Rota se camina igual

Lorena Pronsky

Fragmento

Rota se camina igual

Prólogo

A todos se nos van cayendo pedazos. Trozos de ilusiones. Deseos no cumplidos. Sueños que solo van a suceder mientras dormimos. A todos nos atraviesan las mismas emociones, frente a distintos acontecimientos.

Amar sin ser amado. Dar sin recibir. Esperar algo que no va a ocurrir. Ausencias. Vacíos. Noches oscuras del alma. Tristezas. Desengaños. Partidas de esas personas que se nos adelantaron en un adiós, para el cual no estábamos preparados.

Todo esto también es la vida. Lo es.

Hace un tiempo caí en mi propio psicólogo pidiendo lo mismo que pedimos todos: que no me duela. Gracias a mí, que supe elegir a quien tenía enfrente, él me clavó la mirada y me dijo: “Yo de eso, no vendo. No tengo ese kiosco”.

Esas palabras me salvaron los días y las noches. Me dieron la serenidad para frenar la búsqueda constante de algo que no existía. Empecé a descansar, a dejar de presionarme, y decidí tirar los remos a la basura.

Yo comencé a sanar cuando entendí que tenía que aceptar el dolor como parte inevitable de la vida. Me lo puse debajo del brazo y no en los hombros. Llegué hasta el fondo.

Lo toqué. Lo olí. Lo viví.

De a poco fui aprendiendo que lo que a mí me dolía podía llevarlo conmigo y no dejarme arrastrar por eso.

Nada fue mágico. Nada lo es.

Todos los días me preguntan cómo hacer para sanar una herida que pica, que arde y que entorpece el paso. Y siempre pienso lo mismo.

Ustedes lo van a hacer mejor que nadie. Compren su propio discurso.

Usen las herramientas que tienen adentro.

Pidan luz, gente que les alumbre el camino y les haga de faro en medio de la oscuridad, pero no pidan que alguien camine por ustedes. No existe ese alguien.

La vida tiene la impronta de cada uno, la que cada uno le da. No compren en kioscos donde les digan que ahí se vende lo que buscan, porque si hay alguien que vende de eso, en todo caso, son ustedes mismos.

Nadie mejor que ustedes sabe qué, cómo y cuándo. Y si no pueden, busquen a esa persona que, con la humildad de aquel que verdaderamente sabe, les diga como a mí: “Te va a doler, sí, pero yo te acompaño hasta que se calme un poco”. Y cuando ese dolor sea tan intenso que nada lo apague, sepan que siempre tienen dos opciones. Frenar y no seguir más. O asumir que la vida es eso también y que roto se puede caminar igual. La vida es hermosa, aunque muchas veces nos pegue inesperadamente donde no tiene que pegar. Pero es parte. Es parte. Como lo es todo. Asumirlo libera. Negar el dolor es la forma más certera de perpetuarlo.

Acepten. Asuman. Busquen todo lo que pueda aliviarles el alma en esos momentos.

Caricias, sí.

Amor, sí.

Paliativos, sí.

Hacer lo que les gusta, sí.

Cada uno se salva un poco como puede. Pero no dejen que les vendan lo que no existe. No compren fórmulas mágicas. El dolor duele. Tan simple como eso.

Pidan llaves, pero abran ustedes. Busquen una mano que les diga por dónde se puede salir, pero no busquen a alguien que les venda un par de pies, porque el camino lo van a tener que hacer ustedes.

Escribir fue la llave que yo encontré. Y acá estoy. Escribo para hablar sola. De mí. Conmigo. Digo lo que quiero. Me libero. Respiro. Me sano. Me conmuevo. Me enojo. Me emociono. Reparo. Discuto. Lloro.

La palabra me estructura. Se me acomoda en el cuerpo. Me organiza las manos, como si bailaran una coreografía bien ensayada. Bailo con esa libertad del que baila solo. Mirando la nada. Sintiendo la música, hasta que me convierto en la mismísima melodía.

