Las ventajas de ser invisible

Stephen Chbosky

Fragmento

Parte 1

25 de agosto de 1991

Querido amigo:

Te escribo porque ella dijo que escuchas y comprendes y que no intentaste acostarte con aquella persona en esa fiesta aunque hubieras podido hacerlo. Por favor, no intentes descubrir quién es ella porque entonces podrías descubrir quién soy yo, y la verdad es que no quiero que lo hagas. Me referiré a la gente cambiándole el nombre o por nombres comunes porque no quiero que me encuentres. Por la misma razón no he adjuntado una dirección para que me respondas. No pretendo nada malo con esto. En serio.

Solo necesito saber que alguien ahí afuera escucha y comprende y no intenta acostarse con la gente aun pudiendo hacerlo. Necesito saber que existe alguien así.

Creo que tú lo comprenderías mejor que nadie porque creo que eres más consciente que los demás y aprecias lo que la vida significa. Al menos, eso espero, porque hay gente que acude a ti en busca de ánimos y amistad. Por lo menos, eso he oído.

ShboSky

Bueno, esta es mi vida. Y quiero que sepas que estoy al mismo tiempo contento y triste y que todavía intento descubrir cómo eso es posible.

Intento pensar que mi familia es una de las causas de que yo esté así, sobre todo después de que mi amigo Michael dejara de ir al colegio un día la primavera pasada y oyéramos la voz del señor Vaughn por el altavoz:

—Chicos y chicas, lamento informaros de que uno de nuestros estudiantes ha fallecido. Haremos una ceremonia por Michael Dobson en la asamblea escolar de este viernes.

No sé cómo se extienden las noticias por el colegio ni por qué a menudo no se equivocan. Quizá fuera en el comedor. Es difícil de recordar. Pero Dave, el de las gafas raras, nos dijo que Michael se había suicidado. Su madre estaba jugando al bridge con una de las vecinas de Michael y oyeron el disparo.

No me acuerdo demasiado de lo que pasó después de aquello, salvo que mi hermano mayor vino al colegio, al despacho del señor Vaughn, y me dijo que parara de llorar. Luego, me rodeó los hombros con el brazo y me dijo que terminara de desahogarme antes de que papá volviera a casa. Después fuimos a comer patatas fritas a McDonalds y me enseñó a jugar al pinball. Incluso bromeó con que gracias a mí se había librado de las clases de la tarde y me preguntó si quería ayudarlo a arreglar su Chevrolet Camaro. Supongo que yo debía de estar hecho un desastre, porque hasta entonces nunca me había dejado arreglar su Camaro.

En las sesiones de orientación, nos pidieron a los que apreciábamos de verdad a Michael que dijéramos algunas palabras. Creo que temían que algunos intentáramos matarnos o

Lmarginado algo así, porque los orientadores parecían muy tensos y uno de ellos no paraba de tocarse la barba.

Bridget, que está loca, dijo que a veces pensaba en el suicidio cuando ponían anuncios en la tele. Lo decía sinceramente, y esto desconcertó a los orientadores. Carl, que es muy amable con todo el mundo, dijo que estaba muy triste, pero que nunca podría suicidarse porque es pecado.

Uno de los orientadores fue pasando por todo el grupo hasta que al final llegó a mí:

—¿Tú qué piensas, Charlie?

Lo extraño de esto era que yo no había visto nunca a este hombre porque era un «especialista», y él sabía mi nombre aunque yo no llevara ninguna tarjeta identificativa, como se hace en las jornadas de puertas abiertas.

—Pues… a mí Michael me parecía un chico muy simpático, y no entiendo por qué lo hizo. Por muy triste que me sienta, creo que no saberlo es lo que de verdad me preocupa.

Acabo de releer esto y no parece mi forma de hablar. Y mucho menos en ese despacho, porque todavía seguía llorando. Todavía no había parado de llorar.

