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Como anillo al dedo

Fragmento

Como Anillo Al Dedo

INTRODUCCIÓN

Todo comenzó con la clásica pelea de novios: noche de escalofríos, depresión, caos y el clásico pensamiento: “Ahora sí, ya no vale la pena vivir; nunca volveré a ser feliz. Se acabaron los hombres para mí. Mi existencia en este mundo cruel carece de sentido. Quiero morirme. ¡¿Por qué a mí?!”

Al día siguiente de esta caída emocional en picada, estrenaba programa y amanecí (si es que a eso se le puede llamar amanecer, porque en toda la noche no había pegado el ojo), o mejor dicho, amaneció y yo traía unos ojos que parecían haber sido golpeados por el Santo, el Cavernario y el mismísimo Bulldog. No había forma alguna de que pudiera aparecer en televisión nacional así; no podía ni caminar y seguramente no había maquillaje que lograra disimular los moretones rojo carmín que aparecieron en mis párpados. Ni novio ni esposo, ni hijos ni trabajo, ni nada. ¿Qué demonios hice para merecer convertirme en una solterona de treinta años, amargada, moreteada, desempleada y juzgada por todas mis amigas que sí lograron la foto “perfecta”, con el marido, los hijitos y todo el numerito? Lo había perdido todo. ¡Todo!

Ya lo sé. ¡Qué drama! Ni en las telenovelas, cuando Carlos Augusto abandona a María, “la de las fritangas”, hay tanta desgracia. Pero quien esté libre de pecado que cierre este libro y me diga cómo le hizo para no querer cortarse las venas con galletas de animalitos después de un desamor. Personalmente no conozco a nadie que se haya librado de esta pérdida de suspiros; por eso, justamente por eso, decidí comenzar a desahogar mis ideas mediante estas letras, señalar el origen de todos los convencionalismos sociales que nos han llevado al punto donde muchas estamos paradas, y mantener viva la esperanza; pues aunque no existe ninguna verdad universal sobre el Amor, lo cierto es que mueve al mundo, y para mí es la razón de nuestra existencia. Aclaro que algunas veces encontrarán la palabra “Amor” con mayúscula porque no sólo es un personaje más, sino el protagonista de este libro y de mi vida.

¿Que qué pasó con mi programa? Lo mismo que con mi corazón: una maquillista/maga ocultó las pruebas físicas de mi dolor, y yo, como toda la gente real que no sale en las películas ni en cuentos de hadas, no tuve más remedio que levantarme, ponerme un poco más de rímel, aprovechar los kilos que perdí por la depresión para ponerme ese vestido que no me entraba, y entender que el show, como la vida, siempre debe continuar.

Este libro busca ser una compañía para todas las etapas por las que atravesamos en el camino del Amor: los miedos, los suspiros, las expectativas, las “normas” sociales, los sufrimientos, las desilusiones, la plenitud y la magia de estar enamoradas desde todas las perspectivas. Y cuando digo “enamoradas” no me refiero sólo al sentimiento hacia una persona; hablo de eso que se siente cuando uno se halla en un estado de completa felicidad, lo cual puede ocurrir en muchas situaciones y no sólo con una pareja.

No soy psicóloga, adivina ni gurú; es más, ni siquiera estoy feliz o infelizmente casada. De hecho, en lo único en que me he vuelto experta es en equivocarme y levantarme (eso sí, cada vez con más estilo) después de tantas caídas sin límite de tiempo (a pesar del tictac biológico). Al igual que muchas de ustedes, he dedicado mi vida a intentar ser feliz, y hoy puedo decir orgullosamente que la mayor parte del tiempo lo soy. Sola o bien acompañada. El chiste es disfrutar el camino y saber que, para llegar a la cima, hay que escalar varias montañas (y sobarse varios golpes).

