La música que escuchaban nuestras abuelas mientras trabajaban
El mundo de la copla, la zarzuela y el cuplé se convirtieron en una puerta de entrada inmensamente rica en resonancias y entramados culturales que permiten echar luz en el lugar de las mujeres en la sociedad de entonces –y no sólo a través de sus divas sino también de las millones de mujeres anónimas que las escuchaban y hacían suyas: los prejuicios, las libertades, los estereotipos y los precios que se pagaban. Por eso, LENGUA ha convocado a Lidia García (autora del fenomenal podcast y libro «¡Ay, campaneras!», Plan B, 2022) y a Carla Berrocal (autora de la iluminadora biografía gráfica «Doña Concha», Reservoir Books, 2021). En este diálogo por el que desfilan Concha Piquer, Lola Flores, Estrellita Castro, Marujita Díaz, Sara Montiel, Imperio Argentina, la injustamente olvidada Gracia de Triana pero también Chavela Vargas, Tita Merello, Violeta Parra, ambas desgranan íconos, vidas y sombras del género musical que le dio voz a la mujer.
Crédito: Max Rompo.
Lidia García García: ¿Por qué piensas que sigue siendo necesario el 8-M?
Carla Berrocal: Aún estamos a años luz de tener una igualdad real y es, desgraciadamente, una de las pocas maneras que tenemos para llamar la atención sobre el tema. Debemos tener un día concreto del calendario para visibilizar el problema. También está el tema de la trans-inclusividad, que creo que también es muy importante reivindicar en este día también.
Lidia: Fíjate que yo creo que, al final, aunque parezca que llevamos mucho tiempo reivindicándolo, sigue haciendo falta este día para aunar fuerzas y conseguir esa visibilidad. Ojalá no hiciera falta, porque eso significaría que lo habríamos conseguido todo, pero desafortunadamente no es el caso.
Carla: Quiero resaltar también, aunque no sé si lo viste, las declaraciones que hizo hace unos días la delegada del Gobierno para la violencia de género, Victoria Rosell, de Podemos, contestando a Vox y al PP en una Comisión hablando sobre en qué consiste el feminismo. Pienso que sigue habiendo muchas personas que todavía no saben lo que es el feminismo y que, erróneamente, creen que son algo así como “chiringuitos” para el beneficio de determinados activistas. Y lo piensan por culpa de determinados políticos. En realidad, lo que resultaba interesante de las declaraciones de esta mujer era que explicaba muy claramente el servicio público que hay detrás, por ejemplo, de las casas de acogida para mujeres maltratadas. Al final se trata de un tema tan básico como que cuando una mujer es maltratada tenga a dónde poder acudir y sepa qué poder hacer.
Lidia: Creo que hace unos años había un relativo consenso sobre estas cuestiones. Ahora por culpa de determinados discursos estamos yendo hacia atrás en ese sentido.
EL PRECIO DE HABER SIDO MUJER
Lidia: En Doña Concha creo que uno de los grandes aciertos del trabajo que has hecho en el cómic, es, precisamente, contar de una manera orgánica y natural, a través de la historia de Concha Piquer, el caso de otras muchas de estas mujeres, las que alcanzaron el estrellato y también de las que consumieron después esa música, que utilizaban estas canciones para que de alguna manera se pudieran expresar en un mundo que les era en cierto modo hostil. ¿Cómo trataste esto en el cómic? ¿Fue de manera consciente o surgió así?
Carla: Sucedió todo de manera muy orgánica, en realidad. Yo tenía mucho interés por el tema de lo popular. Quería ver lo que había detrás de esa crítica que se le hacía siempre a la copla, de que era una música del régimen franquista. Cuando empiezas a rascar te das cuenta de que, en primer lugar, lo popular tiende a ser despreciado injustamente por la izquierda, y en segundo lugar, que casualmente, esa música despreciada por ser popular es principalmente enunciada por mujeres. Las principales protagonistas y personas que la cantan son mujeres. En el caso concreto de la copla sí que es verdad que es una música consumida mayoritariamente por mujeres. Y tal y como dices tú en tu libro, consumida, enunciada, y que en muchísimas ocasiones ha servido en las tareas más sencillas para ayudar y dar calor a esas mujeres que mientras limpian, o cocinan, o hacen sus tareas, escuchan mientras tanto la música de fondo. ¿Tú cómo ves esto? ¿Crees que es algo generalizado? Porque yo, por ejemplo, esto lo he visto en la copla pero en otros estilos me cuesta más visualizarlo.