No escribo porque sé. Escribo porque lo siento.

Hay gente que dice que cuando uno escribe, saca, y cuando uno lee, se lleva. Pero yo no estoy de acuerdo. Yo recibo cuando escribo. Me llevo mucho más de lo que pongo. Descubro lo que no sabía. Amo las letras. Dependo de las palabras. Las necesito. Me dan más de lo que dejo. Me muestran lo que no puedo ver, en el mismo momento que me salen de los dedos.

La palabra me muestra lo que la mente me confunde. Por eso, escribo como lo siento. Porque escribo con el corazón latiendo a bombazos descontrolados. Eso es lo que más me gusta. Que esté la verdad no contaminada. Sin filtro.

La verdad no sale del entramado de los pensamientos estratégicos. La verdad no rima.

La verdad no dice lo que se espera que se diga.

La verdad no puede estar en la formalidad. La verdad es la sangre en una hoja.

La verdad es la evidencia.

La verdad está en cada latido. Y a mí me late el pecho, no la cabeza.

Me llamo Lorena. También estoy un poco rota. Pero con el tiempo aprendí que rota se camina igual.

Rota se camina igual

1
Rota se camina igual

Me gusta porque no se le nota que está rota.

Me contagia esa idea de que se puede ser feliz a pesar de tener un corazón despedazado.

Yo sé que así lo tiene. Le falta una pieza de esas que nunca más va a encontrar. Ella va a vivir sin una parte para siempre. Con un corazón desarmado que nunca va a armarse de nuevo. Pero la piba se para igual. Se para y no se le nota que renguea.

Sigue. Sigue jugando con esas piezas que le quedan, sabiendo que nunca más va a volver a tener el rompecabezas completo arriba de la mesa. Ella sigue caminando con ese vacío incrustado en el pecho.

Sigue jugando con lo que le queda. Guarda el dolor de la pieza que le falta para otro momento. Ella se sigue parando. No está sanada. No va a sanar. Lo sabe. Pero se para con esa fortaleza del que acepta que así es la vida.

Ella ya entendió todo. Sabe que perdió la batalla. Lo sabe. Pero se ríe. Y a veces disfruta. Contagia la idea de que se puede. Que, aun rota, se puede si se quiere.

Ella perdió justo lo que no tenía que perder. De todas las cosas posibles, justo esa no tenía que perderla. Pero la perdió. Y le duele en el pecho y en la garganta.

Extraña. No se agarra de nada que la distraiga de la verdad de saber que no está y que no va a volver. Pero sigue, ella sigue.

A veces tropieza, pero cree que tropezar mirando al cielo siempre compensa. No tiembla. Y entonces a mí me gusta esa sonrisa en su cara. Me hace pensar que se puede. Me gusta ver que sigue con lo que tiene. Que no busca reemplazos.

Me gusta verla porque me planta una evidencia que me cuesta asumir. Sí, la gente rota puede seguir su curso. Puede ser feliz.

Ella es feliz. Las sonrisas no mienten. La mirada, tampoco.

Ella es feliz. Y está hecha pelota.

No es careta. No es valiente. Es simplemente una piba que, rota, camina igual.

Rota se camina igual

2
No nada

Me voy a cortar el pelo.

Voy a quemar el teléfono.

Voy a tirar las sábanas por la ventana de mi pieza.

Esta agenda está vencida, tiene nombres de gente que no recuerdo: al tacho de la basura. Arranqué las perchas de mi placar, una por una. Hay ropa que voy a regalar y puse en una valija.

En la heladera hay cosas que no como hace tiempo: las donaré mañana.

Tengo un baúl de recuerdos que son solo eso. Recuerdos. Ninguno vive en mi presente. Por esa razón acabo de dejarlo en la calle, junto con una bolsa que llené de pavadas que ocupaban lugar.

Estoy por limpiar el piso de casa de punta a punta con lavandina. Un solo trapo no alcanza. Lo hago a baldazos, pero no pienso cambiarme la ropa. Si se mancha, me viene bien, así la tiro de una vez.