¿Por qué Como anillo al dedo? Muchos pensarán que éste es uno de los típicos libros de autoayuda, tan brutalmente juzgados, donde se da el abecé para encontrar marido; probablemente también lo juzgarán porque no es una novela histórica y porque muestra un mapa basado en estudios y experiencias propias y cercanas para elegir la ruta más eficaz hacia las relaciones funcionales. Sin embargo, esto no es de ninguna manera un manual que indique el camino del kínder al altar; ya saben, el espantoso: “Al salir de la prepa, haz un viaje con tus amigas; si vas a ‘golfear’, hazlo con un extranjero que NADIE conozca para no ‘quemarte’; regresando, haz una carrera MMC (mientras me caso); mantente siempre guapa, delgada y bien arreglada, para conocer al galán perfecto; niégate a salir con él las dos primeras veces que lo pida, pero a la tercera di que sí; sal perfecta SIN ser provocativa, amable pero no arrastrada, femenina pero no dejada...” ¡No! ¡No! ¡No! Todo lo contrario: aquí no se trata de ir como robotitos, palomeando lo que supuestamente debemos hacer, sino de vernos reflejadas en cada línea y analizar las situaciones con distancia crítica, humor y nuevas bases para reaccionar como profesionales de las relaciones. Y sobre todo, buscar y lograr lo que de corazón deseamos, lo que se ajusta a nuestra vida y a NUESTRAS expectativas, no a las de la sociedad.

Para algunas, la felicidad será un anillo de compromiso, pero no (solamente) por el enorme brillante o por cumplir con la lista de cosas que una “debe” hacer en la vida, sino por convicción y amor total a ese tipo de acuerdos. Para otras, será la soltería, no como resignación ante la escasez de buenos partidos, sino por la dicha y la satisfacción plena de disfrutar el estar con una misma sin responsabilidades de pareja. Habrá quienes decidan ser mamás solteras; otras, hacer una familia, y las demás, vivir para su trabajo o sus amigos.

Se vale todo. Cualquier camino que decidamos tomar está bien. Lo importante es hacerlo dejando atrás temores, roles, tabúes y todo aquello que termina atrapándonos en una jaula en la que nunca quisimos estar por convicción propia, sino por protocolo. Hay un abanico de posibilidades que la vida nos brinda, por lo que, dejando de lado la prisa, debemos explorarlas a fondo para conocer lo que hay detrás de cada decisión.

Cada vez que analizamos esas opciones, nos topamos con distintos tipos de hombres: machistas, celosos, con mamitis, desobligados, con miedo al compromiso, narcisistas, cínicos, inteligentes, trabajadores, amables, caballerosos... Creemos las historias que nos han mostrado los medios y la literatura, y que sólo pertenecen a la fantasía. Nos saltamos el delicioso recorrido para explorar la magia que hay en un abrazo, un beso, en los aromas, las miradas, en nuestro trabajo, en decorar la casa o en comer con la familia... No sabemos cómo reaccionar ante las mentiras, los cuernos, el maltrato. Confundimos la felicidad con estar atados a relaciones enfermizas y asociamos estar solos con tristeza y fracaso. Por eso aquí les contaré anécdotas en las que caí, pero de las que aprendí muchísimas cosas. Hay que tener los ojos abiertos para saber qué es lo que realmente queremos y lo que nos merecemos, así podremos empezar a disfrutar cualquier tipo de situación; eso sí, después de habernos acabado la caja de pañuelos por nuestra última ruptura.

Es como cuando uno elige su carrera; hay miles de alternativas, y en ocasiones terminamos estudiando lo que nuestro padre, abuelo y tatarabuelo estudiaron, nada más por darles gusto, por continuar el negocio familiar, por evitar un pleito o porque si estudiábamos filosofía o letras tendríamos que financiarnos por nuestra cuenta. Y así, por no salir de la zona de confort o por miedo, acabamos eligiendo algo que no funcionó, que no nos gusta; casándonos sin ganas o teniendo hijos porque nuestras amigas así lo hicieron, y se nos olvida que sólo hay una vida y que desperdiciarla haciendo lo que se espera de nosotros es una pésima idea.