Doña Lidia y doña Carla
Lidia: En el caso de la copla lo que sucede es que es un género que llama de manera muy clara a ser analizado desde la perspectiva de género porque al final es un género en el que casi siempre son las mujeres las que tienen la voz cantante, las que cuentan estas historias. Es frecuente que si piensas en copla te vengan a la mente nombres de mujeres. Tienen tanto protagonismo que hasta los nombres de las canciones se focalizan en ellas. Leer la copla y dejar de lado la cuestión de cómo se representan los temas de género sería ciertamente extraño. Lo que sucede con la copla es que, en su momento, fue un género consumido de manera masiva. Hoy en día tenemos muy vivo el recuerdo de que quienes han continuado escuchándolo y lo han mantenido más vivo, son las mujeres. Como tú dices, lo tenemos asociado a esas labores de cuidado, y creo que muchos podemos trazar ese vínculo casi sentimental y familiar con la copla, pero en su momento era un género que escuchaba todo el mundo. Precisamente por eso «murió de éxito», en el sentido de que fue apropiado por el franquismo. Qué duda cabe de que un régimen con aspiraciones totalitarias siempre va a intentar utilizar la cultura popular que más éxito tenga en el momento para vehicular su ideario. La copla, en ese sentido, era un objetivo muy fácil. Además, se daba una circunstancia muy particular, que es esta larga historia que ya venía sucediendo desde el siglo XIX, de tomar lo andaluz como paradigma de lo español. En ese sentido, aunque la copla se escapaba del franquismo en muchos aspectos -el contenido sexual, por ejemplo-, sí que es cierto que le venía bien esta identificación de lo andaluz con lo español. Creo que esas son las claves de por qué la copla ha despertado estas reticencias, que yo incluso puedo llegar a comprender por parte de quienes vivieron un momento más cercano a la dictadura, o incluso la propia dictadura. Tampoco es casual esto que decías de que han sido las mujeres las que han protagonizado muchas críticas, ni tampoco que sea la música popular en la que además cantaban muchas mujeres que venían de la pobreza. Te quería preguntar, en el caso de Concha Piquer esta intersección entre ser mujer en la época y ser además pobre, ¿cómo afecta a su vida? ¿Cómo te has aproximado a eso en el libro?
Carla: A mí me interesaba mucho ese caso a nivel dramático. En el proceso de documentación, había muchas partes en la vida de Concha que no sabía traducir de una forma que no resultara forzada o manida. A mí me interesaba, la imagen que me dio su biógrafo Martín de la Plaza sobre ella, de una mujer que empieza robando patatas y que acaba en los escenarios de los mejores teatros de Nueva York, con todo el cambio que eso conlleva dentro de una misma y que de alguna manera condicionará el resto de su vida. Un aspecto muy interesante de lo que dice Martín de la Plaza es que la gran mayoría de las folclóricas mueren arruinadas. No conservan su patrimonio, sino que sueltan bastante la mano. Hablo de la época de Concha. Sin embargo, ella consigue un patrimonio muy grande gracias a Antonio Márquez. Esto llevado al plano de la ficción, me pareció una forma bonita de aproximarme. No quería meterme en el tema de la meritocracia porque es un asunto resbaladizo, pero sí que es verdad que condiciona muy bien la imagen de lo que ella era y de lo que se convierte. Creo que esto suponía, dramáticamente hablando, una motivación muy fuerte para el personaje, porque ella no querría volver nunca al campo a robar patatas. Es interesante porque lo pongo en una ensoñación, justo en un momento antes de su carrera y luego lo refuerzo con el momento en que un grupo de niñas se empiezan a burlar de ella porque hizo una actuación mal en el colegio. Esto le da la fuerza suficiente por el coraje, la rabia -actitudes muy copleras- para enfrentarse a ello. Esta cosa de clase es muy importante en el inicio de su carrera pero luego no lo tiene nada presente en el resto de su vida, en el libro lo planteo así, se acomoda al lujo y vivir bien.
«Cuando empiezas a rascar te das cuenta de que, en primer lugar, lo popular tiende a ser despreciado injustamente por la izquierda, y en segundo lugar, que casualmente, esa música despreciada por ser popular es principalmente enunciada por mujeres. Las principales protagonistas y personas que la cantan son mujeres». Carla Berrocal.
