I
¿Qué es esto?
No recuerdo bien cuál fue la primera señal. Sé que no fueron los famosos calores diurnos porque nunca los tuve (todavía). ¿Fue despertarme con la remera del pijama empapada en sudor, helado, incluso en pleno invierno, o la sensación de que ya no me lubricaba tanto —como siempre— al tener sexo? ¿O fueron otros cambios que me aparecieron casi en simultáneo? De pronto me di cuenta de que esa orquesta que yo sentía bastante afinada empezaba a sonar raro. La menopausia, esa gran M de la que tan poco se habla, ya me acechaba. Como hacía varios años tenía colocado un DIU hormonal, uno de los efectos fue no ver en la bombacha que iba dejando de menstruar regularmente. El DIU hormonal por lo general disminuye la menstruación o la interrumpe. Esto fue hace tres o cuatro años. Estaba por cumplir 50.
Las mujeres —y otras personas con capacidad de menstruar— llegamos a la menopausia, que técnicamente empieza después de un año del último ciclo menstrual, con muy poca información. Más allá de las bromas sobre señoras combatiendo “los calores” con abanico, ¿qué más sabemos? Nuestras madres nos hablaron sobre la menarca y la menstruación en el mejor de los casos, pero sobre la menopausia, poco o nada: porque ya no están cerca o porque el tema les quedó tan atrás que no lo problematizan. ¿Quién quiere, por otra parte, andar contando que llegó a la menopausia en una sociedad que venera tanto la juventud?
Rara vez es una conversación entre amigas. La que todavía no llegó no quiere escuchar del tema porque le parece que es algo de abuelas y que huele a viejo (o a vieja). Y muchas de las que llegaron guardan silencio. Tal vez por vergüenza, o porque nadie habla y, entonces, ellas tampoco se animan. Tal vez porque hay algo de terror íntimo, de no querer nombrar para que no me llegue: como si fuera una mancha venenosa, no la queremos tocar, ni tener cerca, ni siquiera en la conversación.
Ese profundo silencio me llamó la atención y de alguna forma ha sido el motor de esta aventura: empecé a investigar, a leer artículos médicos y periodísticos sobre la temática, a consultar a distintas ginecólogas y médicas de otras especialidades con diferentes perspectivas, desde medicina alopática hasta ayurvédica, china y homeopática. Fui tratando de encontrar primero respuestas a mis preguntas más esenciales sobre lo que me estaba pasando. Después, sentí un impulso —casi irrefrenable— de querer contarles a otras todo lo que iba averiguando, como una justiciera feminista. Porque, amiga, estoy convencida de que es muy injusto llegar a la menopausia ignorando los cambios que se nos avecinan y que nadie, ni en la consulta ginecológica ni entre nosotras, nos adelante el conocimiento necesario para prepararnos física y mentalmente, y poder pasarla de la mejor manera. Porque pasarla, la vamos a pasar todas. Y, además, porque la bomba no nos estalla solo a nosotras —aunque, como siempre, somos nosotras, amiga, las que ponemos el cuerpo—: las esquirlas impactan en nuestro entorno, pareja, hijos, trabajo, lo que tengamos alrededor y cerca. Ellos también deben saber. Pero si no lo hablamos nosotras, ¿quién se lo va a contar?
Mientras tanto, amiga, los cambios que puede experimentar nuestro cuerpo nos encuentran bastante desprevenidas. Se habla mucho de “síntomas” pero, en realidad, voy a dejar de lado esa definición: son expresiones del ingreso a otra etapa de la vida. Hablar de síntomas nos remite a una enfermedad, a señales que podrían derivar en algún cuadro patológico. La antropóloga estadounidense Lynnette Leidy, que viene estudiando la menopausia en distintas culturas, propone como alternativa para quitarle esa connotación reemplazar el uso del término “síntomas” por el de “signos corporales”.
Para 2025, más de mil millones de mujeres en todo el mundo habremos experimentado la perimenopausia —así se llama la previa—, y la mayoría llegará seguramente a ese momento como yo y muchas de ustedes: sabiendo poco y nada. Se estima que alrededor de 7 de cada 10 mujeres experimentamos alguno de esos molestos signos corporales asociados a la gran M.
En “Manifiesto por la menopausia”, la ginecóloga canadiense-estadounidense, columnista del New York Times, Jen Gunter, describe con ironía sus sensaciones: “Es como emprender un descenso en canoa sin instrucciones, sabiendo que el destino será horrible y que a nadie le interesa tu aventura ni lo que encuentres a la llegada”.
¿Te sentiste un poquito así? Yo sí.
Creí que me había caído en un pozo y no podía salir, no me reconocía en el espejo, me sentí con la autoestima baja —algo que nunca había vivido— y de coger, amiga, ni quería hablar.
En este libro hablaremos sobre los cambios de temperatura corporal y también sobre la ruinosa sequedad vaginal. Pero no es lo único que se seca. Los ojos y la piel también. ¿Qué más me pasó? De noche podía despertarme y tener insomnio —tampoco antes lo había padecido— y se me empezó a caer el pelo. Todo muy tétrico. Empecé a entrenar con pesas porque me di cuenta de que ya no me alcanzaba con las dos clases semanales de spinning y jugar al tenis… Antes de la menopausia me jactaba de tener los brazos musculosos sin demasiado esfuerzo. La flacidez muscular es otra de las transformaciones asociadas a la caída hormonal. Leí que es muy importante hacer ejercicio con pesas en esta etapa para sostener fuertes las piernas y el resto de nuestra musculatura para prevenir caídas en un futuro y a la vez fortalecer los huesos. No querrás necesitar ayuda para levantarte de una silla en unos cuantos años más, ¿no?
