Cómo domar tus pantallas

Martina Rua y Pablo M. Fernández
Pablo Martín Fernández

Fragmento

Prólogo

En días en los que los debates, tanto en el discurso público como en la esfera de lo privado, giran en torno a cómo será la “nueva normalidad” que llegará una vez que la crisis provocada por el COVID-19 sea solo un recuerdo, Martina y Pablo proponen una pausa para hacerse una pregunta más profunda y desafiante: ¿qué queremos rescatar de la “vieja normalidad” y por qué querríamos volver a ella? ¿Qué ansiamos de un presente en el que nuestros teléfonos celulares mezclaron nuestro trabajo con nuestra vida familiar y con el placer? ¿Qué tiene de atractiva una existencia en la que el tiempo se nos diluye viendo stories de Instagram, corriendo detrás del último hashtag para entender qué es cierto y qué es falso en una noticia o sintiendo desesperación porque una imagen vista al pasar nos adelantó sin remedio el final de la serie de la que todo el mundo habla?

Mientras muchas personas creímos, no sin ingenuidad, que la pandemia iba a poner a la realidad en pausa —o, al menos, entre paréntesis—, las horas de encierro se volvieron días; los días, semanas, y las semanas, meses: nada se detuvo, sino que todo se aceleró y complejizó. El mismo caos que reunía en nuestro smartphone todos los aspectos de nuestra vida se materializó en nuestra casa, que de golpe se volvió oficina, escuela, sala de cine y punto de encuentro con amigos y familiares. Como la vieja maldición gitana que signaba a vivir “tiempos interesantes” como un castigo, estamos atravesando días históricos e inéditos en un sentido muy profundo.

El politólogo estadounidense Bernard Harcourt dice en su libro Exposed que vivimos en una sociedad de exposición que mejoró y superó la caja negra kafkiana de El proceso y el Gran Hermano orwelliano de 1984. Mientras que ambas piezas literarias suelen ser citadas para graficar el monitoreo constante y extendido de nuestras vidas por parte de fuerzas de seguridad, el Estado y las corporaciones, hoy parecen haber caído en desuso, porque el objetivo de los poderosos era aplastar y erradicar el deseo. En la actualidad, en cambio, es precisamente a través de nuestras pasiones, deseos e intereses que nos hemos convertido en transparentes para las autoridades, nuestros jefes y clientes, las corporaciones privadas y los medios de comunicación.

“No, no vivimos en un mundo orwelliano soso. Vivimos en un mundo digital hermoso, colorido, estimulante, que está enchufado, enlazado, en línea y conectado al wifi. Un mundo rico, brillante, vibrante, lleno de pasión y de disfrute, medios a través de los cuales nos revelamos y nos convertimos en virtualmente transparentes”, escribió Harcourt. La tensión entre la promesa de libertad que aún parecen encerrar los avances tecnológicos y el uso que termina teniendo es constante y dolorosa. Cuando Martina y Pablo proponen repensar a nuestro teléfono inteligente como un “centro de comando vital”, están justamente apuntando a la necesidad de replantear las bases mismas con las que nos pensamos en relación con los dispositivos y las herramientas, un paso fundamental para dejar atrás lo peor de la “vieja normalidad” y encarar con mayor franqueza y sinceridad lo que vendrá.

Pero Cómo domar tus pantallas no se queda en la mera descripción de la coyuntura en la que fue escrito, sino que trata de explicarla y elevarse por encima de ella para acompañar el recorrido de cada persona que se siente a leerlo. Estos “tiempos interesantes” que nos tocan vivir no pueden ser entendidos si no se comprende la tecnología que nos rodea y que forma parte vital de nuestra vida cotidiana en todos sus aspectos: laboral, personal, familiar y cívica.

Al igual que en La fábrica de tiempo, aquí no solo hay una batería de consejos, técnicas y herramientas, sino que todas estas son presentadas en un formato amable y apto para los tiempos que corren: aquellas personas que sean más metódicas podrán tomarlo como un taller, avanzando de lección en lección y haciendo los ejercicios, y los más lúdicos irán salteando sus páginas movidos por su curiosidad e intriga.

En 2017 Sebastián Campanario definió a Martina y Pablo como “sommeliers de la productividad personal” en su prólogo a La fábrica de tiempo, y la fórmula aún sigue siendo tan vigente como acertada: entre tus manos tenés un libro honesto, realista y que no cae ni en fórmulas facilistas ni en programas de acción imposibles de realizar. Nos tocaron vivir tiempos interesantes: Cómo domar tus pantallas es un buen camino para evitar que sea una maldición.

TOMÁS BALMACEDA

1. Bienestar digital en la era remota

La manera en que pasamos nuestro tiempo define quiénes somos.1

Mientras comenzábamos a entender cómo domar las pantallas, la pandemia de mayor impacto de los últimos cien años aceleró los cambios en la manera de trabajar y de vivir. ¿Cómo lograr un bienestar digital en un mundo donde el trabajo remoto crece sin freno? ¿Cómo me “desconecto” si el trabajo vive en la misma pantalla en la que hablo con mi familia y mis amigos? ¿Cómo trazamos nuevos límites entre el trabajo, el descanso y el ocio con estos nuevos modos de interacción que estamos empezando a construir? En ese contexto, lograr enfocarse es más que nunca un superpoder y con este libro vas a tener muchas herramientas para lograrlo.

Existe consenso global, con matices en el grado del cambio, acerca de que el trabajo será cada vez más remoto y digital. Por ejemplo, varias empresas de alto perfil como Siemens, Google, PayPal, Shopify, Facebook y más han anunciado políticas de trabajo remoto permanentes o a largo plazo. El fundador de Microsoft, Bill Gates, prevé que los viajes de negocios se reducirán a la mitad y que más de un tercio de las horas de oficina dejarán de existir. Lo que para muchos puede parecer una buena noticia, entre otras razones para evitar viajes y tener una mayor flexibilidad en el uso del tiempo, otros lo verán como el presagio de algo que vivieron durante las cuarentenas de COVID: trabajar en una era hiperconectada y remota genera grandes desafíos no solo para quienes tuvieron que quedarse en el hogar y aprender nuevos hábitos, sino también para los que siguen desplazándose a sus trabajos y deben interactuar con otros a la distancia. Todo

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