Lidia: Es un acierto total que lo cuentes y es cierto que esto sucede cuando nos aproximamos a la vida de estas mujeres, de las folclóricas y cupletistas que las precedieron, y es que muchas veces tienen un relato de vida parecido, que es cierto que ellas alimentan, esa meritocracia, ese venir de la nada. En el libro le dedico un capítulo completo a las cuestiones de clase social, y es que, viendo las biografías de muchas de ellas, esto sucede con todas. Estrellita Castro cuando empieza a tomar clases en la Academia de Realito para empezar a cantar, le pagaba a este limpiándole la casa. Por aquel entonces tenía ocho años. Esto es algo que se sucede en las historias de muchísimas de ellas, y aunque pueda sonar tópico, es muy interesante abordarlo para entenderlas a ellas, como haces con Concha Piquer. También está el caso de Lola Flores, que cuando conoce a Concha, esta ya es una artista consagrada. Hay una anécdota de cuando Concha está ensayando en la Academia de Quiroga y Lola asoma el morrito y la otra cuando la ve le cierra la puerta en las narices y se burla del abriguito que llevaba Lola, que era una niña pobre. Le dice de modo despectivo: ¿dónde vas con el petite gris? Más tarde, en su biografía, Lola Flores cuenta su obsesión con coleccionar abrigos de piel, como esa especie de revancha de quien ha pasado del pan con aceite a las langostas del Palace. Esto es importante, tanto para entenderlas a ellas, como el impacto social que tenían estos relatos de vida. Porque en una época como la de posguerra, muchas niñas que no tenían otras oportunidades tuvieron la esperanza de que, si despuntaban a través de la música, podrían superar esas dificultades. Esto es un relato que en realidad conseguían muy pocas, como los relatos que se nos venden ahora con YouTube, que te dicen que puedes no tener formación, pero que se te da bien esta otra cosa, y si das en una determinada tecla, vas a llegar muy alto.
Carla: Siempre digo que el mito del artista es el mito perfecto para el capitalismo, porque vende mucho el éxito propio. Cuanto eres pequeña y dices que quieres ser artista, no piensas en el artista que se gana la vida como alguien en que la vida se difumina, piensas en el discurso del éxito individual por encima de cualquier cosa. Y como tú dices, no todas tenían acceso a eso, sólo un pequeño número de ellas. En tu libro también te refieres a que ningún padre en su sano juicio querría que su hija fuera artista, porque eso la relaciona con unos ambientes de bohemia y laxitud que eran absolutamente opuestos a lo que se esperaba de una mujer en la época. También hay un punto interesante de la artista mujer como transgresora de un sistema, que muchas veces igual la avocaba a la prostitución, a vidas muy difíciles, y en la mayoría de ocasiones a una absoluta perdición, en el sentido de que eran vidas con mucha violencia. Al final, las posibilidades de éxito eran como un iceberg, lo que ves es la puntita, debajo hay todo un sistema de mujeres que nunca llegarían a eso. Esto también es interesante de mencionar.
«Las películas folclóricas de los años 50, como El último cuplé, las de Sara Montiel, alguna de Marujita, o las de Lilian de Celis reflejan muy bien el relato que se ha hecho de sus vidas. Cuando están en la cumbre ellas añoran la pureza de cuando no tenían nada, cuando ya han estado con empresarios, toreros, hombres que les han dado de todo, entonces se acuerdan de aquel novio humilde que era albañil, o un mozo… Y entonces funciona mucho esa cosa del castigo, que vemos en la forma en que se han tratado socialmente a las mujeres que han llegado a triunfar». Lidia García.