Pero no te asustes, amiga; todo eso te puede pasar y más también: esa es la mala noticia. La buena es que fui encontrando soluciones o paliativos —aunque nada vuelve a ser lo mismo, debo ser sincera con vos y lo mejor es ir aceptando esa idea— a través de la Terapia de Reemplazo Hormonal y otras alternativas de la medicina homeopática y ayurvédica que me ofrecieron médicas a las que consulté y me ayudaron mucho. Ya te contaré.
En estos años de indagar sobre la menopausia y sus consecuencias con amigas, e incluso con otras mujeres que me he ido cruzando circunstancialmente, vengo observando que no tienen información precisa sobre cómo afrontar los cambios para ganar en calidad de vida y, cuando van a su ginecólogx de toda la vida, en la mayoría de los casos no reciben más respuestas que transitar la etapa —aun teniendo signos corporales agudos vinculados— sin ningún acompañamiento.
—¿Y no te dio nada?
—No. ¿A vos sí?
Este suele ser un diálogo frecuente cuando saco el tema.
Es cierto que no se trata de una enfermedad. Pero si dejás de dormir por las noches, podés padecer un trastorno del sueño que podría desencadenar no solo el cansancio general y una tendencia al mal humor, sino otro tipo de padecimientos.
En estos últimos años, a partir del surgimiento del movimiento Ni Una Menos en 2015, en el país logramos sacar del clóset a la menstruación. Ha sido otro de los logros de los feminismos. #menstruAccion, la campaña pionera de la organización EcoFeminita, se lanzó en 2017 en el marco del Primer Paro Internacional de Mujeres.
En diciembre de 2020 más de cien funcionarias, legisladoras, referentes y activistas de todo el país participaron del Foro Nacional de Acciones para alcanzar la Justicia Menstrual con el fin de poner el tema en agenda y coordinar líneas de acción.
Una empresa como AYSA, entonces liderada por Malena Galmarini, empezó en 2021 a pagar un reintegro mensual a sus empleadas por los gastos de insumos para la gestión menstrual. Ese mismo año, se empezó a implementar en San Luis el Programa de Gestión Menstrual Sustentable #YoMenstrúo, que apunta a llegar con información a 50 mil niñas, adolescentes y personas menstruantes de entre 11 y 15 años. En 2023 al menos 17 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y más de treinta municipios tenían normativas y distintos programas de gestión menstrual para garantizar el acceso a insumos a mujeres y otras personas que menstrúan, y sobre todo a adolescentes de sectores vulnerables, que no podían comprarlos y que en consecuencia usaban trapos o papel de diario o se ausentaban de la escuela en “esos días”. Argentina se convirtió así en el primer país latinoamericano en tener leyes provinciales de provisión gratuita de productos menstruales, como resultado de estos años de activismo feminista en diferentes ámbitos. También había proyectos en el Congreso que impulsaban distintas iniciativas para hacer más accesibles toallitas y tampones —con propuestas como quitarles el Impuesto al Valor Agregado (IVA)— y promover, sobre todo, el uso de productos reutilizables como las copitas. Todas estas propuestas engrosaron la conversación sobre la menstruación. Pero sobre la menopausia y el climaterio se avanzó poco para darle visibilidad. Recién en junio de 2023, diputadas del Frente de Todos presentaron en la Cámara de Diputados un proyecto de ley de “Atención y abordaje integral de la menopausia y el climaterio”, el primero sobre la temática, que coloca como responsable del desarrollo de un programa al Ministerio de Salud, donde crea una unidad especializada, es decir, le da un enfoque de salud pública. Entre sus obligaciones se incluye desde capacitación a profesionales de la salud hasta el desarrollo de campañas de difusión en medios de comunicación, la cobertura gratuita de abordajes terapéuticos en casos en que sean requeridos y la inclusión del tema como contenido de la Educación Sexual Integral. Además, dentro del Programa MenstruAR, que lanzó el entonces Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación en mayo de 2023, se incluyó el tema, pero rebautizando a este período de la vida como “plenopausia”, con la intención de empezar a construir una narrativa positiva y “no como la merma de la menstruación, de la reproducción y lo que pareciera asociado a la merma de la sexualidad”, me dijo Irina Perl, a cargo de aquella iniciativa.
A fines de 2022, la Legislatura de la provincia de Misiones anunció su proyecto de abordaje integral de climaterio y menopausia, junto con representantes médicos de la Asociación Argentina para el Estudio del Climaterio (AAPEC); el objetivo es atender inquietudes de las mujeres, brindar información a la comunidad médica, poner el tema en agenda, en definitiva, teniendo en cuenta la mejor de la calidad de vida en un mundo en el que hay más longevidad. En marzo de 2023, sesionó el Parlamento de la Mujer, en Misiones, y entre los muchos proyectos presentados figuraba la creación del programa provincial de atención integral de la menopausia y climaterio, que establecía el día provincial de la menopausia.
Otros países, como Reino Unido, vienen más adelantados en el desafío de sacar a la menopausia del clóset con recomendaciones gubernamentales para que las empresas contemplen la situación