Aquí iniciaremos un recorrido por situaciones a las que nos enfrentamos todos los días, historias que hemos escuchado millones de veces: que si Fulana se embarazó y no se ha casado; que si Zutana se casó hace diez años, lleva miles de tratamientos y no logra tener un bebé; que si todas las primas y hermanas ya desfilaron por el altar y Mengana no; que si Perengana quiere que el señor Grey llegue a esposarla y arrastrarla por el cuarto de juegos, pero el que llega parece asexual. Que si está muy chico, muy grande, muy feo, muy triste, muy alegre, muy “no-sé-muy-bien-qué-tiene-pero-hay-algo-que-no”; en fin, siempre hay peros en la búsqueda del “correcto” o de “lo correcto”. Lo importante es divertirnos con cada situación que llega a nuestra vida, saber cómo reaccionar ante las expectativas, los tabúes, las malas citas, las decepciones, los susodichos y nuestros propios terrores. Todo, absolutamente todo es relativo, y la historia es NUESTRA, de nadie más, así que tenemos que escribirla para darnos gusto a nosotras y a nadie más. No hay blanco ni negro; sólo situaciones que todos experimentamos, lo que se adapta mejor a nuestra vida y nos conduce a la felicidad. Es importante que encontremos el camino que deseamos recorrer y que sepamos cómo enfrentar los capítulos que se presentan mientras intentamos disfrutar la vida.

Muchas de las historias —que en su momento parecían tragedias griegas—, la confusión de sentimientos, el miedo a no llenar las expectativas, a no alcanzar lo que otros llaman felicidad, y todas esas cosas por las que ustedes, yo y todos hemos pasado, las reconocerán capítulo a capítulo. De repente llorarán, luego se atacarán de risa al recapitular, y seguramente se darán cuenta de que son parte de la historia de la generalidad. Verán que a veces “nos la hacen” y otras nos toca “hacerla”. Así es. El chiste es gozarla y recordar que la vida es un diez por ciento lo que nos pasa y un noventa por ciento cómo reaccionamos ante lo que nos pasa. Créanme: la felicidad no está en los finales de cuentos de hadas, sino en encontrar lo que mejor se adapte a nuestros intereses, entender bien el panorama y responder de la mejor manera.

Hay que desechar las expectativas fantásticas y dejar de preocuparnos por el qué dirán. Quien verdaderamente nos ame será feliz con nuestra plenitud, y ésta no se consigue obedeciendo las normas sociales, sino escuchando al corazón (y sí, ya sé que eso de escuchar al órgano principal del aparato circulatorio suena más a cliché que el famoso: “No eres tú, soy yo”; sin embargo, funciona dejar de hacer lo que los demás quieren y hacer lo que en el fondo queremos para nosotros, lo que hace que nuestros días sean mejores, lo que nos hace sentir mariposas en el estómago). La primera vez que pude recaudar juguetes para los niños de una casa hogar y ver sus caritas de ilusión al entregárselos, sentí esas mariposas, y en ese momento decidí que debía ayudar el resto de mi vida, pues eso me hacía feliz, y de ahí nació Fundación Mariposas. Para mi mamá fue cuando nací yo; para mi amiga Mariana, cuando cantó en el Auditorio Nacional; para Jenny, cuando está tirada en la cama abrazando a sus dos hijas y viendo películas; para Martha, cada vez que le llega un mensaje de su novio. Cada quien sabe qué es lo que lo hace más feliz, y al leer estas historias lo reconocerá más claramente.

Una vez que sepamos qué queremos hacer de nuestra existencia, nos va a sorprender lo simple que es llegar a la meta y la plenitud que ello nos dará. Estoy convencida de que el compromiso más importante que tenemos es ser felices, y para eso hay que encontrar el proyecto de vida que nos apasione y que se ajuste a nosotros. Si quieren vivir en soltería, ser padres o no; si buscan una familia ideal, o si el éxito laboral y el sexo casual es lo que más los emociona; si el amor por el trabajo, por los hombres, por el arte o por los niños es lo que rige su vida, o si deciden que sí quieren casarse y encontrar al “bueno”, o cualquiera que sea su camino a la felicidad, entonces este libro les caerá como “anillo al dedo”.

Como Anillo Al Dedo

Capítulo 1

EN BUSCA DE UN CUENTO DE HADAS

Se casaron y vivieron felices para siempre... ¿Sí?

Cenicienta, Blancanieves y hasta Jasmín, todas vivieron para encontrar a su príncipe azul, al hombre que las llenara de amor, de suspiros y de ilusiones. De lo más romántico y... ¡falso! Lo cierto es que cupido dejó de cooperar. Un estudio presentado en un Congreso Internacional de la Sociedad Europea de Cuentos de Hadas muestra que, hoy, todas las parejas de estas fábulas ya estarían divorciadas.

