Desactivar la bomba

Andrés Hatum

Fragmento

Desactivar la bomba

AGRADECIMIENTOS

Desactivar la bomba no es más ni menos que la historia de jefes basura en organizaciones espantosas. Estamos rodeados de jefechotismo (no creo que haga falta explicación a esta palabra). Siempre pensé en el flagelo organizacional de tener malos jefes, en la pérdida de valor y talento que esto ocasiona. También pensé en la gente que sufre a estos jefes basura que no sirven más que para arruinarnos la vida.

En primer lugar, entonces, quiero agradecer a esos malos jefes y líderes que vi a lo largo de mi vida profesional. Ellos inspiraron este libro.

A la Universidad Torcuato Di Tella por ser un ámbito académico de excelencia con libertad de pensamiento y expresión.

A mis alumnos, que son fuente de inspiración y, muchas veces, sufren a jefes bestiales.

A mi editora, que acepta todo lo que le mando por más que a veces se asusta con lo que lee. Gracias, Soledad Di Luca y Penguin Random House.

A Luis Mey por la lectura de la historia con la que empieza este libro.

A mis amigos con quienes comparto risas e ideas: Santiago García Belmonte, Ezequiel Garbers, Luchi Christello. También a Nico Isola, Guille Cáceres, Santi Mabre, Antonio Calabrese y Edgardo Vázquez.

A José del Río por ser un amigo presente y único.

A Gabriela, mi ex que hoy es amiga, socia y compañera de vida.

A mis hijos, Nicolás, Sofía y Victoria, mis tres soles. A ellos les dedico este libro.

DESACTIVAR LA BOMBA
UNA HISTORIA DE LÍDERES PELIGROSOS

24 de septiembre de 2021

—Terrible, es terrible —comentó Agustina Lamarka, directora comercial de CACA, mientras sorbía su latte espumoso, lo que hacía que le quedase un bigote blanco en la comisura del labio.

—Espantoso. Jamás vi algo parecido —afirmó Juan Carlos Rage, que escuchaba atentamente la historia de Agustina mientras masticaba una medialuna rellena de jamón y queso.

—La verdad es que algo iba a pasar en la empresa —confesó Agustina—. El CEO es… es un hijo de puta y de algún lado le iba a venir el golpe, aunque nunca pensé que así.

—Y, digamos que una carta bomba no es lo usual —sugirió Juan Carlos mientras trataba de pescar en el aire un queso chicloso de la medialuna rellena.

—Es todo muy… mafioso. La bomba hasta la entiendo, pero un mail posterior con un archivo que, al abrirlo, diga “Feliz Primavera, Gustavo” con un ruido a explosión y flores que caen como lluvia… Muy morboso todo. ¿Vos sabías que le arrancó la nariz? Y vaya a saber qué más. Entró en terapia intensiva, hay que ver si sale… y cómo… —comentó Agustina, acongojada.

—La poca interacción que tuve con Gustavo a nivel personal —enfatizó Juan Carlos— fue cordial, no más. Parece una persona con mucha energía. En el trabajo tuve mis momentos —se rio—. Pero para que te quieran matar… en fin, alguien no te quiere.

—Es verdad —aceptó Agustina dejando el latte a un lado y mirando a Juan Carlos a los ojos con un dejo de furia—, pero si no era esto iba a ser otra cosa. Gustavo no es trigo limpio. No tiene historia, ¡tiene un prontuario, el hijo de su madre!… Perdón, pero vos no lo conocés, cuando puede te la da por la espalda. Todos pasamos por alguna situación con él y es terrible. No me quiero imaginar las cosas que hace en el mercado, la competencia. Alguien se la tenía jurada.

—Esto no me lo dijiste antes de empezar a trabajar con vos —se rio Juan Carlos tratando de bajar la tensión de la charla.

—¿Qué te iba a decir? ¿Que nuestro CEO es terrible? Creo que vos ya nos conocías en el mercado. Además, vos laburás conmigo, no con él. Y te puedo asegurar que eso es una bendición.

Agustina dio por terminada la charla y salieron del Starbucks hacia la oficina, aunque no tan rápido como el resto de los oficinistas que corrían por la zona.

