Fitness espiritual

Agustina D'Andraia

Fragmento

Fitness espiritual

CAPÍTULO 1

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FITNESS ESPIRITUAL

Me hundí de lleno
en mi vacío interno
y descubrí quién soy.

“No hay hermosas superficies sin terribles profundidades”.
Friedrich Nietzsche

Sentía el corazón tan frío y vacío que casi podía escuchar el eco de mi propia voz: “¡Liberate, despertá!”, me gritaba una vocecita desde lo más profundo de mi alma. ¿Pero qué más podría desear? Corría el año 2019 y, con 30 años, parecía haber logrado todo: era la editora más joven de la Argentina (de hecho, era la tapa de mi propia revista), me llovían las ofertas laborales, había publicado dos libros exitosos sobre fitness, viajaba por el mundo gratis, me ofrecían canjes de todo lo que siempre había soñado, tenía el cuerpo por el que me había esforzado tanto durante años, hacía yoga, ya tenía cientos de miles de seguidores en redes sociales, me reconocían en la calle, estaba de novia, tenía amigos y todo lo que deseaba… se manifestaba. “¡¿Qué más puedo querer?!”, me preguntaba preocupada sin parar.

Llegué a pensar que estaba deprimida, entonces quizás tendrían que empastillarme y ese vacío en el pecho desaparecería. O quizás tenía que tener un hijo para darle un sentido superior a mi vida. Sin embargo, mientras deambulaba de un lado hacia el otro tratando de dilucidar cómo llenar ese vacío, me rendí.

Decidí hundirme de lleno en mi propio agujero negro y descubrir con mis ojos qué había en lo más profundo de mi ser. O mejor dicho, quién soy. Porque ese vacío jamás se llena; se habita.

DEL EGO AL CORAZÓN

La abulia y la apatía empezaron a crecer tanto que una tarde, al salir del psicólogo sin respuestas concretas sobre lo que me pasaba, me desplomé en la puerta de entrada del edificio en el que vivía cuando me llegó un mail de un amigo al que le había contado lo desorientada que me sentía: “Canalizaciones de Jeshua por Pamela Kribbe”, decía el asunto.

“La transición desde la conciencia basada en el ego a la basada en el corazón comienza con la experiencia de un vacío interior. Cosas que antes les llamaban la atención o situaciones que los atrapaban completamente, ahora los dejan vacíos o sin inspiración. De algún modo, las cosas parecen haber perdido su significado usual y propósito”, comenzaba este texto escrito por la sanadora psíquica holandesa, Pamela Kribbe, quien canaliza a un espíritu al que llama Jeshua (o Jeshua ben Joseph, su nombre original en arameo). No se trata de un libro, sino de diferentes mensajes espirituales que va compartiendo esta especialista en regresión de vidas pasadas en su web a medida que las va recibiendo. Muchas en soledad y, otras, ante grandes auditorios.

Si bien hasta ese momento me jactaba de súper pragmática, no descreí —ni por un momento— de la honestidad del mensaje. Probablemente porque los prejuicios y reproches provienen de la cabeza. El alma jamás critica. Y esas palabras le hablaban a mi alma. De hecho, voy a aprovechar que recién comenzamos esta aventura para invitarlos a seguir leyendo con otro tipo de inteligencia: la que proviene del corazón.

Según ese escrito, yo estaba frente al sepelio de mi ego y en el nacimiento de un nuevo renacer: “La expansión de la conciencia que ocurre al final de la etapa del ego es frecuentemente experimentada como un aguafiestas, un intruso mal recibido que arruina el juego. Esta nueva conciencia altera todo lo que antes parecía obvio y despierta emociones dentro de ustedes con las cuales no saben cómo tratar. Cuando ustedes comienzan a dudar de los modelos de pensamiento y acción basados en el ego, una nueva parte de ustedes entra a su conciencia. Es la parte de ustedes que ama la verdad en lugar del poder”, seguía la canalización que aún hoy está en el sitio web Jeshua.net.

Por fin alguien ponía en palabras lo que me estaba pasando. ¡Sí, yo sentía todo eso! Y, aunque quisiera negarlo, me moría de miedo. Porque si yo no era la periodista exitosa, la chica fit de Instagram ni ninguno de mis logros… ¡¿Quién era?! La extraña y novedosa sensación de no ser nadie me daba escalofríos pero, a su vez, me llenaban de poder. Porque, cuando no sos nada, lo sos todo.

ABRAZAR LA OSCURIDAD

Mientras el ego gobernó mi vida, me mantuve dormida como en una Mátrix llenando mi vacío (o, más bien, tapando el poder ilimitado de mi ser) con validaciones externas, posesiones materiales y ocupaciones que me distrajeran de lo verdaderamente imprescindible. Sin embargo, una vez que desperté no hubo vuelta atrás. Como Alicia en el País de las Maravillas, salté al vacío para descubrir los misterios detrás del agujero negro. Y, cuando salí de mi primer avistaje, nunca más fui la misma.

En aquel viaje descubrí mis fantasmas, heridas de mis antepasados, dolores del alma, apego al control, necesidad de reconocimiento, trauma de abandono y una pequeña Agustina que no pudo vivir su niñez con inocencia porque le tocó ser autosuficiente desde muy temprano. Lloré, y mucho. Pero todas esas lágrimas siguieron ablandando mi corazón y haciendo espacio para un nuevo yo.

De a poco, esa oscuridad que venía desde lo más profundo de mi alma fue revelándome luces y colores que reflejaban un salto cuántico de conciencia. Fue como si se hubiese caído un velo que no me permitía ver la verdad y reconocer el poder como cocreadora de mi propio destino.

Una vez que descubrí que “la realidad” es nada más y nada menos que una pantalla de mi mente, se acabaron las épocas de victimismo o de andar por la vida en piloto automático.

Metafóricamente hablando, el Universo sería como una función de cine: si “la realidad” es la película, la mente sería el proyector que está detrás del espectador generando y emitiendo todas las escenas. Pero, esperen un minuto… porque si nosotros somos los que estamos sentados en las butacas… ¿quién es el que nos está mirando contemplar la pantalla? ¿Acaso el Ser es más grande que un cuerpo? Ahí está la cuestión y lo que intentaremos reflexionar (y, quizás, revelar) en los siguientes capítulos.

Todos podemos convertirnos en los autores de nuestras historias. “Explorando lo que ustedes realmente sienten, en lugar de lo que se supone que deban sentir, ustedes recuperan su espontaneidad e integridad, esa parte de ustedes que a menudo es llamada su ‘niño interior’. Tomando contacto con sus verdaderos sentimientos y emociones se colocan en el camino de la liberación. La transición a la conciencia basada en el corazón ha comenzado entonces

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