Veo que el pasto está crecido. Tan crecido que tengo que caminar por el costado. Hoy lo corto. En un rato, ahora, ya. Lo quiero bien al ras del piso. Después y si tengo ganas voy a juntar los yuyos que sobran porque me quiero sentar a olerlo. Nunca nada me gustó tanto como el olor a pasto recién cortado.

En cuanto a vos, ya está. No me llames, no vengas, no nada.

No me vas a encontrar porque me estoy yendo. Casi que ya me fui. Ya está. Se terminó.

Decir se acabó para volver a empezar.

¿Qué es lo que no entendés?

Así se destruye un mundo. Así se construye el mío.

Rota se camina igual

3
Los hilos rojos también se cortan

Hace rato que esta historia te alcanza en tu cabeza. Si fuera por vos, viviríamos en esa nube de cristal que nada tiene que ver con la realidad.

Esperás que te diga que sí para decirme que no, y así vamos y venimos a ninguna parte. Esto de transcurrir en un paréntesis platónico, lleno de promesas que nunca van a suceder, resuelve tu incapacidad de tomar decisiones. Los dos sabemos que el final de este cuento sería el comienzo. Y a vos, el final te planta en una realidad que no soportás. Por eso, me querés en tu cabeza. Ahí no vamos a morir nunca.

Pensás que nos une el hilo rojo que nos va a salvar para toda la vida. Dejate de hinchar, no seas infantil. Esto no es amor. Es un rulo mental que te entretiene en medio de ese desastre de rutina que llorás cada mañana, cuando apenas abrís los ojos.

El amor sucede, no se piensa. Sucede. Y vos preferís pensarme y dibujar esta historia con pinturitas de colores para despabilarte un poco.

Cortala con esos cuentos de hadas, que nadie quiere ningún palacio. No te confundas. No quiero jaulas de ningún tipo. Te quiero real. Acá.

Quiero el mar, tu mano y el cielo. No quiero decorados ni piruetas de amor. Quiero amarte y que me ames. Acá. Abajo. Al lado.

Dejate de estupideces, que los hilos rojos también se cortan.

¿Cómo que no? ¿Sabés cómo se cortan? Agarro esta tijera y se terminó el cuento.

Quereme en la tierra, querido. Yo qué sé si en el cielo te voy a encontrar.

Rota se camina igual

4
Apagá las velas

Me voy en dos minutos porque ya no quiero quedarme. Rompo, en este instante, la promesa de vernos antes de que me vaya.

Alguien, que no sos vos, tiene que cuidar este corazón maltratado. Me quedé con la angustia latiendo en mi pecho la última tarde que hablamos. Me volviste a decir que sí, pero no.

Ya sé que me querés. Y también sé que no me elegís. Ya no cabe, en este bolso insulso que me llevo, un encuentro inútil cargado de soledad y abandono. La gente que quiere no abandona, no me vengas con discursos raros, llenos de frases mentirosas. Ya está. Me planto acá. Me querés, pero no. Y ya te escuché. ¿Qué más vas a decir que no hayas dicho? Me voy.

Me estoy dando a la fuga. Sí, lo sé. Pero alguien tiene que pensar en mí, ¿no te parece? Por eso, huyo. Hago lo que puedo, y es un montón. Creeme.

No vamos a suceder. Así lo querés. Así lo elegiste. Y así lo supe siempre. Fui yo la que quise quedarme. Vos y yo solo somos dos pronombres hermosos atados a una fantasía miserable que me desgasta las venas.

Me opaca la mirada.

Respiro cansada.

Duermo más de la cuenta.

Palpito agobiada.

Algo me duele en el pecho y no puedo pensar que esto es amor. No lo es.

Me voy. Ya guardé un par de trapos y estoy cerrando el bolso junto con esta historia. Ya sé que rompí mi promesa impunemente, o te la hice romper a vos. Da igual. Pero los dos sabemos que las promesas nunca se cumplen.