Lidia: Además es un relato que se alimenta en las propias vidas de estas mujeres y de cómo la industria las mostraba. Esto se refleja particularmente bien en el cine. Si piensas en muchas películas de folclóricas de los años 50, más cercanos al mundo del cuplé que al de la copla, como El último cuplé, las de Sara Montiel, alguna de Marujita, o las de Lilian de Celis, te das cuenta de que muchas de estas películas cuentan esa historia, que en el fondo siempre es la misma. La de la niña pobre que es descubierta y alcanza la fama. Luego está el relato que sirve para esa cosa aspiracional que acaba siendo tan perversa. Tampoco es casual que hubiera tantos concursos musicales en la época, ahora tenemos los programas televisivos como talent show, pero en posguerra los programas de radio para cantar copla y saltar a la fama estaban a la orden del día. Rocío Jurado contaba que la primera vez que ganó algo en su vida fue en uno de estos programas. Estamos hablando de unos inicios casi por nada, pero con ese sentido meritocrático. Otra cosa que sucede es que se cuenta el relato de las mujeres desde la nada hasta el éxito. No olvidemos que muchas veces exponían su cuerpo, a veces cantaban canciones con ciertas connotaciones sexuales, etc. Estas folclóricas, una vez que llegaban a estar en la cima, se las castigaba, y esto es algo que estas películas reflejan. Cuando están en la cumbre ellas añoran la pureza de cuando no tenían nada, cuando ya han estado con empresarios, toreros, hombres que les han dado de todo, entonces se acuerdan de aquel novio humilde que era albañil, o un mozo, y entonces funciona mucho esa cosa del castigo, que vemos en la forma en que se han tratado socialmente a las mujeres que han llegado a triunfar. Tú lo has dicho muchas veces a propósito de Concha Piquer, que has tenido la sensación de que, a la vez que se las ha valorado mucho, también se le han castigado ciertos rasgos de carácter por tener éxito.
Carla: Efectivamente. Cuando me aproximo al personaje de Concha, me doy cuenta de que todo el mundo hablaba mal de ella, esto es lo que me cuenta Martín de la Plaza. No descarto que fuera una persona complicada, brava, temperamental, porque lo fue. Pero me daba la sensación de que este personaje, si hubiera sido un hombre, no hubiera tenido el castigo que tuvo siendo mujer. Hay una misoginia hacia mujeres que tienen carácter que consiguen destacar en su ambiente, que tienen las ideas muy claras. Ella era una mujer que dirigía su propia compañía, al final esto es castigado, porque no es lo que se espera de una mujer. Juanita Reina, por ejemplo, tenía a su padre, que le gestionaba todo. En el caso de Concha era ella, y es curioso, porque Antonio Márquez, marido de Concha, que es el aliado que la acompaña, nunca llega a tener el protagonismo de ella, y sabe renunciar a eso. El personaje de Antonio en el libro lo describo con una masculinidad distinta, la imagen que me da su documentación es la del aliado que reconoce el talento de una mujer, y que sabe estar con ella sin traspasar los límites de lo que tiene que ser esa relación. También en el coqueteo que tienen ellos dos, Concha obtiene un papel masculino, es ella la que le saca a bailar -él es muy callado- entonces ese punto de cuestionar los roles de juego en el coqueteo, me resultaba interesante. Es verdad que en todo el libro intenté que ella fuera el carácter más central, más fuerte. Hay que sumarle un halo de misoginia que le pasó mucha factura. De todas, Concha es la que cae menos simpática. Cuando buscaba información sobre ella, intentaba que el personaje no me cayera mal, porque enfrentarte a un personaje protagónico que te caiga mal me resultaba complicado. Para mí fue un acto de reivindicación. Aunque fuera una mujer que pudiese haber tenido actitudes cuestionables, todas las aportaciones que ha hecho al mundo de la copla hay que reconocerlas, porque a los hombres se les perdona todo, pero en el caso de Concha hay que hacer un ejercicio de reconocimiento a sus aportaciones, a pesar de esta misoginia. En el caso de los hombres se les reconoce mucho más fácilmente.
Lidia: Porque en el caso del hombre se da por hecho que una persona muy notable y con un talento en su profesión, va a tener mucho carácter parejo, mientras que en el caso de una mujer se le mira con sospecha. Yo en el libro, en el caso de una de mis cupletistas favoritas, hablo de la Fornarina, Consuelo Bello. Una mujer que venía también de la pobreza -hablo de principios de siglo XX- se hace muy famosa en el cuplé, llegó a lo más alto del éxito, no solo en España, también en Portugal, llegó a cantar en Rusia, tuvo muchísimo éxito. Y muy a menudo, cuando se habla de su carrera, se destaca el papel que tuvo en ella José Juan Cadenas, que era un periodista que ella conoció, del que se hizo amante, que la proveía de repertorio que muchas veces plagiaba, porque viajaba mucho por Europa. Él cogía una canción que le sonaba bien, le apañaba la letra al español y p'alante. Es cierto que él tuvo un papel importante en su carrera, pero me comentan estudiosos musicólogos que se ha puesto mucho el foco en el Pigmalión del hombre que hace de una niña una estrella, pero este es un proceso que no se puede hacer con cualquiera. Ella tenía unas cualidades, porque de hecho, hay un momento en el que él se enfada con ella y coge a otra chica e intenta hacer lo mismo, pero no le sale, porque esta otra no tenía las cualidades de la Fornarina. Era una colaboración mucho más horizontal de lo que luego se planteó. Se venden esos relatos que por defecto o por exceso arrojan un halo un tanto misógina a lo que hicieron estas mujeres y al papel que tuvieron en la cultura popular y en la historia.
