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Fútbol para todos

David Cayón
Bernardo Vázquez

Fragmento

PRÓLOGO

El fútbol y la política son temas estelares de cualquier charla en la Argentina. Ya sea en reuniones familiares o en encuentros de trabajo, apenas mencionar uno de esos puntos genera un debate extenso, pasional, sesudo o banal, que incluso puede convertirse en disparador de diferencias irreconciliables entre dos o más personas. Siempre en agenda, los dos influyen en los estados de ánimo de muchos ciudadanos. Aunque con diferencias. Una mala resolución del delantero del club favorito modifica un resultado deportivo; una decisión equivocada de un dirigente altera el rumbo económico y social de un país entero.

No resulta novedoso que los gobiernos utilicen el deporte como área estratégica de gestión y los medios como puente necesario para difundir el mensaje que pretenden instalar en la ciudadanía. Los ejemplos son muchos. En el siglo XX, este fenómeno se vio tanto en la Rusia comunista como en la Alemania nazi, en ambos casos sin discreción y con resultados trágicos; el castrismo en Cuba, el franquismo en España y el liberalismo estadounidense produjeron otros ejemplos. Argentina no escapó a estas prácticas, y el Mundial ’78, llevado a cabo en el país durante una sangrienta dictadura militar, fue el más claro ejemplo de cómo un éxito deportivo puede ser utilizado para conservar o profundizar un proyecto político económico.

Lo que vino apenas un año después de ese título mundial sirvió como punto de partida de este libro: la aparición en la escena nacional de Julio Humberto Grondona, quizás la figura más influyente del fútbol argentino en los últimos 35 años. Incluso sin haber pateado una pelota en ese lapso, el presidente de la AFA se ha mantenido en el poder, indemne a las diferentes acusaciones que ha recibido por su gestión, pero también a los gobiernos de turno.

Designado con el aval de los militares en 1979, “Don Julio” atravesó con una cintura prodigiosa el final de la dictadura, los gobiernos de Raúl Alfonsín (1983-1989), Carlos Menem (1989-1999), Fernando de la Rúa (1999-2001) y Eduardo Duhalde (2002-2003). Se hizo dueño de un poder inconmensurable a partir de su estratégica vicepresidencia de la FIFA y de su innegable poder en la AFA. Grondona manejó los hilos del fútbol como ningún otro dirigente antes y, aun con defectos, potenció a la Selección argentina, convirtiéndola en una de las más respetadas del mundo.

Sin embargo, nunca antes logró establecer con un Gobierno una sociedad tan aceitada como la que construyó con el kirchnerismo en los últimos cinco años. Mirado con recelo en un principio por el ex presidente Néstor Kirchner, tal vez por su vinculación con la dictadura de finales de los ’70, terminó siendo un aliado necesario de la Casa Rosada. Su camino se cruzó definitivamente con el del matrimonio presidencial en un momento clave: agosto de 2009, un mes después de que el Frente para la Victoria sufriera una dura derrota en las elecciones legislativas, y en el inicio de la eterna disputa mediática con el Grupo Clarín, que había trabajado en sintonía con la AFA durante muchos años.

En plena crisis económica global, y frente a una huelga de futbolistas por una deuda millonaria de los clubes, Grondona se reunió en Olivos con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y recibió una propuesta a la que no pudo negarse. Seiscientos millones de pesos por año a cambio de que el Gobierno se hiciera cargo de los derechos televisivos del fútbol. La oferta casi triplicaba al canon que pagaba Televisión Satelital Codificada —una empresa integrada por Torneos y Competencias y Clarín—, ponía fin al negocio del cable y promovía el retorno de la televisión abierta a los campeonatos de Primera División del fútbol argentino. La cita entre el dirigente y la mandataria fue exitosa y de buenas a primeras la AFA decidió rescindir unilateralmente el vínculo con la empresa.

El bautizado “Fútbol Para Todos” se encargó de la televisación de los siguientes diez campeonatos de Primera División, de las últimas tres temporadas del Nacional B, la segunda categoría del país, y de la Copa Argentina. Concebido con la intención de convertirse en un producto redituable, según las palabras de la Presidenta en el acto de lanzamiento, se transformó con el tiempo en una plataforma propagandística a t

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