Disculpame si te planté con la mesa puesta y las velas encendidas. Yo sé perfectamente lo que se siente. Pero ya fue suficiente. Final. Llevate tus cosas y apagá las velas porque, esta vez, no hay más vueltas.

Rota se camina igual

5
Fotón

Te digo que, si me apurás un poco, veo a la familia perfecta que todos quieren tener. Todos, menos vos.

Ese tipo, que te acomoda la vida, no te despierta una mariposa hace años. No sabés lo que es coger mirándolo a los ojos sonriendo de amor. Ese tipo, que te organiza la rutina y te cambia la lamparita del baño, te secó. Ya no te mueve ni un pelo. Se nota. No seas boluda. Se te nota.

No sabés, ni siquiera, hace cuánto tiempo que dejaste de ser vos.

Esquivás los espejos por miedo a no verte ni siquiera en el reflejo. Y tenés razón. No te vas a ver. No estás más. Hace rato que te fuiste de vos misma.

Vivís con la paz de tener los cajones acomodados, a cambio de tener tu corazón anestesiado. Esa mano que le das y ese beso amargo, que apenas te roza los labios, te cuestan un esfuerzo innecesario y un par de sonrisas. Te vas a dormir temblando, por si se le cruza meterte una mano.

Dejá de mentir. Ya está. Agarrá tus cosas y volá. Ya pasó. Abrí la jaula, que podés. Sí, podés. Salí corriendo y no frenes hasta que no te choques de frente con vos misma.

Animate. Dejá la foto para el cementerio y viví tu vida de verdad. Latiendo a cada segundo. Volvé a vos. Buscá tu lugar en tu mundo, ese que hace rato postergaste por una foto de porquería que no le importa a nadie.

Volá sobre tu propio cielo. Escuchá otra vez la música que dejaste de escuchar. Visitá a esas amigas que dejaste de ver. Vestite otra vez como te gusta. Sacate esa ropa que no es tuya. Acordate qué querías ser hace un tiempo y selo. Buscate, por favor. No pares hasta encontrarte.

A ese tipo, que un día lo quisiste un montón, hoy no lo querés más. No lo querés más. Te quedás porque te morís de miedo, pero no de amor.

Dejá de mentir.

Dejá de mentirte. Agarrate de la mano y salí de ahí. Rompé de una puta vez con esta vida que no querés y que te opaca la mirada. Nadie dice que no va a doler. Pero tampoco nadie se anima a decirte que esto también te está doliendo. Te duele. Hace rato que esa foto te duele.

Elegí otra vez. Elegí vivir la vida que querés y que sentís. Escuchá tu corazón, que ese no se equivoca. Dale. Escuchalo. Escuchá bien. Apagá los ruidos de tu cabeza y sentí tu latido. Agarrate de ese latido.

Tocate el pecho, hacé un esfuerzo y mirate al espejo. Dale. Mirate a los ojos. Y así como estás, hecha mierda y con los mocos colgando, volá.

Volá, carajo. Volá.

Rota se camina igual

6
Mariposas de mierda

Me importa muy poco que, cuando cerré la puerta, todo lo que no había empezado ya se había terminado. Yo te extraño igual. Mentira. Más que antes te extraño.

Te extraño como si te hubieras ido de viaje a la Luna. Porque en el fondo sé que te fuiste nomás. Con esa angustia, te extraño. De esas que saben que no vas a volver nunca más. Nunca más.

¿Para qué avanzamos? Por favor, decime. ¿Para qué? Mirá cómo estoy ahora, y vos no estás.

Lamento el paso que dimos. Ahora me duele algo que antes no me dolía.

No siempre las mariposas en la panza revolotean de felicidad. No siempre.

Que alguien me saque estas mariposas.

Rota se camina igual

7
Veinticuatro horas

Ayer estuve enamorada por veinticuatro horas y no fui correspondida.