Crédito: Max Rompo.
POR LA CINTURA CÓSMICA DEL SUR: LA COPLA Y LATINOAMÉRICA
Carla: Por la parte que me toca, y siendo medio chilena, he pensado en Violeta Parra y Víctor Jara y en las diferencias entre la música popular chilena y la música popular española. Toda mi vida cuando iba a Chile se escuchaba cueca, que es la música nacional chilena, y me resulta curioso que las temáticas son muy muy muy distintas, porque la cueca es una música muy muy alegre que habla de la juerga, del amor desde el punto de vista del coqueteo, y de temas nacionales. Toda esa música folclórica propia del campo, que se canta en fiestas, funerales y distintas situaciones, se usa para hacer el ejercicio, que hace por ejemplo Martirio en España, de recuperar el folclore español y darle valor. Esto lo hace también Violeta Parra. Esta mujer cantaba en el campo, y lo que hace es una aproximación desde la contemporaneidad, desde la crítica social y desde darle otro punto a las letras, y hace algo distinto de la canción protesta, hace poesía. Un poco lo que hace Rafael de León con la música, coge rasgos populares y le da una lírica más elaborada y más intelectualizada.
Lidia: Hay mucha confusión terminológica, a muchas mujeres que cantaban copla las llamaban folclóricas, y en un sentido estricto, no es folclore, porque son canciones de las que sabemos el autor, y que tienen una tradición culta aunque tomen mucho de lo popular, hablabas de Rafael de León por ejemplo. Woods Peiró la llama construcción folclorística, no en un sentido estricto, sino que toma muchos de los elementos populares y los integra en una lógica que tiene que ver con la alta cultura, y con la lógica de producción capitalista, porque al final la copla se difunde por radio, cine, y cuando Quintero, León y Quiroga trabajan, no tiene que ver con la música popular que vienen de la nada, sino con un modelo de producción musical que daba mucho dinero y que había que estar continuamente creando. Hay que destacar el esfuerzo que hacen la Argentinita y Lorca en la cultura republicana, que quedó truncado, cuando graban esas canciones populares. Federico las tocaba al piano y ella las cantaba. Ahí sí que son músicas populares, anónimas. En ese sentido veo esa vinculación y sí que me interesa mirar la copla desde ese punto de vista de una relación con lo popular, a veces ambigua, porque estaría ya más en el entorno de una cultura de masas que en el del folclore, que el pueblo crea lo que consume.
Carla: Es curioso porque también hay un punto de diferencia. En el caso de la copla estamos hablando de una música creada para un consumo de masas, pero en el caso de Violeta Parra, el concepto de cantautora que nace por los años sesenta, setenta, es distinto y a la vez parecido. Me parece interesante porque son dos formas de aproximarse a lo popular, una desde el consumo de masas, y otra desde la crítica social y compromiso político. Son dos formas de aproximarse a lo mismo con resultados distintos.
Lidia: Muchas veces con más cuestiones en común de las que pudiera parecer, porque el hecho de que estas coplas de León y Quiroga se hicieran dentro de este marco, no quita que en muchas ocasiones tengan sus visos de transgresión.
«Muchas de estas mujeres del entorno de la copla fueron explícitas en sus discursos feministas, en momentos en que no era común hacerlo. Lola Flores fue muy explícita contando su vida tal y como fue, hablando de ambición o deseos sexuales. No dijo "soy feminista", pero el hecho de que contara la historia de su vida diciendo a las claras cosas como "yo me acosté a cambio de tanto dinero con un hombre porque era la opción que se me daba", me parece muy representativo». Lidia García.
Carla: Estoy de acuerdo pero en el caso de Violeta Parra es una cosa más explícita.
