El campo de batalla estaba lleno de polvo; se hacía difícil respirar. Este polvo se levantaba por el rápido galope de los caballos y por las carreras apuradas de los soldados.
El general San Martín, con su sable en la mano, miraba hacia uno y otro lado. Hubo un momento en que pensó que todo se había detenido, de esa manera en que las cosas se detienen en las películas, cuando todo se congela y solo el héroe puede moverse y observar.
En ese instante, el general contempló la escena. Vio a sus valientes soldados heridos; oyó las balas zumbando como si fueran una lluvia sorpresa y los cañones lanzando todo por los aires, sin importar de qué lado estaban los que volaban.
Escuchó gritos fuertes de hombres muy nerviosos, hombres que en ese momento no tenían país ni bandera, solo eran personas.
San Martín se preguntaba si todo ese esfuerzo, toda esa tristeza, realmente valía la pena. ¿Por qué luchaban? ¿Por qué había tanto conflicto y dolor?
Entonces, recordó su hogar en Yapeyú, a su familia, y todo lo que había vivido: sus años en España, su primera batalla en América y las enormes montañas que tuvo que cruzar para llegar hasta allí.
Y, en medio de esos recuerdos, pensó en un animal especial.
Una mañana fría pero soleada, cruzando la cordillera de los Andes en una mula, avistó un pájaro impresionante en el cielo. Era el cóndor, el rey indiscutible de los cielos de montaña. Al ver cómo el cóndor volaba tranquilo y sin ataduras sobre las cumbres, San Martín entendió lo que significaba ser libre.
Y entonces comprendió por qué luchaban.
Por eso estaban decididos a entregarlo todo.
Por eso la lucha y el sacrificio.
Por la libertad.
EL NACIMIENTO del HÉROE
En una tarde apacible dentro de la librería, Tomás recibió a sus sobrinos, Pablo, Florencia y Charly, quienes debían aguardar que su madre, Mariana Herrera, hermana de Tomás, los pasara a buscar. La Librería del Dromedario, un lugar lleno de estanterías repletas de libros antiguos y nuevos, se convertía en su pequeño mundo de aventuras. Tomás, con su suéter de lana verde y las gafas redondas, los saludó con una sonrisa amplia y los invitó a sentarse en los almohadones que se encontraban junto a libros sobre héroes históricos.
—Hoy vamos a develar el misterio de los primeros años de uno de los héroes más grandes de América —anunció.
Los niños, acurrucados junto a él bajo la suave luz de una lámpara, escuchaban atentos, mientras Tomás iniciaba la lectura de un libro muy colorido. Trataba sobre el nacimiento de José de San Martín:
Era un día de febrero, particularmente caluroso, donde el único sonido que perturbaba el silencio era el murmullo del río Uruguay y el leve soplo del viento del nordeste. En ese ambiente cargado de expectativa, Juan de San Martín, un joven teniente, caminaba nervioso de un lado a otro frente a su casa, mientras su esposa, Gregoria, estaba dentro del cuarto principal dando a luz a su quinto hijo.
—Piensen en la ansiedad de un padre en esos momentos —dijo Tomás, haciendo una pausa para mirar a sus sobrinos, que recreaban en su mente la escena con los ojos bien abiertos—. Las botas de don Juan crujían sobre la tierra seca y los ladrillos, al ritmo de su nerviosismo.
Luego prosiguió su relato:
El llanto de un bebe anunció la llegada de José Francisco, rompiendo el silencio del pueblito de Yapeyú, que por entonces no era más que una parte del vasto virreinato del Río de la Plata.
—¿Virreinato del Río de la Plata? —repitió Charly con curiosidad.
Tomás fue en busca de un libro de tapa verde, repasó sus páginas hasta encontrar lo que buscaba. Entonces leyó:
Hace mucho tiempo, antes de que existieran los países como los conocemos hoy, había grandes extensiones de tierra gobernadas por reyes y reinas que vivían muy lejos. Uno de esos reinos era España, y los reyes españoles querían asegurarse de que podían cuidar y administrar bien las tierras que tenían en América. El Virreinato del Río de la Plata era como un gran “estado” o “provincia” gigante que crearon los reyes de España para organizar y gobernar mejor estas tierras. Este “estado” especial incluía a varios países de Sudamérica: Argentina, Uruguay, Paraguay, y también partes de Bolivia y Brasil. La capital de este gran “estado” era la pequeña y sencilla ciudad de Buenos Aires, que hoy es la capital de la República Argentina.
Con una sonrisa cariñosa, Tomás se quitó los anteojos y describió en pocas palabras de qué manera los tres varones de la familia San Martín —Manuel Tadeo, Juan Fermín y Justo Rufino— se habían acomodado bajo la sombra de una higuera, mientras su hermana mayor, María Elena, los cuidaba.
—¿Qué día nació San Martín? —preguntó Pablo.
—El 25 de febrero de 1778 —replicó Tomás.
—¿Yapeyú está muy lejos de Buenos Aires, tío? —indagó Charly.
—A unos 720 kilómetros de distancia. Si hoy fuéramos en auto, tardaríamos ocho horas. Cuando nació José Francisco, iban en barco y demoraban dos días en llegar. Yapeyú, más cerca de las fronteras con Uruguay, Brasil y Paraguay que de Buenos Aires, era un pueblo tranquilo, con casitas con techos de paja y la mayoría de sus habitantes eran nativos guaraníes. Allí transcurrían los días de los San Martín. Gregoria, cuidando de sus hijos; y don Juan, que gobernaba Yapeyú, protegiendo al poblado de posibles invasiones de los portugueses desde Brasil.
—¿A qué jugaban los chicos de esa época? —consultó Florencia.
—Se entretenían junto con los vecinos de su edad, trepando árboles y sacando los frutos de los naranjos que vestían de colores las calles. Les gustaba mucho jugar con boleadoras, lanzándolas al aire para que otros del grupo las atraparan. Esto enojaba un poco a Gregoria, porque José Francisco correteaba a Manuel, Juan y Justo, tratando de imitarlos; y una boleadora cayendo en su cabecita no le hacía gracia. Sus hijos también andaban a caballo, lo que convirtió al pequeño en jinete, poco después de abandonar la cuna.
Florencia tomó su libreta de hojas de colores y un lápiz azul oscuro.
—Tío Tomás, ¿se escribe con be larga o ve corta?
—Boleadora se escribe con be larga. Voy a explicarles qué son las boleadoras. Hagamos de cuenta que tienen tres piedras y las atan cada una al
