Aprender a silenciar la mente

Osho

Fragmento

Título

UNA NOTA SOBRE EL LENGUAJE

Palabras habladas: Los libros de Osho no están «escritos», sino que son transcripciones de grabaciones de sus charlas. Estas charlas son improvisadas, sin otras notas que no sean copias de las preguntas, las historias o escrituras sobre las que se le ha pedido que comente, o chistes que pueda utilizar para hacer hincapié en un tema en concreto. Él ha pedido a sus editores que sus libros impresos conserven el carácter de la palabra hablada.

Los pronombres: Al oírle hablar, está bastante claro para el oyente que generalmente cuando Osho habla del «hombre» se refiere a los «seres humanos». El uso por defecto del pronombre «él» simplemente sirve para facilitar el desarrollo del discurso, de ninguna manera implica que «ella» (o «ellos») estén siendo descartados o no tomados en consideración.

Es bueno tener en cuenta el singular punto de vista de Osho al dirigirse a sus oyentes en sus obras:

Un meditador no es ni hombre ni mujer,

porque la meditación no tiene nada que ver con el cuerpo.

Tampoco tiene nada que ver con la mente.

En la meditación eres simple y pura consciencia.

Y la consciencia no es masculina ni femenina.

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INTRODUCCIÓN

Así como la ciencia y la tecnología que han trasformado nuestras vidas exteriores ha sido en gran medida un fenómeno occidental, Oriente ha proporcionado la fuente principal de la ciencia que puede transformar nuestras vidas interiores.

Hoy, la meditación, como la luz eléctrica, es un fenómeno universal; la primera ayuda a iluminar el mundo exterior; la segunda, el mundo interior. Pero en el proceso de convertirse en universal, han surgido muchas ideas erróneas acerca de la meditación: que es «religiosa», que se trata de sentarse en posturas difíciles, quizá con los tobillos alrededor del cuello, poniendo cara de santo para ocultar la incomodidad, puede que incluso susurrando, o rezando algún sutra con trasfondo esotérico.

Si eso no te atrae, este libro es para ti.

Aquí la meditación se hace simple, ordinaria, y se convierte en un componente natural de un estilo de vida contemporáneo. Un componente cada vez más esencial.

La meditación en su esencia es el arte de estar consciente, consciente de lo que está pasando dentro de ti y a tu alrededor.

A la mayoría de nosotros se nos ha enseñado que para triunfar en la vida tenemos que pelear, luchar, enfocarnos, concentrarnos. El problema de este planteamiento radica en que cuanto más luchamos, más tensos nos ponemos. Y cuanto más tensos estamos, peor nos va. El planteamiento meditativo es comprender que para estar en nuestro punto óptimo, para dar en todo momento lo mejor de nosotros —y recibir lo mejor de cada momento—, necesitamos estar lo más conscientes posible. Y para estar conscientes, tenemos que estar relajados.

Habitualmente, creemos que para relajarnos, tenemos que salir. La meditación ofrece otra posibilidad: entrar en la relajación.

El truco para permanecer relajado en medio de un ajetreado día es lo que se ha dado en llamar «alerta sin esfuerzo»; la experiencia esencial de la meditación.

Una vez que nos relajemos en esta aceptación, una vez que dejemos de fingir que somos diferentes a como realmente somos, una vez que dejemos de luchar para impresionar a los demás —que a su vez están luchando para impresionarnos a nosotros—, una vez que dejemos de intentar defendernos, justificarnos… Una vez que dejemos de intentar ocultar nuestras heridas, incluso ante nosotros mismos, que por el contrario las saquemos a la luz y al aire libre, la sanación ocurrirá por sí sola.

En este libro, se habla de calmar la mente, de aprender cómo esta inapreciable biocomputadora puede ser tu mejor amiga. Y de cómo encontrar el interruptor que desconecta. Cuando necesites la mente, puedes usarla. Cuando no la necesites, puedes dejarla descansar tranquila —lista para cuando la vuelvas a necesitar—, libre de su cualidad de incesante charlatana.

Pero no hay que pensar que es fácil, que basta con una clave que yo te voy a dar. No, no hay ninguna clave. Se trata de un largo esfuerzo, de una profunda paciencia. Y cuanta más prisa tengas, más tiempo necesitarás. Así que recuerda esto: si no tienes prisa, puede suceder en este mismo momento.

Y la máxima paradoja de la meditación es que cuando finalmente aprendemos a amarnos a nosotros mismos, de hecho, solo cuando podemos amarnos a nosotros mismos, podemos compartir ese amor con los demás. Pero primero, tenemos que empezar por nosotros mismos.

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