Lidia: También pienso que en esta cuestión que estamos hablando de relación con Latinoamérica, está el caso de Argentina. Hay una cantante que me fascina que es Tita Merello, algunas cosas que cantaba ella tienen que ver con algunos mecanismos que se dan en la copla, en la que a través del humor, cuela discursos muy transgresores en relación a la situación de la mujer, la manera en que ella se reivindica como sujeto de deseo, que vemos también en la copla.
Carla: En Argentina tenemos que hablar también de tango. El tango es especialmente misógino y perverso, es un temazo.
Lidia: En términos generales la perspectiva de enunciación del tango es esencialmente masculina, mientras que la copa es eminentemente femenina. Sin embargo, vemos cómo Imperio Argentina empezó cantando tango.
Carla: En Sudamérica se celebra el amor de otra manera y entronca con temas culturales de cada país. Pienso en cómo afronta el amor la salsa, el merengue, son enunciaciones muy distintas, pero son lugares de enunciación masculinos, la única que se me ocurre como excepción es la ranchera Rata de dos patas. También está La Lupe. Hay artistas, pero no sé si hay una música como la copla en la que el lugar de enunciación sea femenino o protagónico de mujeres.
Lidia: Me interesa mucho esto, las conexiones entre mujeres de allá con las de acá, con colaboraciones entre Lola Flores y Celia Cruz, que toman un lugar de enunciación, que no sólo cantan, sino que tienen una expresión muy fuerte y dicen lo que quieren. Fíjate que hemos empezado hablando del 8-M y de cómo podemos arrojar una mirada feminista a todas estas canciones, me parece que está bien recordar que muchas de estas mujeres del entorno de la copla fueron explícitas en sus discursos feministas, en momentos en que no era común hacerlo. Lola Flores fue muy explícita contando su vida tal y como fue, hablando de ambición o deseos sexuales.
Carla: Me parece más explícita Rocío Jurado que Lola Flores.
Lidia: Entiendo lo que dices. Lola Flores no dijo «soy feminista», con esas palabras. Pero el hecho de que contara la historia de su vida diciendo a las claras cosas como «yo me acosté a cambio de tanto dinero con un hombre porque era la opción que se me daba», me parece muy representativo. Es cierto que no está hablando de feminismo explícitamente pero está hablando de un tema que estaba censurado en ese momento. Ella lo hacía, y tiene, por tanto, muchísimo valor.
Carla: En el caso de Rocío se ve más claramente, enunciándose ella como feminista y diciéndolo. Me llama la atención, a propósito de feminismo, se me viene a la mente Chavela Vargas, no sé si has visto el documental de Netflix. Esta mujer, que a lo mejor no era abiertamente lesbiana (el documental muestra que esto se sabe de puertas para adentro pero no lo explicitaba). Me resulta muy interesante el tema lésbico entre divas, y en el caso de Chavela especialmente, porque su visibilidad estética también lo era. Era masculina, fumaba, tenía la voz rota con el alcohol que tantos problemas le causó.
Lidia: Fíjate que en el caso de la copla, siempre ha estado muy presente esa idea de que las folclóricas tenían esa tendencia a caminar por las dos aceras. Siempre ha estado en el imaginario popular, pero ninguna ha salido del armario de manera explícita. Marujita Díaz hizo alguna broma en su momento, de la manera en que ella hablaba, y yo en el libro le doy un capítulo al tema del lesbianismo en la copla, y rastreo un rumor de que Imperio Argentina había tenido una noche de amor con Marlene Dietrich, y lo que dijo Imperio sobre el tipazo de Lola Flores. También hablo de una figura injustamente olvidada, que es la de Gracia de Triana, una mujer que tuvo una proyección enorme en los años 40, que protagonizó varias películas y cuya carrera se truncó. Esto es difícil de demostrar pero creo que podría tener que ver en ese freno de su carrera el hecho de que no encajara, de que empezara a cumplir años y no tuviese novio, o no se casara. Digamos que no encajaba en esa feminidad, y se empezaron a correr rumores de que tenía mal carácter, de que era complicado trabajar con ella, etc. Aunque continuó grabando discos no llegó a ser la gran estrella que parecía que estaba destinada a ser por no encajar, precisamente, en esos moldes. Me interesa mucho de la copla, no sólo esa visibilidad o no de las folclóricas en este sentido, sino también el papel que han tenido para la propia gente del colectivo. Amores fracasados sin saber por qué, amores clandestinos, nos hemos sentido muy convocados por este género y lo hemos tomado como propio, esas historias nos apelaban, por la falta de referentes que hemos tenido las mujeres lesbianas y bisexuales.