Un día entero sin consuelo, en una espera agonizante de alguna señal que me calmara la angustia atravesada en la garganta. Fue terrible.

Nunca tuve ataques de pánico, pero ayer sentí que estaba de debut. Fui tomada por una cantidad de síntomas que jamás supe que habitaban en algún rincón de mi cuerpo.

Tuve el síndrome de las piernas inquietas. Se movían solas.

Hice una dependencia grado tres de un teléfono que no sonaba ni por equivocación.

Las palpitaciones en el pecho se movieron hasta la panza, y la desesperación me empujó hacia un mar de lágrimas, que no sé desde cuándo estarían habitando mis ojos.

Me replanteé mi vida en un par de horas. Fui y vine en un segundo. Me arrepentí de todo y, al mismo tiempo, no me arrepentí de nada. La ansiedad me comió el pensamiento y lo salpicó de dudas y confusiones intensas.

Preguntas sin respuestas. Dolores sin nombre.

No comí. No tenía sentido. Y después comí. Para darle un sentido.

Me di cuenta de que lo único que podía salvarme de ese estado era cerrar los ojos y dormir. Siempre supe que al día siguiente sería mejor.

Me dormí. Me desperté. Me lavé la cara y arranqué otra vez. Dejé el teléfono en casa y apagué una cabeza que quería arrastrarme a un nido de ratas que no pensaba volver a pisar.

No reniego de mi locura. Pero hay locuras y locuras. Esa, la de ayer, no la quiero. Ayer no viví mientras estuve despierta. Ayer estuve atada, y yo me quiero suelta. Eso no fue vida. Por lo menos, no la mía. Veinticuatro horas así me alcanzaron para decidir que yo me planto acá.

Hay un cielo. Hay un sol.

Hay gente que sí me quiere, y un montón.

Hay mucho. Y, sobre todo, me tengo a mí.

Nada puede estar mal.

Rota se camina igual

8
La malquerida

La malquerida no cede su lugar a cambio de nada. Y ahí la ves, poniendo el ojo donde no cabe la bala. Pero ella lo pone igual. Se desangra, se lastima, se desespera. Por un amor que no tiene retorno.

Amores que no van a parir. Que no existen más que de una sola mano y, cuando uno quiere a quien no puede, la vida se transforma en una calle a contramano.

Todo cuesta. Todo se complica. Todo se lo chupa el desgano del desamor. El karma de la malquerida. De la no mirada. Del abandono antes de ser tenida.

El otro no la quiere y se queda igual. Se queda en la sala de espera por el llamado de un turno que nunca van a devolver. Calienta una silla pensando que un día el fuego lo va a avivar. Se queda y aguarda. Fiel a un fantasma. Y se ata. Se amputa el alma. Se pone botones en los ojos para no tentarse y mirar para otro lado.

Una misma se provoca su propio desgarro. Sabe que no hay amor. Claro que lo sabe. Pero, antes que tolerar el abismo del silencio, se queda con las caricias no dadas. Porque una cosa es no tener dónde tirarse y otra muy distinta es poder tirarse, a pesar de que no haya nada.

Rota se camina igual

9
Yo me curo sola

Esto es increíble. Vos me decís a mí lo que yo siento por vos. Te atrevés a ponerle nombre a lo que yo no puedo ni colocarle una letra. Es como si te calmara explicarme que lo mío no es amor. Y no solo eso, sino que además querés convencerme de que es un capricho. Que ya se me va a pasar. Algo así como un dolor de panza. No sé si reírme o llorar. Yo, con el corazón estrellado en tu mano, porque en la mía ya lo tuve, pero no sabía qué más hacer, y vos dándote el lujo de diagnosticar la enfermedad que a mí me late en el pecho por vos.

Hay que ser cobarde. Si no sabés qué decir, no digas nada. Así de sencillo. Las cartas arriba de la mesa, mi amor. Después mandame a mi casa con lo que me queda del corazón. Con los mocos en la cara y la pintura corrida.

De

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