Se preguntarán por qué inicio este recorrido con el triste final de las historias que nos han puesto a leer desde chiquitas. La razón es que quiero arrancar desde un punto de vista realista, quitándonos expectativas absurdas que tantas desilusiones nos han traído.

Mi relato se remonta a la primaria. Éramos un grupito de diez escuinclas que todavía no sabíamos caminar en tacones, pero ya hablábamos de nuestras bodas. “Yaz, ¿tú a qué edad te quieres casar? ¿Tu fiesta va a ser en Acapulco, Cuernavaca o en un salón del centro? ¿Cómo se van a llamar tus hijos?”

Así crecí y, aunque no lo crean, me daba una vergüenza enorme confesar que me hacía más ilusión lograr conducir un programa de tele, hacer exposiciones de pintura o escribir libros, que casarme. Desde esa edad entré en el jueguito de la familia perfecta, y hoy, nueve de las diez amigas la tienen. Todas casadas, muchas con bebés o embarazadas y algunas en proceso de divorcio. Nadie se zafa de la realidad.

¿Recuerdan su primer amor? ¿Aquella vez que alguien les endulzó el oído con palabras perfectas, miradas tiernas y caricias... caricias medio pasadas de la raya? ¿Se acuerdan que creyeron que al día siguiente ese alguien llegaría cabalgando en un hermoso caballo blanco con un gigantesco anillo de compromiso y un castillo escriturado a su nombre? ¡Seguro no lo olvidarán jamás, así como tampoco olvidarán la enorme desilusión que sintieron cuando el mugroso caballero ni siquiera se dignó contestar una llamada para decir qué demonios le había pasado, que no pudo tomarse la molestia de marcar ocho simples numeritos!

Entonces, ¿cómo funciona esto del Amor? ¿Dónde está el “bueno”? ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Cuál es el origen de nuestra desgracia? ¿Es realmente una desgracia no poseer la etiqueta de “media naranja”?

La raíz del problema está en las expectativas que nos hemos generado, idealizaciones como las que nos inculcan las famosas historias fantásticas, en las que pareciera que nuestro objetivo último es encontrar a la pareja ideal, y en las que deberían incluir un anuncio preventivo que dijera: “Esto es un cuento. Historias como éstas NO PASAN”.

El sociólogo Francesc Núñez, director del programa de humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), asegura que los seres humanos nos hemos puesto expectativas hollywoodenses, y que es tanta la exigencia a la hora de seleccionar pareja, que la decepción resulta inminente. Explica que el capitalismo está dictando incluso lo que debemos sentir cuando nos enamoramos y lo que se tiene que hacer.

En las historias fantásticas los hombres buscaban mujeres inocentes, buenas, perfectas y dispuestas a estar con auténticas bestias. Ellas vivían en un sueño profundo y, tras despertar al fervor del primer beso, ¡pum!, se casaron, con la promesa de estar juntos hasta que la muerte los separe.

¡Sí! Juraron compartir el resto de su vida con un completo desconocido, vestido con mallitas ultrapegadas, y creyeron (ilusa y utópicamente) que iba a funcionar.

¿Quién le iba a decir a la Cenicienta que su rey había hecho casting para elegir a la más guapa y delgada? ¿Cuándo se iba a imaginar el novio de Blancanieves que su princesa pura le estaba cocinando a otros siete hombrecitos? ¿Y cómo iba a saber la Bella Durmiente que su galán la iba a mantener... sí, a mantener, pero bien dormidita hasta que a él se le diera la gana sentar cabeza?

La realidad es que todas y todos estamos buscando esa perfección que vemos en las historias y que está lejos de ser realidad. Ése es el meollo del asunto, y hay que dejar claro que las expectativas que nos han impuesto los medios, la sociedad, las historias y las novelas son total y absurdamente FALSAS. Y antes de saber qué queremos y cómo conseguirlo, debemos tener claro lo que hay en el mercado; aunque me duela reconocerlo (quizá más que a nadie), hay más sapos que apuestos sultanes encantados.