* * *

CACA —Compañía Argentaria Comercial Asociada— era una empresa de capitales españoles y argentinos, creada en la década del 30 del siglo XX para comercializar mercadería entre los dos países en momentos en que el comercio mundial se complicaba para España debido a la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Muy pronto, CACA comenzó a expandirse a otros países latinoamericanos y fue focalizándose en la distribución en diferentes canales, volviéndose un socio muy valorado por empresas locales pero también internacionales, que querían introducir sus productos en Latinoamérica. CACA contaba con almacenes distribuidos en diferentes regiones y un sistema de logística aceitado que le permitía generar acuerdos más que beneficiosos.

Diciembre de 2016

Queridos empleados y colaboradores:

Como nuevo CEO de la Compañía Argentaria de Comercio Asociada, me siento honrado de que me hayan elegido para este rol de tanta responsabilidad. Les confieso que no fue fácil llegar hasta aquí. La competencia para esta posición fue enorme y furibunda, y dejó a muchos de mis rivales, hasta ayer colegas, bastante heridos. Espero que esto no cause preocupación en la empresa, ya que aquellos colegas que logren alinearse con el nuevo liderazgo no tendrán problemas y aquellos que osen confrontarlo serán despedidos. Esto es para evitar suspicacias y rumores. Las decisiones duras se toman en los primeros 90 días, algo que aprendí bien del libro Los primeros 90 días de un buen CEO: 10 medidas claras, que habla de lo crucial de las primeras decisiones del líder, y en eso no los voy a defraudar. En estos tres meses haremos todos los movimientos necesarios (léase despidos) para que quede en claro quién manda. Y si tienen dudas sobre lo que se viene, lean el libro.

Durante el tiempo que ejerza esta función verán a un líder distinto al CEO anterior: no me encontrarán encerrado en la oficina delegando todo. Soy de la filosofía del Managing By Walking Around (MBWA), es decir, gestionar caminando los pasillos, las oficinas, entendiendo qué está haciendo y qué necesita la gente. También es una buena forma de darse cuenta quién trabaja y quién pierde el tiempo en las redes sociales o con cuestiones que no tienen nada que ver con el trabajo. Esta aptitud mía de estar encima, delegar lo justo y necesario y el micromanagement1 la extiendo a todas las gerencias y jefaturas porque, como bien dice el refrán, el ojo del amo engorda el ganado.

Justamente, y para asegurarnos de engordar el ganado y tener mayor productividad, suspenderemos la flexibilidad horaria que se instauró en la empresa con el pretexto de retener talento. Lo único que ha logrado eso es que muchos de ustedes estén de juerga y no vengan a trabajar. Vamos a implementar un sistema biométrico para asegurarnos que la gente esté en la oficina. Esto lo hago con el propósito de vernos las caras: un buen equipo necesita contacto cercano. Y si hay talentos a los que no les guste esta opción, la puerta está abierta.

También les quiero contar que comenzaremos un período de reestructuración y reorganización (downsizing le llaman los consultores que verán dando vueltas). Con la incertidumbre que hay, nos tenemos que acostumbrar a que la palabra “reestructuración” esté en nuestro vocabulario en forma permanente. ¿Qué significa esto en la práctica? Congelamiento de las contrataciones, redoble del esfuerzo que estamos haciendo para no fundirnos —ya que faltará personal y sobrará trabajo— y un proceso de lay off (más despidos). ¿Quiénes se quedarán en la compañía? Los que generen los mejores resultados. Este será un proceso darwiniano maravilloso donde sobrevivirán los más fuertes y capaces. Por eso los aliento a demostrar que son mejores que sus colegas. Vamos, muchachos, con el cuchillo en la boca llegaremos a los objetivos.

En este proceso de repensar la estructura y ahorrar costos vamos a despedir al gerente de felicidad que la administración anterior incorporó y nombraré a una directora de recursos humanos. El trabajo en esta empresa es trabajo: si quieren ser felices vayan al psicólogo o tengan un hobbie2. La gerencia de sustentabilidad, por otra parte, pasará a depender de la dirección de marketing para dar visibilidad a las pocas cosas que hacemos por la co

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