con los otros Júpiter sobrevivientes. Victor, nuestro representante colonial, ha puesto en marcha un programa de recursos compartidos, y hoy John y yo seremos parte del equipo que redistribuirá los materiales.

Aún no hemos tenido contacto con el Resolute, o quizá debería decir que ellos no han tenido noticias de nosotros. Sabemos que han estado en órbita sobre este planeta desde el accidente, pero, aunque sospechan que estamos aquí, no pueden recibir ninguna de nuestras transmisiones ni comprobar que hemos sobrevivido, debido a la pérdida de su matriz de escaneo. Intentamos alertarlos sobre nuestra presencia con un rayo de luz, pero ese intento se vio frustrado por unas criaturas particularmente furiosas que Will ha bautizado como mothasaurios. Estoy segura de que las bitácoras de Hiroki explicarán todo sobre esas criaturas.

Ahora, las noticias realmente malas: aún estoy recopilando datos sobre la naturaleza del agujero negro que descubrí cerca de la estrella de este sistema, pero toda la evidencia apunta a que nuestro tiempo en este planeta se agota con rapidez. Les he confiado esta información a otros dos miembros de la misión: John y Hiroki. Planeo informar al resto de los colonos muy pronto, tal vez esta tarde, aunque me preocupa que afecte la moral. Tampoco les he dicho a mis hijos…

Por el momento, nuestro plan es el mismo de ayer: sabemos de otro Júpiter derribado que, según los reportes, tiene lleno el suministro de combustible. Si podemos conseguir ese combustible, debe ser suficiente —suponiendo que mis cálculos sean correctos— para que los Júpiter despeguen. Luego, sólo necesitamos encontrar una manera de modificarlos para que transporten más personas. Aparte de eso, continuaremos con nuestras tareas diarias, como distribuir suministros y mantener los ánimos.

Por último, no ha habido cambios en el robot. Continúa actuando como protector y amigo de Will. Incluso combatió a todos esos mothasaurios cuando atacaron, aunque para hacerlo adoptó su forma anterior, la versión que atacó al Resolute, y eso asustó al resto de los colonos. Ese robot es responsable de que estemos aquí, de las muertes de veintisiete colonos… y, sin embargo, también es la razón por la que mi familia y yo estamos vivos. Algunos de los otros colonos quieren que lo destruyamos, o al menos que lo encarcelemos —si tal cosa es posible—, pero John y yo no podemos olvidar cómo salvó a Judy del hielo, cómo nos salvó la vida a todos esa primera noche, cuando estábamos atrapados en el glaciar. Así que, por ahora, John ha convencido a los colonos de permitir que el robot se quede. Hemos visto su nave espacial, y aunque no pudimos entender su tecnología, no puedo dejar de pensar en todo lo que podríamos aprender de ella. Sé que es un riesgo dejar que se quede con nosotros, pero tengo que admitirlo: me gusta saber que está cuidando a Will.

Bueno, es hora de encargarme de las tareas del día. Me reportaré de nuevo en veinticuatro horas. Hasta entonces… deséennos suerte.

Perdidos en el espacio

CAPÍTULO

Me llamo Will Robinson y estoy en peligro. Todos lo estamos. Desde que mi familia cayó en este planeta, siempre hay una cosa u otra tratando de matarnos. Hielo en deslave, volcanes en erupción, fuertes tormentas y criaturas que hay que ver para creer.

Pero a veces creo que lo más peligroso para todos nosotros… soy yo.

Tal vez se pregunten cómo un niño de once años puede ser un peligro para su familia. Bueno, para mí es fácil. No soy valiente como mi hermana Judy, ni creativo como mi hermana Penny. Soy listo —muy listo, de hecho—, pero eso no me sirve de nada si me paralizo cuando las cosas se ponen difíciles. Además, parece que sin importar lo que haga, el peligro siempre me encuentra.

Por supuesto, lo más peligroso que me ha encontrado también fue lo que acabó por salvarnos a todos. Hablo de mi robot. Si no fuera por él, ni siquiera habríamos sobrevivido a nuestra primera noche aquí. Con él cerca, siento que puedo ser más valiente y útil de lo que he sido jamás, y ponernos en mucho menos peligro… Bueno, al menos hasta donde sabe mi familia.

Casi nadie de mi familia tiene idea de lo que pasó en la cueva del norte. Y si tengo suerte, el resto de ellos nunca lo sabrán, porque si supieran lo mal que estuvo a punto de salir todo, y por mí…

Por otra parte, lo que pasó fue, en parte, culpa de ellos. La mañana que todo empezó, yo estaba ocupado revisando los tableros de circuitos de los sistemas vitales de la nave —sólo es uno de los, más o menos, veinte trabajos que mamá anotó en el pizarrón para mí—, cuando la voz de papá llegó de pronto por el sistema de comunicaciones del Júpiter 2:

—Chicos, quiero verlos en el área común. Su madre y yo vamos a salir.

Genial, pensé, otra misión en la que nos dejan atrás. Devolví el tablero de circuitos a su nicho en el compartimiento de la pared y volteé a ver al robot, que estaba a mi lado.

—Vamos —dije—. Reunión familiar.

Me miró, con su cara de cristal liso brillando, llena de luces como miles de estrellas fugaces, y luego me siguió por el corredor circular de la nave hacia el área común central. Mamá y papá ya estaban ahí, cerrándose las chamarras.

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Product added to wishlist