El orientador dijo que sospechaba que Michael tenía «problemas en casa» y que creyó que no tenía a nadie con quien hablar. Tal vez por eso se sintió tan solo y se suicidó.

Entonces empecé a gritarle al orientador que Michael podía haber hablado conmigo. Y me puse a llorar con más fuerza todavía. Intentó calmarme diciendo que se refería a algún adulto, como un profesor o un orientador. Pero no funcionó, y al final mi hermano vino a recogerme al colegio con su Camaro.

ShboSky

Durante el resto del curso, los profesores me trataron de forma especial y me pusieron mejores notas, aunque yo no me había vuelto más listo. Si te digo la verdad, creo que los ponía nerviosos.

El funeral de Michael fue raro porque su padre no lloró. Y tres meses después abandonó a la madre de Michael. Al menos, eso nos contó Dave a la hora de comer. A veces pienso en ello. Me pregunto qué pasaba en la casa de Michael cuando se acercaba la hora de la cena y los programas de televisión. Michael no dejó una nota, o al menos sus padres no se la dejaron ver a nadie. Quizá fueran los «problemas en casa». Ojalá lo supiera. Podría hacer que lo echara mejor de menos. Podría darle un triste sentido a lo que hizo.

Lo que sí tengo claro es que esto hace que me pregunte si yo tengo «problemas en casa», pero me parece que un montón de gente lo tiene mucho peor que yo. Como cuando el primer novio de mi hermana empezó a verse con otra chica y mi hermana estuvo llorando durante todo el fin de semana.

Mi padre dijo:
—Hay gente que lo tiene mucho peor.

Y mi madre se quedó callada. Y eso fue todo. Un mes después, mi hermana conoció a otro chico y empezó a poner música alegre otra vez. Y mi padre siguió trabajando. Y mi madre siguió barriendo. Y mi hermano siguió arreglando su Camaro. Bueno, hasta que se fue a la universidad a principios del verano. Juega al fútbol americano en el equipo de Penn State, pero necesitaba subir las notas este verano para poder jugar al fútbol.

No creo que en nuestra familia haya ningún hijo favorito. Somos tres, y yo soy el más pequeño. Mi hermano es el mayor.

Lmarginado

Es buenísimo jugando al fútbol y le encanta su coche. Mi hermana es muy guapa, es cruel con los chicos, y es la hija mediana. Yo ahora saco sobresaliente en todo como mi hermana y por eso me dejan en paz.

Mi madre llora un montón con los programas de la tele. Mi padre trabaja un montón y es un hombre honrado. Mi tía Helen solía decir que mi padre era demasiado orgulloso como para tener la crisis de los cuarenta. Todavía no comprendo a qué se refería, porque acaba de cumplir los cuarenta y no ha cambiado nada.

Mi tía Helen era mi persona favorita del mundo entero. Era la hermana de mi madre. Sacaba sobresaliente en todo cuando era adolescente, y solía darme libros para leer. Mi padre decía que esos libros eran un poco antiguos para mí, pero me gustaban, así que acababa encogiéndose de hombros y me dejaba leer.

Mi tía Helen estuvo viviendo con nuestra familia durante los últimos años de su vida porque algo muy malo le había ocurrido. Entonces nadie me decía qué había pasado, aunque yo siempre quise saberlo. Cuando tenía más o menos siete años, dejé de preguntar sobre el tema porque un día estuve insistiendo, como siempre hacen los niños, y mi tía Helen se echó a llorar desconsoladamente.

Entonces fue cuando mi padre me dio una bofetada y dijo: —¡Estás hiriendo los sentimientos de tu tía Helen!

Como no quería hacerlo, paré. La tía Helen le dijo a mi padre que no me pegara delante de ella nunca más, y mi padre repuso que aquella era su casa y que haría lo que le diera la gana, y mi madre se quedó callada y mis hermanos también.

ShboSky

No recuerdo mucho más después de eso porque empe

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