Sé un editor despiadado de lo que permitís que entre en tu casa.
Preguntate “¿qué significa este objeto para mí?”.
NATE BERKUS
INTRODUCCIÓN: MI CAMINO AL ORDEN
No siempre fui ordenada. De chica y adolescente, viviendo en lo de mi mamá, me rodeaba el clásico caos de la edad. Y como tenía quien me ayudara a mantener el orden, tampoco hacía tanto esfuerzo. Sin embargo, me gustaba el resultado. No me daba lo mismo que no sucediera.
Ya un poco más adulta, tuve un momento en el que decidí hacer una limpieza completa de mi ropero. Sentía que tenía mucha ropa y usaba muy poca, y viendo todo lo que podía sacar, lo comprobé. Decidí que tenía que hacer algo con el descarte, y me puse a venderla en formato de feria americana. Vendí mucho, y empecé a contagiarles las ganas a mis amigas, que me pidieron que fuera a sus casas a hacer el mismo proceso con sus roperos. El resultado fue que terminé abriendo un showroom donde primero vendí mucha ropa usada y luego comencé a sumar diseñadores independientes, al estilo de un local multimarca. La bola se corrió rápido, y el boca a boca hizo maravillas: venía muchísima gente, y completos desconocidos empezaron a pedirme que los ayudara con el orden de sus placards.
Entendí que estaba delante de un trabajo en serio. Tenía 20 años y estaba estudiando Publicidad (sí, es irónico, el colmo del consumismo), pero igual comencé a hacerlo. Con unas amigas, a fin de lograr un proceso más rápido, incursionábamos en los roperos de distintas personas, y al final del día nos íbamos dejándole todo mucho más ordenado, organizado, y con varias bolsas para regalar, donar o tirar. Todavía no era una fanática del orden, pero estaba en camino.
Unos años más tarde, a mi marido le ofrecieron un trabajo en Italia, y decidimos irnos. Ese fue un nuevo desafío: meter mi vida en unas valijas. Me llevé cosas por etapas, porque primero llegamos en verano y, cuando volví a Argentina para las Fiestas, pude llevarme lo de invierno. Pero mi nueva casa no era ni siquiera un tercio de la que tenía acá, y la verdad es que no tenía lugar para todo lo que tenía o quería llevar. A la vez, me daba cuenta de que las cosas que había dejado en lo de mi mamá no me hacían falta. Así que empecé a desapegarme y a vivir con menos. Para cuando nos teníamos que volver al país, sin embargo, una experiencia me hizo el clic definitivo. Teníamos que cargar todas nuestras cosas en un container, y había ciertas reglas a las que adaptarse. Por ejemplo, no podíamos llevar líquidos. Así, me encontré tirando la colección de pequeños shampoos y cremas que mi marido me había traído de sus viajes laborales, esa misma que nunca había querido usar por pena o que había querido guardar para practicidad de mis propios viajes —y que cada vez que me fui me olvidé de llevar—. Entendí la tontería de guardar cosas “para ese momento ideal”, y en la pequeña tristeza de tener que tirar algo que me gustaba, pensé que ese momento perfecto es cada día. Y me volví a acordar de un pariente y su capacidad de acumulación, y cómo, a su muerte, tardamos semanas en desmantelar su casa, llenísima de cosas tan inútiles como una colección de pañuelos descartables que alcanzaba para un ejército. No solo se fue de este mundo sin nada de todo eso, sino que ni siquiera lo usó y disfrutó. Ahora pienso menos y uso más, sin culpa. Si me compro una vela, la enciendo, la huelo, la disfruto prendida. Es como suelen decir, ¿de qué te sirve irte lleno de plata y cosas al cementerio?
En agosto de 2015 abrí mi cuenta de Instagram. Desde que adopté esta filosofía y este apego por el orden y la organización, eran muchos los que me preguntaban por el tema, y sentía que necesitaba un medio de comunicación en el cual explayar esos valores y búsqueda. Me divertía compartir esos tips que muchos admiraban cuando venían de visita a mi casa. Y esos consejos fáciles de poner en práctica pero revolucionarios en las pequeñas cosas fueron lo que primero interesó a mis seguidores. Porque no hace falta comprarte un negocio de organización entero si con el portarrollos del papel de cocina podés organizar cinturones, o unos simples clavos pueden acomodar tu bijou. Traté y trato de subir fotos honestas y reales, que cuando no son mías son igualmente accesibles, y que incitan a lograr este orden un día y un ambiente a la vez. Al mismo tiempo, comparto frases inspiradoras y busco incentivar la gratitud y el bienestar, porque son reales beneficios del orden. Nombré mi cuenta @organizarteomm uniendo la idea de organización con mis iniciales (Organizarte by Mela M). Y, además, coincidió con el símbolo del om, el sonido primordial y el comienzo de la mayoría de los mantras. Esta paz que busca transmitir ese sonido es precisamente el resultado final que deberías encontrar en el orden.