Por todo esto, el doctor Wilhelm Solms, a quien suelo consultar cuando me entran las ganas de encontrar el amor perfecto, afirma que las parejas que inician una relación como la de la Bella y la Bestia tienen muy pocas probabilidades de perdurar, no porque uno sea horrible y la otra guapísima, sino porque no tienen bases bien cimentadas. Lo peor es que estas historias nos crean expectativas irreales de gente demasiado real. Un hijo de reyes, guapo y millonario, no es garantía. Si no, vean al ex de Lady Di.

Y ocurre lo mismo en nuestros terrenos. Créanme que los famosos niños “bien” suelen sacar el cobre. Beatriz, por ejemplo, una querida amiga, decidió casarse con su novio de toda la vida. Ya saben, el noviazgo que todas envidiaban. Se conocieron en la escuela; ambos entraron a la Libre de Derecho. Son guapos, educados, felices; en fin, tal para cual. Ernesto, el novio, le dio el anillo a Beatriz y un mes después le dijo que no se podían casar porque la empresa de su papá, en donde él trabajaba, había quebrado y, por supuesto, él quería darle el mejor nivel de vida a su princesita y en ese momento no podía hacerlo. Beatriz le confirmó su amor y le dijo que poco a poco alcanzarían la comodidad económica, pero que la boda con-tinua-ba. Y punto.

Tuvieron la fiesta más bonita de todas. El amor brotaba. Imaginen que estaban en el final de una chick flick. Y la cereza del pastel: el papá de Beatriz les regaló un departamento precioso en la mejor zona de México para que tuvieran su nidito de amor.

Luego de un mes de luna de miel en África (cortesía de los papás de mi amiga), Beatriz regresó... ¡viendo triple! Resulta que el tórtolo de telenovela no la tocó en todo el viaje; se la pasó borracho y quejándose de absolutamente todo. Parecía que alguien se lo hubiera cambiado.

El tormento apenas había comenzado. El tipo no movía un dedo para trabajar y los suegros, con el pretexto de que el negocio se había acabado, se las ingeniaron para que el padre de Beatriz les prestara otra propiedad para que ahí vivieran ellos. ¡Sí! Toda la familia estaba a expensas del papá de mi amiga.

Un buen día, eran las cinco de la madrugada, Ernesto no volvía a casa ni contestaba el celular. Finalmente llegó, ahogado de borracho y acusando al padre de Beatriz de estar acostándose con su mamá, por lo que le exigió a mi amiga que fuera a hablar con sus padres. Acto seguido, los papás de Ernesto se divorciaron, los papás de Beatriz se divorciaron y mi amiga también se divorció.

Este caso es extremo, pero así hay miles. Quizá si Beatriz no hubiera tenido tanta prisa por la boda perfecta y le hubiera dado chance al novio de reponerse económicamente y echarle ganas, para que juntos pudieran salir adelante (sin ayuda de familiares), las cosas hubieran sido diferentes. Pero no. La urgencia por salir de la presión social suele llevarnos a engrosar las horrendas estadísticas, según las cuales los divorcios han aumentado un cuarenta por ciento. Tan sólo en 2011 el porcentaje de matrimonios se redujo 19.3%, y el de los divorcios aumentó 74.3%, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En cuanto a la duración del matrimonio, 27.2% tronaron antes de cumplir cinco años juntos (como mi amiga Beatriz y su ex marido Ernesto; quien, por cierto, al año se volvió a casar con una mujer que tenía más lana y además lo hizo por la iglesia, sin haber anulado el primer matrimonio. AUNQUE USTED NO LO CREA).

En los cuentos de Disney la historia termina con la boda, pero en la realidad es justamente cuando comienza. El “final feliz” no es producto de la casualidad, sino consecuencia de mucho trabajo realizado por el héroe y la heroína. Lo siento, “bellas”, pero NO EXISTE un príncipe azul, un hombre perfecto que sea inteligente, honesto, fiel, caballeroso, detallista, fuerte, capaz de derrotar a todo un ejército con tal de defender nuestro amor. Y aunque muchas de nosotras nos sintamos princesas merecedoras de Aladino, tampoco tenemos la cinturita de la Cenicienta ni nos vamos a poner a limpiar pisos humildemente mientras ellos andan probando zapatillas. NADIE es perfecto. Desafortunadamente nos han creado esperanzas cuya realización es más remota que ese mundo lejano de donde proviene la inspiración de los autores.