Lidia García (foto de Desirée Recio García) y Carla Berrocal (foto de Antonio Buchannan).
LA MUSICA QUE ESCUCHABAN NUESTRAS ABUELAS MIENTRAS TRABAJABAN
Lidia: La música como la copla, la zarzuela y el cuplé me interesa mucho y supongo que en parte también por nuestras vivencias personales. Me interesan en parte por mi madre, que cantaba mientras hacía las cosas por la casa. Así es como yo conocí la mayoría de estas canciones, cantándolas mientras me enseñaba a limpiar o cocinar, o simplemente pasaba tiempo con ella. El libro lo arranco ahí porque es el recuerdo más temprano que tengo de esta música. Me pareció que tenía que haber cierta vinculación entre esa invisibilidad que han tenido estos géneros musicales y la invisibilidad de los cuidados de las mujeres como mi madre, que habían utilizado esta música para acompañarse y hacer las faenas. Precisamente de esa vinculación nace el libro, de la relación entre las mujeres que popularizaron estas canciones, de las que las hicieron célebres en su día, con de las mujeres de una época tan difícil como la postguerra, que las escuchaban y las hacían suyas.
«La copla, la zarzuela y el cuplé me interesa mucho en parte por mi madre. Yo conocí la mayoría de estas canciones, cantándolas mientras me enseñaba a limpiar o cocinar, o simplemente pasaba tiempo con ella. Hay cierta vinculación entre esa invisibilidad que han tenido estos géneros musicales y la invisibilidad de los cuidados de las mujeres como mi madre, que habían utilizado esta música para acompañarse y hacer las faenas». Lidia García.
Carla: Yo no escuchaba copla de pequeña. Pero quiero hablar del caso de mi abuela: a raíz de su demencia senil y de cómo la intentábamos estimular, empecé a escucharla. Esa fue mi aproximación. Mi caso es muy distinto al tuyo. Yo me aproximo de forma casual y me enamoro. Las mujeres de mi vida lo que escuchaban en casa era rock and roll. En casa de mi abuela en Chile, no recuerdo a ninguna mujer con una gran relación cercana con la música. Sin embargo, con mi abuelo materno, recuerdo que el camino que hacíamos desde Santiago hasta el campo dónde tenía una casita, teníamos unos casetes. Eran cuatro horas de viaje, y acabábamos hasta el coño de la música de mi abuelo, porque mi abuelo era muy dictatorial y había que hacer siempre lo que él decía, las cuatro horas de viaje, escuchábamos compulsivamente a Gardel, para él sólo había Gardel y cuecas. Hay una cosa curiosa de la cueca, que es una música muy asociada a la clase. Es música que se canta en celebraciones en el campo. Una cosa que tiene Chile, que está muy arraigada en Sudamérica, es que es muy clasista. Se tiende a idealizar la cultura occidental frente a las culturas populares de los propios países. En Chile la gente se ríe de los que viven en el campo, de forma mucho más exagerada de lo que puede pasar aquí, porque es una gente que tiene más problemas para acceder a las mismas posibilidades. Chile es el modelo del neoliberalismo a gran escala, te tienes que endeudar para poder acceder a estudios y normalmente está en grandes ciudades como Santiago. La cueca está muy asociada a la clase, no es una música que se escuche en las radios, excepto en los casetes de mi abuelo, pero está asociada a las celebraciones populares, cuando hay una celebración en el campo, todo el mundo se arranca a bailar una cueca. Es una música con mucho concepto de clase. Relacionándolo con el feminismo y la cueca, creo que en algunos puntos describe que pueden ser trasgresora como lo fue la copla, pero se hace desde la celebración y el humor, una de mis cuecas favoritas, La consentida, habla de cómo una mujer utiliza su belleza para sacar beneficio de lo que se espera de los hombres. El relato empieza así en muchas coplas, por ejemplo, La Zarzamora, de Lola Flores, es una mujer que hace con los hombres lo que quiere, hasta que se la castiga. En estas canciones encontramos esas luces, esas sombras, esos relatos que por un lado son testimonio de lo que hacían las mujeres en esos momentos, y por otro lado, son testimonio de cómo eran castigadas si traspasaban ciertas barreras, está todo relacionado con la cultura.
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