Para diciembre de 2016 también comencé a vender algunos productos. En mi casa tengo muchos objetos que ayudan al orden y que compré en el exterior, gracias a los viajes y al tiempo que viví afuera. Muchas veces me preguntaban dónde podían encontrarlos en Argentina, por eso decidí ponerme a fabricarlos o conseguirlos vía importadores, y encontré un público más que interesado. Y, a la vez, estoy constantemente investigando dónde conseguir acá eso que yo compré afuera. Al igual que con este libro, me gusta brindar un servicio.
El libro de Marie Kondo, gurú mundial de la organización y autora de La magia del orden, salió unos meses después de que comencé a interiorizarme en esta filosofía. Lo leí y me pareció muy interesante, pero al mismo tiempo creo que está muy enfocado en la sociedad oriental, con costumbres y principios de minimalismo que son milenarios, y de los que nosotros carecemos. Creo que su modo de vida es admirable, pero lo siento muy lejano a nuestros hábitos occidentales. Uno de mis libros preferidos es El arte de simplificar la vida, de Dominique Loreau, que cuenta la historia de una mujer occidental que se muda a Japón, y relata entonces toda su transformación y aprendizaje. Pero ese es un cambio muy profundo y que mueve hasta los cimientos, no es para alguien que lee un libro durante una o media hora, y que lo que busca es un cambio sostenible que mejore, pero no modifique por completo su vida. Creo que existe el punto medio entre la visión de Kondo y el consumismo más fuerte de países de Occidente. Y eso es lo que propongo en este libro.
Asimismo, tampoco considero que este proceso pueda hacerse de un día para el otro. No creo que vaciando el ropero sobre la cama se puedan tomar las mejores decisiones. Me parece que nosotros necesitamos un desapego más paulatino. Tampoco nos imagino tocando la ropa e identificando qué emoción nos significa. A mí una prenda me suele transmitir si me pica o no y cuánto me costó…
Sí estoy de acuerdo en que esta filosofía puede ser una forma de vida, un hábito adquirido y una necesidad. También está comprobado que el orden ayuda a una vida más simple. Tardás menos en limpiar, llegás a una casa más despojada y liviana, encontrás más rápido lo que buscás. Y esto también cambia la experiencia de compra. Hoy pienso mucho más lo que compro, lo cual no quiere decir que lo haga con culpa. Un proverbio que me encanta sostiene que quien compra lo que no necesita se está robando a sí mismo. Y no puede ser más real.
Este libro es la coronación de mi búsqueda de un medio de comunicación sobre el tema. Es mi forma de llegar a todos, incluso a aquellos que no tienen Instagram o no son adeptos a las redes sociales. Es un libro que se puede leer por partes o completo, de acuerdo a lo que esté haciendo falta en tu vida (porque es un proceso que te tiene que surgir naturalmente para que sea duradero y real). Y sobre todo, pretende ser una guía y un material de consulta permanente. Acá estoy para ayudarte. Bienvenido a una vida más organizada.
MI VERSIÓN DEL ORDEN POSIBLE
Pasaron cinco años desde la primera edición de este libro. En ese tiempo, tuve dos hijos más, me mudé tres veces y vivimos una pandemia. En todos los casos, la organización y la simplificación fueron grandes aliadas.
Cuando entregué el libro original a la editorial, estaba embarazada de mi segundo hijo y me faltaban unas pocas semanas para llegar a término. En junio nació Hilario y en octubre se publicó Omm Organizarte. De alguna manera, fue como tener mellizos. Y dos años y cuatro meses más tarde nació Faustino, mi tercer hijo. Tener tres varones (el mayor es Beltrán) me facilitó la organización, porque comparten y se van pasando todo.
Mi primera mudanza en este tiempo fue de CABA a Zona Norte. Estuvimos tres meses en una casa provisoria hasta que se liberó la que habíamos alquilado, luego nos mudamos a esa, que en teoría iba a ser por dos años, pero en la cual nos quedamos solo uno. Así llegamos a una tercera casa, más chica pero mucho más práctica y fácil de llevar adelante.
¿Qué aprendí? A dejarme ayudar en las mudanzas: en los últimos dos casos contraté el servicio que embala todo y no hizo falta armar ni una sola caja. Pero tambi