Ojalá la historia fuera como la de Rapunzel y el príncipe luchara por conquistarnos sin descanso, pero la realidad es que hoy nos da flojera echarle tantas ganas y preferimos irnos a comer una pizza y ver películas en casa, sin pensar que el reto tal vez no sea combatir un pulpo gigante, sino salir de nuestra zona de confort, cambiar hábitos, no perder lo más por lo menos y quitarnos el orgullo de encima.

La felicidad “para siempre” no surge de la nada: se alcanza tras superar las pruebas difíciles a las que deben enfrentarse los seres humanos. No basta con encontrar una lámpara mágica y pedir amor, salud y éxito. En la vida real las cosas son más complicadas que empuñar una espadita y pelear contra un dragón. ¡Claro! Siempre habrá broncas, y hay que esforzarse todos los días, ceder, combatir nuestros miedos, la pereza, la monotonía, la comodidad de estar solo, las hormonas, las ganas de ser infieles, las mentiras... En fin, es mucho más difícil que el reto de una novela rosa.

La leyenda del zapato de cristal es un reflejo de los sueños de muchas niñas (y mujeres) que anhelan ser rescatadas por un monarca encantador que toque a su puerta ofreciéndoles un hermoso Manolo Blahnik de la nueva temporada. Que nos despierte con un beso apasionado todas las mañanas y, si es posible, nos haga volar en una alfombra persa por los cielos de todo el mundo... (Metafóricamente, y literalmente: en un avión privado).

Sería increíble si el Amor fuera así y no existieran ojos para otras princesas, ni voz para mentiras, ni flojera para ponerle creatividad y ganas a una relación. Pero lo cierto es que sí hay obstáculos, siempre los habrá, y que si algún desconocido, guapo y simpático tuviera la iniciativa de llevarnos unos zapatos de regalo, en el mejor de los casos sería gay o un acosador psicópata.

Hay que desmitificar los finales felices y entender que la ilusión es maravillosa, al igual que estar con una pareja que se desviva por hacerte feliz y luche por ti, pero requiere trabajo diario, paciencia, honestidad, saber perdonar, despojarnos de expectativas absurdas y bajarnos del tapete volador para poner los pies en la tierra y crear relaciones con bases sólidas y creíbles.

Sí, soy una romántica empedernida que busca el paquete completo y sueña con una historia mágica. Tal vez por eso sigo en la búsqueda; pero creo que para tener éxito no hay que conformarse ni desesperarse, sino evitar el desencanto. Hay que tener los ojos bien abiertos, conocer perfectamente a la persona que queremos que nos acompañe por la vida, ser claros y luchar, no contra brujas malvadas, sino contra nuestro ego y nuestros defectos para fortalecer las relaciones y no llegar al famoso: “Y vivieron felices para siempre... ¡CADA QUIEN POR SU LADO!” Los cuentos de hadas NO EXISTEN; las historias de amor eterno, llenas de momentos complicados e increíbles, de complicidad, conocimiento y trabajo diario, ¡sí! Y a una de ésas le apuesto yo, sin hadas, monstruos, genios ni bestias, pero con una entrega diaria para llegar al “final feliz”.

Como Anillo Al Dedo

Capítulo 2

VESTIDO DE NOVIA

Desde que una niñita tiene uso de razón, los cuentos que lee, las películas, las telenovelas, las caricaturas, las mamás, las misses de la escuela..., en fin, todo su entorno se encarga de meterle el chip de que nació para un día... ¡vestirse de novia!

A todas las chiquitas les compran su atuendo de princesas, los zapatos Mi Alegría (de esos transparentes, tipo Cenicienta... ¿Todavía existen?), para que sientan que su principito ya las rescató, y, por supuesto, también les dan sus Merienditas, Comiditas o Caquitas (o como se llamen esas muñecas que comen y hacen sus necesidades), para enseñarlas a ser mamás y hasta a cambiar los pañales.

A partir del momento en que reciben su primer regalo para jugar a ser

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