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100 dioses del OlimpoDe niños a superhéroesPrimera edición digital: febrero, 2020D. R. © 2019, Alberto LatiD. R. © 2020, derechos de edición mundiales en lengua castellana:Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. de C. V.Blvd. Miguel de Cervantes Saavedra núm. 301, 1er piso,colonia Granada, alcaldía Miguel Hidalgo, C. P. 11520,Ciudad de Méxicowww.megustaleer.mxD. R. © Barrilete Cósmico, por las ilustraciones de interiores y la portadaPenguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright.El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizadade este libro y por respetar las leyes del Derecho de Autor y copyright. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores.Queda prohibido bajo las sanciones establecidas por las leyes escanear, reproducir total o parcialmente esta obra por cualquier medio o procedimiento así como la distribución de ejemplaresmediante alquiler o préstamo público sin previa autorización.Si necesitas fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra dirijase a CemPro (Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, https://cempro.com.mx).ISBN: 978-607-318-830-2megustaleermexico@megustaleermex

5A mi Olimpo de cuatro cumbres y sus anhelos que son los míos.A quienes no saben de límites y su escalada que es la de la humanidad.


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En vez de esperar a que un Oráculo de Delfos predijera sus hazañas, ellos se apegaron a la más férrea determinación para triunfar.Si en la antigua Grecia no había escapatoria a lo que se profetizara en ese santua-rio, en los Olímpicos modernos la gloria no escaparía a su obstinado afán.Sueños transformados en destino a golpe de perseverancia, los 100 dioses de este libro tienen en común que, habiendo logrado lo máximo, bien pudieron ser muy poco o casi nada. El éxito sólo garantizado con trabajo y voluntad de acero.Del hiperactivo Michael Phelps que odiaba meter el rostro a la piscina, al hí-percompetitivo Usain Bolt que prefería no correr por miedo a perder. Del Carl Lewisfrustrado porque no crecía (lo apodaban Shorty, chaparrito), a la Yelena Isinbáyevaasustada porque crecer demasiado la imposibilitaba para la gimnasia. Del Greg Lou-ganis con la niñezmás trágica, a la Simone Biles que por intervención de su abuelodejó de criarse en un orfanato. De la Ágnes Keleti que compró una identidad parasubsistir al nazismo, al Viktor Chukarin que dominó los Olímpicos tras pasar porcampos de concentración en la Segunda Guerra Mundial. De la Gail Devers expues-ta a una amputación, a la Wilma Rudolph que no iba a caminar. De una leyenda de la halterofilia cruzando a escondidas a Grecia, a otra pidiendo asilo para huir dedonde le habían exigido hasta cambiar de nombre. De Eliud Kipchoge en una aldeamontañosa en Kenia, a Nadia Comneci peleando porque no le permitían jugar futbol, a Mo Farah discriminado en la Gran Bretaña de la que sería sir, a María del RosarioEspinoza barriendo donde lanzaría patadas, a Johnny Weissmüller tomando el actade nacimiento de su hermano antes de inmortalizarse como Tarzán.Si cerramos 100 genios del balónaseverando que nadie llega a crack sin esfuerzo, que esos futbolistas tuvieron la suerte que mereciero