Pasión olímpica. La llama sigue encendida

Gonzalo Bonadeo

Fragmento

PRÓLOGO

La “varita mágica” de los Juegos Olímpicos

Empecé a hacer judo a los 9 años. Mis primeros grandes referentes eran aquellos que representaban a mi club en torneos a nivel nacional. Y mi primer gran sueño era llegar a ser como ellos, llevando nuestro deporte a un nivel que pocos podían alcanzar. Cuando empecé a competir, conocí deportistas que no solo representaban a su club o a su provincia, supe que, además, existía la posibilidad de representar a mi país, cosa que hasta el momento creía que solo en fútbol se podía hacer.

Comencé a conocer a los representantes nacionales de nuestro deporte y hasta tuve la posibilidad de entrenar con ellos, formando un lindo vínculo de amistad. Gracias a eso, descubrí lo que era un Juego Olímpico y lo que representaba para los deportistas amateurs. En 2004, seguí por primera vez los Juegos para alentar a aquellos compañeros que admiraba por estar en ese lugar. Ese lugar al que todos quieren llegar, pero solo unos pocos pueden.

En ese momento, viendo mi admiración hacia los deportistas que representaban a nuestro país y sabiendo que entrenaba todos los días, mucha gente me preguntaba si mi sueño era llegar a un Juego Olímpico. Mi respuesta era un rotundo “no”, acompañado de una risa, ya que de verdad la pregunta me parecía graciosa. ¿Por qué? Aunque yo siempre daba lo mejor de mí en cada día de entrenamiento, creía que un Juego Olímpico era algo que estaba más allá: realmente había que estar tocado con una “varita mágica” para llegar. No quería decir que fuera imposible, solo que no era algo que yo me había puesto como objetivo: podía llegar a suceder o no. Nunca me gustó pensar en un futuro tan lejano; prefiero hacer en el día a día lo mejor posible y que las consecuencias se vean en el futuro. No se trata de pensar lo que nos gustaría, sino de actuar en el presente disfrutando lo que hacemos. Después, lo que pase en el futuro caerá por decantación.

Luego de muchas gratas sorpresas que me dieron los torneos en los que iba compitiendo, llegué en 2007 al Mundial de judo en Río de Janeiro, torneo que me permitió la clasificación a los Juegos de Beijing 2008. En ese momento, me sentí tocada por esa “varita mágica” del universo y entendí que el trabajo diario había dado buenos resultados. Ahora sí había un objetivo real para una preparación con vistas al primer Juego Olímpico en el que iba a competir.

Llegó el día de la competencia en Beijing. Quería dar lo mejor de mí, no tenía pensado más que eso, pero unos minutos antes de mi primera lucha pasó algo increíble: una judoca con altas chances de medalla perdió con alguien que en teoría era de mucho menor nivel. Como la mayoría de la gente, yo estaba sorprendida. En ese momento, crucé una mirada con la técnica de aquella colega que había sido derrotada y ella me dijo: “Es judo y en estos torneos todo puede pasar”. Con esa frase, empecé a creer que no hacía falta ser la mejor ni la más experimentada; solo había que tener fe en una misma y en el trabajo realizado y eso podía llevarme a una medalla. O no, pero primero había que luchar.

Así, fui pasando luchas. Cada vez que salía del área de competencia había alguien que me esperaba para que pudiera contarles a mi familia y mis amigos cómo me iba sintiendo. Ese alguien era Gonzalo Bonadeo, quien junto a su equipo estuvo desde el primer momento haciendo el aguante como representante de aquellos que me estaban alentando desde la Argentina. Lo que más recuerdo de ese torneo son dos cosas: la sorpresa por la medalla de bronce y la promesa que tuve que cumplir por haber ganado esa medalla. Aquella loca promesa me hizo ir a un estudio —así nomás como estaba poscompetencia— a comer las hamburguesas más frías de mi vida, pero también las que mayor felicidad me dio comer.

Ese día de locura significó el comienzo de la gran amistad que hasta hoy tengo con Gonzalo. Allí conocí a la persona real (no solo al que veía en la TV) y me di cuenta de que compartimos la misma pasión por el deporte y, especialmente, por el deporte olímpico. Tan informado y comprometido está con cada deporte que hasta una vez se animó a ponerse el judogi y tomar una clase en la que incluso se dejó tirar… (a los dos días me llamó diciendo que le dolía todo). El compromiso no es sencillo, pero por estas cosas nosotros lo consideramos un gran referente del amateurismo y de los Juegos Olímpicos.

Tanta pasión nos llevó a compartir dos Juegos Olímpicos más: yo desde el tatami y él desde su rol periodístico. En Londres 2012 compartimos la tristeza de que se nos escapara una medalla por muy poco, pero esa experiencia me permitió conocerme más a mí misma y conocer también el entorno en el que nos manejamos los deportistas. Cuando el resultado no es el esperado, vemos quiénes son los verdaderos amigos. Siempre voy a valorar que después de dos horas de control antidoping, cuando salí del predio de competencia, ahí estaba el equipo de Gonza, firme una vez más para apoyarme y ver cómo me encontraba, para hacerme sentir que no estaba sola.

En Río 2016 compartimos la gran alegría de traer a la Argentina esa primera medalla dorada. Y obviamente repetimos esa promesa de ir al estudio y comer aquella hamburguesa tan fría como gloriosa. A ese torneo llegué con el valioso aprendizaje de todo lo que había pasado en mi entorno en los Juegos previos; por eso, estaba tranquila y sin presiones de ningún tipo. Sabía que todo podía pasar y también que tenía un gran equipo que siempre iba a estar para apoyarme cualquiera fuera el resultado. Eso fue clave para salir a la “guerra” con total convicción de dar lo mejor una vez más.

El camino posterior a Río fue algo diferente. Mi idea no era seguir compitiendo, pero acá estoy: entrenando, estudiando, trabajando y ya clasificada a Tokio 2020+1. ¿Cómo se dio? Solo sé que sigo dando día a día lo mejor de mí en cada cosa que hago. Sigo disfrutando de cumplir ese gran sueño de representar y llevar mi bandera en mi espalda, un gran honor que solo algunos tocados con la “varita mágica” tenemos la suerte de hacer realidad.

PAULA PARETO1

1 Medalla de bronce en Beijing 2008 y medalla dorada en Río 2016.

Algún empujoncito y ciertas complicidades<

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