CAPÍTULO 1
Ya no sé la cantidad de lágrimas que he podido derramar en estos días y si sirve para algo. Pero está claro que no sirve de nada, bueno de algo sí, para desahogarme. Hace días que no sé nada de él. Supongo que ese era el trato, aunque parece que a él le está costando mucho menos que a mí.
Tengo a mis amigas metidas en mi casa todo el día. Parece que no entienden que, en estos momentos, lo que más me apetece es estar sola. No necesito cuidadoras. Y sí, reconozco que de vez en cuando poder desahogarse está bien, pero también necesito estar sola e intentar que todo vuelva a la normalidad.
Una mañana alguien llama al timbre, miro la hora. ¡Son las ocho! ¿Quién llama a estas horas? ¿Sergio? Me levanto corriendo de la cama. Tropiezo con todo lo que pillo por el camino. Abro la puerta corriendo. Pero cuando abro, no es lo que yo esperaba.
—Buenos días. ¿No era quién esperabas verdad?
—¿Qué haces aquí, Fanny?
—Tenemos que hablar.
—¿Otra vez, Fanny? ¿No hemos hablado suficiente ya?
—Yo creo que no. ¡Invítame a pasar y hazme café! Lo que tengo que contarte sé que te va a gustar.
—Pasa. No sé qué estarás tramando esta vez.
La dejo pasar y hago café. ¿Qué estará tramando ahora? Me siento con ella en el sofá.
—Siento que te hayas decepcionado con mi presencia. ¿Puedo saber a quién esperabas?
—¡Fanny! No esperaba a nadie.
—¿Segura? Yo diría que esperabas a míster paquetón.
—¡Fanny!
—Fanny, Fanny. ¿Por qué no eres sincera? No voy a juzgarte.
—Vale, sí. Por la hora pensé que podía ser él. Pero porque no lo pensé demasiado. ¿Qué pinta él aquí?
—¿Y por qué no?
—No lo sé.
—Escucha. ¿Tú quieres recuperarlo?
—Eso no va a suceder.
—No te he preguntado si va a suceder. Solo te he preguntado si quieres recuperarlo.
—Sí. Claro que quiero recuperarlo.
—Bien. Entonces tengo un plan genial, pero tienes que seguirlo al pie de la letra, porque, si no, no servirá para nada, nena.
—¿Qué estás tramando, Fanny?
—Estoy tratando de que seas feliz. Y está claro que eso solo es posible al lado de míster paquetón.
—Miedo me das.
—Calla y escucha. Se supone que él te ha dejado porque tiene que volver a trabajar, ¿no?
—Sí.
—¿Y qué pasaría si tú te dedicaras a lo mismo que él?
—¿De qué estás hablando?
—De ponerlo entre las cuerdas. Tú trabajando de lo mismo que él.
—¿Quieres que me prostituya?
—¡No hace falta llegar a eso! Quiero que le demuestres que para él puede ser igual de doloroso verte bailar, mientras que otros babean por ti. Y si ya le das a entender que juegas a lo mismo que él por dinero…
—¿Quieres que le haga entender que me acuesto con hombres por dinero?
—Sí. Creo que es una buena manera para que entienda como lo pasas tú y que se pueden buscar otras soluciones.
—No quiero hacerle daño.
—¿Y él a ti si puede hacértelo? ¡Abre los ojos, Carol! Tiene que ver que la solución que ha tomado no es la correcta.
—Bien. Imagina que acepto tu descabellada idea. ¿Cómo lo hago para trabajar? ¿Qué hago cuándo tenga que estar de noche?
—Eso tendrás que gestionarlo tú. Pero tienes que ponerte manos a la obra. No es tan fácil como crees.
—Yo no voy a ser capaz de hacerlo. ¿Cómo voy a soportar que me miren los hombres mientras que estoy medio desnuda?
—¡Ay querida! Eso es una prueba de amor. Si de verdad lo quieres, estarás dispuesta a todo eso y más.
—Estás loca. Lo sabes, ¿verdad?
—Y tú enamorada perdida.
—No puedo negarlo. ¿Crees que saldrá bien?
—¿Dudas de mis planes? Sabes que siempre salen bien. Solo hay que hacerlo bien.
—¿Y dónde se supone que voy a bailar para que él me vea? —Fanny se ríe.
—En su local. Esa será nuestra gran venganza, que tenga que verte todas las noches. Al final, él mismo decidirá que no puede seguir con eso.
